Por: Daniel Salamanca / La Razón 20 de febrero de 1944. // Foto: Coroneles,
Abdon Palacios (paraguayo) y Oscar Moscoso (boliviano y protagonista del
Incidente de laguna Chuquisaca. Fotografía tomada después de finalizada la
guerra. (Crédito: Portal Guaraní)
POLÍTICA DE GOBIERNO CON RESPECTO AL CHACO
I
Lamentablemente debo declarar que yo tenía el propósito de prestar atención la
cuestión del Chaco. Hasta entonces, este magno interés boliviano o había sido
descuidado por los gobiernos o había merecido de los más previsores, una
tención accidenta o secundaria.
Se había dado preferencia, más bien, al aspecto diplomático para resolver el
pleito, siendo evidente que nada podría lograrse en esa vía. Iban, en este
asunto, no solo la honra sino el supremo interés del porvenir de Bolivia, tanto
para asegurar su territorio del sudeste, constantemente usurpado, como abrirse
una salida al Plata.
También debo afirmar que no existía en el gobierno ningún deseo de provocar
guerra. El propósito del gobierno se reducía a atender y consolidar este
programa, se tuvo cuidado de impartir reiteradamente la orden de no provocar
rozamiento alguno con las posesiones paraguayas.
Se pidió, en dos o tres reuniones sucesivas, la opinión de los ministros, del
jefe del Estado Mayor General y de distinguidos ciudadanos sobre este programa.
Hubo, en esas reuniones, algunas opiniones disidentes, y, entre ellas, la del
Ministro Dn. Luis Calvo, y la del Contralor don Eduardo López. El general
Montes, que no fue adverso al proyecto, recordó que años atrás el doctor
Baptista, hablando con el de la cuestión del Chaco, le expreso que esa cuestión
traería fatalmente la guerra. Era una predicción exacta.
El desarrollo de un plan de penetración y posesión de los espacios aun
desocupados del Chaco, quedo resuelto y encuadrado, como era natural, al Ministro
de Guerra. Coronel José L. Lanza y al Jefe de Estado Mayor. Coronel Filiberto
Osorio. Ambos tomaron este encargo con entusiasmo y lo llevaron a ejecución con
notable acierto.
Como desgraciadamente, las rentas públicas, a causa de la crisis, descendían a
una suma estrechísima, el obstáculo capital al proyecto era el de la falta de
recursos. El mismo presupuesto de guerra y aun ciertos emolumentos de los
militares, habían debido ser restringidos, causando un descontento cuya víctima
fue el Ministro de la guerra, coronel Lanza. Para salvar esta dificultad, el
gobierno gestiono y obtuvo del señor Simón I. Patiño. Un empresito de 50.000
libras esterlinas, con las cuales pudo marchar el proyecto.
Diose grande actividad al plan de penetración y después de un corto tiempo de
incomprensión, se halló en los elementos militares notable impulso y verdadera
abnegación. El Tte. Coronel Ángel Ayoroa gran conocedor de los desiertos del
Chaco, partió de Robore y pasando por Ravelo, llego al rio de los Timanes,
donde fundo el fortín Ingavi; de allí avanzo a la serranía de los Zamucos, en
la cual se establecieron los fortines Aromay y algo más al Oriente, el Florida,
que quedaba ya a corta distancia del Fortín Paraguayo Bogado. Allí debía
detenerse nuestro avance. Desviando al Sudeste, se fundaron los puestos
avanzados de Madrejón y Madrejoncito. Este resultado era ya extraordinario.
En la parte central del Chaco, al pie de la cordillera, se partió de Carandaiti
y se avanzó al Oriente, bajo la dirección del General Román, que descubrió la
Laguna 27 de Noviembre, hecho de capital importancia, pues la falta de agua es
el gran obstáculo del Chaco. En realidad, estábamos en Picuiba.
Estos dos avances marcharon aisladamente, sin contacto entre sí. Se pensó
inmediatamente, en ligar Picuiba con Ingavi mediante un camino y se puso manos
a la obra, trabajando de ambos extremos. LA obra en el bosque desconocido,
desierto y sedimento fue penosa y larga, pero también fue coronada por el
éxito, El Tte. Cnl. Ayoroa cobro también la honra de esta comunicación; pero
también sobresalieron en ella, por el esfuerzo, muchos jóvenes oficiales cuyos
nombres consignara la historia del Chaco, pues mi cansada memoria no los halla
en este momento.
Ligado también Picuiba con Camacho, se había cerrado nuestra posesión en un
vasto espacio, aunque fuera de él quedaban todavía muchos desiertos por
incorporar a nuestra soberanía.
Esta fue propiamente en la penetración del Chaco, la edad heroica, así por sus
resultados como por el esfuerzo de nuestros soldados y oficiales.
Como la empresa estaba inconclusa, continuo el trabajo de penetración aunque más
personalmente y con menores resultados.
RESPONSABILIDAD DEL MAYOR MOSCOSO
Un vuelo del aeroplano, hecho por el Tcnl. Jordán y el mayor Moscoso, había
señalado al Sudeste de Madrejon, 2 o 3 galpones en el bosque, a orillas de un
lago. Se trataba de llegar allí, así por la senda de Madrejon como por la de
Camacho. La noticia del descubrimiento de los galpones me fue dada por el Jefe
del Estado Mayor. General Osorio y de ella habanos de paso dos o tres veces. En
todas ellas, le exprese el temor de que fuese un fortín paraguayo. A su vez, me
replicaba que también podía ser un tolderio de salvajes y que era necesario
averiguarlo. Conviene en ello, en el supuesto cien veces convenido de que en
ningún caso SE PROVOCARIA UN CONFLICTO NI SIQUIERA UN ROZAMIENTO CON FUERZAS
PARAGUAYAS.
En la comandancia de Ingavi estaba el general Lanza, que había pedido ir allí,
por dificultades y disgustos que hallaba en La Paz, siendo reemplazado en la
Cartera de Guerra por el doctor Julio Gutiérrez. Se encargó al general Lanza
avanzar por la vía de Madrejon a la laguna que acabo por llamarse “Chuquisaca”.
Este avance iba con gran lentitud así por la condición del bosque como por la
falta de agua.
La tercera División cuyo Comandante, entonces era, el coronel Peña, no había
hecho aún más que la guardia del Chaco, pues solo en esa región los fortines de
ambos países estaban frente a frente.
Refiere el Mayor Moscoso, que, con un pequeño destacamento de 18 hombres, llego
a las cercanías de la Laguna en la tarde del 14 de Junio de 1932,
distinguiéndolo a la otra ribera un fortín paraguayo. Afín de cerciorarse de
sus condiciones, dejo su resolución para el siguiente día. Llegando el día 15,
avanzo sobre el fortín con una descarga de fusilería. La pequeña guarnición
paraguaya huyo por los bosques y el mayor Moscoso ocupo el fortín. Tal fue el
origen de la guerra.
Según la versión paraguaya, un soldado quedo herido, y otro desapareció,
presumiéndose su muerte. El mayor Moscoso afirma que no hubo ni herido ni
muerto.
Asegura también, el mayor Moscoso, en defensa suya, que nunca recibió la
instrucción de abstenerse de, todo rozamiento con el enemigo. Que no se le
repitieron expresamente, al destacarlo al reconocimiento de la Laguna, es
posible. Pero difícil es admitir que el ignorase la base fundamental de
nuestros trabajos en el Chaco, que era la de evitar cuidadosamente todo motivo
de conflicto. Harto difícil es justificarlo aun suponiendo que no conociera
esas instrucciones, pues tampoco llevaba la de tomar el fortín enemigo. Siendo
uno de los militares ms inteligentes e instruidos del ejército, no podía
ignorar las consecuencias de un ataque a mano armada.
Digo que ese golpe fue fatal, pues la guerra había de desencadenarse como una
tormenta. La imposibilidad de encontrar un arreglo de equidad satisfactorio,
dejaría campo inevitable a un incendio que duraría hasta agotar su materia
combustible.
ORDEN DE DESOCUPACION DEL FORTIN
La noticia me llego tres o cuatro días después del hecho, como un rayo
inesperado, traída por el general Osorio en presencia del coronel Ferrufino y
del doctor Espada, que se hallaban conmigo. Después de la primera impresión,
ordene que se diese, en el acto orden de desocupación del fortín paraguayo. El
general Osorio, Jefe del Estado Mayor, aunque muy impresionado insistió en
averiguar si el fortín ocupado estaba en la ribera oriental de la Laguna, con
el fin de autorizar la averiguación sin perjudicar de dar sin tardanza la orden
de evacuación del fortín expresado.
Reflexionando en los diversos incidentes y peripecias de esos días, he formado
una convicción de ue no había podido yo, en ningún caso desde La Paz poner un
remedio a esa rotura. Se calculaban tres días completos de tardanza, de laguna
Chuquisaca a La Paz, suponiendo listos y bien coordinados los medios de
comunicación. Prácticamente seria cuatro o cinco días. Por otra parte, veía en
los militares el ánimo de no soltar el fortín, y el mismo general Osorio a
pesar de su impresión, mantenía ese espíritu. El Coronel Peña, comandante de la
Tercera División, se hallaba hospitalizado en La Paz, reemplazándole en el
Sudeste. El Tte. Cnl. Peñaranda, quien objeto la orden de desocupación. Luego
corriendo el tiempo, conocí a Peñaranda, a través de muchas pruebas y halle el
mismo temperamento: resistencias, dilaciones y astucias para no cumplir una
orden o para demorarla. Este temperamento del ambiguo militar de los
pronunciamientos y los motines, dio su nota más aguda en el motín del 27 de
Noviembre de 194, en Villa Montes.
Repito que mi impresión, cualesquiera que fuesen las órdenes del gobierno, no
se habría podido conseguir la evacuación del fortín paraguayo. Existía un
impulso o más bien, una resolución general en los elementos militares en ese
sentido. Recibió el gobierno, desde Ingavi, telegramas de felicitación del
general Lanza y del Ministro de la Guerra, seños Gutiérrez, por la ocupación
del fortín enemigo. El General Osorio, no obstante su primera impresión,
sostenía firmemente la opinión de conservar ese fortín.
Sin alzar la orden de evacuación que yo había dado al general Osorio, en la
noche misma en que se recibió la noticia, resolví considerar el asunto de fondo
y convoque, en los días siguientes, al expresado Jefe de Estado Mayor, General
Osorio, al ministro de Relaciones Exteriores, doctor J. M. Zalles y al Ministro
de la Guerra, doctor E. Hertzog, que suplía al titular doctor Gutiérrez. Los
tres señores nombrados sostuvieron una conveniencia de conservar al fortín a toda
costa contra mi opinión individual que era a de evacuarlo inmediatamente. Esta
reunión se repitió aun dos veces más, faltando el doctor Zalles a ellas. El
resultado fue siempre el mismo, aun notándose que el doctor Hertzog acabo por
guardar silencio. Pero, al cabo era yo el Presidente Y RESOLVI LA EVACUACION,
DANDO AL GENRAL OSORIO LA INSTRUCCIÓN DE RETIRAR INMEDIATAMETE AL SUDOESTE LA
ORDENDE DESALOJO DEL FORTIN. Supe, andando el tiempo, que esta orden fue
encomendada burlonamente en el Estado Mayor General.
Debo también aquí, anotar una debilidad o un error de mi parte. Reiterada la
orden de desocupación, compareció más tarde el General Osorio a expresarme que
al cabo había recibido la respuesta a la averiguación relativa al fortín
paraguayo. Según la respuesta, dicho fortín se hallaba al lado oriental de la
Laguna. Autorice entonces, (habría valido más para mi negarlo), la instalación
de un fortín nuestro al costado occidental.
Todo esto se hacía o se hablaba en La Paz, con una completa inutilidad, que no
alcanzaba a modificar los acontecimientos. Tengo para mí que en el Chaco habían
resuelto no soltar el fortín y aun juzgo que el Estado Mayor, en La Paz, había
resuelto lo mismo. Todos eran víctimas de una presunción militar ilusoria que
nos hacía creer en una gran superioridad sobre el enemigo.
II
REACCION PARAGUAYA
El jefe de Estado Mayor General según su informe, había enviado a la Laguna
Chuquisaca refuerzos que debían elevar su guarnición a ciento cincuenta
hombres, con los cuales creía seguro el rechazar cualquier intento paraguayo.
Esta presunción de nuestra superioridad militar es la que nos precipito y nos
perdió.
Paraguay se retiró de estampida de las conferencias de Washington, y acudió al
ataque de la laguna Chuquisaca con fuerzas muy superiores y seguramente mejor
armadas y municionadas que las nuestras. El informe posterior del Mayor
Moscoso, expresa que su fuerza estaba en su mayor parte compuesta por reclutas
y que sus víveres eran sumamente escasos. El día 29 de junio, una pequeña
avanzada nuestra fue sorprendida, rodeada y masacrada por el enemigo. El
cadáver del Subteniente Arévalo, que mandaba nuestra avanzada, fue salvajemente
mutilado. La guarnición nuestra no se apercibió de este choque por el viento
contrario, sino cuando un soldado llego huyendo, al campamento El mayor Moscoso
se preparó a la defensa.
El ataque paraguayo a la guarnición comenzó el 14 de julio, con intentos de
asalto que fueron fácilmente rechazados. Manifiestamente era una operación
militar de novicios, que había podido, sin esfuerzo, ser desbaratada. Los
paraguayos, escarmentados de asaltos, abrieron nutrido fuego de artillería que
duro dos días completos (y aun mas) sin causar más que pocos heridos. Los
nuestros, con solo permanecer en sus puestos, habrían dominado la situación y
todo el curso de los acontecimientos habría sido distinto y favorable para
nosotros. El Mayor Moscoso nos dice que, en esta situación y por su cuenta, lo
capitanes Urcullo y Rodríguez, se habían retirado con sus fuerzas en desorden,
abandonando el campo. Cuando el Mayor Moscoso fue a revisar sus posiciones, las
hallo desiertas, quedando el con una pequeña fracción de soldados. Desamparados
por los suyos, también tuvo que retirarse. El enemigo no se apercibió de su
frágil victoria y siguió bombardeando las posiciones desiertas, hasta el día
siguiente.
Pocas veces se habría presentado un acto de cobardía como este, y creo que
nunca un acto tal de cobardía habría tenido consecuencias más funestas. Si
entonces hubiera sido rechazado el enemigo…?
Debo agregar de paso que, posteriormente enterado de este hecho, ordene el
inmediato enjuiciamiento y castigo de los culpables. Yo imaginaba, entonces,
que la disciplina militar era una cosa muy grave. Era una candorosa ilusión que
entonces empezó a desvanecerse. Contestándome que sí, que se abriría el juicio,
y me parece que aún se tomaron declaraciones sobre lo ocurrido en Laguna
Chuquisaca. Pero nunca vino el momento de la sanción, y a alguna reclamación
mía, contestaron que los apuros de la guerra impedían proseguir el
juicio.
Una observación más, antes de pasar adelante, porque ella señala una de las
causas más poderosas de nuestros desastres, a saber: No recuerdo haber
conseguido, ni una sola vez, el esclarecimiento de las más patentes fallas
militares, ni la sanción de los altos jefes culpables. Ante todo y sobre todo
el compañerismo (proteccionismo), aun por encima de la defensa nacional. Por
una cadena de actos de esta naturaleza, hemos visto a este espíritu militar dar
su flor más preciada en el motín del 27 de noviembre de 1934, en Villa Montes.
III
Llegadas a La Paz las primeras noticias de la vergüenza de Laguna Chuquisaca,
obligue al Cnl. Peña, egresad ya del hospital, a trasladarse sin demora al
sudeste con encargo de tomar los fortines Corrales y Toledo en vía de
represalia. La noticia del desastre se difundió en La Paz, causando gran
emoción. Se empezaba a culpar al gobierno, sin desconfiar aun de nuestra
vitoria. Esta era la ilusión común que engañaba a todos.
EL GENERAL OSORIO
Quiero recordar el Consejo de Gabinete celebrado en la noche del (17 ?) de
Julio, con asistencia del General Osorio, Jefe de Estado Mayor.
Fue unánime el acuerdo en la necesidad de una represalia inmediata. Haciendo el
balance de nuestras escasas fuerzas del sudeste, o indique al General Osorio,
la urgencia de hacer avanzar a esa región el regimiento Colorados que se
hallaba más o menos entre Ingavi y Picuiba, trabajando el ensanche del camino.
El General Osorio se opuso tenazmente a esa medida y yo insistí en ella acabando
por convertir mi indicación en una orden terminante. El General, me expreso que
prefería dejar su cargo antes que cumplir esa orden. Me contuve y aun le
pregunte: ¿qué haría usted mi general, dejando su cargo? “Me iré a la línea de
fuego”, me contesto. Acepte su renuncia.
Era manifiesto mi juicio, y así lo demostraron los acontecimientos posteriores,
que las acciones militares inmediatas habían de producirse en el sudeste. Es
así que, aun hoy mismo, no me explico la obstinación del General Osorio en
oponerse al avance del Colorados a la región crítica. Cierto que este cuerpo no
tenía más prestigio de su glorioso nombre, pues como tantos otros, o como
todos, se hallaba en el periodo de su instrucción militar y ocupado en trabajos
camineros. Pero grande o mediano, su presencia en el teatro de las operaciones
de guerra, debía ser útil o acaso decisiva.
EL GENERAL UINTANILLA
Para reemplazar al General Osorio, llame al General Quintanilla, que se hallaba
en Oruro a la cabeza de la Primera División. De la capacidad administrativa de
este militar, tenía buenas referencias, pues me decía que, como delegado en el
Chaco, se desempeñó muy bien. Esperaba yo que, como Jefe de Estado Mayor,
organizaría la movilización satisfactoriamente. Seguramente, a su llegada a La
Paz, el General Quintanilla hablo antes que conmigo, con el General Osorio, el
cual parece que estaba ya arrepentido de su renuncia. Juntos los dos Generales
me buscaron para proponerme un arreglo. El General Osorio quedaría como Jefe de
Estado Mayor y el General Quintanilla iría al Chaco como Comandante de las
fuerzas del sudeste. Tuve la debilidad de aceptarlo. Ignoraba yo las
condiciones de Quintanilla, para el mando de la guerra, y no dejaba de abrigar
alguna desconfianza en este orden. Pero se había tenido el cuidado de darle
como Jefe de Estado Mayor al Tte. Cnl. Davis Toro, que gozaba de notorio
prestigio como militar inteligente e instruido. He entendido yo que las
operaciones militares de esa primera época, fueron realmente dirigidas por
Toro. Entretanto, iba yo apretando al Coronel Peña con la orden de las
represalias acordadas. Para el estado de impaciencia en que me encontraba, me
parecía infinita la tardanza. Me parecía también que el General Osorio, que con
tanta seguridad concurrió a precipitar la guerra, no estaba ya tan decidido
como antes, pues advertí que suavizaba las ordenes relativas a la represalia.
Conviene advertir que, en ese tiempo, la Presidencia no se comunicaba con los
comandantes del Chaco, sino por intermedio del Estado Mayor General. Esta
desconfianza se revelo claramente en la audiencia que me pidieron los Generales
Montes, Osorio y Quintanilla, audiencia que efectué en los días subsiguientes
en julio, y a la cual asistió también el Ministro de la Guerra, doctor Julio
Gutiérrez, que a la sazón se hallaba ya en La Paz, de regreso del Chaco.
EL GENERAL MONTES
Me sorprendió que el General Montes y el General Osorio, que por antecedentes
políticos podían estar distanciados, parecían al contrario íntimamente ligados
por buena amistad. Para mí fue indudable que el General Osorio había provocado
esa reunión, consiguiendo previamente la voluntad de los otros dos Generales,
para pedir que se suspendan las represalias ya ordenadas. Ignoro hasta que
oportunidad el General Osorio que se mostraba muy abatido, insinuó que para
para arreglar el desperfecto de Laguna Chuquisaca, se acudiera a los recursos
diplomáticos. Esta conducta suya me exaspero. Él había concurrido
decisivamente, a precipitar el conflicto y al retiro de los delegados
paraguayos en Washington, y llegado el momento de reparar la honra de Bolivia,
pedía el socorro de la diplomacia. En aquella ocasión, trate al General Osorio
con rudeza, recordándole su responsabilidad en los acontecimientos y haciendo
presente la necesidad de reparar sin demora, la vergüenza sufrida por Bolivia.
Tomadas las represalias, se podía acudir a un compás de espera. Por otra parte,
las relaciones diplomáticas estaban rotas con el retiro de Washington, y solo
por intermedio de los neutrales se intentaba una conciliación que tampoco pudo
conseguirse.
Los Generales Montes y Quintanilla acabaron conformes con la necesidad de una
represalia inmediata. El General Quintanilla convino en partir al Chaco sin
demora. Por otra parte, las anteriores órdenes de represalia produjeron su efecto,
pues nuestras tropas tomaron el fortín Corrales, antes de la llegada de
Quintanilla a su destino.
Las cordiales relaciones de los tres Generales, no tenían, a mi modo de ver,
otra explicación que la conexión masónica, pues se decía que el Gran Maestre de
la Masonería boliviana. En tiempo anterior a la guerra, hizo este General, un
viaje al Chaco, que yo mire con gusto. Posteriormente, se me dijo que el objeto
principal de ese viaje fue el coger a los jóvenes oficiales en la red masónica.
Siempre había considerado yo este enigma con indiferencia, hasta que unos y
otros indicios, me hicieron comprender su importancia. Muchos sucesos que
aparecen vestidos de ropaje ordinario, se deben probablemente al trabajo
subterráneo de la masonería.
DANIEL SALAMANCA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario