Diego Portales, vio en Chile con mayor claridad la amenaza
que representaba la Confederación; en carta dirigida a Blanco Encalada le
plantea: “La Confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de
América....”.
¿Quien fue Diego Portales?
Diego Portales fue un político oligárquico y negociante chileno, que sin llegar
a ser presidente de su país ejerció autoritariamente el poder efectivo en Chile
entre 1830 y 1837. En ese período, Portales ocupó los puestos de Comandante
General de la Armada, Ministro del Interior y Relaciones Exteriores y Ministro
de Guerra y Marina durante las presidencias de José Tomás Ovalle, Fernando
Errázuriz y José Joaquín Prieto.
La carta fue dirigida a Manuel Blanco Encalada a quien Portales nombraría jefe
de la expedición que invadiría el Perú con el fin de destruir la recién creada
Confederación Peruano-Boliviana.
La carta
Santiago, 10 de septiembre de 1836
Señor don Manuel Blanco Encalada
Apreciado amigo:
Es necesario que imponga a usted con la mayor franqueza de la situación
internacional de la República, para que usted pueda pesar el carácter decisivo
de la empresa que el Gobierno va a confiar a usted dentro de poco, designándolo
comandante en jefe de las fuerzas navales y militares del Estado en la campaña
contra la Confederación Perú-Boliviana. Va usted, en realidad, a conseguir con
el triunfo de sus armas, la segunda independencia de Chile. Afortunadamente, el
camino que debe recorrer no le es desconocido: lo ha seguido en otra época en
cumplimiento de su deber y de patriota, y de esas dos virtudes supo extraer
glorias y dignidades para la Patria.
La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible.
No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el Gobierno, porque ello
equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma, la
existencia de dos pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de
origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán, como es
natural, un sólo núcleo. Unidos estos dos Estados, aun cuando no más sea que
momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y
circunstancias. En el supuesto que prevaleciera la Confederación a su actual
organizador, y ella fuera dirigida por un hombre menos capaz que Santa Cruz, la
existencia de Chile se vería comprometida. Si por acaso, a la falta de una
autoridad fuerte en la Confederación, se siguiera en ella un período de guerras
intestinas que fuese obra del caudillaje y no tuviese por fin la disolución de
la Confederación, todavía ésta, en plena anarquía, sería más poderosa que la
República. Santa Cruz está persuadido de esta verdad; conoce perfectamente que
por ahora, cuando no ha cimentado su poder, ofrece flancos sumamente débiles, y
esos flancos son los puntos de Chile y el Ecuador. Ve otro punto, pero otro
punto más lejano e inaccesible que lo amenaza, y es la Confederación de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Por las regiones que fueron el Alto Perú
es difícil amagar a Lima y a la capital boliviana en un sentido militar, pero
el cierre de las fronteras platenses no dejará de dañarle por una parte, y no
le permitirá concentrar su ejército en un punto, sino repartirlo en dos o tres
frentes en el que prepare Chile, en el que oponga el Ecuador o en el que le
presente Rosas.
El éxito de Santa Cruz consiste en no dar ocasión a una guerra antes que su
poder se haya afirmado; entrará en las más humillantes transacciones para
evitar los efectos de una campaña, porque sabe que ella despertará los
sentimientos nacionalistas que ha dominado, haciéndolos perder en la opinión.
Por todos los medios que están a su alcance ha prolongado una polémica diplomática
que el Gobierno ha aceptado únicamente para ganar tiempo y para armarnos, pero
que no debemos prolongar ya por más tiempo, porque sirve igualmente a Santa
Cruz para prepararse a una guerra exterior. Está, pues, en nuestro interés,
terminar con esta ventaja que damos al enemigo.
La Confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de América.
Por su extensión geográfica; por su mayor población blanca; por las riquezas
conjuntas del Perú y Bolivia, apenas explotadas ahora; por el dominio que la
nueva organización traería de ejercer en el Pacifico, arrebatándonoslo; por el
mayor número también de la gente ilustrada de la raza blanca, muy vinculada a
las familias de influjo de España que se encuentran en Lima; por la mayor
inteligencia de sus hombres públicos, si bien de menos carácter que los
chilenos; por todas estas razones la Confederación ahogaría a Chile antes de
muy poco. Cree el Gobierno, y éste es un juicio también personal mío, que Chile
sería o una dependencia de la Confederación como lo es hoy el Perú, o bien la
repulsa a la obra ideada con tanta inteligencia por Santa Cruz, debe de ser
absoluta. La conquista de Chile por Santa Cruz no se hará por las armas en caso
de ser Chile vencido en la campaña que usted mandará. Todavía le conservará su
independencia política. Pero intrigará en los partidos, avivando los odios de
los parciales de los O'Higgins y Freire, echándolos unos contra otros;
indisponiéndonos a nosotros con nuestro partido, haciéndonos víctimas de miles
de odiosas intrigas. Cuando la descomposición social haya llegado a su grado
más culminante, Santa Cruz se hará sentir. Seremos entonces suyos. Las cosas
caminan a ese estado. Los chilenos que residen en Lima están siendo víctimas de
los influjos de Santa Cruz. Pocos caudillos en América pueden comparársele a
éste en la virtud suprema de la intriga, en el arte de desavenir los ánimos, en
la manera de insinuarse sin hacerse sentir para ir al propósito que persigue.
He debido armarme de una entereza y de una tranquilidad muy superior, para no
caer agotado en la lucha que he debido sostener con este hombre verdaderamente
superior, a fin de conseguir una victoria diplomática a medias, que las armas
que la República confía a su inteligencia, discreción y patriotismo, deberá completar.
Las fuerzas navales deben operar antes que las militares, dando golpes
decisivos. Debemos dominar para siempre en el Pacífico: ésta debe ser su máxima
ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre. Las fuerzas militares chilenas
vencerán por su espíritu nacional, y si no vencen contribuirán a formar la
impresión que es difícil dominar a los pueblos de carácter. Por de contado que
ni siquiera admito la posibilidad de una operación que no tenga el carácter de
terminante, porque es esto lo que...
Fuentes
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