Por: Omar J. Garay Casal / El País, 21 de Junio de 2015.
En el marco de una amplia bibliografía, referida a la participación de la mujer
boliviana en la Campaña del Chaco del siglo pasado, es importante resaltar el
aporte efectuado por una dama en particular, la que sin desenvolverse
directamente en algún frente de batalla, desempeñó funciones relacionadas con
la contienda bélica que nos enfrentó al Paraguay entre 1932 y 1935.
Se trata de doña Luisa Lía Morales Ponce de León, más conocida como La Ñata
Morales, cochabambina de nacimiento y consanguíneamente ligada a conocidas
familias tarijeñas, quién fue una de las primeras mujeres bolivianas en haber
realizado estudios en la Academia Nacional de Policías en Lima, Perú; desde
donde regresó para ponerse al servicio de su patria, una vez iniciada la
contienda del Chaco.
Fue designada inicialmente como Auxiliar del Servicio Reservado del Estado
Mayor Auxiliar, a cargo de la Sección Segunda, con asiento en la ciudad de La
Paz Bolivia, a partir de 1933, algo así como el equivalente a Agente Secreto al
Servicio del Ejército de Bolivia. Una actividad reservada casi siempre, al
personal masculino de las Fuerzas Armadas Bolivianas.
En tal condición, luego fue enviada a cumplir servicios en Villazón-Bolivia
frontera con La Quiaca Argentina, donde se ocupó del control de pasaportes
internacionales y su incautación en caso de irregularidades migratorias,
control y registro de mujeres que cruzaban el límite fronterizo, revisión e
incautación de cartas o correspondencia privada llevadas por particulares sin
el sello de censura, registro del personal femenino procedente de Tarija a las
que se acusaba de llevar y traer correspondencia de supuestos desertores de la
guerra del Chaco, que habrían encontrado refugio en el vecino país; además del
trabajo de inteligencia que incluía denuncias ante el Estado Mayor con asiento
en la ciudad de La Paz, de cualquier persona considerada como probable espía
paraguayo o pertenecer a grupos de inteligencia infiltrados por nuestros
enemigos, inclusive de argentinos sospechados de cooperar con el Paraguay en su
enfrentamiento con Bolivia.
Tareas que complementaba los fines de semana en la localidad de Tupiza, hasta
donde se constituía a objeto de realizar controles migratorios de los pasajeros
en el tren internacional que recorría Villazón-La Paz y viceversa, incluyendo
el cacheo personal y, la apertura y revisión de los equipajes de viaje como
maletas y bolsos, si creía necesario o por sospecha.
Mientras efectuaba el control fronterizo entre la Argentina y Bolivia, físicamente,
según se tiene de la descripción efectuada por algunos medios de prensa de la
época, destacaba por “tener un distinguido y buen porte, algo severo, llevaba
uniforme militar envuelta en un capote corriente, poco afecta al uso de botas y
chocolateras, anteojos de vidrios amarillos y se caracterizaba por beber
cerveza y fumar cigarrillos sucrenses”, algo poco común para la época.
Alternaba su actividad profesional con una vida privada muy activa,
participando de todos los actos sociales desarrollados en la frontera. Por lo
que era frecuente encontrarla ataviada con sus mejores galas en fiestas de
cumpleaños, primeras comuniones o confirmaciones de niños en las que oficiaba
de madrina de los mismos. Participaba en prestes, fiestas o recepciones sociales
organizadas por particulares o autoridades civiles o militares, desfiles
cívicos con motivos de efemérides locales o departamentales y en cualquier otra
reunión social que aglomeraba personas, las que consideraba el lugar ideal para
obtener información que pudiera resultarle útil.
Todas las personas tenían algo que comunicar y con todas ellas entablaba
conversación, granjeándose inicialmente su confianza, para luego sonsacarles
información, en momentos que muchos extranjeros ingresaban o salían del territorio
nacional fundamentalmente paraguayos, argentinos e inclusive comerciantes de
origen árabe que pululaban en las fronteras.
Tampoco dejó pasar por alto actividades poco éticas y reprochables, en el que
estaban inmiscuidos algunos militares nacionales de alta graduación, quienes
aprovechando los cargos que detentaban, estaban más ocupados en la obtención de
artículos suntuosos destinados al comercio o para el uso de sus esposas antes
que en la propia guerra. Cajas de polvo Le Sansy, medias y cortes de seda eran
los artículos que ingresaban por contrabando desde la Argentina, con el aval de
las autoridades de frontera o por recomendación de la alta jerarquía castrense
con asiento en la ciudad de La Paz.
Igual rigurosidad observaba en el control de algunos connacionales, en especial
sobre aquellos que realizaban campañas de desprestigio en contra del ejército
movilizado. Tal el caso del ciudadano Pablo Cardona, comerciante de coca, quién
tenía proyectado hacer editar un libro titulado “La Orgía”, que trataba de
asuntos referentes a la actitud y proceder de los oficiales bolivianos en la
Guerra del Chaco. Hecho que denunció a la superioridad mediante nota dirigida
al Jefe de la Sección II-A del Estado Mayor Auxiliar de la ciudad de La Paz en
1935, a tiempo de informar sobre la existencia de fotografías que mostraban
oficiales de nuestro ejército, en las empalizadas de las trincheras, con
mujeres chulupis (chiriguano-guaraníes) totalmente desnudas.
Ahora bien, su accionar, no pasó desapercibido, mereció el reconocimiento
público, al punto que en el país fue objeto de un reportaje por el Diario La
Patria de Oruro, en su sección Episodios de la Campaña del Chaco, en su edición
del 17 de marzo de 1934, donde se destacan su personalidad, valentía y
dedicación en el ejercicio de su función, así como otras cuestiones referidas a
su individualidad.
Igualmente Bajo el título “Una bella cochabambina en la Policía Militar” el Sub
Director de La Semana Gráfica de la ciudad de La Paz, publicó un reportaje
efectuado a Luisa Lía Morales Ponce de León el 18 enero de 1934.
En el plano internacional, La Revista “Terra Brasileira” publicó en Rio de
Janeiro sus impresiones a cerca de la mujer boliviana en la Guerra del Chaco y
la colaboración de Luisa Lía Morales por la causa de su país, a través de la
corresponsal de prensa Angela Palacios Gálvez de Patric.
Reportajes que dicho sea de paso, no fueron del agrado de la superioridad,
quienes procedieron inmediatamente a llamarle la atención mediante memorándum
suscrito por el Jefe de la Sección II-A con asiento en la ciudad de La Paz y, a
través del cual, se le recomendaba guardar máxima reserva con respecto a las
actividades que desempeñaba.
Históricamente, son pocas las mujeres en el mundo, que cumplieron labores tan
delicadas en tiempos de guerra. El caso más llamativo es el de la holandesa
Margaretha Gertruida Zelle conocida como “Mata Hari”, a quién el Servicio de
Espionaje Francés durante la Primera Guerra Mundial acusó como doble agente
para Alemania y Francia y de haber ocasionado indirectamente la muerte de miles
de soldados. Lo que finalmente le valió ser condenada a muerte mediante
fusilamiento el 15 de octubre de 1917, a los 41 años de edad en París,
Francia.
Otro ejemplo lo constituye la enfermera de origen paraguayo María Victoria
Candia, quien llegó a los atrincheramientos más avanzados en su sector,
alcanzando notoriedad internacional, precisamente en la contienda que tuvo como
protagonistas a Bolivia y el Paraguay.
Del lado boliviano es digno mencionar el aporte de la cruceña Rosita Aponte
Moreno, quién oficialmente formó parte del Servicio Secreto Boliviano en la
misma época que Luisa Lía Morales, habiendo participado en la frontera
Argentino Boliviana en una operación que llevó su nombre: “Operación Rosita”, que
permitió descubrir en 1935 una red de espías que operaban en territorio
boliviano, en la que cayeron argentinos, paraguayos, chilenos y hasta
bolivianos. El caso más sonado fue el del Capitán Freitas de origen paraguayo,
quien camuflado como vendedor de corbatas en la plaza San Francisco de La Paz,
enviaba informes a su país, respecto a la movilización de tropas hacia el Chaco
y la llegada de armamento para el ejército boliviano, siendo a consecuencia de
dicho operativo fusilado posteriormente.
Por ello Luisa Lía Morales Ponce de León, no puede pasar inadvertida ni
permanecer oculta en la memoria histórica de nuestro pueblo, como no podemos
olvidar el enorme aporte del resto del colectivo femenino nacional constituido
unas veces por hermanas, esposas, novias o enamoradas obligadas a desprenderse
del ser querido ante el llamado para la defensa de la patria; otras conformando
una red solidaria en apoyo a las tropas que tomaban rumbo hacia la contienda
del Chaco como madrinas de guerra individuales de soldados y reservistas
movilizados en defensa del territorio o, en su condición de enfermeras que
prestaron auxilios a los heridos en el campo de batalla.
Fuentes: Revista Semana Gráfica. Edición 18 de enero de 1934. La Paz-Bolivia.
Periódico “La Patria” Edición 17 de marzo 1934. Oruro- Bolivia. Documentos y
correspondencia de la época. Informe: El Servicio Secreto Boliviano (Espías en
la Guerra del Chaco). Jorge Quispe Condori. La Razón 29-VII.2013.
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