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Al igual que en Buenos Aires, la participación de la
diplomacia brasileña fue decisiva para que Chile conozca el texto completo del
Tratado de Alianza Defensiva peruano-boliviano de 1873.
El testimonio del diplomático chileno, Guillermo Blest Gana,
recogido por el escritor también chileno, Anselmo Blanlot Holley, en que
el primero relataba cómo había hecho durante su gestión en Buenos Aires para
acceder al texto del Tratado de Alianza Defensiva de 1873 entre el Perú y
Bolivia, hacia mediados del segundo semestre de dicho año.
Sin embargo, aquel no habría sido el único momento en que
representantes diplomáticos chilenos tuvieron conocimiento de dicho instrumento
peruano-boliviano. La primera oportunidad parece haber sido durante la gestión
del ministro plenipotenciario chileno en Bolivia, Carlos Walker Martínez, a
mediados del mismo año de 1873.
En esta oportunidad, la participación de la diplomacia
brasileña también parece haber sido decisiva, como se podrá apreciar a
continuación.
Los esfuerzos del diplomático chileno en Lima
Al recibir noticias de Guillermo Blest Gana, desde Buenos
Aires, sobre las sesiones secretas del congreso argentino a fines de setiembre
de 1873, que incluían referencias precisas sobre el tratado de alianza
defensiva entre el Perú y Bolivia y no «vagas noticias» o «vagos rumores», como
se suele afirmar en la historiografía chilena, Adolfo Ibáñez, Ministro de
Relaciones Exteriores de Chile, corrió traslado de inmediato a su ministro
plenipotenciario en Lima, Joaquín Godoy, con la indicación de hacer las
averiguaciones correspondientes.
Godoy acusó recibo del encargo señalando que, «comprendiendo la suma gravedad
del asunto a que esa nota se contrae y la importancia que tiene su
esclarecimiento, todo mi conato se dirigirá, como está dirigido, a hallarme en
aptitud de elevar a US. informes tan completos y fidedignos cuanto sea
posible».
No se sabe a ciencia cierta qué medidas tomó Godoy para hacer las
averiguaciones que su gobierno le había encargado hacer, pero se debe presumir
que se puso en contacto de inmediato con su colega brasileño, Filippe Jose
Pereira Leal, tal como había sucedido en Buenos Aires entre el Barón de
Araguaya y Blest Gana, debido al interés compartido en saber en qué tipo de
alianza podía estar Argentina, con la cual ambos países – Brasil y Chile –
tenían frontera en común y relaciones que no pasaban por su mejor momento.
Sea como fuere, lo cierto que el historiador chileno Mario
Barros van Buren ha señalado en su Historia Diplomática de Chile que,
«cuando el Tratado llegó a Lima, aprobado por el Congreso boliviano, don
Joaquín Godoy conoció su texto exacto y lo transmitió de memoria a Chile» y
puntualiza que, «hoy que conocemos el articulado original, podemos apreciar que
la versión de Godoy es casi idéntica».
¿Y cómo habría hecho Godoy para conocer su texto exacto y, haciendo gala de una
memoria sobrehumana, transmitirlo a su Cancillería en Santiago?
La historia diplomática del Brasil nos ayuda a responder a dicha interrogante.
En efecto, el historiador brasileño Luís Cláudio Villafañe Gomes Santos ha
señalado que el canciller peruano, don José de la Riva Agüero, le habría
explicado a fines de 1873 al representante diplomático brasileño en Lima,
Filippe José Pereira Leal, que el tratado había sido concebido «en resguardo de
las usurpaciones que el Gobierno chileno pretende llevar a cabo en el litoral
boliviano, perjudicando a Perú, y en la Patagonia», y que en nada afectaba al
Brasil.
Y agrega Santos que, «más que eso, como prueba de que esta
alianza no sería usada contra Brasil, el tratado secreto fue confiado a Pereira
Leal durante veinticuatro horas, para que ésta pudiera informar al gobierno
imperial sobre su contenido».
El informe del diplomático brasileño en Lima
Esta importante aseveración es confirmada por otro historiador chileno, Juan
José Fernández Valdés, quien realizó una investigación exhaustiva en los
archivos del Ministerio de Negocios Extranjeros del Brasil durante la década de
los 50 del siglo veinte y reprodujo —primero en un artículo publicado en 1956 y
luego en un libro sobre la historia de la relaciones diplomáticas entre Chile y
Brasil, publicado en 1959— el oficio que Pereira Leal dirigió a su gobierno el
25 de diciembre de 1873, informándolo sobre el tratado secreto de 1873.
Debido a la importancia de la referida comunicación del citado diplomático
brasileño, conviene reproducirla in toto a continuación:
Señor Ministro:
Por mi Oficio Reservado No. 1 dirigido a V.E. el 22
de noviembre ultimo, tuve el honor de llevar al conocimiento de V.E. que el
Ministro de Relaciones Exteriores, señor José de la Riva Agüero, me había
autorizado para afirmar a V.E. que el actual Gobierno peruano deposita la más
completa y la más absoluta confianza en el de S.M. el Emperador; que el actual
Presidente y todo el Gabinete peruano, bien lejos de querer crear dificultades
con el Imperio, tienen el mayor empeño y harán cuanto estuviere de su parte
para consolidar las buenas relaciones y la amistad entre los dos países; y que
recelando el Gobierno peruano que el Gobierno chileno consiga por amenazas o
por las armas violentar a Bolivia, para que le ceda su rico litoral con la
promesa de indemnizarla con el territorio peruano, que se extiende desde el río
Loa hasta Arica inclusive, y habiendo encontrado en los archivos del último
Congreso Americano un proyecto de tratado de garantía territorial, presentado
por el Plenipotenciario chileno, señor Montt, bajo el pretexto de asegurar la
independencia e integridad del Paraguay, contra la Alianza en guerra con el
dictador López, había juzgado oportuno consultar mutatis mutandi a Bolivia y a
la República Argentina, sobre la conveniencia de llevarlo a efecto, en reguardo
de las usurpaciones que el Gobierno chileno pretende llevar a cabo en el
litoral boliviano, con perjuicio del Perú, y en la Patagonia.
Confiando en sinceridad de lo que me habían
asegurado los señores Pardo y Riva Agüero, me animé a afirmar a V.E. por Oficio
Reservado No. 2, de 20 del corriente mes, que haría cuanto estuviere a mi
alcance para remitir a V.E. tal vez por este correo, si no una copia, por lo
menos un extracto del tratado proyectado por Chile para favorecer al dictador
López, y que convenientemente modificado fue ofrecido por el Perú a Bolivia y a
la República Argentina.
Hoy me cabe la honra de llevar al conocimiento de
V.E. que el resultado de mis diligencias ha superado a mi esperanza y me da
plena convicción de que los señores Pardo y Riva Agüero tienen completa
satisfacción en el Gobierno Imperial, y sinceramente desean consolidar las
buenas relaciones entre los dos países.
Viniendo este último señor a visitarme en la noche del 22
del corriente, hizo caer la conversación sobre la autorización que él y el
Presidente señor Pardo, me habían dado para afirmar a V.E. la completa y
absoluta confianza que el Gobierno peruano deposita en el de S.M. el Emperador,
y su deseo de consolidar y aún estrechar sus relaciones con el Brasil; y le
manifesté mi pesar por no poder presentar a V.E. hechos que justifiquen mi
convicción: entonces me preguntó el señor Riva Agüero, ¿qué más pruebas,
después de lo que ha pasado en la demarcación de límites, podía dar su
Gobierno?
Aproveché este momento de intimidad y le insinué mi
deseo de dar a V.E. cabal información sobre el proyecto de tratado presentado
al Congreso Americano por el Plenipotenciario chileno, señor Montt. El señor
Riva Agüero me respondió que la confianza del actual Gobierno peruano en la
lealtad de la política imperial y en la discreción de su Legación era tan
ilimitada que ellos no ponían en duda darme lectura del tratado de alianza
defensiva negociado con Bolivia, exclusivamente para impedir que Chile se
apodere del litoral de aquella República y que fue ofrecido a la adhesión
argentina por la cuestión de la Patagonia: porque, dice él, está seguro de que
el secreto estipulado en el artículo adicional no quedaré menos inviolable por
esta condescendencia suya.
Sin la menor vacilación, tomé la responsabilidad de
asegurar al Ministro de Relaciones Exteriores la inviolabilidad del secreto que
confiaba al Gobierno Imperial por intermedio de su Legación; y en la visita del
23 no sólo pude leer el texto del tratado original que me trajo el señor Riva
Agüero, como tuve la tan inesperada cuando agradable sorpresa de ver que él me
ofrecía dejarlo en la Legación por 24 horas, para que mis informaciones a V.E.
llevaren la exactitud que yo pudiese desear.
Como se puede apreciar de este interesantísimo documento, el representante
brasileño ya había informado a su cancillería, el 22 de noviembre de 1873,
sobre la naturaleza y alcances del tratado de alianza defensiva entre el Perú y
Bolivia, incluyendo las razones por las cuales el gobierno peruano se había
avenido a suscribir dicho pacto defensivo. Un mes y un días después de dicho
informe a su capital, Pereira Leal recibía de manos del propio canciller
peruano el texto del referido tratado, a título de préstamo por veinticuatro
horas.
Y si se recuerda que los gobiernos del Brasil y Chile habían estado trabajando
en estrecha colaboración para descifrar el misterio en torno al tratado secreto
debido a que ambos querían determinar si dicho pacto —que parecía involucrar a
la República Argentina— les afectaba o no, es altamente probable —por decir lo
menos— que el consejero brasileño haya invitado a su colega chileno en Lima, Joaquín
Godoy, a visitarlo a la sede de su legación a fin de que pudiera examinarlo con
toda calma y copiarlo sin tener que recurrir a su prodigiosa memoria, y
transmitirlo sin demora a Santiago.
Comentario final
Esta explicación, basada por cierto en una inferencia, resulta bastante más
razonable y verosímil que la que ofrece el historiador chileno Mario Barros van
Buren al señalar que, «cuando el Tratado llegó a Lima, aprobado por el Congreso
boliviano, don Joaquín Godoy conoció su texto exacto y lo transmitió de memoria
a Chile» y puntualizar que, «hoy que conocemos el articulado original, podemos
apreciar que la versión de Godoy es casi idéntica»…
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