Foto: Joaquín Zenteno Anaya.
Joaquín Zenteno Anaya militar boliviano. Para el año 1967 era
comandante de la poderosa VIII División del Ejército de Bolivia que capturó al “Che”
Guevara. A él y a su par Andrés Selich les fue confiado Guevara, herido en una
pierna y con vida. Según el ex agente de la CIA Félix Rodríguez, fue Zenteno
Anaya quien le dijo que había órdenes superiores de asesinar a Guevara. El 11
de mayo de 1976, posteriormente el militar, que era embajador de Bolivia en
Francia cuando fue asesinado a balazos en la Avenida Kennedy, cerca del Sena.
Tenía 53 años.
Martín Sivak en su libro denominado “El dictador elegido:
biografía no autorizada de Hugo Banzer Suárez” relata, identifica y
responsabiliza al dictador Hugo Banzer Suarez como el autor intelectual de su
asesinato.
La muerte de Andres Selich
significo un competidor menos para Banzer.
Pero esa calma fue relativa. En su esquema de lealtades y
conspiraciones, la sombra de Zenteno
había tenido una aparición decisiva en la captura y asesinato de Ernesto
Guevara, en 1967. Ambos intervinieron luego en el golpe del 21 de agosto. Zenteno
comando el asalto a la Universidad Mayor de San Andrés. Más tarde, fue
designado comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Selich se encontró con Zenteno el día que fue destituido del
cargo de ministro. Le dijo: ”Mira, Banzer quiere eliminar a los que hicimos el
golpe con él. Yo seré el primero, tu, el segundo”.
Cuando Selich fue asesinado, Zenteno Anaya realizo una
declaración durísima: “Las Fuerzas Armadas se encuentran indignadas por la
forma en que se procedió; tenemos la firme decisión de pedir que el peso de la
ley caiga con su mayor peso sobre los culpables que comprometen la vigencia del
equipo gubernamental y la tranquilidad del país”.
Desde ese momento, Banzer decidió profundizar su embestida
contra Zenteno que, a fuerza de celos y sospechas, no era nueva.
Al principio del Banzerato, Zenteno fue invitado por el ejército
de Estados Unidos para que viajara a ese país, pero Banzer detuvo el viaje.
Zenteno descubrió al mayor Mario Vargas Salinas husmeando
sus papeles a comienzos de 1973. A los pocos días, entro a su auto y uno de sus
custodios disparo un tiro. Fue una casualidad, pensó Zenteno en un primer
momento y decidió mantener absoluta reserva. El sargento que disparo resulto
luego ser miembro del equipo de seguridad de Banzer.
Después de la muerte de Selich, Banzer lo margino de una reunión de comandantes de pequeñas y
grandes unidades, en la que dijo: “Ustedes saben que Zenteno es un hombre importante para el
gobierno. Sin embargo, me dijo que está cansado y que quiere irse a Francia”.
Días más tarde Zenteno fue a un encuentro donde estaba el
dictador. “Sabemos, general –le espento Banzer a Zenteno mirándolo a los ojos-,
que usted está en afanes golpistas. Sus declaraciones fueron contra el
gobierno”. Le pidió la renuncia y exigió que mantuviera un perfil bajo.
Tanto el ministro de Defensa, Florentino Mendieta, como
parte de la cúpula castrense habían recibido el siguiente mensaje: Zenteno
solicito el retiro porque quería marcharse a Francia. También escucharon los rumores de que el comandante en jefe estaba
enfermo. Con esa maniobra, Banzer logro que parte del oficialismo no se pusiera
en contra de la renuncia.
El jueves 24 de mayo, Banzer aceptó la renuncia de Zenteno y
asumió en forma transitoria el Comando en jefe de las Fueras Armadas. En una
carta enviada a Zenteno tras su dimisión, el dictador escribió: “Lamento que
sus declaraciones hechas públicas a través de la prensa nacional,
particularmente las de orden político, hayan causado inquietud en el seno de
las Fuerzas Armadas y el pueblo en general”.
Su próximo destino fue el de Embajador en Francia. Aun desde
Paris, Zenteno mantenía sus contactos y se había convertido, entre los
militares, en uno de los oponentes a Banzer. En abril de 1967, Paz Estenssoro
llamo a Zenteno para empezar un dialogo político.
Como agregado militar en Paris, reportaba Ramon Azero una
pieza clave de la persecución a Zenteno.
El 11 de mayo de 1976, Zenteno subió a su auto BMW 530 azul
metalizado para llegar al Sena. Trabajo en su despacho hasta cerca del
mediodía. A las once y media llamo a su casa y hablo con su esposa. “Sonolita,
se me presento un señor de nombre José Antonio Arce Murillo con el cargo de
ministro consejero de la embajada. El nombramiento no tiene la firma del
canciller, solo la de Banzer. Todo es extraño. Su nombramiento es de enero, sin
embargo se presenta hoy, que es 11 de mayo. Me ha invitado a tomar un café.
Termino y voy para casa” (Entrevista con una persona muy cercana a Zenteno
Anaya, La Paz, enero de 1997).
Durante la espera de 20 minutos tomo dos cafés, según el
relato del mozo que lo atendió. Arce Murillo lo había dejado plantando. Cuando
fue a recoger su BMW un hombre de aproximadamente 30 años, de pelo castaño,
barba y traje marrón, le disparo tres veces y huyo por las escaleras del subterráneo
(Testimonio de la testigo Veronique Mykulinczu, publicado por France Soir y Clarín,
12 de mayo de 1976). Esa tarde,, en Paris un miembro de las “Brigadas
Internacionales Che Guevara” se adjudicó el crimen. En un comunicado señalaron que
el general Zenteno era el responsable de la muerte de Guevara.
Pero, en verdad, esa brigada no existía y los ejecutores de
Zenteno nada tenían que ver con la izquierda.
Según el relato del periodista francés Rene Backmann, de la
revista Le Nouvel Observateur, el 2 de mayo de 1976, dos turistas
latinoamericanos llegaron a Paris, vía Madrid. Siguieron durante días a Zenteno
y volvieron a España con un informe. Eran miembros de una organización armada –cuya
sede se encontraba en Iscar, cerca de Valladolid-, compuesta por mercenarios de
varios países que fueron reclutados entre los veteranos de la OAS de Francia y
las filas de la “Internacional Negra” –un grupo paramilitar italiano donde
estuvo Stefano Delle Chiaie y Pierluigi Pagliai quienes trabajaron en Bolivia y
América Latina.
La coordinadora de las operaciones desde España estaba a
cargo de un tal M. C. –cuyas oficinas se encontraban en Madrid- y adonde se dirigió,
en abril del ’76, un diplomático boliviano, de apellido Saavedra, representante
de los Servicios de Seguridad de su país en España.
Los tres hombres que componían el comando recibieron fotos
de Zenteno, indicaciones sobre sus desplazamientos, lugares de trabajo,
domicilio, una tabla de honorarios y vieron una película en súper 8 de los
sitios por donde debían desplazarse. Las opciones del lugar del asesinato eran
su casa o cerca de la embajada. El 10 de mayo los tres hombres llegaron a Paris
en tren. Cada uno tenía una tarea precisa: el primero sería el ejecutor, el
segundo protegería al comando y el tercero, mezclado entre la gente, aseguraría
los resultados de la operación. (La opinión, 11 de junio de 1976.)
En busca de dimensión mundial, la tercera fase de la Operación
Cóndor tuvo como objeto cruzar el Atlántico para liquidar a sus adversarios. Un
documento de la CIA, que confirmo la coordinación represiva, señalo que esta
tercera fase –la “más secreta”- incluía “la formación de equipos especiales de
los países miembros para viajar a cualquier país no miembro a fin de realizar
acciones, incluso asesinatos, contra terroristas o quienes apoyan
organizaciones terroristas de los países de la Operación Cóndor”. Si se descubría
un blanco en Europa, “un equipo especial de la Operación Cóndor sería enviado
para localizar y vigilar el objetivo. Cuando la localización y vigilancia
hubieran finalizado, un segundo equipo de la Operación Cóndor sería enviado
para ejecutar la sanción contra el objetivo”. Según la comunicación secreta,
entre los “terceros países” seleccionados para actuar ocupaban un lugar
destacado Portugal y Francia. (Raúl Zibechi y Marcelo Pereira, Brecha, 9 de
mayo de 1997).
Francia era una sede clave del Mercosur de la muerte. Tres
meses después de dar el zarpazo en Buenos Aires, con el asesinato del general
chileno Carlos Prats, el Cóndor golpeo en Paris por primera vez. A la hora del
almuerzo del 19 de diciembre de 1974, el agregado militar uruguayo, Ramón
Trabal, estaba ingresando al garaje de su casa en la Avenida Poincare cuando
dos hombres le dispararon siete tiros. (Valentin Mashkin, Operación Cóndor, su
rostro sangriento, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1985, p. 77.)
Zenteno fue enterrado como héroe nacional. Recibió el
ascenso póstumo a general de ejército, en medio de las promesas de venganza del
banzerismo y acusaciones al extremismo. “Si hay quienes sustentan una ideología
contraria a la que nosotros sustentamos –lanzo el dictador-, ¿por que no vienen
aquí a luchar como hombres y no al amparo de las sombras, del disfraz y del
disparo artero? ¿Por que no vienen aquí a territorio boliviano, donde los
esperamos? ¿Por que tienen que cobijarse en otros países? ¿Por que tienen que
actuar haciendo uso de la ventaja que da el anonimato? ¿Por que no vienen a pelear
de frente?”. (Hoy, 1 de mayo de 1976)
Arce Murillo –el diplomático que dejo plantado a Zenteno
Anaya la mañana del crimen- reapareció como administrador de la embajada. Su
actitud fue un tanto prepotente con la viuda de Zenteno y no mostraba mucho interés
en agilizar los trámites. Al poco tiempo, la señora estuvo frente a Banzer en
el Palacio quemado. En medio de la conversación, el dictador volvió a escuchar
una frase que lo sacaba de las casillas: “Usted está en el silla gracias a mi
marido”.
Fuente: El dictador elegido: biografía no autorizada de Hugo
Banzer Suárez - De Martín Sivak.
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Zenteno Anaya era uno mas de la cáfila de asesinos y delincuentes de Banzer. Murió en su ley, puede bien ser que haya sido ejecutado por izquierdistas, o por el propio Banzer, de cualquier forma era parte de un grupo diabólico que persiguió, torturó y mató personas de diferente ideología. Eso de "héroe nacional" fué mas un adorno de Banzer para lavarse las manos.
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