Por: WÁLTER ZAVALA AYLLÓN - Presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia
Potosí / El Potosí, 1 de abril de 2016.
Es cierto que el Cerro Rico de Potosí, fue el centro de atención de monarquías
europeas, particularmente de la Corona de España, cuando el Emperador Carlos V
de Alemania y al mismo tiempo Rey Carlos I de España, quedó asombrado al saber
que en América del Sur, en tierras del antiguo Kollasuyo, en el lugar montañoso
llamado “Potosí”, habíase encontrado el tesoro más grande en mineral plata, lo
que motivó a la explotación de dicha riqueza argentífera por los primeros
conquistadores españoles llegados a Potosí, con apoyo de centenares de
indígenas yanaconas del Perú y el de otras regiones de la cadena andina.
Dicha explotación empezó con la toma de posesión del Cerro Rico por parte de
los primeros afortunados ibéricos que lo hicieron en nombre de la Corona de
España; hecho ocurrido el 1ro. de abril de 1545. Entonces el metal argentífero,
atrajo a miles de forasteros del viejo mundo que, una vez asentados en las
faldas del “Cerro Hermoso”, dieron lugar a que el asiento minero de Potosí se
convirtiera en una ciudad cosmopolita con la construcción de casas por doquier,
suntuosos templos y conventos religiosos en advocación de uno y otro santo y
santa, hasta que el año de 1572, a la llegada del quinto Virrey del Perú Dn.
Francisco de Toledo, la Villa Imperial de Carlos V, recibió nueva tónica en su
urbanización y trabajo minero, con la construcción de 32 lagunas artificiales
en la serranía del Kari-Kari; la edificación de algo más de un centenar de
ingenios para molienda de minerales y una primera casa de amonedación; lo que
dio lugar a que Potosí se constituyera en la primera ciudad industrial del
continente americano.
Aquella primera Casa Real de Moneda, construida por el alarife potosino
Jerónimo de Leto y ubicada en la plaza mayor de Potosí el año de 1575, se
convirtió en la fabricante de cientos y miles de monedas de plata para solucionar
el problema del circulante monetario en el Sur del continente americano,
gracias a la extraordinaria cantidad de plata extraída del Cerro de Potosí y el
crecimiento de la población que dio como resultado la expansión de la actividad
económica en toda la antigua Audiencia de Charcas con otros poblados americanos
y de ultramar.
La acuñación de monedas se inició de inmediato, en base a una tecnología
rudimentaria, dando lugar a que se extienda en el mundo las frases
inmortalizadas por el príncipe de las letras castellanas don Miguel de
Cervantes Saavedra, diciendo “¡Vale un Potosí..!!”, como símbolo de riqueza de
poder y de gloria. También los ingleses decían: “¡As rich as Potosí..!” que
significa: “Tan rico como Potosí..!”.
Primeras monedas acuñadas en la ceca de Potosí
Fueron las “Macuquinas”, las primeras monedas de plata acuñadas en Potosí, aún
de que éstas ya fueron trabajadas en el asiento minero de Porco, a solo 45 kms.
de la Villa Imperial, sector Oeste. Macuquinas que fueron fabricadas entre 1575
a 1773 en forma continuada, con la característica de que estas monedas eran
trabajadas a golpe de martillo, cortadas irregularmente con tijeras y selladas
en cospeles de plata. Su nombre deriva de la voz quéchua “mackaykuna”,
queriendo decir: “hay que golpearlas”.
Por ilustración general, es necesario saber que el año de 1650 se descubrió la
falsificación de monedas en la Casa Real de Moneda de Potosí, viéndose
involucradas en esta irregularidad, autoridades de la propia Casa de
Amonedación, algunos ensayadores y el conocido mercader de la plata, don
Francisco Gómez de la Rocha, cuando se hizo pública la falta de ley de las
monedas macuquinas, pese a que tiempo atrás se determinó por Real Cédula el
retiro, función y afinación de estas monedas de baja ley, habiendo sido
reemplazadas por otras –también macuquinas- de cruz y columnas. En 1653 se
dictó en Madrid una Real Cédula que aceptaba estas piezas, dada su buena ley y
peso.
En sí, las macuquinas eran de dos tipos: la de escudo y cruz de Jerusalén que circularon
durante el reinado de Felipe IV entre los años 1575 a 1652; luego llegaron a
trabajarse monedas con la marca de la cruz latina y columnas de Hércules, por
espacio de 20 años seguidos, entre 1653 a 1773. En los dos periodos se llegaron
a sellar monedas de plata en los valores de 8, 4, 2, 1 y ½ reales.
Las monedas de ese tiempo se identificaban porque tenían en el anverso la
inicial de la Ceca. Así por ejemplo, las monedas acuñadas en Potosí, tenían o
se identificaban con la letra “P”. Las monedas trabajadas en Lima, llevaban la
letra “L”; y las de México, la letra “M”. Todas estas monedas circulaban en las
colonias españolas y en la misma Península Ibérica de España. Aclarando que por
la inicial se sabía en qué Casa de Moneda habían sido acuñadas las mismas;
considerando que España llegó a administrar varias casas de moneda en América,
tales como la de México, Santo Domingo, Guatemala, Santa Fe de Bogotá,
Cartagena de Indias, Santiago de Chile, Lima y Potosí; considerándose como una
de las más importantes a la Casa de Moneda de la Villa Imperial de Potosí.
Segunda Casa Real de Moneda en Potosí
Al observarse la falta de espacio para el trabajo de acuñación de monedas en la
primera casa de amonedación ubicada en la plaza mayor, se ofreció la buena intención
de construir una segunda casa de moneda en esta ciudad que, al solo conocerse
de este proyecto, se presentaron engorrosos problemas y caprichos infundados de
ciertas autoridades y del mismo Gobernador y Superintendente de la Casa Real de
Moneda de Potosí don Ventura Santelices y Venero, para que no se proceda a la
construcción de una nueva Casa de Amonedación recomendada desde Madrid. El
Gobernador Santelices y sus seguidores sólo pensaban en ampliar la estructura
de la primera Casa Real de Moneda expropiando algunos inmuebles cercanos a la
Ceca potosina, entre ellos, el perteneciente al Conde de Carma que se oponía a
la mencionada ampliación, protestando ante quienes tenían el poder de decisión;
hasta que finalmente se dio la orden desde Madrid, para que se edificara una
nueva Casa de Amonedación en la Villa Imperial (segunda Casa Real de Moneda –
actual Museo y repositorio cultural de América).
Edificio que empezó a construirse en lo que fue la “plaza del Ckatu”, sobre una
extensión de 7.570 metros cuadrados. Estructura de piedra y ladrillo que fue
levantada majestuosamente en 14 años continuados, desde 1759 hasta el 31 de
julio de 1773, fecha en que terminó su edificación, enseñando sus cinco patios,
espaciosos corredores en su planta alta del primer y segundo patios;
reparticiones distribuidas para oficinas, recepción del mineral argento,
caballerizas, ambientes destinados a la fundición de la plata, laminación del
metal, acuñación de monedas, balanzarios, etc., llegándose a trabajar monedas
de plata en base a una industria avanzada del siglo XVIII, dejando a un lado el
trabajo artesanal; para ello se trasladaron desde Madrid hasta la Villa
Imperial, tres grandes máquinas laminadoras de metal plata, impresionantes
máquinas logradas con madera de encina; encontrándose junto a ellas,
instrumentos de hierro, plomo y acero para acuñar las monedas.
Tres máquinas laminadoras que hoy conserva la Casa de Moneda de Potosí, como
una muestra de lo que fue el avance de la tecnología en la acuñación de monedas
de plata. Ya en el periodo republicano, instaláronse en otros ambientes de la
misma Ceca de Potosí, otras máquinas a vapor y eléctricas para acuñar monedas
bolivianas.
La ruta que condujo el transporte de las monedas de plata potosina hasta España
Las monedas de plata, desde las macuquinas hasta las últimas acuñadas en la
segunda Casa Real de Moneda en Potosí, fueron llevadas en cantidades
apreciables a Madrid de España, a través de galeones ibéricos que cruzaban las
aguas del Pacífico, haciendo escalas en uno y otro puerto marítimo de América.
Pero antes de ello habrá que destacar el hecho de que el traslado de las
monedas de plata se realizaba a lomo de cientos de auquénidos; particularmente
de las esbeltas llamas que llegando a la ciudad con productos agrícolas junto a
los solicitados adobes de sal de Uyuni para su comercialización, eran animales
solicitados para el transporte de petacas y/o baúles con monedas de plata
destinadas a España.
Eran llamas con la cerviz erguida que ingresaban a los patios de la Casa de
Moneda en medio del bullicio de sus dueños indígenas que, luego de recibir el
cargamento de la plata en monedas acuñadas, abandonaban la ciudad con rumbo al
puerto de Arica, pasando por distintas comunidades altiplánicas, descansando en
los llamados corrales o postas y empleando 40 y hasta 60 días de Potosí a los
puertos marítimos de Arica y Cobija, éste último bautizado igualmente con el
nombre de Potosí, por el Virrey Francisco de Toledo.
En las costas del Pacífico encontrábanse los galeones españoles que, al recibir
las petacas con cientos de monedas de plata potosina, zarpaban hacia España,
escoltados por otras carabelas, pasando por el Callao de las costas peruanas,
las costas del Ecuador; el Archipiélago de Cartagena de Colombia, abasteciéndose
de alimentos para la tripulación, seguir navegando hacia Puerto Bello de Panamá
y luego a Cuba, para después continuar a España.
En este trayecto habían confrontaciones marítimas entre las potencias oceánicas
de Inglaterra y España, sin que faltasen los buques de filibusteros ingleses
que, teniendo la misión de apoderarse del cargamento que transportaban los
galeones españoles, éstos eran atacados en una ofensiva violenta; incluso el
buque inglés Expedition, hundió al galeón Nuestra Señora de la Concepción que
transportaba cantidades de monedas de plata potosina; pereciendo en el
naufragio algo más de 500 hombres junto a sus cañones.
No olvidemos que tiempo atrás, antes de ser encontrado al galeón “San José” en
las profundidades marinas de las costas de Colombia por parte de los
“cazatesoros submarinos”, ya se encontró otro significativo tesoro de plata en
las aguas profundas del estrecho de La Florida de los Estados Unidos de
Norteamérica, con el galeón “Nuestra Señora de Atocha” que pertenecía al año
1620 de la flota naviera española, cuya estructura era típica del siglo XVII.
Galeón que se fue al fondo de las aguas del mar con algo más de 24 toneladas de
plata, traducidas en 1.038 lingotes; 180.000 pesos en monedas de plata
potosina, más algunos lingotes de cobre, barras y discos de oro junto a 20
cañones de bronce y 1.200 libras de platería trabajada en la Villa Imperial de
Potosí.
De toda esa riqueza encontrada en el galeón Nuestra Señora de Atocha, apenas
unas cuantas monedas de plata potosina fueron enviadas al gobierno de Bolivia,
una de ellas se exhibe en un pequeño escaparate de vidrio en la sección
numismática del museo de la Casa Nacional de Moneda de Potosí. Separadamente,
la mayor cantidad del tesoro del galeón “Nuestra Señora de Atocha”, en la
actualidad forma parte del museo de la Fundación de Mel Fisher Martime Heritage
Society Museum en el Estado de Florida. Otra parte de esta riqueza fue
subastada en diferentes países de Europa y Asia.
Asimismo se conoce del hundimiento del navío “Nuestra Señora de las Maravillas”
ocurrido el año de 1656. Galeón que transportaba cantidad apreciable de monedas
de plata potosina junto a objetos de cerámica de civilizaciones Uruquilla y
Yura de la geografía potosina. Tesoro que fue encontrado en el fondo de las
aguas de la costa ecuatoriana de Chanduy el año 1997 por el buceador Robert
Marx.
Es así que en la travesía de aquellas carabelas se presentaban navíos de
filibusteros ingleses que interceptaban a las flotas españolas con la misión de
arrebatar los baúles que contenían monedas de plata potosina.
En ese trance, producíanse enfrentamientos de lucha con pérdidas humanas y
hundimiento de uno y otro galeón español hacia el fondo de las aguas marinas,
ejemplo de ello es el descubrimiento de valiosos tesoros consistentes en
monedas de plata acuñadas en la Ceca de Potosí.
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