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’DARÍO’, EL ÚLTIMO GUERRILLERO DEL CHE

Por: LUPE CAJÍAS / Historiadora, Movida ciudadana contra la corrupción-Publicado en el periódico El Deber el 28 de diciembre de 2014.

Los disparos sonaron a nuestra vera y la dueña de la tienda de la esquina del barrio me jaló hacia adentro, agitada como los otros clientes que compraban los últimos detalles para festejar aquel 31 de diciembre de 1969. Anochecía y las primeras ráfagas se confundieron con la ilusión de los cohetillos que suelen anticipar el cambio de dígito anual.
En los primeros instantes no sabía que era mi primer reportaje y que esas imágenes me acompañarían durante décadas, igual que el nombre de “Darío”, el último guerrillero boliviano sobreviviente de Ñancahuazú, estuvo siempre en mi recuerdo, en mis escritos y en los paseos de turismo histórico que organizamos con la Fundación Cultural Cajías.
La familia aún guardaba luto por la muerte de nuestra madre y fue al volver de su turno, en el periódico Presencia, que mi padre decidió que era mejor tenerla presente brindando por el nuevo año que en el silencio doloroso y me mandó a pedir en la tienda una botella de champán. Como solía ser, en la chocolateada vespertina nos contó las últimas novedades de la jornada.

ASALTO A LA CERVECERÍA

Unos hombres habían asaltado el día anterior a la Cervecería Boliviana Nacional, cuya sede estaba en su tradicional local de la avenida Montes, al ingreso del centro histórico paceño y con calles que conectan al norte industrial, hacia la actual terminal de buses o hacia la antigua estación de trenes. El grupo se llevó 250.000 pesos, una fortuna para la época.
Después se supo que el plan era limpio, para evitar daños físicos innecesarios, pero como suele suceder, un incidente precipitó el asesinato de un guardia y del contador de la CBN. Lo peor para los asaltantes fue que uno de ellos, Juan Martín Tejada Peredo, fue también alcanzado por el fuego cruzado.
En esos años eran escasos o nulos los atracos y el último de envergadura había sucedido con la remesa de la Corporación Minera Boliviana (Comibol) en la localidad altiplánica de Calamarca y que, cual novela, fue protagonizada por una banda de delincuentes y policías, incluso el que inicialmente investigó el hecho. Los primeros comentarios en las radios recordaban aquel antecedente. Pero a las pocas horas se descubrió el cadáver de Tejada en un automóvil Austin abandonado en la calle Beni, a poca distancia de la avenida Armentia, por donde habían huido los asaltantes.
El hallazgo de ese cuerpo y de documentos en el vehículo dieron rápidamente las pistas a la Policía para saber que la acción no era de delincuentes comunes, sino de guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que iniciaba una serie de las llamadas ‘expropiaciones’ para financiar su lucha política.
Por ello, la investigación, persecución y cerco estuvo a cargo de la Dirección de Investigación Criminal (DIC), la famosa y temida oficina de control político que funcionaba con diferentes nombres desde la sistematización de la violación a los Derechos Humanos con el MNR.

ELN Y EL GOBIERNO DE OVANDO

El año de 1969 fue uno de los más violentos y de más y diversas protestas políticas que vivió Bolivia. Alguna vez lo comparé con el ‘mayo francés’ del 68, porque las manifestaciones callejeras también estuvieron relacionadas con la aparición de las primeras peñas reclamando la herencia cultural indígena, el poncho entre los jóvenes, la revuelta universitaria o la presentación del film Yawar Mallku, de Jorge Sanjinés, para denunciar el control de la natalidad forzado que alentaba el Banco Mundial entre mujeres aimaras y quechuas.
También fue la época de los más extraños asesinatos, como del periodista Alfredo Alexander (director de Hoy) y de su esposa, con una bomba escondida en un ramo de flores, y del colega que comenzó a investigar esas muertes, Jorge Otero Calderón. Se hablaron de misteriosas conexiones de militares bolivianos con tráfico de armas para Medio Oriente y otros detalles que parecían inverosímiles.
Se encontró el cuerpo de Jorge Solís, dirigente campesino ‘nacionalista’ y exministro del fallecido presidente René Barrientos, también muerto en un extraño accidente de aviación. Félix Sandóval Morón mató al piloto Mendieta, acusado a su vez de asesinar a su hermano.
En septiembre, en medio del espanto por el accidente aéreo que terminó con el plantel de The Strongest, el general Alfredo Ovando Candia dio un golpe de Estado junto a un gabinete de izquierda nacional y a la vez de tintes fascistas. Durante su mandato, se tomaron decisiones en ambos extremos. Lo más notable fue la nacionalización de la petrolera Gulf por el ministro de Minas y Petróleo Marcelo Quiroga Santa Cruz, al mismo tiempo que se negaba la libertad a los detenidos Regis Debray y Ciro Bustos, juzgados en Camiri.
El Gobierno expulsó a cinco funcionarios estadounidenses acusándolos de pertenecer a la CIA. Por otro lado estallaba el escándalo cuando agentes oficiales confesaron que por orden del Ministerio del Interior se había involucrado a políticos con el tráfico de cocaína. Los sindicatos se fortalecían en el marco de un ambiente revolucionario en América Latina, pero el Gobierno negó el ingreso a su máximo líder, Juan Lechín, y lo detuvo cuando intentó cruzar la frontera con nombre falso. El ELN, fundado en el contexto de las guerrillas comandadas por Ernesto Che Guevara en el sudeste de Santa Cruz, consideraba que Ovando seguía siendo tan enemigo como en los días de combates en la selva y le negaba cualquier asomo izquierdista, aunque en EEUU se calificaba a la situación boliviana como la “Mini Cuba”.
Las guerrillas rurales terminaron con el asesinato del Che pero el ELN continuó con sus acciones urbanas y la figura carismática del argentino cubano convocaba a los jóvenes que decidieron continuar su lucha. Muchos periodistas bolivianos que habían cubierto esas noticias ingresaron clandestinamente al ELN, igual que intelectuales y artistas.
El 9 de septiembre de 1969 fue asesinado en su refugio de la calle Santa Cruz, en un populoso barrio paceño, Guido ‘Inti’ Peredo, el más notable de los seis sobrevivientes de la guerrilla, uno fue muerto en la huida y los cubanos habían retornado a la isla en una espectacular fuga vía Chile. Solo quedaba ‘Darío’.

MINERO Y COMBATIENTE

Savino Adriázola Veizaga nació en el histórico centro minero de Huanuni, en el departamento de Oruro, en la punta más equidistante de Ñancaguazú, a cerca de 4.000 metros de altura, sin árboles y en la pampa interrumpida por la cadena de montañas mineralizadas que mantenían la economía nacional desde la época colonial.
Savino era hijo de Flavio Adriázola y Marcelina Veizaga, el mayor de dos hermanos y parte de una típica familia minera. En el paso hacia Siglo XX-Catavi, Huanuni compartía con el proletariado minero el protagonismo histórico desde la primera revuelta en Uncía en 1918. Ahí se había fundado en 1944 la combativa y unida Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), que durante seis años jaqueó a la rosca minero feudal y desde Huanuni habían partido las huestes que determinaron la victoria de la Revolución Nacionalista entre el 9 y el 11 de abril de 1952.
El 31 de octubre de ese año, el MNR había nacionalizado las minas y aprobado varias medidas para favorecer a los mineros con mejores salarios, pulpería, centros de salud, educación, pero la calidad de vida no mejoraba y desde 1956 recomenzaron las huelgas. Huanuni fue un centro polémico en esa etapa y se sucedieron hechos violentos entre los propios mineros, como habría de pasar en 2006.
Savino vivía en ese ambiente, estudió hasta el nivel medio, hablaba quechua y como otros guerrilleros pasó por el servicio militar, con lo que conoció el uso de armas. Los historiadores Adyz Cupull y Froilán Gonzáles, que investigaron a los guerrilleros bolivianos del 67, muestran que muchos eran hijos de beneméritos de la Guerra del Chaco y licenciados del servicio militar, entre ellos Savino.
Ingresó a trabajar en la mina casi al mismo tiempo en el que se enrolaba en el Partido Comunista de Bolivia (PCB) y luego de la división Moscú- Pekín- se pasó al PC-ML junto a Moisés Guevara. A pesar de su juventud, pronto era un gran lector e instructor de la historia mundial del movimiento obrero.
Según Gonzáles, junto a Moisés Guevara, a Simeón Cuba (“Willy”) y otros mineros, fundó el ELN el 24 de junio de 1965, antes del estallido guerrillero y en la época más dura de las nuevas luchas mineras contra la dictadura de Barrientos. Aunque se ha manejado mucho tiempo la tesis del poco apoyo obrero a la guerrilla del Che, la serie de documentales “Semillas de Ñancahuazú” de Cupull- González, muestra que los ‘elenos’ bolivianos eran parte del famoso proletariado ilustrado boliviano, con más participación sindical, formación política y militar que muchos otros grupos de guerrilleros en el continente. Con 25 años ingresó a la guerrilla, fue parte de la Vanguardia y sobrevivió al último combate en Quebrada del Yuro.

EL CERCO Y LA MUERTE

‘Darío’, nombre de guerra de Savino, se salvó de morir de algún derrumbe en el socavón, del choque con las tropas entre marzo y octubre de 1967, de ahogarse en los caudalosos ríos como sucedió a otros amigos que apenas podían moverse en el hostil ambiente, y burló la persecución del Ejército y de sus asesores de la CIA.
Junto con ‘Inti’, optó por quedarse para seguir la lucha clandestina y organizar el retorno a las montañas y acciones urbanas que se dieron en varias ciudades del país entre 1968 y 1969.
Aún hay datos contradictorios sobre el asalto a la CBN, la muerte de uno de los guerrilleros y la toma de la casa donde se escondieron en la esquina de la Avenida Ecuador y pasaje Cardón, en pleno Sopocachi, barrio tradicional boliviano. Ya se comentaba que el muerto podía ser ‘Darío’.
Es difícil entender por qué no salieron de esa ratonera cuando sabían que habían dejado huellas en su huida. Al anochecer del 31 de diciembre, al mando de un agente de apellido Murillo, la Policía cercó la casa donde se habían refugiado.
Recuerdo una gran cantidad de jeeps blancos estacionados para impedir el tráfico en esa esquina de encrucijada que marca el ingreso al parque del Montículo, la avenida hacia la Plaza España, la bajada a la Pedro Salazar y la salida del callejón hasta la Abdón Saavedra que conecta con San Pedro.
Los disparos tronaban mientras alcancé a observar a un guerrillero intentando escapar cojeando por otra callejuela, sin saber que esa solo conduce a un par de casas en las alturas. Fue la última imagen antes de esconderme en la tienda de las “Yungueñas”.
Regresé a casa con retraso, pero con una histórica excusa. Conté con detalle a mi padre los sucesos y él, una vez más, tuvo que retornar al periódico para preparar la primera plana con la nueva noticia: el último sobreviviente de la guerrilla del Ché, uno de los asaltantes a la CNB, había muerto ese 31 de diciembre de 1969.
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