(El Imparcial, 18 de octubre de 1934)
De trinchera a trinchera. Una pacífica conversación con los
pilas – cansancio con la guerra – Picuiba.
En algunos sectores del frente de batalla nuestras
posiciones están a tan corta distancia de las del enemigo que se escucha hasta
los menores movimientos. Se oyen las recomendaciones que hacen a sus soldados
para el mejor servicio de vigilancia así como las halagadoras esperanzas que
tienen del final de la guerra. Nuestros combatientes responden con el temerario
tabletear de las ametralladoras.
En noches pasadas, en que la luna bañaba de blanca luz los
montes seculares, tranquilas, serenas y apacibles, nos aproximamos más aún a
los pilas y les propusimos sostener una breve conversación.
Una baleadura endemoniada nos contestó.
—Humm… ojojó, hoo” —nos respondían y otras expresiones
guturales, propias de las tribus guaraníes.
—No sean tontos, pilitas. Esas voces que solo ustedes las
entienden, guárdenlas. Conversemos en castellano. Llamen a uno de sus oficiales
que nos entiendan y les entendamos.
Todo nuestor esfuerzo fue inútil. Nada conseguimos.
A la noche siguiente repetimos el intento de CONVERSAR
AMIGABLEMENTE con los pilas que estaban a una distancia no mayor de 30 metros.
Entre el fuego intenso de los paraguayos que no se miden en gastar munición,
oímos una voz que en guaraní daba órdenes a todo lo que sus pulmones lo
permitían. Cesó el fuego enemigo. Apenas si se escuchaba uno que otro disparo
de fusilería. Entonces habló un pila, que indudablemente era un oficial y dijo:
—Bolivianitos, aquí estamos para conversar con ustedes, como
buenos camaradas.
Magnífico nos dijimos. No perdamos al único de la tribu que
más o menos chapurreaba castellano.
—¿Qué noticias saben?
—Muchas —contestó nuestro improvisado apeaker—.En Picuiba se
desangra horriblemente el ejército paraguayo al que Estigarribia lo ha metido a
la trampa boliviana.
—Ja, ja, ja.
—Sus espías no les han dicho a ustedes que allí no hay agua,
que los pozos petrolíferos aún estaban muy lejos y su comando no previó que
podíamos agarrarlos de la cola. Hasta el momento hemos tomado 45 camiones, 10
piezas de artillería pesada, 14 morteros, cerca de 100 ametralladoras pesadas y
300 livianas, gran cantidad de material sanitario, de zapa de comunicaciones,
etc. El número de prisioneros es crecido. Los fusiles con el escudo de
cualquier otra nación, menos la suya que hemos capturado en Picuiba, los
contamos por miles.
—¿Sabian los nombres de los oficiales capturados? —nos interrogan
sonrientes.
—Claro que lo sabemos de algunos.
En el silencio de la selva, sin que se mueva una hoja de los
árboles, leemos una lista de 14 oficiales pilas caídos en nuestro poder en
estas últimas acciones.
—¿Lo dicen con seguridad y sinceramente, bolivianitos?
—responden ya con vos insinuativa y femenina.
—Absolutamente. En nada exageramos. Más bien creemos que
hasta este momento los acontecimientos soy mayores.
—Entonces —dice el oficial paraguayo—, querrá decir que la
guerra tiende a su final. Mejor. Nosotros a decir verdad estamos no muy bien.
Hay sed y cansancio.
—Mal diga usted.
—Tal vez —nos contestan— en cambio sabemos que hoy Bolivia
tiene a su ejército más fuerte que nunca. Vemos que su potencialidad de fuego
es asombrosa. Descansaremos ya. Que concluya la guerra.
En nuestra posición un indiciecito toca su charango hecho en
la línea de la caparazón de un inofensivo “quirquincho”. El pila ha oído esa
música y hastiado con la vida que ellos llevan en la trinchera, nos propone:
—Nosotros también les haremos oir música. Tenemos una
guitarra con cuatro cuerdas, solamente pero que da sus notas, ahí va una
“polca”.
Después, todos nosotros cantamos una “cueca” que nos trae a
cada uno, una añoranza del pago querido.
—¡Viva Bolivia!
Las ametralladoras, tras de nuestra voz también parecen
vivar a la patria, al propio tiempo que mandan su mensaje al frente enemigo.Y
en nuestros pechos se lanza majestuosamente la imagen de la patria grande y
heroica. La victoria se acerca trayéndonos las mejores ofrendas de amor y de
grandeza.
¡Que suene el charango y vomiten las ametrallas!
Puesto de combate, Septiembre de 1934
MERIBEL
(De la Prensa de Sucre)
La conversación que cita a Picuiba, se refiere a la
contraofensiva lanzada por el Destacamento Toro, desde los primeros días de
septiembre de 1934, por la dirección general Carandayti - Algodonal - La Rosa -
Villazón - Irindague - El Cruce - Picuiba y culminó el 20 de noviembre. En su
repliegue, el Segundo Cuerpo de Ejército enemigo sufrió unas 1.500 bajas. Las tropas
bolivianas recolectaron 800 fusiles, armas de apoyo, gran cantidad de munición
y medio centenar de camiones cargados con diversos elementos logísticos.
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