Despedida en la estación central de La Paz, jóvenes
bolivianos que parten al Chaco, 1932.
Por: Isabel Velasco / La Paz, Bolivia Octubre de 2010. /
Parte de su artículo dedicado a las mujeres y publicado en su Blog.
Todos querían ir a la guerra, la ansiedad en los jóvenes era
incontrolable, los deseos de servir a la patria tan vehemente e indisoluble,
ante este hecho las madres sumidas en el dolor más silencioso y disimulado no
podían hacer otra cosa que resignarse pues era BOLIVIA que necesitaba de sus
hijos.
Con mayor razón si estos jóvenes participaban de cualquier
demostración callejera en contra de la nación que nos había agredido. En esos
momentos no se sintió decadencia, solo el deseo abrasador de marchar al frente.
Todos deseaban ser los primeros y era tan grande el
entusiasmo de esos muchacho, que hubo muchos que no habían cumplido la edad
militar, no obstante se presentaron para ofrendar su vida y sacrificio a la
patria. De ahí tantos muchachos menores, casi niños, a quienes no los pudieron
rechazar y que combatieron en el Chaco.
Cuantas madres, con el corazón hecho pedazos, demostrando un
valor espartano, entregaron sus hijos, hubo algunas que despidieron hacia el
frente cinco hijos, quien sabe más, nadie podía eludir esa obligación sagrada,
todos estaban conminados a cumplir con su deber.
Después de haberse presentado en los cuarteles, los jóvenes
salían de allí bien uniformados, con lo que la gente de esa época llego a
llamar “la mortaja”, o sea el uniforme militar. Así llegaban a sus casas
orgullosos y contentos, sin presentir el dolor contenido de sus madres y
hermanas, las que disimulando las lágrimas tenían que arreglar los uniformes
que no siempre eran bien confeccionados. Una vez que se habían entallado las
chaquetas, subido las bastillas y recosido los botones, esos noveles soldados
lucían bien “pijes “con sus “mortajas” a la medida.
Días antes de la partida al frente, comenzaban las
despedidas e invitaciones que se ofrecían. No faltaba la nota social en la
prensa que anunciaba los ágapes en honor a los conscriptos que se iban a la
guerra, deseándoles mucha suerte y un regreso victorioso.
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