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LA VERDAD DE ANTONIO SELEME


Artículo publicado en H Parlante, el 30 de marzo de 2020. 

El general Antonio Seleme Vargas era Ministro del Interior de Bolivia el año 1952, cuando el reloj de la Revolución Nacional dio su campanada inaugural. 
En 1969, escribió un libro para contar su verdad sobre esos tres días de refriegas armadas en La Paz y Oruro (foto). Acá lo resumimos. 
Seleme asume el cargo el 16 de mayo de 1951. Como ex combatiente de la Guerra del Chaco, Seleme conocía bien a los dirigentes políticos del momento justo cuando se ponía al mando de la policía. Por su escritorio pasaba toda la actividad conspirativa del país, más prolífica que nunca en esos meses. 
El gobierno al que empezaba a pertenecer, era obra del desconocimiento de la voluntad popular. El MNR, con el binomio Paz-Siles, había ganado las recientes elecciones. Asustados por el retorno de los nacionalistas derrocados junto a Villarroel, los militares optaron por retomar el poder que el rudo presidente Urriolagoitia decidió transferirles. 
No entregar la banda presidencial al ganador de los comicios fue el pecado capital del ejército en esos momentos. 
Seleme cuenta en su libro que solo él y el general Humberto Torrez Ortiz asumieron una postura amigable con los civiles  a los que se les habían robado el triunfo electoral. Cuando un dirigente del MNR era detenido, Seleme y Torrez exigían su inmediata liberación y la lograban. 
Ambos fueron también los únicos que insistieron en que la Junta de Gobierno convocara de inmediato a nuevas elecciones. 
Los demás uniformados en Palacio querían que la dictadura se prolongara indefinidamente. Sabían muy bien que de convocar a nuevas elecciones, el MNR podía incluso  extender su ventaja.
El hecho que empuja a Seleme a precipitar a la conspiración sucede el 8 de abril de 1952. El presidente Hugo Ballivián les pide a todos sus ministros su carta de renuncia. Todos salieron a dimitir, pero Seleme se queda en el Palacio e intenta convencer a Ballivián de que comete un error al seguir postergando los comicios. Él le responde que la continuidad del régimen ha sido respaldada por el regimiento escolta y el Colegio Militar. Son las unidades 100%  leales a Ballivián.
Seleme abandona el despacho presidencial a las 8 de la noche. Ha decidido activar su plan. Ordena primero el acuartelamiento de la policía. Luego se reúne con Torrez Ortiz, el jefe del Estado Mayor, y otros dos generales de su promoción. La consigna, "hay que actuar". 
Cerca de las once, Seleme se reúne con Oscar Únzaga, el jefe de la Falange. Éste le promete hombres armados a primera hora del día siguiente. Cuando el reloj marca el inicio de la medianoche, Seleme asiste a una reunión de la dirección nacional en pleno del MNR, a la cabeza de Hernán Siles Zuazo. El respaldo al plan es absoluto y alborozado. Seleme dispone que el coronel Edmundo Nogales acompañe a Siles a la casa de Únzaga para que allí ultimen los detalles generales del complot. Grave error, juntar a los civiles en competencia.
Antes le ha pedido a Torrez Ortiz que persuada al jefe del regimiento escolta que evite cruzar el umbral de su cuartel. En la madrugada, Seleme sigue dentro del Ministerio del Interior enviando cables a otros comandantes. Asegura la lealtad del general Jorge Blacutt en Oruro. 
Mientras tanto Siles y Únzaga parlamentan en la semi penumbra. Falangistas y movimientistas están acordando la toma conjunta del poder y el calendario ya marca el 9 de abril. Cuando se empiezan a retirar, Únzaga pregunta cuántos ministerios le corresponden en el gabinete de Seleme. Siles les dice que a lo sumo dos o tres. El jefe de FSB se queda atónito.Luego alcanza a advertirle a Siles que en ese momento la participación falangista quedaba en "veremos". Es la primera deserciòn, y no la peor de todas.
Seleme cuenta en su libro que Únzaga no se fue a dormir en ese momento. Sintiéndose "ninguneado" por el MNR, envía un emisario a conversar con Torrez Ortiz. El Jefe del Estado Mayor recibe la noticia de que FSB se acababa de bajar de la conjura y el consejo de que tuviera cuidado porque Seleme lo iba a mandar a detener para no tener que compartir el poder. 
Según Seleme, el anuncio hizo que Torrez Ortiz no fuera esa madrugada a su oficina en el gran cuartel de Miraflores, sino que subiera directamente a El Alto. Un desertor jalaba al otro.
Cuando el 9 de abril se llenó de sol, los movimientistas armados por Seleme empezaron a recibir fuego de artillería operada por decenas de soldados movilizados por Torrez Ortiz desde todos los regimientos del altiplano.  
El golpe de Seleme se había convertido en una guerra entre movimientistas y carabineros contra conscriptos recién enrolados. El saldo trepó rápido hasta los mil muertos. 
Al ver que Torrez Ortiz le había dado la espalda, Seleme se refugia en la embajada de Chile. Los combates del 9 fueron un golpe muy duro para los revolucionarios. Muchos policías huyen aterrados por los bombardeos propulsados desde El Alto. Siles llega a rendirse en Laja. Todo parece perdido. Únzaga parece haber calculado bien su sorpresiva salida.
El 10 de abril da pie a un giro espectacular. Los civiles aprovechan sus vivencias de la guerra civil del 49 y logran atrincherarse y desmoralizar a los soldados. 
Ese día, a las 3 y media de la tarde, Seleme, que no sabe de los triunfos del MNR en Villa Victoria, le escribe una carta a Siles en la que renuncia a la jefatura del alzamiento. La respuesta demora seis días. Siles le escribe que su actitud patriótica "ha hecho posible el triunfo del pueblo sobre la oligarquía". La carta lleva el membrete de la Presidencia de la República. 
Torturado por la traición de Torrez Ortiz, Seleme le pide al repatriado presidente Paz Estenssoro que lo designe como agregado militar en Washington. Luego de tres años, iría a Madrid con el mismo cargo. Así evitaría encontrarse con otros generales que lo buscan para escupirle el rostro, acusado de haber dado lugar a la destrucción del ejército de "la Rosca".

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