Por: Juan Carlos Salazar / Publicado en Página Siete el 23
de febrero de 2014.
"¡Es preferible morir a bala que morir de hambre!”. La
frase, recogida por la prensa internacional al pie de una foto que mostraba a
un grupo de campesinos trasladando el cadáver en cruz de un compañero por las
calles de Tolata, recorrió el mundo en las postrimerías de enero de 1974,
cuando los tanques del Regimiento Tarapacá y los aviones de combate de la
Fuerza Aérea ahogaron en sangre una protesta campesina por el alza del costo de
la vida.
"Los campesinos del Valle de Cochabamba comprendieron
que el lema de su desesperada lucha había sido convertido en dramática realidad
por el Gobierno boliviano”, escribió un periódico mexicano. Los pobladores de
Tolata, Sacaba y Epizana habían bloqueado durante varios días las carreteras de
la región al grito de "¡Queremos pan!” y "¡Morir de bala antes que de
hambre!”.
Tras la devaluación del peso en 66,6%, después de 16 años de
estabilidad monetaria, el gobierno del general Hugo Banzer Suárez decretó el 20
de enero de 1974 el aumento de precios de los alimentos de primera necesidad en
más del 100%. Los obreros de la fábrica Manaco encendieron la mecha de la
protesta con un bloqueo de carreteras en Quillacollo, al que se sumaron los
campesinos del Valle Alto, Tolata y Sacaba.
"La reacción del Ejército fue inhumana”, señaló la
Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia Católica. Una unidad del Ejército,
integrada por cientos de soldados a bordo de media docena de tanques y una
decena de camiones "caimán”, tomó las poblaciones rebeldes. Los militares
llegaron ofreciendo "diálogo”, pero sin esperar respuesta abrieron fuego
contra los campesinos que exigían la derogatoria de las medidas de hambre.
Según las cifras oficiales, la operación dejó 13 muertos y
media docena de heridos, pero Justicia y Paz mencionó más de cien muertos.
"Hemos visto montones de cadáveres, campesinos amontonados como leña”,
dijo uno de los soldados que participaron en el operativo en un testimonio
recogido por la institución.
El Gobierno acusó a "extremistas extranjeros” de haber
instigado la protesta y atribuyó la violencia a "muchedumbres amotinadas
en estado de embriaguez”. Según organismos defensores de los derechos humanos,
tras la masacre, Banzer instó a sus partidarios del "Pacto
militar-campesino” a acabar con los "agitadores”: "El primer agitador
comunista que vaya al campo, yo les autorizo, me responsabilizo, pueden
matarlo. Si no, me lo traen aquí para que se entienda conmigo personalmente. Yo
les daré una recompensa”.
"Aquel fue el peor hecho criminal que hubiera cometido
Banzer”, dijo Luciano Tapia, un dirigente indígena de la época. Desde Buenos
Aires, el expresidente y principal líder de la oposición en el exilio, Juan
José Torres, declaró: "La masacre coloca al Gobierno con un pie en el
sepulcro y con el otro sobre una cáscara de banana”.
Efectivamente, la "masacre del valle” fue un hito en la
historia de Bolivia. Supuso la ruptura del "Pacto militar-campesino”,
impuesto por el barrientismo en los 60, y marcó el comienzo del fin de la
dictadura banzerista, que se desmoronaría cuatro años después con la huelga de
hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario