En la legislatura de abril de 1932, después de animados y
apasionados debates, se aprobó la Ley del Divorcio Absoluto inspirada en la ley
uruguaya de 1908.
Pocos días antes de que se apruebe el respectivo proyecto en
el Senado donde pasó en revisión de la Cámara de Diputados, una señora que
hacía varios años vivía separada de su marido, fue al palacio de gobierno.
Obtenida la audiencia correspondiente, entrevistó al presidente de la república
Dr. Daniel Salamanca a quien contó aquella afligida señora, todas sus penurias
y miserias conyugales, poniendo a su consorte en situación nada tranquilizante.
Terminó por solicitar al primer magistrado, que no promulgue
esa ley “inmoral y disgregadora de hogares”, es decir, que Salamanca haga uso
del derecho de veto que le acuerda la Constitución Política del Estado,
teniendo en cuenta, además, que era contraria a los sentimientos católico
religiosos de una considerable mayoría del pueblo boliviano.
El presidente que había escuchado pacientemente la queja de
esa señora, le respondió avivando sus ojos brillantes e inquisidores: “señora,
he escuchado a usted con atención todo cuando me ha informado acerca de la
conducta de su esposo. Hoy mismo haré llamar a éste para saber también qué me
dice de usted, pero, entre tanto, no olvide lo que yo aprendí en mis lecturas,
este pensamiento de Coelho Netto: “en el matrimonio, el hombre es la mano
derecha y la mujer la mano izquierda, la mano que sale del corazón”.
La voluminosa señora desconcertada al oír la no esperada
respuesta del presidente salió por el foro. La ley sancionada por el Congreso y
remitida al Poder Ejecutivo, éste la promulgó antes de las 24 horas. Así pudo
Salamanca, librarse de los estorbos que podían ponerle elementos sectarios que
cuestionaban y que habían agitado el ambiente social del país contra aquella
ley reputada por unos como un mal y por otros como beneficiosa y reparadora de
errores cometidos o incomprensiones que surgen durante el matrimonio.
Tomado del libro “Hechos e imágenes de nuestra historia. De BENINGO CARRASCO.
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