Por: Rubén Vargas - periodista / Publicado en el periódico La Razón el 17 de
junio de 2012
El Diario histórico de todos los sucesos ocurridos en las provincias de
Sicasica y Ayopaya durante la Guerra de la Independencia Americana, desde el
año 1814 hasta el año 1825, escrito por un Comandante del Partido de Mohosa,
José Santos Vargas, es un documento único en su género. Es una relación
histórica escrita por un partícipe y testigo directo de las luchas
independentistas en nuestro territorio y abarca un considerable lapso de
tiempo: 11 años.
A esa singularidad se suma otra no menos importante. Cuando José Santos Vargas,
nacido en Oruro en 1796, decidió enrolarse en las guerrillas patriotas que
actuaban en las provincias de Sicasica y Ayopaya, lo hizo con la convicción de
luchar por una causa justa pero también con el propósito deliberado de escribir
sobre esa experiencia. “Ansioso estaba yo de ser patriota —escribió él mismo—,
mucho más con la intención de saber y apuntar lo que sucediese. Ello es que me
entropé por ser más testigo ocular de los hechos…”
Y eso es lo que hizo por más de una década: “saber y apuntar” los avatares de
una prolongada lucha por la independencia de la Patria. Las páginas de ese
Diario son un venero inagotable de información sobre las características de la
lucha guerrillera, sobre las tácticas militares, sobre la geografía donde se
libró el conflicto, sobre sus actores —incluyendo los indígenas que después la
historia oficial borró de la memoria— y también sobre las luchas intestinas en
el bando de los patriotas.
José Santos Vargas estaba convencido de la importancia que tenía para la
memoria y el futuro el registro de los sucesos de la guerra. En esa medida se
lo puede considerar un verdadero historiador. Ese convencimiento lo llevó, una
vez terminada la guerra y proclamada la Independencia de Bolivia, a intentar en
repetidas ocasiones publicar su Diario.
La última fue en 1853 —28 años de concluida la guerra— cuando hizo llegar el
manuscrito al presidente Belzu con una dedicatoria y con la solicitud de que,
finalmente, el fruto de sus afanes de patriota y escritor viese la luz. Ello no
ocurrió. “He hecho pasar yo este tiempo largo, que cuanto ha pensé sacar a luz
esta pequeña obrita, y al mismo tiempo que yo aspiraba se me presentaba muchos
inconvenientes para no hacerlo ni ver cumplidos mis intentos”. Aunque no se
sabe la fecha exacta, tiempo después José Santos Vargas murió en Pocuso, anexo
de Mohosa, donde se había retirado a cultivar la tierra convertido en miembro
de una comunidad indígena.
El Diario de José Santos Vargas sólo vería la luz un siglo después, cuando el
manuscrito fue descubierto y publicado por Gunnar Mendoza, entonces director
del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.
Poco se sabe de la vida de José Santos Vargas antes y después de su vida de
guerrillero, la que sí está registrada en su Diario. Perdió a sus padres en
Oruro cuando era un niño. Fue criado por una tía abuela que también murió
dejándolo al cuidado de un tiránico tutor. Asistió unos años a la escuela donde
aprendió a escribir. En 1811 —la lucha por la independencia ya había comenzado—
los revolucionarios levantados en Cochabamba tomaron Oruro. Esa caótica
situación le proporcionó la oportunidad para huir de su casa y de su tutor.
Durante tres años vagó por la región de Cochabamba. Era un huérfano sin
destino.
Hasta que un día, en un pueblo en los valles cercanos a la villa de Mohosa, por
azar, se reencontró con su hermano Andrés. Éste era el párroco del pueblo de
Cavari, pero antes había sido capellán de un bando guerrillero y durante el
tiempo que permaneció levantado en armas contra la Corona española había
escrito un Diario.
Ése fue el momento decisivo en la vida de José Santos Vargas. Quiso ser como su
hermano. En 1814 tomó una doble decisión: tomar las armas por la causa de la
Patria y escribir un Diario de esos afanes.
José Santos Vargas se enroló como Tambor bajo las órdenes del comandante
Eusebio Lira. Siendo Tambor podía permanecer cerca del líder guerrillero y de
esta manera conocer de cerca sus decisiones, lo que convenía a su propósito de
registrar “todos los sucesos de la guerra”. Era un puesto riesgoso —transmitía
las órdenes del Comandante a la tropa— pero así el historiador en ciernes podía
estar cara a cara con los acontecimientos. En 1817, Lira fue asesinado, pero
Vargas permaneció en la guerrilla recibiendo sucesivos ascensos hasta
convertirse en Comandante.
Desde el fin de la guerra hasta por lo menos 1853, Vargas siguió trabajando en
su Diario, corrigiéndolo y complementando la información, lo que prueba una vez
más su vocación de escritor. De su Diario han sobrevivido dos copias. Una,
incompleta, que fue la que descubrió, estudió y publicó Gunnar Mendoza en 1952.
Diez años después, el mismo Mendoza, gracias a la información de un anticuario
de la ciudad de Sucre, dio con la segunda copia, esta vez completa. Gestionó su
adquisición —era propiedad de la familia del escritor Adolfo Costa Du Rels—
para el Archivo Nacional. En 1982 anotó y publicó esta versión en México.
La historiadora francesa Marie-Danielle Demélas en su libro Nacimiento de la
guerra de guerrilla (2007) estudió profundamente el Diario de Vargas. También
anotó una nueva edición del documento publicada por el Archivo Nacional de
Bolivia.
En la imagen: Palca. Valles paceños a inicios del siglo XIX en un grabado de
D’Orbigny.
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