Foto: José Manuel Pando/ Por: Juan Carlos Véliz Morejón - Página Siete / La Paz, 6 de
agosto de 2016.
Guerra de élites del norte y del sur de Bolivia, pugna de
regiones por el control del poder, regionalismo versus federalismo, La Paz
contra Sucre, el levantamiento indígena, la injerencia de la oligarquía
chilena, liberales contra conservadores... La historia boliviana hace un
esfuerzo por comprender lo ocurrido en el país entre 1898 y 1899, cuando más de
1.000 bolivianos derramaron su sangre y ofrendaron sus vidas en un
enfrentamiento con sus propios hermanos en la llamada Guerra Federal.
Han transcurrido 117 años de esa guerra civil que tuvo como
protagonistas a Severo Fernández Alonso, presidente de Bolivia; José Manuel
Pando, jefe del Partido Liberal y líder de lo que también se denominó
Revolución Federal, y Pablo Zárate Willka, caudillo indígena y aliado de Pando,
y miles de bolivianos que abrazaron ideologías y demandas, hasta entregar sus
mismas vidas en los campos de batalla del altiplano, como Cosmini, Ayo Ayo,
Corocoro, Mohoza, Crucero Copacabana, Huayllas y otros.
La historia intenta comprender los hechos históricos y el
contexto de esa época con diferentes lecturas, que van desde una guerra
promovida por la élite del norte, que emergía por la alta cotización del
estaño, y la élite del sur de Bolivia, que se debilitaba por la caída del
precio de la plata, hasta la pugna entre La Paz - que era la ciudad más
poblada de Bolivia, con 60.031 habitantes-; con la ciudad de Sucre - que tenía
20.907 habitantes-, por el control del poder. Pero, también hay
interpretaciones que indican que la guerra civil fue una derivación inevitable
entre dos visiones de país: regionalismo versus federalismo, planteado por
parlamentarios paceños como respuesta a la propuesta chuquisaqueña de convertir
a Sucre en la residencia fija del Poder Ejecutivo.
En 1898, Sucre era la capital constitucional de Bolivia,
pero el Poder Ejecutivo no tenía una residencia fija y los presidentes
gobernaban en las ciudades donde vivían o donde sofocaban una revolución. La
solución para este vacío legal, según la representación parlamentaria
chuquisaqueña, fue la Ley de Radicatoria de 1898, que establecía que el Poder
Ejecutivo "residirá permanentemente en la Capital de la República”.
Ramiro Velasco Romero en su libro La sangre de todos: relato
literario sobre la guerra federal describe con detalles el agotador y tirante
debate de esta ley en el Congreso, que entonces funcionaba en Sucre.
Era noviembre de 1898, el paceño y senador por Chuquisaca, y
luego líder de la Revolución Federal, José Manuel Pando, sentado en un sillón,
escuchaba atento los alegatos de los diputados paceños Quintín Barrios y Abel
Iturralde para que Bolivia se convirtiera en un país federal, narra Velasco.
"De nada nos sirve el llamado gobierno central, a cuya
acción benéfica estamos dispuestos a renunciar en aras de un cuerpo autónomo
con leyes propias que mejor se adapten a nuestros fines”, discursaba Iturralde
ante el foro mayoritariamente chuquisaqueño. Pero, de nada sirvieron los
razonamientos y el intento de resolver las diferencias mediante las vías
constitucionales, la Ley de Radicatoria fue aprobaba y promulgada por Fernández
Alonso, el 19 de noviembre de 1898, incluso el mismo Pando dio su voto para
refrendar la norma.
Ya no había salida al conflicto, la bancada de La Paz
abandonó la capital junto al exministro paceño Macario Pinilla, quien, días
antes, había renunciado a su cargo tras ser interpelado y acusado de promover
una asonada contra Sucre. La ciudad del Illimani estaba enfurecida y el 12 de
diciembre de 1898 se constituyó una Junta de Gobierno Federal integrada por
Pando, Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla.
La guerra estaba declarada. Fernández Alonso debía hacer
cumplir la ley y se puso al frente de un ejército y marchó hasta Oruro, y
después hasta Viacha para sofocar la insurrección paceña que estaba dispuesta a
enfrentarse al poder central y contaba con el apoyo de los indígenas
encabezados por el caudillo indígena Zárate Willka.
En este apartado historiadores y sociólogos
dividen sus apreciaciones en varias corrientes, unos ponderan la lucha
indígena como factor determinante para la victoria de los liberales; otros
identifican una rebelión indígena contra el sistema político liberal y
conservador de la época, y la búsqueda de la autodeterminación. Hay quienes se
concentran solamente en la violencia de los indígenas durante la Guerra Federal
en las masacres de Ayo Ayo y Mohoza.
La guerra civil se prolongó durante al menos cuatro meses,
desde enero de 1899 hasta el 10 de abril de 1899, cuando se desarrolló la
batalla de Segundo Crucero o Crucero Copacabana, cerca de Paria, y que
determinó la victoria de los insurrectos con apoyo de los indígenas, que
después serían traicionados, y sus líderes, como Zárate Willka, fueron
encarcelados y asesinados. Los servicios bélicos de los indios - dice el
sociólogo Roberto Huayllas - ya no eran necesarios y constituían una amenaza
para el Gobierno Liberal.
Tras la derrota del conservadurismo, el presidente Fernández
Alonso huyó a Chile, mientras el líder de los liberales fue elegido Presidente
de una Bolivia unitaria y la sede de los poderes Ejecutivo, y Legislativo se
trasladaron a La Paz.
¿La Guerra Federal cambió el modelo político del país? El
Partido Liberal que se había presentado como alternativa política a 20 años de
conservadurismo "recayó en la protección de los intereses de los grandes
gamonales”, como hicieron los conservadores reflexiona el historiador orureño
Vicente Gonzales Aramayo Zuleta.
¿Bolivia se convirtió en una República Federal? No. Los
promotores del federalismo, como Pando, dieron un paso atrás y archivaron el
debate hasta otra legislatura que nunca se instaló. ¿Los indígenas lograron
cambiar su realidad? No. Sus líderes fueron enjuiciados o apresados, pero la
lucha por la restauración de sus derechos continuaron y surgieron nuevos
líderes.
Pilar Mendieta en su libro Entre la alianza y la
confrontación; Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia
plantea que "la guerra civil fue el resultado de una acumulación histórica
de contradicciones políticas, regionales, económicas y étnicas en un país que
todavía tenía características coloniales no resueltas” y que "tiene que
ver con el estallido violento de las fricciones entre dos elites en pugna por
el poder y con conflictos relacionados con las comunidades indígenas en la recuperación
de sus tierras, usurpadas por causa de las políticas estatales que pretendían
su desaparición”.
ENERO DE 1899.- MASACRE DE AYO AYO
Foto: Pablo Zárate Willca / Por: Luis S. Crespo / El Diario, 23 de Enero de 2018 / http://www.eldiario.net/noticias/2018/2018_01/nt180123/nuevoshorizontes.php?n=5&-masacre-de-ayo-ayo
Producida la llamada guerra federal entre conservadores y
liberales de Sucre y La Paz por la capitalía de la república y el liderazgo en
el país, después del combate de COSMINI donde fueron derrotados los escuadrones
Sucre y Monteagudo del ejercito constitucional, los jefes, oficiales y soldados
que no habían caído o no habían querido caer prisioneros, y algunos de los
heridos que aun podían tenerse sobre su cabalgadura torcieron bridas y galoparon
desesperadamente con dirección a Ayo Ayo, para seguir de aquí camino a Oruro.
Pero a muy poca distancia del campo de acción, empezaron a ser perseguidos y
acosados por numerosos grupos de campesinos que los atacaban sin piedad
in-tentando asaltarlos o derribarlos de sus cabalgaduras.
Los que mejor montados estaban, lograron avanzar hasta
Panduro y Caracollo, donde se encontraron con la columna Ramírez que venía de Oruro a Viacha; pero algunos otros, por
el mal estado de sus cabalgaduras, por el cansancio o porque los heridos no
podían galopar demasiado, no pudieron escapar al ataque de las hordas indígena,
ingresaron al pueblo de Ayo Ayo, en cuyo templo se encerraron, con la esperanza
de que no tardarían en llegar de Viacha algunas fuerzas en su auxilio.
Los campesinos en número más crecido y capitaneados por Villca
Zárate, se precipitaron sobre el pueblo, pensando hacer presa segura de todos
los que se habían refugiado en el templo. Se situaron en las calles cercanas a
la plaza, incendiaron seis o siete ca-sas, robaron, destruyeron todo lo que
encontraban a su paso y dieron muerte a algunos vecinos, entre ellos a Lorenzo
Blacutt, Gre-gorio Luna y otros. Luego estrechando más el campo de acción,
cercaron la manzana donde estaba la iglesia y la incendiaron íntegramente.
Los que estaban asilados en el templo, llenos de terror ante
la magnitud del asalto, no supieron que hacer. Algunos de ellos, los más
serenos, se situaron en la torre y desde allí empezaron la cacería de los
sitiadores, a tiro certero, con el propósito de amedrentarlos y dispersarlos,
mientras los otros, y los sacerdotes, oraban y pedían a la providencia los
salvase de tan apurado trance. Pero los campesinos lejos de intimidarse, y
enfurecidos más bien con la muerte de sus compañeros, y embrutecidos por el
alcohol, prendieron fuego al templo y de una oleada derribaron la puerta. Se
introdujeron allí, y sin oír nada, se apoderaron uno a uno, del coronel Jose
Avila, del teniente coronel Melitón Sanjinés, del capitán Andrés Loza y de
todos los que allí se encontraban, y los sacaron a empellones al cementerio,
donde les dieron una muerte cruel y tormentosa.
Faltaban aun los sacerdotes. Don Juan Fernández de Córdova,
capellán de uno de los escuadrones derrotados en el Crucero, don José
Rodríguez, cura de Viacha y don Francisco Gómez, cura de Ayo Ayo, que había
acudido al templo, en demanda y cuidado de los heridos, se había revestido de
los ornamentos sagrados, teniendo uno de ellos, Córdova, la custodia del
Santísimo Sacra-mento en la mano, se colocaron en el tabernáculo, creyendo que
esta actitud seria respetada por la horda. Más todo era en vano. Los campesinos
enfurecidos aún más y con la sangre hasta los tobillos, se lanzaron sobre los
sacerdotes, los despojaron de sus vestiduras, y los condujeron también al
cementerio, donde los victimaron igual que a los otros... No hubo piedad alguna
con ninguno.
EN EL TEMPLO NO QUEDABA NINGUNO
En el cementerio y en la puerta misma de la iglesia se veía
un hacinamiento de cadáveres, descuartizados y horriblemente mutilados. Una
escena de horror indescriptible.
Eran veintitrés cadáveres o restos de cadáveres de jefes
antiguos y meritorios, de ancianos sacerdotes y de jóvenes distinguidos de la
sociedad chuquisaqueña.
En el mismo cementerio, en la plaza y en las calles
próximas, hallábase también tendidos más de ciento cincuenta indígenas muertos
a bala por los que se habían encerrado en el templo.
Casualmente, el escuadrón Junín derrotado en Corocoro, llegó
a las cercanías de Ayo Ayo, en los mismos momentos en que se realizaba la
masacre, pero ignorante de estos sucesos, y no pudiendo entrar al pueblo por la
actitud hostil de los del lugar, siguió su camino al cuartel general de Viacha.
Tres días después, apostó en Ayo Ayo el capitán general don
Severo Fernández Alonso, a la cabeza de sus fuerzas militares... Encontró en el
cementerio el hacinamiento de cadáveres en medio de charcos de sangre que ya
empezaba a coagularse. Profunda-mente consternado ante este horroroso
es-pectáculo, mando lavar y dar cristiana sepultura a aquellos restos humanos.
Cuentase que en medio de su consternación, el doctor Alonso
dijo al ver el cadáver del cura Fernández de Córdoba “Hay que vengar esta
sangre inocente”.
¡Así murieron esos meritorios jefes y distinguidos jóvenes
de la sociedad chuquisaqueña, victimas del abandono en que los dejaron sus
superiores!
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- (POLÉMICO) COJERAS DE NUESTRA HISTORIA / EL CONFLICTO LA PAZ – SUCRE
- MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO
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- MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO
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