Por: Juan Jose Toro Montoya – Página Siete, 16 de junio de
2016. // Disponible en: https://www.paginasiete.bo/opinion/juan-jose-toro-montoya/2016/6/16/amantes-presidentes-99757.html // Imagen: MAriano Melgarejo.
Existe una larga lista de mujeres que jugaron papeles
decisivos en la historia de Bolivia, pero es menos conocida aquella en la que
figuran las que influyeron en los acontecimientos de su época al convertirse en
amantes de los presidentes.
Para Carlos Hugo Molina, el romance entre Manuela Sáenz y
Simón Bolívar habría sido determinante en la autorización del libertador para
el surgimiento de Bolivia. Un caso más fácil de probar es la relación que
Antonio José de Sucre tuvo con la tarijeña Manuela Rojas, pues habría sido la
razón para que Casimiro Olañeta, que también pretendía a la dama, desatara una
feroz campaña contra el mariscal de Ayacucho, movido por el despecho.
Otro caso digno de estudio es el de Juana Manuella Gorriti,
la escritora y feminista argentina, que es más conocida en nuestro país por
haber sido la esposa de Manuel Isidoro Belzu.
Según Mariano Baptista Gumucio, Gorriti conoció a José
Ballivián cuando éste era presidente y ya estaba rodeado por el aura gloriosa
de la batalla de Ingavi. Ambos se enamoraron pese a estar ya casados: ella con
Belzu y el mariscal con Mercedes Coll. La relación que surgió entre ambos
habría sido descubierta por el futuro "Tata”, quien llegó al extremo de
agredir al presidente en Palacio de Gobierno y ganarse un arresto por ello.
Como consecuencia de ese triángulo amoroso, Belzu se
convertiría en el más enconado enemigo de Ballivián y el país se dividiría en
dos bandos que protagonizaron una guerra civil de baja intensidad.
El de Juana Manuela es un caso relevante no sólo por sus
efectos, sino por la personalidad de aquella mujer que, más allá del adulterio,
se destacó por sí misma, por su cultura, personalidad y talento y ahora forma
parte de la galería de mujeres célebres de Argentina. Es muy distinto del de
otra Juana, la Sánchez Campos, que, como publiqué en febrero de este año, fue
la amante que ejerció influencia notable en Mariano Melgarejo.
En el artículo de febrero, titulado "Amantes y
presidentes”, describo más la conducta de Melgarejo frente a sus amantes que la
de Juana, a quien el tirano llamaba "Juanacha”. En la nota recuerdo que el
tirano del sexenio se creía un elegido de Dios y estaba convencido de que había
llegado a la presidencia por designio divino. Además, les hacía costosos
regalos a sus amantes con dinero del erario nacional. Muchos de los que leyeron
el comentario encontraron paralelos entre Melgarejo y Juana Sánchez con dos
protagonistas de nuestra coyuntura.
Yo no me atrevo a hacer comparaciones porque, para ello, necesitaría
ilustrarme más sobre Juana Sánchez, pero es indudable que la fama que ha
cobrado Gabriela Zapata la superpone -por lo menos temporalmente- a la que fue
la amante del tirano del sexenio. Un paralelo notable, por ejemplo, es que esta
mujer no tenía ningún problema en pasearse desnuda por Palacio de Gobierno, aún
con gente presente y, como sabemos, la Zapata difundió fotos íntimas suyas a
través de algunos medios y las redes sociales. Las fotos parecen ser la
debilidad de la exgerente de CAMC y eso la hace diferente a su predecesora, ya
que en su tiempo no existía la cámara fotográfica.
Entre febrero y junio han pasado muchas cosas, incluso
diariamente, y entre las pocas que quedan claras está el hecho de que el
presidente Evo Morales y Gabriela Zapata sostuvieron un romance. Ese es el
vínculo entre ella y él y sólo una justicia independiente podría determinar que
es una de la bases para el tráfico de influencias.
Que Zapata haya tenido además otros amantes es más de
interés histórico que jurídico. Sólo demuestra que superó, de lejos, a la
"Juanacha”.
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