Por: Rubén Vargas - periodista, 15 de septiembre de 2013.
En las pocas fotografías que dejó para la posteridad, Carlos Montenegro aparece
en el limbo de una juventud ya para siempre invulnerable. Tiene la imagen de un
jovenzuelo formal con los anteojos de estudiante aplicado y temeroso. La
imagen, sin embargo, no condice con la fama que ya gozaba siendo aún
adolescente de agudo, irónico y pendenciero polemista y escritor que, a sus 17
años, le valió la excomunión de la Iglesia Católica en su natal Cochabamba.
Ése es el Carlos Montenegro que, como toda su generación, partió en su día a la
Guerra del Chaco. Y como toda su generación, regresó de la contienda con la
conciencia de que la derrota bélica era la derrota de la política y los
políticos liberales. Esa conciencia lo llevó, en la posguerra, a la defensa de
los recursos naturales y, bajo el gobierno del socialismo militar, a elaborar
el fundamento intelectual de la nacionalización de la petrolera Standar Oil. Lo
llevó también, junto a su compañero de lides políticas y periodísticas Augusto
Céspedes y a Armando Arce a fundar el legendario periódico La Calle. En 1941
concurrió, en La Paz, a la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR). Y en 1943 —hace 70 años— escribió y publicó uno de los libros más
influyentes del siglo XX boliviano: Nacionalismo y coloniaje.
Ese libro contribuyó de manera decisiva a darle forma a la ideología del
nacionalismo revolucionario y preparó, desde las ideas, el camino para la
Revolución Nacional del 9 de abril de 1952. Pero su autor, apenas llegaría a
ver los resultados del triunfo revolucionario, en sus propias palabras, de la
nación contra la antinación. En 1953 murió de cáncer. Tenía 50 años.
“Para comprender los alcances de Nacionalismo y coloniaje —dice el sociólogo y
cientista político Fernando Mayorga, autor de El discurso del nacionalismo
revolucionario (1984)— primero hay que situar a Carlos Montenegro en una
generación de pensadores y de políticos muy importante. Una nueva generación
posterior a la Guerra del Chaco en la que surgen nuevos discursos y nuevas
organizaciones políticas. En esa época nacieron el Partido de la Izquierda
Revolucionaria (PIR), el Partido Obrero Revolucionario (POR), el MNR y la
Falange Socialista Boliviana (FSB). En esa generación hay pensadores de peso
decisivo. Ahí está, por ejemplo, Tristán Marof, quien lanzó la consigna ‘Minas
al Estado, tierra a los indios’; está Guillermo Lora que va a elaborar la Tesis
de Pulacayo y, por lo tanto, la propuesta de la alianza obrero-campesina. También
está el grupo de cochabambinos —José Antonio Arze, Arturo Urquidi, Ricardo
Anaya— que se nutrieron del movimiento universitario que dio origen a la
autonomía y crearon una fuerte corriente marxista, el PIR, con un pensamiento
basado en una mirada clasista similar a la de Lora pero distinta en términos de
cuál es el rol de la clase obrera. En ese contexto surge la obra de Carlos
Montenegro, discutiendo sobre todo con la perspectiva clasista y economicista
de las corrientes marxistas”.
Nacionalismo y coloniaje ganó el primer premio del concurso de ensayo convocado
por la Asociación de Periodistas de La Paz con el tema “La influencia del
periodismo en la historia de Bolivia”. El texto de Montenegro se presentó
formalmente como una historia del periodismo nacional —comienza con el relato
del fascinante mundo de los pasquines y libelos en los primeros años de la
guerra de Independencia, es decir con el uso revolucionario de la palabra en el
espacio público— pero es en el fondo una relectura de la historia de Bolivia.
Una historia que se desarrolla a través de las tensiones dialécticas de una
contradicción central: la lucha de la nación contra la antinación. A estos dos
conceptos responden las dos palabras del título del libro: la nación es el
nacionalismo y la antinación es el coloniaje. Y esa contradicción no se acaba
con la independencia de España, sino que atraviesa toda la historia republicana
hasta el presente en el que Montenegro escribe su ensayo. Historia. “Lo que
distingue a Montenegro de los otros pensadores de su época —dice Mayorga— es
que hace una interpretación de la historia a partir de una mirada crítica a la
historia oficial que se había ido gestando en el liberalismo, pero que venía de
mucho antes. Esa visión de la historia oficial está sintetizada por René
Zavaleta Mercado —en su libro más montenegrista: Desarrollo de la conciencia
nacional— en dos imágenes: Bolivia es atrasada porque es un absurdo geográfico,
y la mayoría indígena hace que los males radiquen en la sociedad. Es decir, la
teoría del país culpable y del país inviable”.
Esa visión de Bolivia ya había sido discutida en las primeras décadas del siglo
XX. A la idea del absurdo geográfico, por ejemplo, el médico y novelista Jaime
Mendoza contrapuso, en su libro El macizo andino, la tesis de la articulación
geográfica del país en torno a la Cordillera de los Andes: los Andes le dan
unidad y sentido geográfico al país. La teoría del país culpable, por su parte,
alcanzó su versión más acabada en Pueblo enfermo de Alcides Arguedas. Esa
visión fue combatida por la reivindicación del carácter vital del indígena de
Franz Tamayo que se sintetiza en su libro Creación de la pedagogía nacional.
Pero Nacionalismo y coloniaje va mucho más allá. “Montenegro —dice Mayorga—
inserta esa mirada crítica a la visión dominante de la historia en una
propuesta ideológica. Una propuesta ideológica que es, a mi juicio,
sistemática. Es decir, está basada en una interpretación de la historia, en una
caracterización de la sociedad boliviana a esas alturas del siglo XX y en una
propuesta de futuro. En ese sentido, no es una filosofía de la historia pero
tiene un rasgo de teleología, al estilo hegeliano, que integra todos esos
componentes. Montenegro le da un valor positivo al pueblo frente a la
oligarquía y le da un valor positivo a la nación frente a la antinación. Y con
ello, en pocas palabras, le da una dimensión política tanto a la interpretación
histórica como a la interpretación sociológica”.
“Hablando del MNR de esos primero años de los 40 —complementa el sociólogo—
siempre se dice que Víctor Paz Estenssoro era la voz parlamentaria; Walter
Guevara Arze, el estratega; y Hernán Siles Zuazo, el político. Pero el ideólogo
era sin duda Carlos Montenegro”.
A 70 años de la primera edición de Nacionalismo y coloniaje, la Asociación de
Periodistas de La Paz presentó hace dos meses una nueva edición de la obra que
nació —como ya se apuntó— precisamente como respuesta a un concurso convocado
por esa entidad. Y a 60 años de la muerte de Carlos Montenegro —en Washington,
el 10 de marzo de 1953—, Luis Antezana Ergueta presentó una biografía del
pensador boliviano. Ambos hechos hablan de su vigencia e importancia.
Ideología. Nacionalismo y coloniaje es una relectura de la historia de Bolivia,
pero una relectura con dimensiones políticas. Es decir, es una propuesta
ideológica. Esta característica le permitió incidir notablemente en los
procesos políticos que llevaron a la Revolución Nacional de 1952.
¿Cuál es el elemento central de esta propuesta ideológica? “Yo la resumo en una
oración —dice Mayorga—: el pueblo se subleva como nación y se realiza en el
Estado soberano. Pueblo, nación y Estado, esos son los tres elementos del
pensamiento de Carlos Montenegro”.
Estos tres elementos se entrelazan en una compleja relación de interdependencia.
“Ese pensamiento de Montenegro —continúa Mayorga—está sustentado en una
interpretación de la historia basada en una contradicción principal: nación
versus antinación. Esta contradicción tiene claramente un carácter, vamos a
llamarlo, metafísico. La nación y la antinación son lugares, espacios, que son
ocupados indistintamente, dependiendo de la época histórica, por determinados
actores sociales. Si un actor social o político realiza prácticas en beneficio
de la nación es parte de lo nacional. Caso contrario, es parte de la
antinación. ¿Y cómo se decide eso? La nación se realiza en la medida que el
Estado es soberano. Por lo tanto, el Estado es el referente del grado de
soberanía de la nación. La nación se cristaliza en el Estado”.
Con este esquema de pensamiento, en las páginas de Nacionalismo y coloniaje,
Montenegro recorre la historia de Bolivia, identificando a los personajes que
luchan por la nación —Manuel Isidoro Belzu, por ejemplo, es claramente un
antecedente del nacionalismo— y a aquéllos que son representantes de la
antinación, como la oligarquía minera. Pueblo. Y en esta dialéctica, el pueblo
—lo popular— que actúa en nombre de la nación es el actor principal. Esto
permite entender que las ideas de Nacionalismo y coloniaje se construyeron en
un diálogo polémico con las ideas marxistas de su época. Para el marxismo,
tanto del PIR como del POR, cada uno con sus matices —con quienes el MNR se
disputa el campo político y el campo ideológico—, el sujeto principal de la
historia, el sujeto revolucionario es el proletariado, es decir una clase, no
el pueblo que es, finalmente para el nacionalismo revolucionario, una alianza
de clases. “No hay que pensar como facción, hay que pensar como nación”, afirma
Montenegro.
“La revisión de la historia que hace Montenegro —dice Mayorga sobre este punto—
es una revisión que va a contrapelo de la interpretación arguediana (el pueblo
enfermo). Por lo tanto, es una recuperación de lo popular. En ese sentido, se
adelanta a lo que después, en la década de los 80 y adelante, será una muy rica
reflexión del pensamiento latinoamericano que le da atención a lo que Zavaleta
Mercado, en su libro póstumo, va a definir como lo nacional-popular”.pensador.
Para Mayorga —que en su precursor estudio El discurso del nacionalismo
revolucionario se ocupa en detalle de la obra del autor de Nacionalismo y
coloniaje—, Carlos Montenegro es un gran pensador. “Un gran pensador —dice—
sostiene tres diálogos al mismo tiempo. Uno, dialoga con los clásicos;
cualquier pensador importante parte, se alimenta y luego se distancia de los
clásicos. Montenegro no sólo dialogaba con los clásicos del pensamiento social
sino también escribía sobre Schopenhauer y Nietzche. Dos, discute con sus
contemporáneos es decir, argumenta a favor de sus ideas en contraste con las de
otros, defiende su interpretación contra las otras interpretaciones del
momento, dialoga con lo que se ha producido sobre el país.
Y tres, hace su propia interpretación del presente. En muchos autores
encontramos una de las tres facetas. En los buenos, dos. Pero en los grandes
pensadores, en los de la talla de Montenegro, están los tres elementos y en
ello radica su fuerza”.
Nacionalismo y coloniaje es un ensayo en todos los sentidos de la palabra.
Ensaya una interpretación de la historia de Bolivia que no sólo es una crítica
de las anteriores sino que acaba imponiéndose a ellas. Ensaya —es decir pone a
prueba— un conjunto articulado de ideas y la prueba de su consistencia es que
esas ideas fueron capaces de interpelar y movilizar. No sin razón se reconoce
que Nacionalismo y coloniaje es la más completa articulación del nacionalismo
revolucionario, cuyos ecos no dejan de sonar e influir en el presente. Ensaya
también una forma de escritura. Montenegro es un escritor, uno de los grandes
escritores bolivianos del siglo XX. Y ésta es quizá la razón de su vigencia.
“Hay pasajes de Nacionalismo y coloniaje —opina Mayorga—que son de una calidad
literaria extraordinaria y de una profundidad analítica que se puede encontrar
en pocos autores”.
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