Por: Marco Fernández R. / Publicado en el Periódico La Razón / www.la-razon.com / 27 de diciembre de
2016.
En medio de aquel valle rodeado por cerros, algunas columnas
de piedra se resisten a desaparecer ante el paso del tiempo, que se ha
encargado de llenar de matorrales el cuartel general de Juan Lero, personaje
que el 12 de abril de 1899 se autoproclamó primer presidente indígena en
Bolivia. De ese suceso se ha escrito poco, aunque sigue vigente en el recuerdo
de la gente del cantón Peñas, en el municipio orureño de Antequera.
A finales del siglo XIX, el país atravesaba por una disputa
entre conservadores y liberales, los primeros con el desgaste después de haber
gobernado el país durante 20 años, mientras que los segundos estaban en
constante ascenso popular. Los conservadores se hicieron fuertes en Potosí y
Sucre, en tanto que los liberales tenían adhesión en Cochabamba, Oruro y La
Paz, que se convirtió en la región hegemónica por su economía, lo que hizo
plantear el cambio de la sede del gobierno.
El presidente conservador Severo Fernández Alonso, en su
intento por solucionar las disputas por la capitalidad, promulgó, el 19 de
noviembre del mismo año, la Ley de Radicatoria, que ordenaba establecer el
Poder Ejecutivo, de manera definitiva, en Sucre. La respuesta sucedió el 12 de
diciembre, cuando en La Paz se organizó la Junta del Gobierno Federal, liderada
por los liberales, quienes, a su vez, se aliaron con Pablo Zárate Willka, líder
indígena a quien le prometieron reivindicaciones para los pueblos nativos,
luego de que en 1880 fueran despojados de sus tierras a través de la Ley de
Exvinculación de 1874.
De esa manera comenzó una guerra civil, que fue denominada
Guerra Federal. Fernández decidió movilizarse hacia La Paz, pero en Challapata
se enteró de que el enfrentamiento iba a ser difícil porque los rebeldes habían
comprado más de 2.000 armas, así que el 14 de diciembre ordenó el reclutamiento
de voluntarios en Sucre, quienes durante su marcha al norte saquearon
poblaciones indígenas.
El enfrentamiento decisivo ocurrió en el pueblo de Segundo
Crucero, de Paria, el 10 de abril, donde las fuerzas de Pando vencieron a las
de Fernández luego de cuatro horas de combate, lo que supuso la victoria de los
liberales sobre los conservadores. Los originarios no olvidaron los vejámenes
del ejército del sur ni los 130 años de opresión de los blancos, así que
emprendieron una venganza contra quienes consideraban sus opresores.
Ante las promesas incumplidas por los liberales hacia los
indígenas, Juan Lero Ponce, natural de Peñas, estancia Quellivani —según el
libro Entre la alianza y la confrontación, de Pilar Mendieta—, organizó cuerpos
de infantería y caballería, y constituyó un gobierno indígena, del que se
proclamó como su primer presidente. El levantamiento de Peñas, que en apariencia
servía a la rebelión liberal, en el fondo tenía ambiciosas tendencias de
liberación social, escribe Ramiro Condarco en Zárate, el temible Willka. Su
reivindicación fue manchada con asesinatos y saqueos, hasta que las fuerzas de
Pando detuvieron a Lero, lo encarcelaron y luego lo asesinaron. De esa historia
quedan ahora los restos de su cuartel general, en la comunidad Añahuani, en
Cóndor Apacheta de Peñas.
“Admiro cómo Juan Lero manejó tanta gente”, afirma el guía
Vicente Pacheco en las afueras de dos habitaciones con paredes de piedra que
alguna vez ocupó el líder indígena. Ahora, matorrales y plantaciones invadieron
el área donde estaban las caballerizas y el campo de entrenamiento.
El cuartel se encuentra en un lugar estratégico, cubierto
por montes, donde en una cueva Juan solía meditar y organizar sus planes, y
también donde sus hombres podían esconderse del enemigo. Metros abajo aún
quedan restos óseos de personas que fueron ajusticiadas por las fuerzas
indígenas. Vicente dice que a unos kilómetros hay otra fosa con más calaveras,
que lo mismo que las ruinas de piedra son los testigos de la vez en que Juan
Lero se autoproclamó presidente indígena en una población orureña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario