Foto: Agustín Morales.
Agustín Morales y las fuerzas sublevadas de La Paz
derrotaron rotundamente a las fuerzas de Mariano Melgarejo el 15 de enero de
1871. Con ello se ponía punto final a una de las administraciones más nefastas y desgraciados que le toco vivir
a los bolivianos y a Bolivia como país. Ramón Sotomayor Valdés en su “La legación de Chile en Bolivia desde
setiembre de 1867 hasta principios de 1870” lo refleja de la siguiente manera:
“Después del asalto y toma de la sublevada Potosí (28 de
noviembre de 1870) en que Melgarejo y sus tropas doblaron, si es posible, los
horrores de la guerra civil de 1865, la nación volvió sus ojos a La Paz,
rebelada en ausencia de Melgarejo y con el ejemplo de aquel pueblo, desde el 24
de noviembre del mismo año, bajo las órdenes del coronel don Agustín Morales, que
desde el principio fue aclamado jefe supremo de la revolución. Inútil es decir que
el pueblo de La Paz había reunido toda su energía y preparándose al último
sacrificio desde que se supo los horrores cometidos por la tropa de Melgarejo
en el asalto de Potosí. La disyuntiva era vencer o sucumbir. El gobierno dejo
la ciudad de Potosí no solamente diezmada, sino también saqueada, profanados
sus templos, insultadas sus matronas y todo en ruina. Partiendo en seguida a La
Paz, se detuvo algunos días en Oruro, a fin de aumentar y rehacer su tropa, y
continuo su marcha con un efectivo de 2.300 combatientes.
El día 15 de enero el ejército agresor se presentaba en el
Alto de La Paz, donde algunas guerrillas de calientes vecinos destacadas por el
coronel Morales, cruzaron desde luego sus fuegos con la vanguardia enemiga. El ejército
de Melgarejo descendió sin un plan fijo de ataque, pues los directores de la
revolución habían diferido hasta la última hora la construcción de trincheras
de la ciudad, para evitar que su plan de defensa llegas a conocimiento del enemigo.
Poco antes de acometer a la población, Melgarejo había mandado
un parlamentario al jefe revolucionario, exigiendo rendición y ofreciendo
garantías, y antes de conocer la retunda negativa mandada por aquel, emprendió
ataque, lanzando su hueste por las dos grandes avenidas que conducen a la
ciudad y rompiendo el fuego sobre la
marcha.
Dividió en seguida sus
fuerzas en tres grupos, que atacaron por diferentes puntos las líneas de
defensa. Mediante la zapa, uno de estos grupos consiguió penetrar hasta una de
las manzanas centrales de la ciudad donde se encontraba una de las principales
trincheras. Allí se trabo una lucha encarnizada que duro más de una hora,
durante la cual los asaltantes se aventajaron hasta el punto de hacer cejar a
los defensores de la trinchera. El momento era crítico, pues que allí se encontraba
la llave para tomar la ciudad. Pero ocurriendo a tiempo el coronel Morales con
su secretario den Casimiro Corral a la cabeza de un refuerzo de caballería, con
el que dieron una enérgico carga, infundieron nuevo aliento a los que
guarnecían la trincheras hicieron retroceder al enemigo. A la inmediación entre
tanto una multitud de soldados de uno y otro bando se hacían fuego, calle por
medio, desde los balcones y ventanas de las casas que habían ocupado
respectivamente. De improvisto las llamas de un incendio surgieron en una de estas casas de doble piso
en que se encontraba muchos soldados de Melgarejo, los cuales sorprendidos por
este incidente y aterrados con el grito de ¡mina! Lanzado en medio de la confusión,
cesaron de hacer fuego para pensar solo en salvarse; algunos sucumbieron en
medio de las llamas.
A pesar de esto, las tropas de Melgarejo que se encontraban
en la calle, encargaron con nuevo brío tras el propósito de tomar
inmediatamente la trinchera que tenían
delante, consiguiendo por segunda vez hacer retroceder a sus defensores.
En esta ocasión la presencia del secretario general don Casimiro Corral, obligo
a los combatientes a volver a sus puestos y a esforzar de nuevo la defensa. A
las cinco de la tarde la fuerza asaltante evacuo las casas desde la cuales
había dirigido sus fuegos contra esta trinchera.
Mientras tanto en otros puntos de la ciudad se batían por
una parte, con rara obstinación. En otra trinchera situada en una de la
boca-calles de la plaza principal de La Paz, se habían juntado numerosos
combates por ambas partes. Allí también las fuerzas de Melgarejo pusieron en
gran conflicto a los defensores de la plaza, y momento hubo en que estos se
creyeron perdidos; pero acudieron en su defensa las llamas de un nuevo incendio
que envolvieron los edificios donde estaban parapetados numerosos combatientes.
“Todavía en medio del incendio, dice el detal de este combate. Los enemigos seguían
sus fuegos con una tenacidad increíble, tanto era el furor que había sabido
inspirarles el famoso capitán con la perspectiva del pillaje y el desorden.”
Al mismo tiempo se combatía en los demás puntos fortificados de la ciudad con tal ardimiento,
que a las nueve de la noche resonaban los tiros por todas partes, hallándose aun
indecisa la fortuna de las armas. Los soldados de Melgarejo habían combatido
hasta esa hora por su cuenta, sin que la presencia de su caudillo los anime,
pues Melgarejo había permanecido en un barrio lejano (en la plaza San Sebastián), rodeado de algunos rifleros y
fiado más en su buena suerte que en su
indisputable valor. Pero a las ocho de la noche el general Melgarejo había abandonado
la ciudad, recomendando a la parte de la tropa más cercana a él, que se
sostuviese hasta el último trance. Mas, esta fuga no tardó en llegar al conocimiento
de los soldados que ocupaban los barrios centrales; lo cual produjo en ellos el
desaliento obligándolos ya a rendirse, y a escapar. A las nueve y media todo
estaba concluido.
“Los trofeos obtenidos en esta jornada, dice el detal ya
citado, son 19 cañones, multitud de rifles y fusiles, todo el parque del
enemigo y más de mil puñales, muchos de ellos ensangrentados, que el malvado había
repartido, con el objeto de pasar a degüello a la mayor y más selecta parte de
la población.”
“Según esto el triunfo del 15 ha salvado no solamente los
derechos y garantías, sino la sociedad misma, que había perecido como en un
cataclismo.”
“Ha caído en nuestro poder 950 prisioneros entre titulados
generales, jefes, oficiales y tropa…”
“Por consecuencia de la lucha del 15 tenemos muchas casa en
escombros, hemos incendiado nuestros lares; muchas casa han sido saqueadas por
los enemigos en el fragor del combate; hay multitud de familias sin hogar ni
vestidos. La sangre de lo más brillante de nuestra juventud ha corrido a torrentes.
Estábamos resueltos a seguir la suerte de Numancia, de Segundo y de Zaragoza, y
a arrasar nuestra ciudad, antes que lo hiciera el enemigo, como lo hizo Moscow
en nuestros modernos tiempos. Así es que hemos reconquistado palmo a palmo
nuestra libertad, haciendo correr arroyos de sangre por nuestras calles.”
Fuente: La legación de Chile en Bolivia desde setiembre de
1867 hasta principios de 1870
De: Ramón Sotomayor Valdés.
Excelentes lineas. La historia es fundamental
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