A inicios de la guerra, un valiente soldado boliviano
demuestra su amor profundo a su madre y a su patria y pide a Dios que lo
proteja.
"Villamontes, 26 de Julio de 1932.-- Señora Olimpa G. de
Prudencio.--Cochabamba.-- Querida mamita: de Tarija te escribí una carta, no se
si la has recibido, hoy pasé al fortín Muñoz, te ruego mamitay que no sufras
porque como en mi sangre corre sangre boliviana voy a cumplir con mi deber para
el suelo en que nací. Ora a Dios para que todo combate salga triunfante, para
así llegar al país de los "pata-pilas" y enseñarles lo que es meterse
con los bolivianos. Todos vamos como los leones hambrientos que van a devorar
su presa y quiere el Hacedor volvamos a nuestros hogares como verdaderos héroes
después de cumplir aquel sagrado que tenemos todos para nuestra patria. Si
muero, moriré por defender mi bandera y a tí madre querida que estás
representada en ella. Miles de besos a mis hermanitos, mi papá, y tu recibe el
corazón del hijo que te ama: René.
Linda carta
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