Una realidad indiscutible del largo período de la oligarquía
es que Bolivia vivió un proceso de modernización. Los rasgos más evidentes de
esta transformación tuvieron que ver con la implantación en el país de los
logros tecnológicos más importantes del siglo XIX (el ferrocarril, la luz
eléctrica, el telégrafo, el teléfono, la radio y una infraestructura básica de saneamiento
en las principales ciudades). El resultado fue la ampliación muy clara de la
brecha entre los sectores privilegiados y las ciudades grandes con el resto de
la nación. Si hasta 1880 esa diferencia era muy pequeña, en tanto ricos y
pobres carecían de comodidades y adelantos mínimos, bien entrado el nuevo siglo
comenzó a convivir un país relativamente moderno, y con adelantos equivalentes
a los de las grandes capitales continentales, con otro que se mantuvo en el
siglo anterior. Esta brecha terminó por hacerse abismal al finalizar el siglo
XX.
Una de las insuficiencias mayores para hacer una adecuada
radiografía de la nación es la carencia de información fiable desde el punto de
vista demográfico. Aunque parezca increíble los liberales positivistas no
realizaron un censo. Desde el que se hizo en 1900, el país tuvo que esperar
cincuenta años para contar con esa información vital actualizada. El libro
Bolivia en el primer centenario de su independencia dirigido por Ricardo
Alarcón (1925) indica para el país una población calculada di 2.144.332
habitantes. Las seis principales ciudades eran La Paz con 135.000 habitantes,
Cochabamba con 40.000, Oruro con 30.000, Sucre con 25.000 y Potosí y Santa Cruz
ambas con alrededor le 22.000. De acuerdo a estos datos, la población creció en
328.000 habitantes, un 15%. La Paz duplicó su población colocándose muy
claramente como la ciudad líder del país, posición que mantuvo a lo largo de
todo el siglo XX. Pero quizás la ciudad que registró más cambios fue Oruro, verdadero
centro motor del liberalismo, que también duplicó su población.
En cambio, Sucre y Potosí reflejan el declive de su
preeminencia, conectado con el paso de la plata al estaño y el cambio de sede
de gobierno. Las deficiencias educativas y el problema del analfabetismo,
apenas paliados en la era liberal, no modificaron la estructura de 1900, lo
mismo que la relación campo-ciudad. Bolivia siguió como un país esencialmente
rural. Su superficie quedó oficial Tiente reducida en 489.542 km2, como
producto de la pérdida del Litoral, Acre y los ajustes de límites con el Perú.
El mismo libro citado registra una superficie nacional de 1.332.808 km.
La caída de los liben les no conllevó un cambio en la élite
que detentaba el poder, fue solamente una sustitución de caudillos que
abrazaban exactamente el mismo credo político y económico, con las mismas ideas
básicas sobre el país que querían construir. Los republicanos mantuvieron los
principios liberales que se acuñaron en la convención de 1880, e igual que sus
antecesores estuvieron profundamente ligados al latifundio (es el caso de
Salamanca, Escalier y Ramírez). Tampoco cambió la fuerte dependencia de los
gobiernos bolivianos del poder de los magnates del estaño. La política minera y
económica en general estuvo fuertemente condicionada por la égida de Patiño en
gran parte y de Aramayo en menor medida. Pero en la década de los años veinte
se producen algunos cambios que apuntan ya a la decadencia de las ideas del
primer liberalismo en Bolivia.
El rasgo más notable es producto de la modernización.
Comienza a surgir una pequeña clase media urbana integrada por artesanos,
comerciantes y funcionarios públicos, cuyo peso todavía pequeño es importante
para los políticos, pues buena parte tiene acceso al voto e influye más que la
gran mayoría campesina del país, al hallarse en el epicentro de las ciudades
mayores donde se toman las decisiones. El otro rasgo significativo es el
debilitamiento del bipartidismo, no sólo por las sucesivas escisiones del
republicanismo a las que se sumaba el depuesto liberalismo, sino por el
surgimiento todavía embrionario de corrientes marxistas y nacionalistas que
eclosionarían durante y después de la guerra del Chaco, pero que ya en los años
veinte surgieron como partidos políticos, con bastante retraso en relación a
otras naciones sudamericanas. Esto condujo al país progresivamente hacia el
multipartidismo.
El cambio del escenario mundial tras la primera guerra
mundial marcó el comienzo del declive del imperio inglés, su influencia económica
disminuyó en Sudamérica en favor de la potencia emergente, los Estados Unidos.
A pesar de ello, la presencia de los grandes imperios en Bolivia fue
relativamente pequeña, los ferrocarriles, la electricidad y el petróleo fueron
los ámbitos de inversión, más bien exigua, de las empresas extranjeras. La
minería siguió siendo terreno mayoritario de empresarios bolivianos. Las
consecuencias de la gran depresión mundial fueron muy grandes sobre la economía
boliviana, por la vulnerabilidad ya anotada de su carácter mono productor y su
nulo ahorro interno. En este período se produjo un fuerte endeudamiento
internacional que traería graves consecuencias en las décadas posteriores.
El último elemento clave de la década republicana es el
movimiento social. La estructuración de un movimiento sindical organizado con
conciencia clasista inédita y el crecimiento geométrico del número de
trabajadores mineros, trajeron reivindicaciones y convulsiones tan serias como
la masacre de 1923. De igual modo los pueblos aimara y quechua protagonizaron
movimientos de sublevación de magnitud casi tan masiva como las vividas en
tiempos de Zarate Willka.
Fuente: www.educa.com.bo
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