Plaza 24 de Septiembre, Santa Cruz, Bolivia (aprox. década de los 80s) |
En esta oportunidad les traemos la doceava entrega.
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Entradas publicadas:
Parte I - PLACIDO
MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (PARTE I)
Parte II - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA Y
SUSTENDENCIOSOS POSTULADOS (Parte II)
Parte III - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBREMIGRACIONES Y
DISCUSIONES LINGÜÍSTICAS)
Parte VI - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (Sobre la
fundación de Santa Cruz de la Sierra)
Parte VII - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DEGANDÍA (LIMITES DE LA
GOBERNACION DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA)
Parte VIII - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DEGANDÍA (Sobre el
obispado de Santa Cruz)
Parte IX - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBRE LA INTENDENCIA
DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA)
Parte X - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBRE LA GUERRA DE
INDEPENDENCIA EN SANTA CRUZ)
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LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO DE SANTA CRUZ
(AL CAP. III, 2A. PARTE)
Por lo general casi todo lo que en este capítulo se refiere
a las industrias, productos y exportaciones, escasez de vías de comunicación y
porvenir del país, está bien orientado, o no es del caso hacer reparos.
Del tiempo al que se refieren las fuentes de información, al
presente, el automóvil y el aereoplano han modificado el enclaustramiento de
Santa Cruz. Los mulos han sido sustituidos: se viene a Cocha[1]bamba y Sucre en
automóviles y aviones.
Sólo para los artículos de gran peso, volumen y poco precio,
queda la exigencia del F. C. como única solución reclamada a voz en cuello.
En cuanto se refiere a la industria gomera, que como dice
bien el señor Gandía «ya pertenece a la historia», cabe hacer algún distingo;
hubo casos en que el acarreo de braceros para esa industria se prestó a
prácticas o tolerancias censurables y hasta criminosas (puesto que dió mérito a
una campaña de prensa y acción social) y sin duda las memorias marcaron a más
de uno de esos acarreadores de la temporada, con la tizna de «negreros o vende
gente»; pero en la gran mayoría de los casos, las transacciones aquellas no
revistieron la indignidad o inhumanidad que se han inculpado, generalizando,
por los que las combatieron. Lo común era que un «barraquero» (industrial
gomero en el Beni o Noroeste), «habilitaba» a un «enganchador» con cierta suma
de dinero para que viniese a contratar peones al principio y también mujeres
después, para “picar’’ o explotar los árboles de la goma elástica y el caucho.
Gentes acostumbradas a salarios ínfimos por lo casi
irreproductivo de las industrias decadentes de Santa Cruz, a causa de la
competencia extranjera en los mercados del interior, se contrataban más o menos
alucinados con ganancias que casi siempre eran para los explotadores, y esa
emigración que llevó algo más de 80.000 personas a aquellos territorios,
suscitó fuerte resistencia de los industriales crúcenos, que obtuvieron para
neutralizarla la ley de enganches y otras medidas que muchas veces abrieron las
puertas de los «enganches» y echando a la calle a los contratados, arruinaron
al “ enganchador”.
El contrato, salvo las excepciones a que nos hemos referido
antes, era éste: el «enganchador» llevaba el personal a la “barraca” del “habilitador’’,
y cobraba a más de la cuenta reconocida por el peón, una “prima” convenida de
antemano por grupo o por peón. Por lo tanto, desde la licitud más completa—
cuando los peones iban conscientes y estaban conformes con su contrato y con el
“traspaso de su cuenta” sin que se les cargase la prima—> hasta las
injusticias más irritantes, cuando aquellos cargaban la prima a la deuda— hay
muchos grados cuya maldad no siempre supieron reprimir las autoridades que
intervenían en los «ajustes» y «traspasos».
He ahí en toda su verdad, compulsada con conocimiento del
asunto, sin prejuicio ni ánimo de exagerar, lo que ocurrió en aquel tiempo, que
por supuesto estuvo lejos de llegar a lo que fué California, el Klondyke o el
Putumayo. Muchos industriales traían a Santa Cruz a sus trabajadores periódicamente,
y éstos se quedaban o regresaban con ese u otro patrón, convencidos de que la
vida de las Barracas no era, por lo común, tan mala corno la pintaban de lejos.
Rara vez hubo insubordinaciones de los unos o tiranías de los otros; pues la necesidad
de los brazos, hacía que el patrón viese en cada obrero un capital, cuya
conservación le interesaba grandemente.
La mortalidad en un principio grande, era causada por las
terribles endemias, propias de lugar es palúdicos, recién descuajados, o con
climas cálidos y agotantes. Los obreros de buenos hábitos, que pronto pagaban
sus cuentas, se volvían pequeños patrones o “fregueses’’.
El que esto escribe, ha estado diez años en la región gomera
y ha sido abogado, lo mismo de patrones, como de “ fregueses” y “ peones’’, «lo
modo que habla de estas cosas no por “ boca de ganso’’, ni con apasionamientos
ni benevolencias inméritas: Fué antes en Santa Cruz miembro de la “ Defensa
Social”, ha trabajado en la región gomera después, y tiene la satisfacción de
haber ganado honradamente regulares honorarios, y más que eso, de haber
merecido el afecto de los de abajo, y el respeto de los de arriba, como es
notorio.
Murieron también en las cachuelas cientos de patrones y
millares de remeros, como en todas esas industrias peligrosas con que el hombre
ha tenido que enfrentarse a una naturaleza salvaje y terrible, como es la de
las selvas de la Amazonia.
Es luchando así, a brazo partido con la muerte, día a día,
que el cruceño y el beniano retemplaron el carácter, y se aferró esa presunción
de bastarse a sí mismos, que en los buenos tiempos los hizo ir tras de
industrias arriesgadas, alejándolos de la empleo-manía y del estacionarismo.
Así poblaron y sanea[1]ron esa inmensa
región de los cientos de subafluentes del Rey de los Ríos.
Caída esa industria han regresado a Santa Cruz 8 o 10 mil
individuos, muchos de ellos hijos o nietos de los que fueron, para volverse en
buen número, añorando esa vida de agitación y peligro; pero más retributiva que
la tranquila o pasiva del terruño.
Los cruceños no emplearon negros en aquellos trabajos.
Negros sólo hubo en las regiones gomeras del Brasil.
Siendo estos industriales hombres de buen criterio — los
hubo sobresalientes en cultura, como el doctor Antonio Vaca Diez (médico de
cabecera que había sido del Presidente Adolfo Ballivián), o notables por su
afecto a los indígenas, como D. Nicanor Gonzalo Salvatierra, (que tuvo de
maestro de escuela en su barraca al célebre escritor español D. Ciro Bayo),—y
en su mayoría como buenos cruceños, católicos y lastimosos de sus paisanos
pobres y de los indígenas, fué muy común el buen trato recíproco. Siendo el
cruceño tradicionalmente respetuoso de la vida de sus semejantes, honrado, llano
y franco, no ha sabido de “capangas”, ni “cuatreros”, plaga de las regiones
platenses y amazónicas. Es muy común en Santa Cruz que las familias críen como
sus hijos a los de sus fieles servidores y les dén su apellido, hasta en la
clase más humilde de los pobladores.
La estadística criminal en el Oriente es escasísima. Las
Visitas de Cárceles de Santa. Cruz y Trinidad anotan escasísimo número de
encausados, y son muy pocos los crímenes graves. El que esto escribe ha sido
Abogado Defensor de Reos en Riberalta, 10 años, Abogado y Vocal de Corte,11
años en Sta. Cruz, y habla de estas cosas con personal conocimiento. En la
región gomera, los célebres crímenes llamados “los Misterios del Madidi” tuvieron
por protagonistas a empleados extranjeros (Menditte y Mouton), y el autor de la
macabra azotaina que tan patéticamente describe el Dr. Jaime Mendoza, en “Páginas
Bárbaras”, no fué el Admor. cruceño Landívar, de Puerto Rico— cual lo da a
entender con un anagrama— sino un tal Rodríguez, Admor., brasileño, interino de
la Barraca, mientras Landívar viajó por Europa. (Véase “Por la Verdad y el
Honor de un compatriota”, Riberalta. 1920, por P. Molina M.).
No se entienda que quiero sostener la universal bondad de
aquellos industriales, o la sumisión, rara vez servil, de los trabajadores
orientales. Aquello fue una región agreste y una industria de aventura en que,
seguramente, la ambición despertó muchas veces en unos y otros la
intemperancia; pero estuvo lejos de merecer las pinturas que hacen los
dramaturgos y los «paraguayófilos».
La condición siempre independiente de partidos, bandos y
clases, de que el autor de estas anotaciones gozó, le permite hacer serenamente
la relación de estas cosas, y cree — modestia aparte — que pocos habrán estado
en el terreno en condiciones de decir la verdad monda y lironda. Muchas de sus
campañas de prensa o de profesional, se dirigieron, principalmente, contra
abusos de autoridades in[1]comprensivas. Como
Edil y Pdte. Municipal varios años, Secretario «ad honorem» y fundador de la
Cámara de Comercio de Riberalta, Inspector y fundador de escuelas, periódicos y
revistas, folletos etc., cree estar en condiciones de comprobar con abundante
documentación, todas y cada una de sus afirmaciones.
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Es muy cierto lo que asienta el Sr. Gandía sobre el enorme
porvenir económico, que por sus productos naturales se promete a Sta. Cruz, el
día que la vialidad dé válvulas económicas para su comercio, sin que de allí se
deduzca la necesidad de su independencia; pues a más de las razones más pode
rosas que después apuntaremos, sus mejores mercados no lo serían ninguno de los
países vecinos, y menos el Paraguay, pueblo pobre y atrasado, cuyas
producciones son similares a las de Santa Cruz.
El cruceño, que es uno de los pueblos más libres de Sur
América y el más alfabetizado de Bolivia — como el señor Gandía lo anota en el siguiente
capítulo — no necesita sino de caminos e inmigración, capitales y ciencias
prácticas, para hacer de su tierra el granero y el productor de artículos de
gran consumo en la mitad de la América del Sur. Regiones mucho menos
favorecidas por la naturaleza, han obtenido por ventajas análogas, o por ser
costeñas, su progreso industrial con poco esfuerzo o sólo con el esfuerzo de
extraños, por supuesto con un mérito del que no pueden hacer alarde.
El Oriente Boliviano es hasta ahora una región de reservas
para gentes mejor preparadas económica y científicamente, que las que viven en
ella o administran sus recursos con incomprensión de su valor y potencia
productora. Esto es verdad, aunque nos pese; pero el Paraguay no es, ni con
mucho, el llamado a remediarlo.
Esa pretensión risible, nos haría gritarle: Médice, cura te
ipsum: porque no obstante alguna industrialización de nuestro Chaco — al que
por eso se lo ha hecho cuestión de vida o muerte— y el incentivo del petróleo,
no lo han sacado de la situación que denuncia el bajísimo precio de su moneda,
y la dependencia absoluta de capitalistas extranjeros, que hace de ese país un
espectro de República. ¿Y así va a ser el redentor de Santa Cruz.?
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