Quintanilla y Toro (De derecha a izquierda)
Fuente: El general y sus presidentes: vida y tiempos de
Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia
de Bolivia, 1911-1939. - De: Robert Brockmann / Plural editores, 2007.
Con la perdida de Boquerón, Arce, Alihuata, Falcón y Fernández,
Salamanca se vio obligado a hacer cambios. No es que le agradara la idea, sino que
la presión de la calle y el congreso lo forzaron a tomar la decisión. Lo
primero fue cambiar a Osorio de la jefatura del Alto Estado Mayor y
reemplazarlo temporalmente por otro protagonista de la revolución de 1930, José
Leonardo Lanza. El desastre de Boquerón se había debido principalmente a la inacción
de Osorio, Jefe de Estado Mayor, y de Carlos Quintanilla, comandante del Ejército
en Campaña, que no habían atinado a reforzar o socorrer a tiempo a los
bolivianos sitiados. Osorio y Quintanilla serían remplazados respectivamente
por José Leonardo Lanza y Bernardino Bilbao Rioja.
El ministro Espada que el 7 de octubre de 1932 se retiró a
los comandos en jefe y divisional Osorio y Quintanilla que demostraron con sus
fracasos incapacidad para el mando. Se intentó hacer el binomio del comando con
el gran militar José Leonardo Lanza y su colega de la junta militar de 1930, el
gran Bilbao (Rioja). A Osorio se le concedía el mando del Segundo Cuerpo de Ejército,
compuesto por la Tercera y Quinta divisiones. Osorio, en fortín Muñoz, no puso
reparos Quintanilla, el 8 de octubre, a
las 13:10, telegrafió a Salamanca; “Estoy listo partir primeras horas día 11
llevando todo archivo. Viajare con jefe de estado mayor y un ayudante “. Pero
poco más de dos horas después se produjo
un giro de brusco. A las 15:25 Salamanca recibió una carta telegrafiada completamente
diferente. Todo señala que Toro instigo a Quintanilla a la rebelión y al
desconocimiento del Presidente Constitucional. En efecto, varios jefes y
oficiales del frente protestaron en una carta –firmada por Quintanilla y por el
propio Toro- en la que informaban al Presidente que no aceptaban su decisión y que
seguirían considerando a Osorio como Jefe del Estado Mayor. La carta, de seis puntos,
decía, a grandes rasgos:
El señor presidente en forma inconsulta para el momento
actual, ha sustituido al general Osorio con el general Lanza y adoptando
medidas que contrarían El plan de operaciones. En consecuencia, el Ejército
desconoce la autoridad del señor Presidente de la Republica y sigue reconociendo
y los sostendrá al general Osorio en su calidad de Jefe de Estado mayor en
Campaña. Firmado: Quintanilla – Toro.
Para el ministro Alvestegui era fácil explicarse el cambio súbito.
La primera respuesta de Quintanilla fue personal y la segunda, “es el resultado
de una deliberación en la que Toro impuso sus ideas e indudable que fue este quien
la redacto”. La intentona fue más que la pretensión de desconocer la autoridad
presidencial. Alvestegui sostiene que el dúo rebelde envió al frente a
emisarios militares con el fin de alentar un alzamiento. Dando prematuramente
la adhesión a la rebelión por segura. Toro involucro en el telegrama subversivo
los nombres de los jefes y oficiales de la Cuarta y Séptima divisiones.
Asimismo, intentaron involucrar al coronel Felipe Rivera, del Estado Mayor en
La Paz.
Sin embargo, algo de cordura quedaba en el Ejército, los
jefes y oficiales en el frente y en la
retaguardia rechazaron molestos la propuesta.
El ex Presidente y general Ismael Montes se hallaba por esos días en el
Chaco. Cuando Toro tuvo el tupe de informarle acerca de lo que proponía, Montes
le expreso su asco. Toro, que tenía el cuero más grueso que un rinoceronte,
intento aun persuadirlo con la frase “Si usted hubiese sido presidente…”. Pero
Montes lo interrumpió bruscamente y le dijo: “Si yo hubiera sido presidente
usted no estaría ya aquí para contar la historia”. De igual manera cuando al propio
Quintanilla le toco dar explicaciones a Montes sobre el asunto, al salir del
recinto todo sofocado, les dijo a sus subalternos: “Por pocas no me patea el
general”.
De esa manera, repudiados por todos y en todas partes, Toro
y Quintanilla se retractaron por su insolencia pocas horas después de enviado
el telegrama inconfesable. “Debo dejar constancia expresa de que actitud
oficiales no inspirola ningún propósito subalterno ni menos subversivo”, mintió
el general a Salamanca.
En cualquier país en guerra, lo sucedido hubiera sido alta traición,
motivo de consejo de guerra y ejecución sumaria. Pero Salamanca eligió morder
la bala. Toro de todas maneras le había impuesto al Presidente de la Republica
a Filiberto Osorio como Comandante en Jefe del Ejército en Campaña.
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