Foto: General Quintín Quevedo (1823 - 1876), E. E. y
Ministro Plenipotenciario de Bolivia en México. / Por: José E. Pradel B. /
Publicado en el periódico El Diario 13 de Enero de 2015.
Durante el Gobierno del Gral. Mariano Melgarejo (1864
-1871), las Relaciones Internacionales de Bolivia comprenden dos perspectivas
pa-ralelas: la primera se halla consagrada a los asuntos extra continentales e
hispano-americanos, o sea, el deseode ayudar al emperador francés Napoleón III
en su lucha contra el extinto Imperio de Prusia 2. En el caso hispánico, el
intentó de auxiliar al Paraguay en la guerra contra la “Triple Alianza”
integrada por las naciones de: Argentina, Brasil y Uruguay, que no pasó de la
frase declaratoria 3. Continuando Bolivia se unió a la “Alianza del Pacífico”,
generando la “Doctrina Melgarejo”, a través de la promulgación del Decreto
Supremo del 18 de marzo de 1866, que estableció: “Art.1°.- Las fronteras de
Bolivia no se consideran, desde esta fecha, respecto á los Americanos del Sud,
sino como líneas matemáticas, destinadas á determinar el límite de la
Jurisdicción Nacional.
Art. 2°.- Los naturales de las Repúblicas Sud-Americanas que
ingresen al territorio de Bolivia, en calidad particular, ó que la reasuman en
él, gozarán de los mismos derechos que los Bolivianos excepto únicamente para
desempeñar la Presidencia de los Altos Poderes Lejislativo, Ejecutivo y
Judicial” 4, esta coalición estaba conformada por Chile, Ecuador y el Perú,
contra España, por las Islas Chinchas.
Por otro lado, la segunda perspectiva, se caracterizó en que
la “conducta internacional boliviana sea considerada tornadi-za, cuando en
verdad lo que varía es la conducta de los otros países, acercándose o
alejándose de Bolivia, según sus propias conveniencias y según sus propios
planes” 5, culminando de esta manera, con la firma del ‘Tratado de Límites’ con
Chile, el 10 de agosto de 1866, en la cual Bolivia cedió más de dos grados de
latitud de soberanía en el Litoral y la suscripción del ‘Tratado de Amistad,
Límites, Navegación, Comercio y Extradición’, con el Brasil, el 24 de marzo de
1867, en que nuestro país también cedió más de cerca de 300.000 kiló-metros
cuadrados.
En ese sentido, consecutivamente el Gral. Melgarejo, nombró
al Cnl. Quintín Quevedo, como E. E. y Ministro Plenipotenciario ante la Corte
Imperial del Brasil, Argentina y Uruguay, el 3 de julio de 1867, con el
objetivo de acrecentar las relaciones diplomáticas con dichas naciones. Sin
embargo, antes de llegar á su destino, cuando se encontraba en Lima, de paso
para viajar por la vía de Panamá recibió las órdenes de ir a México, para
continuar con el desarrollo de la primera perspectiva citada anteriormente.
Sobre la situación política de este país, es necesario
mencionar que el “vencedor en la última revolución, hizo su entrada en la
capital, el presidente Benito Juárez (1861). Dos hechos graves tuvieron lugar
al comenzar esta presidencia: Juárez or-denó la suspensión de pagos de las
deudas contraídas con Francia e Inglaterra y asumió una actitud poco
contemporizado-ra con sus diplomáticos y los de España. Esto trajo como
consecuencia el envió a México, por estas naciones, de ejércitos para sostener
sus reclamaciones (1862). A pesar del heroísmo de los ejércitos mexi-canos,
estos fueron derrotados, abando-nando el gobierno de Juárez la capital, que fue
ocupada por fuerzas francesas. En tales circunstancias, el jefe de estas
fuer-zas, general Elías Forey, decretó, la reu-nión de una junta de notables,
compuesta de 215 ciudadanos para dar al país el gobierno que imponía la
situación. Esta junta se reunió el 8 de julio de 1863 y aprobó el
establecimiento de una monar-quía hereditaria, con un príncipe católico. El
archiduque Maximiliano Federico de Habsburgo fue coronado emperador, en junio
de 1865, iniciándose la lucha con los republicanos, a cuyo frente se hallaba
Juá-rez. Ésta terminó en Querétaro, donde se había refugiado Maximiliano” .
Enterado de esta situación el Presidente Melgarejo, destinó
a congratular al Presi-dente Juárez por el triunfo de sus armas y pedirle que
no atentara contra la vida del Emperador. Dicha misión diplomática es-tuvo
compuesta por el Cnl. Quintín Queve-do 7, como E. E. y Ministro
Plenipotencia-rio de Bolivia en México; Dr. Juan Francisco Velarde, Secretario;
Comandan-te Juan L. Muñoz, Agregado Militar y el Dr. Julio Quevedo, Adjunto
Civil.
Transcurrido un breve tiempo después, el Canciller Muñoz,
envió las siguientes instrucciones: “El gobierno boliviano, el más celoso
defensor de la democracia, el que inició la santa obra de la Independen-cia en
el sur del continente, el que espon-táneamente se adhirió a la alianza del
Pacífico, el que ha sido y será siempre el primer soldado en la defensa del
Republi-canismo contra las incidencias de la Mo-narquía, ha creído de su deber
excitar el sentimiento de los vencedores en favor del vencido y reclamar con el
derecho acorda-do por las relaciones de amistad y armo-nía que lo ligan al
gobierno Mexicano, no se atente contra la vida ni la persona del que creyó ser
emperador de México. Sus desgracias, la perfidia de que ha sido víctima y los
sentimientos de humanidad y respeto al que se consideró alguna vez, como
autoridad y representante de un pueblo americano, obligan al gobierno de Bolivia,
a obrar en este sentido” .
Desafortunadamente, cuando llegaron las citadas
disposiciones el Emperador ya había sido juzgado por un consejo de guerra,
condenado a muerte y fusilado. Sin embargo, la comitiva boliviana después de un
mes de viajar, arribó al puerto de Acapulco, continuando el recorrido,
cabalga-ron hasta la célebre ciudad de México.
Consecutivamente, el 1° de octubre de 1867, llegó la
comitiva boliviana dirigida por el Cnl. Quevedo. Seis días después, el 7 de octubre
presentó sus Cartas Credenciales al Presidente Benito Juárez, durante su
presentación el diplomático boliviano expresó: “Los patrióticos empeños del
pueblo mexicano para la reivindicación de su soberanía democrática en seis años
de luchas y de combates, han mantenido en constante ansiedad a todos los
pueblos del mundo de Colón; el de Bolivia entre ellos; y sin embargo de su
larga distancia, ha seguido paso a paso, los azares de esa titánica lucha,
mirando en su resultado la solución de un gran dilema social, con tendencias
excluyentes para los futuros destinos de la América española… El capitán general
Mariano Melgarejo, Presidente de Bolivia, al caracterizarme de esta manera, me
ha recomendado muy especialmente, os expresarme de su parte la profunda
simpatía que le merecéis por vuestro patriotismo y grandes obras, la decidida estimación
que abriga por el heroico pueblo mexicano, y la fe que tiene por las
instituciones democráticas del continente. Me ha encargado deciros, que desde
el centro de la América del Sur, dos millones de ciudadanos libres saludan a
sus hermanos del norte restaurados, de-seando que el Dios de las victorias
corone sus sacrificios con los y sazonados frutos de la democracia, bajo la
égida de la civilización y de la justicia… Llevo, pues, gustoso este sagrado
encargo como el más digno preliminar de las relaciones de cordialidad, armonía
y confraternidad que Bolivia desea cultivar con la gallarda México, estableciendo
así los vínculos de unión que deben eslabonar las Repúblicas to-das del
continente, para el porvenir de ellas, para su seguridad y para su común
engrandecimiento” 9.
Ante este discurso, el primer Presidente indígena de América
Latina, Benito Juárez, expresó las siguientes palabras:
“Es muy satisfactorio para el gobierno de México recibiros
como Enviado Extraordinario, en misión especial de la República de Bolivia, con
objeto de venir a felicitar a la República mexicana, por haber defendido con buen
éxito su independencia y sus instituciones democráticas. Los votos de simpatía
y de felicitación del pueblo y del gobierno de Bolivia, son muy acreedores de
la alta estimación del pueblo y del gobierno de México. Dignaos, señor ministro,
ser el intérprete del reconocimiento de los mexicanos por la benevolencia de
sus hermanos de Bolivia y de mi particular gratitud a su digno primer
magistrado. Animado México de muy cordial interés por la prosperidad y
engrandecimiento de Bolivia, desea que cultiven y conserven las más amistosas
relaciones entre las dos repúblicas, así como entre todas las del continente
americano. Vivamente desea también, que en la armonía de los mismos principios,
y en la identidad de los mismos sentimientos americanos, tengan Bolivia y
México, grandes y permanentes vínculos de unión y de confraternidad”.
Poco tiempo después el Presidente Juárez, le ofreció un
suntuoso banquete a la delegación boliviana, en el que de la misma manera se
pronunciaron discursos muy cordiales y fraternos. En el Teatro Nacional de
México, se dio a continuación una función de gala en homenaje a la misión
boliviana. También la prensa de dicha capital exteriorizó en publicaciones,
gratas notas sobre Bolivia y sus representantes. El 8 de noviembre de 1867, el
Cnl. Que-vedo, a cargo de la comitiva boliviana tuvo que retomar su misión en
el Brasil y las Repúblicas del Plata, por el cual empren-dieron su viaje vía
Veracruz y Nueva York.
A modo de conclusión, podemos decir en palabras de Juan
Francisco Velarde, que la misión diplomática encabezada por el Cnl. Quevedo, “en
la franqueza é hidalguía de los heroicos Mexicanos encontró la más simpática y
cordial acogida, quienes supieron comprender en todo su valor esta prueba de
estimación y fraternidad de una nación hermana… estos antecedentes, son la simiente
que más tarde debe producir el árbol fecundante de la unión americana, bajo
cuya sombra se cobijen poderosas y felices las Repúblicas del Continente”.
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