Foto: Monje (a la
izquierda) en entrevista con el Che // Por: Guimer Zambrana Salas / Extracto de su blog: elmancebao.blogspot.com
“Inexperto seso-hueco de estrechas miras chovinistas”. Fidel Castro fue muy
duro, pero se quedó corto. El resto de los adjetivos vociferados dejó más
pequeño al diccionario “Larousse ilustrado”: traidor, cerdo, politiquero
corrompido, desleal, cobarde… Y llegaron desde la izquierda hasta la derecha,
desde Bolivia hasta los rincones más alejados del planeta. Pero tenían un solo
blanco: el “Negro” Monje. El mito del Che Guevara acababa de nacer y –¡vaya
dialéctica!- también su anti-héroe.
En 1964 terminaron 12 años de luna de miel movimientista. A René Barrientos
Ortuño le quedó pequeña la silla vicepresidencial y no encontró mejor salida
que ocupar la presidencial, sin importar que en ella se sentaba Víctor Paz
Estensoro. Las botas volvían a pisar fuerte en Plaza Murillo. La actividad
política -legal y clandestina- era febril en el país.
En el mundo no lo era menos. La guerra fría entre Estados Unidos y la Unión
Soviética se calentaba cada vez más. En 1959, la “Revolución de los barbudos”
irrumpe en las mismas narices del imperio estadounidense: Fidel Castro desplaza
al dictador Batista y declara socialista a Cuba. La joven revolución cubana tenía
el esperma urgente y pretendía engendrar a América Latina toda. La soviética,
en cambio, había comenzado su etapa menopáusica, estaba por ponerse su condón
diplomático.
Fidel y el Che habían comenzado a preparar la exportación de su exitosa
aventura en Sierra Maestra. El guerrillero boliviano Inti Peredo, en su libro
póstumo “Mi campaña junto al Che”, afirma que el comandante cubano veía con
optimismo al Partido Comunista Boliviano (PCB) porque, a diferencia de los
otros partidos comunistas del continente, era una organización con bastante
sangre joven.
Y el irupaneño Mario Monje Molina era el Primer Secretario de aquella
organización política. Es decir, el contacto imprescindible para dirigir el
curso de la historia rumbo a la utopía socialista. Monje se alababa, donde y
cuando podía, de su relación directa con los dos líderes cubanos. Carlos Soria
Galvarro -el más importante investigador boliviano sobre la incursión
guerrillera- recuerda que no era extraño escucharle decir: “Fidel me ha dicho:
‘oye, tú, Negro’”. Entonces, no imaginaba que, años más tarde, echarían sobre
sus espaldas todo el peso del cadáver de la aventura del Che en Bolivia.
¿Conocía o no conocía?
Los documentos y testimonios de la época coinciden en que Mario Monje se reunió
con Fidel Castro para hablar de “operaciones” que se realizarían en Bolivia. Lo
que se discute es si el líder cubano le anticipó, en esos encuentros, su
intención de instalar un foco guerrillero en el país.
Los dos coincidieron en que la lucha armada era la vía para tomar el poder por
asalto. Se comenzó a aceitear los fusiles: grupos de jóvenes militantes
bolivianos –entre ellos el propio Monje- viajaron a Cuba para recibir
entrenamiento. Sin embargo, aún se discute sobre el tipo de acción bélica que
acordaron.
Mario Monje –en un reportaje televisivo realizado por el italiano Roberto
Savio- asegura que él manifestó su abierta discrepancia con la acción
guerrilera. “Le manifesté (a Fidel) que no me inclinaba por el problema
guerrillero y más bien sí me inclinaba por la insurrección o el levantamiento
popular en este país”.
Las “operaciones” de las que habló con el presidente de Cuba no tenían –según
dijo en una carta posterior a la publicación del Diario de Che- nada que ver
con el foco guerrillero. “Pedía mi ayuda para garantizar el paso por Bolivia de
un compañero que conocíamos los dos y de quien nadie podía poner en duda sus
condiciones de revolucionario ni negarle el derecho de retornar a su país”.
¿Hace falta decir que se trataba del Che?
El dirigente boliviano asignó cuatro hombres para la operación. Años antes,
había hecho lo propio para ayudar a comandos guerrilleros argentinos y
peruanos, que fracasaron en su intento por subir el interruptor del foco
guerrillero en sus países.
Estaba informado
Luego de burlar el cerco militar que terminó con la guerrilla, Inti Peredo
“disparó” contra el líder comunista boliviano: “Monje estaba informado de la
preparación del foco (guerrillero), y nueve meses antes del primer combate, en
julio de 1966, ya estaba en contacto directo en La Paz con Ricardo y Pombo”.
No es el único que lo sostiene. René Olivares García –que fue parte del grupo
boliviano que entrenó en Cuba, encabezado por Monje- afirma que fue él mismo
quien les informó de las intenciones de los cubanos de comenzar en Bolivia la
acción guerrillera: “Además, toda nuestra preparación era guerrillera, siempre
fue en el monte”.
Peredo –en su libro póstumo “Mi campaña junto al Che”, sobre el que pesan
algunos cuestionamientos- asegura que él nunca confió en la palabra del
dirigente de su partido. “Mi desconfianza en la dirección del PCB se había
ahondado por otra serie de conversaciones que había sostenido con él. Sin
vacilaciones saltaba de un extremo a otro”.
No estaba informado
En su famoso diario, el Che no dice específicamente si Monje había sido
informado o no sobre el plan cubano. Sólo hay algunas frases sueltas: “Falta
averiguar la reacción de Monje”, afirma en su Análisis de mes, de noviembre de
1966. “Le pedí que no informara al partido hasta la llegada de Monje”, escribe
en la primera página del texto. Mientras que en varios momentos expresa sus
dudas sobre si éste se sumaría o no a su aventura.
Loyola Guzmán –del aparato de apoyo urbano a la guerrilla- escribió en la
cárcel unos apuntes para uso interno que pueden ayudar a develar el misterio:
“Cuando le comuniqué (al Che) lo dicho por Monje en varias oportunidades ‘que
había sido engañado’, el camarada Ramón (ese era uno de los nombres de guerra
de Guevara) respondió ‘en cierta manera, sí lo hemos engañado’”.
El Diario del Pombo –el comandante cubano que sobrevivió al cerco militar en el
que murió el Che- da varios elementos: “Papi discute con Estanislao (el nombre
de guerra de Mario Monje) la nueva situación creada de acuerdo con las
orientaciones de La Isla. Se acordó ir de inmediato pues a la lucha armada,
manteniéndose vigente el Plan del levantamiento general, pero a la vez
organizar las guerrillas”. El apunte es del 28 de julio de 1966, en La Paz.
Pombo es parte del grupo de avanzada que preparaba el escenario para la llegada
de Guevara.
Al día siguiente, Pombo comunica al hombre de contacto con los combatientes
peruanos –que se preparaban para recibir al Che en su país- “la decisión de
nuestro gobierno de comenzar la lucha 1º en Bolivia y posteriormente en Perú,
se le explica la cuestión de existir por el momento mejores condiciones en
Bolivia”.
Sin embargo, el testimonio del guerrillero cubano muestra también los vaivenes
de Monje respecto de la instalación del foco. Según Pombo, al enterarse del
cambio de planes de la Isla, el dirigente comunista boliviano ofreció 20
hombres, en lugar de los cuatro comprometidos para la “operación” inicial. “En
la noche visitamos a Estanislao (Monje) en su casa, allí Mbili le plantea la
necesidad de que le diera algún personal adicional a los 20 que el había
comprometido. Preguntó que cuáles 20 que no se acordaba de ese compromiso”.
El encuentro/desencuentro
1966 gastaba sus últimas horas. El esperado encuentro entre el Che y Monje se
produjo aquel 31 de diciembre. Según Monje, el comandante guerrillero lo
recibió asumiendo la total responsabilidad por el cambio de planes: “En
realidad te hemos engañado”. Guevara ni menciona aquello: “Llegó el Médico con
la noticia de que Monje estaba allí. Fui con Inti, Tuma, Urbano y Arturo. La
recepción fue cordial, pero tirante; flotaba en el ambiente la pregunta: ¿a qué
vienes?”
Ambos coinciden en que ninguno quiso ceder en el punto clave: quién tendría la
voz de mando. Monje quería estar a cargo del mando político y militar, y si
estaba a cargo sólo del mando político, éste debería estar por encima del
militar. Guevara era tajante: “No podía aceptarlo de ninguna manera”.
El líder político boliviano creía que su certificado de nacimiento le daba ese
derecho: “La revolución boliviana debería ser dirigida por los propios
bolivianos”. Fidel definió la mirada del Che: “Y en este punto no estaba
dispuesto a transigir, ni a entregarle a un inexperto seso-hueco de estrechas
miras chovinistas el mando de un núcleo guerrillero destinado a desenvolver en
su ulterior desarrollo una lucha de amplia dimensión en América del Sur”.
Dos caras, no Judas
Traidor. Ese debe ser el insultó que más escuchó el irupaneño Mario Monje
Molina. El estudioso Carlos Soria Galvarro considera que “sería traición si
Monje lo hubiera hecho venir aquí al Che y lo abandonaba”. En su criterio, se
trata más bien de un “dos caras altoperuano”.
El ex militante comunista Ramiro Otero reclama otros parámetros para juzgar la
actuación de los dirigentes del PCB. Plantea juzgarlos de acuerdo a los
objetivos políticos e históricos, antes que por el hecho de si Monje se
encontró con Fidel y habló de la instalación del foco guerrillero en Bolivia.
“Lo que Monje no sabía, señores, es que en esa entrevista del 31 de diciembre
de 1966 estaba contribuyendo, con una llave, a ponerle cerrojo, por mucho
tiempo, a la revolución en América Latina. Porque la derrota del Che, sin duda
y desgraciadamente, significa la derrota de todos nosotros”, sentenció durante
una conferencia de homenaje a los 20 años de la caída del Che.
En su defensa, Monje siempre argumentó que jamás estuvo de acuerdo con el foco
guerrillero sino con el levantamiento popular. Pero olvidó sus profundas
convicciones cuando le planteó al Che dirigir la aventura guerrillera que
comenzaba en Ñancahuazu. ¿La guerrilla era buena si él la dirigía?
¿Qué pasaba si el PCB daba todo su apoyo? ¿El Che hubiera tenido éxito? “Es
bien difícil decir esto”, responde Soria Galvarro. Se considera que la
guerrilla hubiera estado menos aislada, gracias al apoyo urbano del aparato
partidario. Un número mayor de combatientes se habría sumado, mejorando la
fuerza y posibilidades de romper el cerco militar inicial.
Pero el brote guerrillero fue descubierto demasiado pronto. No habían pasado
cuatro meses desde la llegada del Che cuando las fuerzas del orden comenzaron a
husmear las posiciones subversivas. El 7 de octubre de 1967 escribió por última
vez su diario y fue detenido al día siguiente. El 9 de octubre asesinaron al
hombre y nació el mito que pervive hasta nuestros días. Ese mismo día también
comenzó el calvario de su anti-héroe: Mario Monje Molina. Con estilo profético,
el propio Che lo describió tras el fracaso de su entrevista con el comunista
irupaneño: “Se fue con la apariencia de quien se dirige al patíbulo…”.
FUENTES:
SORIA GALVARRO, Carlos. “El Che en Bolivia. Documentos y Testimonios” Tomos 1,
2 y 4. Editorial La Razón (La Paz – 2005)
SAVIO, Roberto. “Che”. Video – Productora Arco Iris.
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