Por: Carlos D. Mesa G. / El Deber - Séptimo Día, 2 de
octubre de 2016.
La mañana del 24 de noviembre de 1978 la sede de Gobierno
amaneció con la noticia de que el país tenía un nuevo presidente. Un general
había expulsado de Palacio Quemado a otro general. Esta novedad que la larga
dictadura banzerista había hecho infrecuente, después de siete años
ininterrumpidos en el poder, se convertiría en moneda corriente en el delirante
periodo entre 1978 y 1982. Nueve gobiernos en cuatro años fue algo que el país
–a pesar de estar acostumbrado a la inestabilidad políticano había vivido antes
ni vivió después en su historia.
El protagonista de esa acción fue el recientemente fallecido general David Padilla Arancibia (Sucre, 1927-La Paz, 2016), quien derrocó a Juan Pereda Asbún. Las razones: la evidencia de que el aparato dictatorial se mantenía intacto y que el golpe que obligó a Banzer a irse de la Presidencia lo único que había modificado era la cabeza de Gobierno. El dictador, ante la imposibilidad de sostenerse en el mando, intentó ser el candidato del oficialismo en la primera elección popular convocada en 12 años (1978). Al ser rechazado por la cúpula militar escogió como delfín a Pereda. La elección terminó en el mayor fraude que se haya vivido en la historia de los comicios en el país, arrebatándole el triunfo a Hernán Siles; candidato de la Unidad Democrática y Popular (UDP).
Al Gobierno de Banzer no le quedó otra opción que anular las elecciones. Pereda perdió los papeles y al ver que su triunfo amañado no se convalidaba, decidió tomar el poder por la fuerza. Es en este escenario que apareció David Padilla quien, como comandante del Ejército, reunió a un grupo de jóvenes oficiales que defendían una postura institucionalista, cansados de que las FFAA siguieran afirmando su rol de ‘institución tutelar de la patria’ y asumiendo que la Presidencia era algo parecido a un destino militar. Desde 1964 el país había vivido 11 años de militarismo, con el solo interregno del periodo 1966-1969. Tanto en la acción de armas como en la administración gubernamental, respaldaron a Padilla destacados militares como Gary Prado Salmón, Raúl López Leytón y Simón Sejas Tordoya, y civiles connotados como Raúl Botelho Gosálvez, Jorge Escobari Cusicanqui y Gustavo Fernández Saavedra, todos ellos ministros. ¿Qué es lo que hizo relevante a este Gobierno? Que fue el primer régimen militar que dio un golpe de Estado contra otro régimen militar con el objetivo de entregar el poder a un presidente civil elegido en las urnas. Su programa era básicamente la convocatoria a elecciones y la transición pacífica a la democracia.
El 1 de julio de 1979 se llevaron a cabo los comicios (los primeros con la papeleta multicolor y multisigno). Ganó muy estrechamente Siles Zuazo, de la UDP, con el 35,99% y logró el segundo lugar Víctor Paz, del MNR, que obtuvo el 35,89%. La diferencia fue de ¡1.512 votos!, aunque ese resultado se conoció después de manipulaciones diversas aprobadas por una Corte Electoral con credibilidad cuestionada.
Tal situación provocó un punto muerto en el Congreso que tenía que dirimir entre los tres primeros candidatos. Tras agotadoras y polémicas jornadas, ninguno de los dos primeros obtuvo la mayoría absoluta. Padilla, entonces, habló con las cabezas políticas y presionó para que resolvieran el entonces llamado ‘empantanamiento.’ “Yo entrego la medalla presidencial en el Congreso el 6 de agosto con o sin presidente electo”, dijo categórico.
David Padilla, el único que sin derramar una gota de sangre llegó a la plaza Murillo para devolverle la democracia al país, cuando todavía los uniformados –como se probó en 1979, 1980 y 1981- se creían dueños del país y su futuro. No hemos sido justos con Padilla ni con sus más estrechos colaboradores (no todos, algunos se plegaron al garciamecismo).
El protagonista de esa acción fue el recientemente fallecido general David Padilla Arancibia (Sucre, 1927-La Paz, 2016), quien derrocó a Juan Pereda Asbún. Las razones: la evidencia de que el aparato dictatorial se mantenía intacto y que el golpe que obligó a Banzer a irse de la Presidencia lo único que había modificado era la cabeza de Gobierno. El dictador, ante la imposibilidad de sostenerse en el mando, intentó ser el candidato del oficialismo en la primera elección popular convocada en 12 años (1978). Al ser rechazado por la cúpula militar escogió como delfín a Pereda. La elección terminó en el mayor fraude que se haya vivido en la historia de los comicios en el país, arrebatándole el triunfo a Hernán Siles; candidato de la Unidad Democrática y Popular (UDP).
Al Gobierno de Banzer no le quedó otra opción que anular las elecciones. Pereda perdió los papeles y al ver que su triunfo amañado no se convalidaba, decidió tomar el poder por la fuerza. Es en este escenario que apareció David Padilla quien, como comandante del Ejército, reunió a un grupo de jóvenes oficiales que defendían una postura institucionalista, cansados de que las FFAA siguieran afirmando su rol de ‘institución tutelar de la patria’ y asumiendo que la Presidencia era algo parecido a un destino militar. Desde 1964 el país había vivido 11 años de militarismo, con el solo interregno del periodo 1966-1969. Tanto en la acción de armas como en la administración gubernamental, respaldaron a Padilla destacados militares como Gary Prado Salmón, Raúl López Leytón y Simón Sejas Tordoya, y civiles connotados como Raúl Botelho Gosálvez, Jorge Escobari Cusicanqui y Gustavo Fernández Saavedra, todos ellos ministros. ¿Qué es lo que hizo relevante a este Gobierno? Que fue el primer régimen militar que dio un golpe de Estado contra otro régimen militar con el objetivo de entregar el poder a un presidente civil elegido en las urnas. Su programa era básicamente la convocatoria a elecciones y la transición pacífica a la democracia.
El 1 de julio de 1979 se llevaron a cabo los comicios (los primeros con la papeleta multicolor y multisigno). Ganó muy estrechamente Siles Zuazo, de la UDP, con el 35,99% y logró el segundo lugar Víctor Paz, del MNR, que obtuvo el 35,89%. La diferencia fue de ¡1.512 votos!, aunque ese resultado se conoció después de manipulaciones diversas aprobadas por una Corte Electoral con credibilidad cuestionada.
Tal situación provocó un punto muerto en el Congreso que tenía que dirimir entre los tres primeros candidatos. Tras agotadoras y polémicas jornadas, ninguno de los dos primeros obtuvo la mayoría absoluta. Padilla, entonces, habló con las cabezas políticas y presionó para que resolvieran el entonces llamado ‘empantanamiento.’ “Yo entrego la medalla presidencial en el Congreso el 6 de agosto con o sin presidente electo”, dijo categórico.
David Padilla, el único que sin derramar una gota de sangre llegó a la plaza Murillo para devolverle la democracia al país, cuando todavía los uniformados –como se probó en 1979, 1980 y 1981- se creían dueños del país y su futuro. No hemos sido justos con Padilla ni con sus más estrechos colaboradores (no todos, algunos se plegaron al garciamecismo).
EL PAÍS DE ESPAÑA EN SU EDITORIAL DEL 25 DE NOVIEMBRE DE
1978 HABLABA DEL GOLPE
BOLIVIA HA registrado en la madrugada del viernes el golpe
militar número 188 de cuantos han sacudido su vida política desde su
independencia en 1825. El golpe, incruento y consumado en menos de veinticuatro
horas sin el disparo de un solo tiro, ha llevado al poder al general David
Padilla Arancibia, hasta ayer comandante en jefe del Ejército boliviano. Ha
desalojado de la cúspide política boliviana al también general Juan Pereda Asbún,
cuyo mandato presidencial ha durado cuatro meses y tres días, desde que el
pasado mes de julio asumiera -mediante otro golpe militar- la jefatura del
Estado. En las últimas fechas la oposición boliviana, sobre todo la Unión
Democrática Popular de Hernán Siles Zuazo, había intensificado su presión sobre
el debilitado Gobierno de Pereda con el fin de lograr el adelantamiento en un
año de nuevas elecciones presidenciales. Pereda Asbún, delfín de su antecesor,
el general Hugo Banzer, en el poder desde 1971 hasta julio, pasado, pero enfrentado
abiertamente a él durante la última etapa, no demostró esta filiación al
anterior dictador, ya que había realizado declaraciones y adoptado medidas de
envergadura y calidad tan amplias como para revelar una vocación democrática.
Pese al escabroso acceso de Juan Pereda al poder en las
elecciones de julio triunfó en las urnas con más votos que votantes
y, ante la impugnación interna e internacional, dio un golpe para afirmarse en
el poder suprimió la ley de seguridad decretada por Banzer y levantó la custodia
militar en las minas, además de reformar la ley electoral y prometer
elecciones, cuya fecha ya estaba negociando con la oposición.
Sin embargo, el lastre recogido con la herencia de Banzer ha
pesado más que sus apoyos. La primera medida política del nuevo inquilino del
Palacio Quemado, residencia de los presidentes bolivianos, ha sido la de
entrar en contacto con el partido de Hernán Siles Zuazo, vencedor moral -con
certeza real- de las elecciones de julio, con un programa nacionalista y
reformista que se ha ganado los votos de la clase media de su país. Siles Zuazo
saludó ayer el golpe y lo calificó de «patriótico».
La segunda, garantizar la celebración de nuevas elecciones
presidenciales en el primer semestre de 1979 y la presencia del nuevo presidente
constitucional, el 6 de agosto próximo, al frente del ejecutivo boliviano. La
tercera medida, la creación de un Gabinete donde únicamente el ministro de
Asuntos Exteriores es civil.
La incógnita a despejar es la de si el general Padilla
Arancibia cumplirá o no sus promesas de culminar el proceso de devolución del
poder a los civiles, ya que va siendo demasiado elevado el número de militares
que con este propósito como Jema llegan y acostumbran a quedarse en el poder.
El test verdadero para calibrar el signo del golpe y su dimensión
política real vendrá configurado también por la reacción de Estados Unidos, que
desde su comienzo apadrinó el proceso institucionalizador boliviano con
su placet, y también Brasil, el poderoso vecino que sigue con lupa de
muchos aumentos cualquier cambio político en La Paz.
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