Por: Dr. Antonio Dubravcic Luksic - Vicepresidente de la Sociedad Geográfica y
de Historia “Sucre” // Tomado de: http://www.cochabamba-historica.com/tema2.htm
En mi calidad de Vicepresidente de la Sociedad
Geográfica y de Historia “Sucre”, saludo con emoción patriótica, lleno de
gratitud al héroe de Calama, doctor Ladislao Cabrera, que hace 134 años, un 23
de marzo de 1879 libró sin armas y con un puñado de valientes el primer combate
de reivindicación del territorio boliviano ¡combate de uno contra doce,
sostenido por la desesperación y el patriotismo
Inició sus estudios de Derecho en 1849 en la Universidad de
Arequipa, retornó a Bolivia en 1853
Fue profesor de secundaria en Cochabamba; en 1872
encabezó la causa federalista. Periodista, abogado, profesor y político,
fue nombrado Prefecto de Cobija durante el gobierno de José María Achá, fue
destituido de este cargo por el presidente Mariano Melgarejo y se fue a
residir a Calama.
Calama era una población situada en las últimas
estribaciones de los Andes hacia el Océano Pacífico, ubicada entre las montañas
y el desierto arenoso que se extiende hasta las orillas del mar. En aquellos
tiempos Calama era un poblado rodeado de pequeños valles verdes bañados por las
aguas del río Loa que atravesaba el poblado.
Los pobladores eran tranquilos y amantes de la paz, se
dedicaban a la agricultura y a la minería en menor proporción.
De pronto, un día, esa paz fue interrumpida de forma
violenta, con la apresurada llegada de varios compatriotas que venían de
Antofagasta, trayendo la noticia de la invasión chilena.
Ladislao Cabrera, que era entonces la autoridad máxima de la
provincia, se reunió con los principales representantes de la población. Eran
135 bravos defensores de la heredad nacional, armados con algunas escopetas,
carabinas, rifles y lanzas, pero sobre todo dispuestos a entregar la vida por
preservar la integridad nacional. Ladislao Cabrera al impulso de tanto valor
aprovechó el momento para instar a sus compatriotas con un juramento solemne:
“¿Juráis defender la integridad de la Patria con vuestra sangre y si es preciso
hasta morir?” y a una sola voz los patriotas contestaron: “Sí, juramos”.
El Coronel Emilio Sotomayor, que se encontraba en Caracoles,
en conocimiento de que Calama preparaba la defensa de la integridad boliviana,
envío un emisario exigiendo la rendición de Cabrera y la entrega de la plaza,
con ofrecimiento de garantías, pero al mismo tiempo con amenazas de exterminio
en caso de rechazo.
Fue entonces que los chilenos conocieron el temple de
Cabrera y de todos aquellos hombres que habían decidido morir por la patria. A
partir de aquel momento Calama comenzaba a escalar en la historia, para
simbolizar a todo un pueblo.
“Decid a vuestro jefe -contestó Cabrera al mensajero
chileno- "que un boliviano jamás se rinde. Estamos resueltos a
sacrificar nuestra propia vida por la patria. Pero rendirnos, jamás.
Defenderemos la integridad de Bolivia hasta el último trance”.
Luego que el puerto de Antofagasta fuese tomado el 14
de febrero de 1879, el mando chileno decidió ocupar la población
boliviana de Atacama, principal centro de abastecimiento, situación que es
aprovechada por los ciudadanos civiles bolivianos para movilizarse y organizar
la defensa.
Haciendo eco a la inquietud nacionalista de todo el Litoral,
las diminutas guarniciones militares desplazadas de los puertos de Antofagasta,
Mejillones, Cobija y Tocopilla, con sus jefes oficiales, algunos empleados
públicos y personas particulares, se concentraron en Calama, obedeciendo el
llamado del Dr. Ladislao Cabrera, quien considero que el honor nacional, exigía
oponerse a la marcha del invasor del Litoral Boliviano, por mucho
que el resultado del choque pudiese determinarse de antemano, en vista
del potencial bélico de los chilenos, el aislamiento y debilidad de los
defensores.
El encuentro ocurrió el 23 de marzo. Los detalles son poco
conocidos. El contingente chileno estuvo constituido por 544 combatientes de
infantería y caballería, con dos cañones de campaña y una ametralladora.
Cabrera tuvo a sus ordenes 135 bravos, armados con 44 rifles, 14
revólveres modernos, 30 fulminantes, 12 escopetas de caza. Al promediar las
11 de la mañana, después de tres horas de combate encarnizado, las filas
bolivianas estaban diezmadas, la munición agotada ya todo era inútil. Los
disparos aislados eran la señal de que el sacrificio se había consumado. Fue
en ese momento que Cabrera, Zapata y algunos sobrevivientes emprendieron la
retirada en dirección a Chiu-Chiu, Canchas Blancas y Potosí.
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Todos obedecieron el toque de corneta menos uno,
Eduardo Abaroa Hidalgo, entró a la refriega con 300 proyectiles. Continúo
combatiendo desde su zanja. Al principio de la acción había cruzando el Rio
Loa, pasando al campo enemigo con 10 compañeros que murieron. Siguió allí,
solo frente a toda una división del ejército enemigo, como un león
enfurecido que defiende su querencia.
Fue ubicado. El Teniente Carlos Souper y los
soldados chilenos lo encontraron mal herido, pero todavía empuñando su
Winchester con actitud desafiante, sucio de tierra, pólvora, sudor y sangre.
Le intimaron rendición, El contestó con una exclamación
que retumbo como un rugido:
“¡Que se rinda su abuela, carajo!”.
No tenía más proyectiles, blandió la frase como una
espada, con una palabrota final como el filo que hendía en la conciencia de
Chile. Una descarga de fusilería terminó con la vida de este insigne
patriota
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El Dr. Cabrera el 5 de abril; intervino en las batallas de San Francisco y otras en el sur del Perú.
De retorno a Bolivia, el Presidente Campero le nombró
Secretario General de Estado. Fue Presidente interino de la República cuando
Narciso Campero viajó al Perú. Fue designado Embajador y Ministro
Plenipotenciario en los Estados Unidos.
En su honor fue fundada la Provincia de Ladislao
Cabrera, en Oruro
En La Paz fue redactor de La Soberanía, El Artesano y El
Telégrafo, y director de la imprenta y periódico El Siglo Industrial; en 1892
fundó El Pilcomayo, en Tarija. Fue explorador de las cachuelas del río Mamoré.
En 1899 la revolución federal le designó Prefecto de Potosí; fue también
Prefecto de Chuquisaca y Ministro de la Corte Suprema de Justicia.
Falleció en Sucre en 1904.
A Don Ladislao Cabrera Vargas, se lo describe como un hombre
alto, fornido, cabeza repleta de cabellos negros, frente estrecha, mirada fija,
barba negra cortada al estilo prusiano, aire melancólico y trato amable. De
carácter reservado y frío, voz delgada, locución difícil, estilo lacónico en la
escritura. Hombre de acción, de gran fuerza de voluntad y de espíritu
práctico.
Han transcurrido ciento treinta y cuatro años de la pérdida
de nuestro litoral, ciento treinta y cuatro años del Litoral cautivo, provoca
en la conciencia de todo boliviano no una actitud fatalista de resignación,
sino la que corresponde a los valerosos sostenedores de un ideal,
un SI que nos mueve a desconocer ese enclaustramiento que no lo merecemos.
La voz poética de Oscar Ceruto en uno de sus versos
“Cantares”, expresa esa ausencia del mar:
“Mi patria tiene montañas
No mar.
Olas de trigo y trigales
No mar.
Espuma azul los pinares,
No mar,
Cielo de esmalte fundido,
No mar
Y el coro ronco del viento
Sin mar”.
Para finalizar este homenaje al “Día del Mar”, a decir de
Querejazu Calvo: “No es necesario seguir acumulando evidencias, para llegar a
la única gran conclusión: Chile le debe un puerto a Bolivia”
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