Fuente: El general y sus presidentes: vida y tiempos de
Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia
de Bolivia, 1911-1939. De: Robert Brockmann. Plural editores, 2007.
Los poco más de 20 años de poder liberal fueron un periodo
de gran estabilidad política. Prácticamente no se había conspirado contra el
gobierno. Esta hazaña de los liberales se logró, entre otras cosas, por una
general buena gestión económica y por haber logrado alejar a los militares de
la política. Pero en esta etapa final el caos llego a ser tan grande y tanta la
fatiga con el partido Liberal bajo la administración de Gutiérrez Guerra, que
ese recién llegado a la política que era el Republicano, pero no por recién llegado
falto de ansias de poder, había persuadido a un grupo de militares de llevar a
cabo un clásico cuartelazo… para entregarle el poder a Bautista Saavedra.
Los llamados a la acción fueron os coroneles Carlos Blanco Galindo y Juan José
Fernández –el primero director del Colegio Militar-; el teniente coronel Andrés
Valle; los capitanes José Ferrufino, Francisco Peña, Filiberto Osorio, Demetrio
Ramos, Víctor Fillipi –este último ex edecán del propio presidente Gutiérrez
Guerra- y un joven teniente llamado David Toro. Varios de esos nombres adquirirían deferentes grados de protagonismo
en las siguientes dos décadas.
Desde la medianoche del domingo 11 y la madrugada del lunes
12 de julio de 1920, tras larga preparación, las principales ciudades
bolivianas vieron intensos movimientos de personas –uniformados y civiles- en
aprestos golpistas. Los conspiradores, con la ayuda de militares, tomaron los
cuarteles más importantes y derrocaron al gobierno de José Gutiérrez Guerra, quien
se asilo en la Legación de Estados Unidos y pronto salió al exilio en
Antofagasta, donde el ex banquero moriría indigente y olvidado en 1929.
Uno de los conspiradores más conspicuos y el principal
protagonista del golpe y toma del cuartel del regimiento Los en Oruro era el
abogado Hernando Siles Reyes. En complicidad con Jose C. Quirós, un coronel de físico
rotundo cuya piel morena contrastaba con su poblado y erguido bigote guillerminico,
a la sazón comandante del Regimiento Loa, Siles y un grupo reducido de civiles
tomaron el cuartel y proclamaron una nueva junta de gobierno en Oruro. No fue
strictu sensu una revuelta popular, sino realmente el primer golpe de Estado
moderno en Bolivia, realizado mediante el remplazo de oficiales clave del
personal de los cuarteles más importantes, dando ultimátums telefónicos,
capturando los cuarteles esenciales y
con un derramamiento de sangre reducido al mínimo. El único muerto fue el jefe
de Policía del régimen caído, el coronel Justo Pastor “el Tigre” Cusicanqui.
Los conjurados tocaron la puerta de su casa a las cuatro de la madrugada, y
cuando Cusicanqui salió armado, le dieron un tiro en la frente y luego lo
remataron con cuatro o cinco tiros en la cabeza. Otra versión, muy posterior y
por ende menos creíble, atribuye su muerte a una dama y, al salir apresurado al
darse cuenta de la situación, habría sido victimado por emboscados. Pero, otra
vez, esta versión es apócrifa.
El periodo liberal había, pues terminado. La era de los
republicanos llegaba de la mano de su heraldo, Bautista Saavedra.
Los revolucionarios tomaron La Paz, la plaza fuerte de país,
con solo 370 soldados y 20 carabineros. Durante el asedio hubo rápidos e
intensos debates entre los oficiales de las guarniciones, acerca de si debían plegarse
al golpeo no. Pero todo fue tan rápido e incruento que solo les quedo sumarse
al Fait accompli.
El nuevo ministro de Estados Unidos, S. Abbott Aginnis, que daría
asilo a algunos liberales derrocados, entre ellos al propio gobernante
depuesto, telegrafió a la Secretaria de Estado justificando, más que
informando, que “esta revolución no es del pueblo, provocada por el maltrato,
sino un golpe inteligente y exitoso, planificado por cuatro civiles y tres
oficiales (…) hecho posible por su parte, el ministro O´Reilly de Gran Bretaña
informo a la Foreign Office que “las causas de la revolución parecen haber sido
el fruto del descontento ante los elevados costos de vida, enfermedad y
debilidad del Presidente y descontento entre los oficiales”.
Finalmente el golpe encumbro en el poder a Bautista
Saavedra.
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