Foto: Palacio de gobierno 1875, luego de un incendio.
Fuente: La legación de Chile en Bolivia desde setiembre de
1867 hasta principios de 1870. De: Ramón Sotomayor Valdés. 1872.
"El viernes santo del año 1866 se cometió en la ciudad de La
Paz, en la casa del Gobierno, un asesinato que hizo estremecer a la población.
Entre los ayudantes del Presidente había un joven capitán,
Pablo Sotomayor, de buena presencia, de antecedentes honrosos, querido de sus compañeros
y hombre de una carácter independiente.
Poco después del advenimiento de Melgarejo al poder,
Sotomayor había abandonado la carrera militar, para buscar su sustento en otras
ocupaciones. Estaba en vísperas de emprender un viaja al interior (creemos que
a Santa Cruz de la Sierra), para realizar una especulación mercantil, cuando un
día se encontró en la calle con Melgarejo, que le llamo y le dijo que se
presentase al día siguiente en Palacio. Sotomayor acudió a la cita, y como le
dijese el Presidente que quería verle otra vez de militar, contesto que estaba
ya comprometido en una negociación mercantil y preparado para salir justamente
al día siguiente. Insistió Melgarejo y le mando que compareciese con sus arreos
de militar, para ser enrolado en el cuerpo de edecanes.
Pronto comenzó a atestiguar de cerca los desvaríos de su
jefe. En un paseo que el presidente hizo a los Obrajes (un villorrio distante
una legua al S.E. de La Paz, cuyo clima es un poco más templado que el de la
ciudad), antójesele tender carrera en el brioso caballo que montaba (el famoso
Holofernes, caballo chileno de hermosa figura, pero mal educado). Sotomayor, que
también iba a caballo, siguió de cerca al general, y sea que tomase por la
seguridad de este, al verlo a escape en un bridón, al parecer desbocado, sea que
intentase desviar un poco la carrera para que no atropellase a las personas que
estaban en el camino, es lo cierto que llego a ponerse en la misma línea del
Presidente en el momento que atropellaba a un pobre soldado. El general volvió la
cara a Sotomayor y con un gesto furioso y amenazante, le dijo: “eh, capitancillo,
tenga cuidado conmigo, porque, cuando menos piense, lo he de matar.”
En otra ocasión le respondió fuertemente, llamándole Ballivianista,
por cuanto Sotomayor solía visitar la casa de la viuda del general Ballivian,
con cuya familia había mantenido siempre muy buenas relaciones.
El viernes Santo ya dicho, Melgarejo había estado bebiendo
algunas copas; pero no se había notado el delirio y aturdimiento del que apura demasiado
las libaciones.
Como a las 5 de la tarde, hora en que cabalmente era
invadida la plaza por la procesión del Santo Sepulcro, se sintieron en el
palacio provisorio, en una de las piezas con balcón exterior que miran a la
misma plaza, dos detonaciones sucesivas de pistola.
Un poco al interior del mismo palacio, en una pieza que servía
de comedor, se hallaban varias personas caracterizadas, entre ellas el
secretario general del gobierno don Mariano Donato Muñoz.
En consecuencia de aquellos dos tiros de pistola, el edecán Sotomayor
había caído bañado en su propia sangre. Melgarejo se apareció pronto en el
cuarto donde estaban las personas antedichas, que verosímilmente debieron
sospechar que alguna gran avería había sucedido, siendo muy probable que se
abstuviesen adrede de acudir al teatro del suceso.
Melgarejo dijo entonces: “el capitán Sotomayor se ha herido
registrando unas pistolas.”
Los singular es que el cuerpo de la víctima había desaparecido.
Moribundo había sido encerrado en una pieza baja y aislada del mismo palacio.
No fue llamado en muchas horas ni un médico, no un sacerdote. ¿Por qué?
Cuando el infeliz hubo muerto, y cuando circulaba ya por
toda La Paz el misterioso y trágico accidente, entonces se llamó una junta de médicos
para que, haciendo el reconocimiento médico legal del cadáver, rindiese el
informe del caso.
La junta de médicos, a la que concurrieron los doctores don José
Manuel Gonzalez y don Eduardo Núñez del Prado, comprendió desde el primer
momento que era llamada a tapar con su informe las trazas de un crimen inicuo.
Su situación no podía ser más esclarecedora. Decir la verdad, calificando el
hecho como homicidio, habría sido entregarse maniatado a la venganza del
gobierno. Rendir un informe falso y calculado para ocultar la verdad, era dar
pie para que se pensase que, por miedo o por maldad, los informantes se hacían cómplices
de un delito.
Fue necesario apurar la lógica casuística. Como no se les había
impuesto el deber expreso de pronunciarse en el informe por el suicidio o por
el homicidio (lo que un documento de esta naturaleza es precisamente el punto
objetivo, debiendo expresarse de una manera clara y explícita, salvo la ambigüedad
de los datos en que recae el informe), los médicos se limitaron a hacer una descripción anatómica de la
herida, dándose traza para que ninguno que no estuviese iniciado en la ciencia,
pudiera imputarles la idea de calificar indirectamente como homicidio la muerte
de Sotomayor.
Salvar la vida y salvar la verdad, cuando la verdad y la
vida se contradicen, es problema cuya solución no se presta a una formula
regular.
A pesar de las precauciones tomadas por los médicos en la redacción
del informe, el ministro Muñoz, asesorado por otros amigos de Melgarejo,
introdujo notables alteraciones, con las cuales y sin el conocimiento de los
informantes, hizo publicar aquel documento, haciendo terminar la sumaria con el
fallo de que era evidente que la muerte violenta del capitán Sotomayor, era el
resultado de un suicidio.
Uno de los médicos informantes, el señor Núñez del Prado,
tuvo cuidado de dejar en su poder una copia del informe autentico que se pasó
al tribunal. El citado doctor nos ha referido que al tiempo de apoderarse del cadáver
para hacer la autopsia, oyó decir a uno de los paracitos de palacio, el coronel
Palma, ayudante también del presidente, las siguientes palabras: “cuando se le
disparo la pistola al capitán Sotomayor, me hallaba yo a su espalda y a poca
distancia en la pieza vecina, y he sentido pasar la bala zumbándome por una
oreja, que casi me mata también.”
Ahora bien: la bala mortal entrando por el costado izquierdo,
casi a la altura del pecho, había quedado encajada en la espalda, en uno de los
omoplatos. Cuando el doctor Núñez encontró la bala, la extrajo y mostrándosela a
Palma, que estaba presente, le dijo: “seria esta la bala que paso zumbando por
la oreja de Ud.?” Palma no supo que contestar.
Es preciso advertir que nunca se le ocurrió a nadie en
palacio, ni fuera de él, considerar voluntario el supuesto suicidio de
Sotomayor. Mientras tanto se habían sentido dos tiros en el palacio. ¿Cómo por
casualidad se le escapaban dos tiros sucesivos a un hombre y le causaban la
muerte? Si no había habido más que un disparo, ¿Cómo había testigo que
aseguraba haberle pasado una bala por cerca de la cabeza, mientras la bala
mortal era encontrada en el cuerpo mismo de la víctima?
Todo fue mal forjado en esta indigna superchería, y todo ha
venido a revelar la verdad de uno de los asesinatos más gratuitos y alevosos
cometidos por Melgarejo.
Es voz publica y esta voz ha salido de palacio, que el
motivo inmediato de este atentado, fue haber querido Sotomayor evitar que
Melgarejo se pusiera a predicar al pueblo desde sus balcones en el momento de
pasar la procesión. Al ver que tal intentaba el presidente, el edecán le
amonesto de la manera más comedida y respetuosa, para que no se pusiese en ridículo
lo que el presidente estallo en furor, le asesto un primer balazo, y sin saber
si le había herido o no, le descargo el segundo.
Hay en el panteón de la Paz una lápida sencilla que guarda
las cenizas de esta víctima. Una mano misteriosa ha grabado en esa lapida una
frase que resume esta historia, calificando al capitán Sotomayor, como la
victima de la bala homicida de un salvaje.
Lo singular es que el Gobierno no tenga noticia de este
epitafio, que es su proceso en dos palabras guardado por el ángel de los
sepulcros; o que teniendo noticia de la inscripción, no la haya hecho borrar."
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- EL “TATA” BELZU, UN PRESIDENTE CORNUDO
- MELGAREJO: MANDARE EN BOLIVIA HASTA QUE ME DÉ LA GANA, Y AL PRIMERO QUE ME QUIERA JUGAR, LO HAGO PATALEAR EN MEDIA PLAZA
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- EL “TATA” BELZU, UN PRESIDENTE CORNUDO
- MELGAREJO: MANDARE EN BOLIVIA HASTA QUE ME DÉ LA GANA, Y AL PRIMERO QUE ME QUIERA JUGAR, LO HAGO PATALEAR EN MEDIA PLAZA
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