Por: MARCO ANTONIO BARROSO MENDIZÁBAL ABOGADO, DIPLOMÁTICO Y CATEDRÁTICO /
Publicado en Opinión de Cochabamba el 2 de agosto de 2015.
Entre 1932- 1935, dos pueblos hermanos y vecinos se enfrentaron en un conflicto
bélico con grandes pérdidas de vidas humanas y de sus economías, ante un rol
intrascendente de la Sociedad o Liga de las Naciones que no estuvo a la altura
de contribuir a lograr la paz entre dos Estados que eran sus miembros.
El 12 de junio de 1935, en Buenos Aires, Argentina, los cancilleres de Bolivia
y Paraguay, Tomás Manuel Elío y Luis Riart, respectivamente, firmaron el
Protocolo Preliminar de Paz, determinando que el cese de hostilidades se
efectivizaría hasta el mediodía del 14 de junio de 1935.
En el encuentro entre los Jefes del Ejército boliviano y paraguayo, el General
Enrique Peñaranda y el General Félix Estigarribia expresaron que la Guerra del
Chaco tenía que servir verdaderamente para la paz e integración.
Con la experiencia de la Guerra del Chaco, la meta de la diplomacia boliviana a
partir de 1935 fue romper el aislamiento diplomático. El Tratado de Paz,
firmado el 21 de julio de 1938, restableció la paz en el Chaco y sometió la
cuestión de fondo al arbitraje de equidad de los presidentes de los países miembros
de la Conferencia de Paz, insertó algunas cláusulas especiales sobre los
derechos de navegación y libre tránsito y relativas a futuras negociaciones
económicas y comerciales, para desarrollar intereses recíprocos.
El excanciller boliviano, Ostria Gutiérrez, gestor de las notas de 28 de marzo
de 1940, afirmó que “la paz entre Bolivia y Paraguay no debía limitarse a la
suscripción del Tratado de Paz y en el hecho ser estática. Había que hacerla
constructiva, real, inspirada en un nuevo espíritu”. Siguiendo al insigne
diplomático boliviano, el río Paraguay debía ser no un obstáculo, sino un nexo
entre ambos países y, a su vez, Bolivia debía en su propio interés, hacer del
Paraguay un mercado para su petróleo y fomentar el desarrollo de la economía
paraguaya, visionaria mirada.
Posteriormente, las notas reversales de julio de 1943 fijaron algunos
principios de carácter general en las relaciones boliviano- paraguayas, entre
ellos: renuncia a la constitución de bloques, grupos o alianzas; oposición a la
violencia y la conquista territorial; acatamiento de los principios del Derecho
Internacional; políticas de buena vecindad.
La vía de la integración era ineludible, en noviembre de 1943, se suscribieron
los convenios de Villa Montes, especialmente para la construcción de un
oleoducto trans Chaco.
El conflicto del Chaco dejó en Bolivia y Paraguay huellas profundas que
tardaron en sanar. El legado de paz de bolivianos y paraguayos para las
posteriores generaciones ha permitido transitar el camino hacia la construcción
de un mejor destino. Así comprendieron Bolivia y Paraguay, que el progreso de
sus pueblos es viable integrándose. Prueba de ello es la suscripción del
Tratado de la Cuenca del Plata de 1969 y, en los últimos años, particularmente
el 24 de abril de 2009, cuando la presidenta argentina Cristina Fernández, en
ceremonia especial entregó la Memoria Final de la demarcación de la frontera
nacional a sus homólogos Morales y Lugo.
Bolivia y Paraguay demostraron ante la comunidad internacional su vocación
pacifista y que habían saldado completamente sus límites, para ello tuvieron
que transcurrir 71 años desde la firma del Tratado de Paz, Amistad y Límites de
1938.
En la ciudad benemérita de Villa Montes de nuestro país, el 14 de junio de
2015, se recordó el 80 aniversario de la Paz del Chaco y posteriormente, el 29
de junio, se realizó la visita oficial del Presidente del Estado Plurinacional
de Bolivia a su par del Paraguay, Horacio Cartes, ocasión que permitió que en
el Palacio de López, Asunción, se pueda constatar el excelente nivel de las
relaciones bilaterales. En la Declaración Conjunta firmada por ambos
mandatarios, se advierte que son diversos los instrumentos internacionales
recientemente suscritos. Estos reflejan el actual entendimiento de ambos
países, destacando entre ellos principalmente el “Acuerdo Energético” por el
cual decidieron intercambiar experiencias a través de la petrolera
bolivianaYPFB con PETROPAR de Paraguay, con el propósito de permitir la
reducción del costo del gas para su venta a la ciudadanía paraguaya, algo
impensable hace mucho tiempo cuando estaban enfrentados precisamente por los
valiosos recursos naturales del Chaco Boreal.
El rostro de la integración boliviano- paraguaya en nuestros días, no solo es
energética, física-Hidrovía Paraná- Paraguay-, es URUPABOL, pero su alcance es
aún mayor. Abarca el ámbito comercial y también converge en el ámbito político,
especialmente cuando los gobiernos de ambos países reafirman sus compromisos
con la Democracia, el Estado de Derecho y los principios del Derecho
Internacional, el desarrollo con equidad, la promoción y protección de los
derechos humanos, la inclusión social, la erradicación del hambre y la pobreza
y la plena participación de la sociedad civil y en profundizar el proceso de
integración regional.
Bolivia tiene una triple gravitación hacia el Pacífico, el Amazonas y la Cuenca
del Plata, la cual fue comprendida por visionarios pensadores bolivianos como
Julio Méndez, los excancilleres Luis Fernando Guachalla y Alberto Ostria
Gutiérrez, quienes en su momento afirmaron que “Bolivia es tierra de contactos
y no de antagonismos” y que tiene una “función de atracción y articulación
entre los países que la rodean”.
Recientemente, la vocación integradora, de Bolivia y Paraguay, se ha reafirmado
en el marco de la XLVIII Cumbre del Mercosur, el 17 de julio de la presente
gestión, celebrada en Brasil, ocasión en la que la República del Paraguay,
firmó el Protocolo de Adhesión de Bolivia al Mercosur, constituyéndose nuestro
país en el sexto miembro pleno, teniendo como gran desafío el contribuir a este
importante bloque regional.
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