Adolfo Ibáñez (izquierda) y João Duarte da Ponte Ribeiro (derecha)
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El plenipotenciario del Brasil en Santiago informa
personalmente a Adolfo Ibáñez, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile,
sobre el Tratado de Alianza Defensiva entre Perú y Bolivia de 1873.
Don Joaquín Godoy, representante diplomático de Chile en
Lima, habría tenido acceso, a fines de diciembre de 1873, al texto mismo del
Tratado de Alianza Defensiva suscrito entre el Perú y Bolivia el 6 de febrero
de ese mismo año, gracias a los buenos oficios de su colega diplomático
brasileño, y lo habría podido transmitir en su totalidad a su
gobierno en Santiago.
Pero don Joaquín Godoy no fue el primer diplomático chileno
que tomaba conocimiento de la existencia de dicho tratado. El primero habría
sido don Carlos Walker Martínez, ministro plenipotenciario en La Paz, a
mediados de 1873 y el segundo habría sido don Guillermo Blest Gana,
representante diplomático en Buenos Aires, quien habría accedido también al
texto de dicho tratado entre setiembre y octubre de 1873.
Recordemos que la diplomacia brasileña intervino a través de
su representante en Lima, quién recibió en calidad de préstamo el texto del
tratado y lo compartió con su colega chileno, así como a través de su
representante en Buenos Aires, quien se mantuvo en estrecha coordinación con el
plenipotenciario chileno. La actuación diplomática brasileña en ambos casos
pone en relieve un vivo interés de parte del Imperio del Brasil en ayudar a
Chile a tener un conocimiento pleno sobre la existencia de dicho tratado.
Ninguna de las dos gestiones fue, sin embargo, suficiente
para el Brasil, cuya cancillería creyó necesario instruir a su representante en
Santiago, don João Duarte da Ponte Ribeiro, para que hiciera una gestión
personal ante el propio Adolfo Ibáñez, Ministro de Relaciones Exteriores de
Chile, a inicios de 1874.
Los intereses del Brasil
En esa época, el Brasil tenía mucho interés en mantener
buenas relaciones con Chile, debido a que ambos colindaban con Argentina, país
con el cual las relaciones de ambos pasaban por momentos de cierta tensión. Por
añadidura, el gobierno imperial veía con sumo recelo la aparición de cualquier
tipo de alianza que pudiera, eventualmente, ser usada en su contra, máxime si
existía la posibilidad de que Argentina formase parte de tal coalición. Las
secuelas de la guerra de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) contra
el Paraguay no se habían disipado aún.
Toda esta situación, según ha señalado el historiador
brasileño Luís Cláudio Villafañe Gomes Santos, «creó condiciones para una
intensificación de las relaciones entre Brasil y Chile», lo que permite
entender por qué diplomáticos brasileños y chilenos actuaron en estrecha
coordinación tanto en Buenos Aires primero, como posteriormente en Lima.
Esta intensificación en las relaciones brasileño-chilenas
también ha sido registrada por el historiador chileno Juan José Fernández
Valdés, quien señala en 1959 que «el Gobierno de Don Pedro II, en orden a
contrarrestar la peligrosa influencia argentina en este negocio, comenzó por
fortalecer los lazos de amistad que lo unían con el Gobierno de Errázuriz» y
agrega que «iba a favorecer enormemente esa labor la circunstancia de que Chile
se hallaba empeñado en un verdadero duelo con Argentina, a causa de la cuestión
limítrofe».
Gestiones diplomáticas brasileñas en Santiago
En tal contexto —refiere Santos— se le informó al ministro
brasileño en Santiago, en un despacho del 17 de febrero [de 1874], que «el
Gobierno Imperial cuenta con motivos para creer que la República Argentina
trata de celebrar con Bolivia y Perú una alianza referente a las cuestiones de
límites» y se le instruyó a «informar sobre la alianza con el gobierno chileno,
“verbalmente y con toda reserva; en el interés de la paz” y aconsejarlo a
buscar “algún acuerdo amigable” para evitar el conflicto que se avecinaba».
Informaciones coincidentes son reproducidas por Fernández
Valdés, quien señala que:
El 17 de febrero el Ministro de Negocios Extranjeros,
vizconde Caravellas, comunicó a Ponte Ribeiro que, según los antecedentes que
obraban en su conocimiento, Argentina quería celebrar una alianza con Perú y
Bolivia, relacionada con problemas de límites. Al mismo tiempo, le rogaba que
impusiese a Ibáñez de esa fundada presunción suya, de inmediato y en forma
confidencial, y con la recomendación de informarse y «que sin prevenirse para
la peor hipótesis, busque medios de evitar esa eventualidad, deshaciendo la
tempestad por algún acuerdo amigable».
La gestión encargada al ministro brasileño fue realizada en
marzo de 1874, tal como lo consigna más adelante Fernández Valdés:
En marzo de 1874 transmitió Ponte Ribeiro a Ibáñez el
mensaje de Caravellas. Por esa fecha, el Ministro conocía el problema por lo
que le comunicó Blest Gana, así como estaba enterado del viaje a Bolivia del
Plenipotenciario Uriburu. Con todo agradeció al Gobierno Imperial por su
deferencia y por sus consejos, «cuyas insinuaciones declaró aceptar como sugeridas
en el interés de la paz y felicidad de este pueblo, llegando a clasificar al
Gobierno Imperial, en la intimidad y franqueza de la conversación, como su
único amigo sincero y tabla de de salvación de donde sólo le es dado esperar el
benéfico apoyo de una mano firme y capaz de salvar la situación o, por lo
menos, de atenuar los efectos de la tormenta».
Conceptos similares son reproducidos en 2002 por Santos,
quien señala que «el Ministro brasileño en Santiago, João Duarte da Ponte
Ribeiro (hijo de Duarte da Ponte Ribeiro), informó al gobierno chileno sobre el
tratado entre Bolivia y el Perú, el cual en ese momento ya era conocido por las
autoridades del país andino».
Sesión secreta del Senado de Chile del 2 de abril de 1879
Curiosamente, apenas unos cinco años más tarde, durante la
sesión secreta del Senado de Chile del 2 de abril de 1879, siendo a la sazón
senador de su país, Adolfo Ibáñez declaró «que era verdad que el
Plenipotenciario brasilero se le había acercado para leerle una nota de su
Gobierno, en la cual le insinuaba el deseo de estrechar más las relaciones que
lo ligaban al de Chile, pero que nada le habló del pacto secreto entre Bolivia,
el Perú y la República Argentina».
¿Olvidó realmente don Adolfo Ibáñez lo que había conversado
con el ministro brasileño de marzo de 1874? ¿O prefirió ocultarlo de manera
deliberada? ¿O fue el ministro brasileño quien, más bien, consignó en su
informe a su cancillería en Río de Janeiro el relato de una conversación con el
entonces canciller Ibáñez que nunca tuvo lugar? Esta última hipótesis parece
poco razonable.
No está de más señalar, por otro lado, una conversación que
Fernández Valdés recoge entre João Duarte da Ponte Ribeiro y Aníbal Pinto,
presidente de Chile, en la misma época de la citada sesión secreta del Senado
chileno, y en la que Da Ponte Ribeiro lamentaba que los consejos del gobierno
brasileño no hubiesen sido seguidos:
Hace muchos años que sigo la cuestión que determinó el
actual desenlace y más de una vez, en 1874, tuve ocasión de conversar sobre
ella con el señor Ibáñez, cuando Su Excelencia formaba parte del Gabinete en la
cartera de Guerra, y mucho sentí que no hubiesen sido entonces aprovechados los
buenos oficios de los representantes del Brasil para afirmar de un modo sólido
y permanente las buenas relaciones con el Perú. Las declaraciones del señor
Ibáñez, en aquella época, me habían hecho comprender que la diplomacia chilena
no había intentado nunca desvanecer ciertos recelos, originados por los propios
motivos del conflicto, y combinar sus respectivos intereses, donde lejos de
existir motivos de desavenencia existen sólo de perfecta armonía.
A modo de conclusión
Los informes de los agentes diplomáticos chilenos en La Paz,
Buenos Aires y Lima durante el segundo semestre de 1873, reseñados en artículos
anteriores, así como la gestión realizada por el representante diplomático del
Brasil residente en Santiago ante el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile
a inicios de 1874, corroboran que el gobierno chileno tuvo conocimiento
efectivo de la existencia del tratado de alianza defensivo entre Bolivia y el
Perú, tal como sugiriera el historiador diplomático chileno Barros van Buren.
El hecho de haber tenido un conocimiento efectivo de su
existencia prácticamente desde el año mismo de haber sido suscrito —es decir,
unos seis años antes del inicio de la guerra del Pacífico, y no recién en 1879—
impide sostener de manera creíble y legítima que dicho tratado haya constituido
realmente la causa de la mencionada conflagración.
La insistencia en la historiografía chilena en sostener que
el gobierno de Chile notuvo conocimiento real de la existencia de dicho
tratado y que algunos de sus miembros habrían recibido tan solo noticias
sumamente vagas e imprecisascarece de sustento y sugiere cierta
voluntad de ocultar el hecho de que sí tuvo un conocimiento real de
su existencia y desde un inicio.
En realidad, los únicos que no supieron nada sobre la
existencia de este tratado fueron el pueblo y la opinión pública de Chile, pero
no tanto por el manto de reserva que debió cubrir dicho pacto, sino porque las
autoridades chilenas, que sí lo conocieron, se encargaron de que su pueblo y
opinión pública no supieran nada…. hasta abril de 1879.
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