En las elecciones generales de 1930, resultó elegido
Presidente de la República don Daniel Salamanca, de 63 años. Desde 30 años
antes, su principal actividad era la política como diputado o senador. Fue en
el Parlamento que su enteca figura creció hasta alcanzar relieve nacional como
orador de palabra ceñida, elegante y académica. En las tres décadas como
parlamentario, fustigó y criticó a los gobiernos de turno por sus errores
políticos, el despilfarro de los fondos públicos, la desmoralización
administrativa. Los criticó también por no prestar la debida atención al
problema de delimitación de fronteras con el Paraguay o que la prestasen con
insuficiente energía. Dijo en público en cierta ocasión:
"Así como los hombres que han pecado deben someterse a
una prueba de fuego para salvar sus almas en la vida eterna, así los países
como el nuestro, que han cometido errores de política interna y externa, deben
someterse a otra prueba de fuego, que en nuestro caso no puede ser sino un
conflicto con el Paraguay".
Pero su belicismo se apaciguó cuando asumió el mando de la
república y se dió cuenta de que la aguda crisis económica que la aquejaba
hacía imposible asumir actitudes de fuerza frente al vecino del sudeste para
obligarlo a aceptar un tratado de límites. El diario paceño "La
Razón" comentó:
"El erario nacional se debate en la más espantosa
miseria, con fuertes deudas dentro y fuera de a república, con las fuentes de
ingresos en constante disminución… El gobierno ha emprendido una política de la
más estricta economía, al extremo de que Salamanca gasta de su dinero
particular en banquetes oficiales y los ministros no tienen chófer ni gasolina
para sus autos".
La Guerra del Chaco de: Roberto Querezaju Calvo.
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