Foto: Cachuela Esperanza 1908-1911 (fondo W. Wiggers)
Por: Dr. Raúl Pino-Ichazo T. es Abogado Corporativo, postgrado en
Arbitraje y Conciliación, Presidente de la Sociedad de Escrito-res de Bolivia.
/ Publicado en el periódico El Diario 29 de Julio de 2014.
El Beni es un departamento de Bolivia excepcional, de
llanura bucólica con lluvias y nieve derretida casi toda la mitad del año que
proceden de las montañas del sur y del oeste, cubren como una alfombra de agua
móvil e irregular muy imprevisible en su dimensión y termina por afluir a los
ríos del norte del departamento pertenecientes a la cuenca del Amazonas. Por la
elevada temperatura de esta zona, durante el resto del año se evapora el agua y
emerge un profundo verdor de la vasta llanura asemejándose a un desierto
vegetal que permanece a menudo inundada y que es y será siempre una atracción
para los investigadores.
Hasta no hace mucho tiempo atrás se ha afirmado que lo
indígenas que estuvieron en estas tierras desde antes de lo que se afirma o
piensa, a juicio de los investigadores; su presencia fue numéricamente muy
superior a lo que rutinariamente se cree. Esa presencia humana logra imponer su
voluntad sobre el paisaje que en 1492 Cristóbal Colon desembarcó en un
hemisferio absoluta-mente marcado por el peso de la humanidad que lo había
habitado.
Los sorionos hablan una lengua perteneciente al grupo
tupiguaraní, familia lingüística más importante de Sudamérica, que hacen pensar
con fundamento que llegaron del norte varios siglos atrás antes que los
misioneros españoles. Estos grupos de habla tupiguaraní, entre ellos los
sirionos atacaron al imperio inca en los comienzos del siglo XVI. Aun no se
sabe certeramente la causa del desplazamiento de los sirionos, aunque el
moti-vo básico podría ser simplemente que el Beni estaba entonces escasamente
poblado. Estos orígenes de los habitantes que prepararon el terreno con
puentes, canales, caminos y campos elevados para el cultivo, datan o se remontan
a más de tres mil años, siendo una sociedad prehistórica que creó uno de los
entornos naturales más amplios, extraños y de ubérrima ecología que jamás de
han da-do en el planeta y, ahora recién, los estudiosos y antropólogos,
científicamente, diseñada por seres humanos, consideran el paisaje del Beni
como una de las mayores obras de arte de la humanidad, obra de arte que hasta
ahora era completamente desconocida.
El núcleo poblacional más cercano al Beni era el entorno del
lago Titicaca, una masa de agua de más de ocho kilómetros cuadrados, y también
se afirmaba que en esa tierra desolada, gélida era definitiva-mente el último
lugar donde se podría dar por hecho que se hubiera desarrollado una cultura. Lo
cierto es que ese imponente lago y sus alrededores son templados y la tierra
circundante es la menos expuesta a las heladas de las zonas altas; así comenzó
uno de los asentamientos que floreció después del año ochocientos con el
drena-je de los bofedales que flanqueaban los ríos.
Mil años después las poblaciones habían crecido hasta la
cúspide de ser sede de un extenso sistema de gobierno, una ciudad-estado
llamada Tiahuanaco que alrededor del año mil la ciudad tenía una población de
ciento veinte mil habitantes, junto con un cuarto de millón de los campos
circundantes. Estas cifras envidiaría Paris, por ejemplo, que tardaría todavía
cinco siglos en alcanzar.
Con todo lo expresado en una forma razonable de resumir, lo
sucedido en el Beni es que, por fin, ha comenzado a colmarse una de las mayores
lagunas de la historia antes de 1492, estableciendo, según los avances de los
cono-cimientos actuales, que se trataba de un lugar próspero rico en historia,
de asombrosa diversidad, con cumulo de lenguas y de cultura notable, comercio
nutrido, es decir, una región donde centenas de miles de personas amaban y
formaban lazos familiares como en cualquier lugar en el mundo, y buena parte de
ese mundo se evaporó después de Colón, exterminado por las enfermedades traídas
de Europa y por el sometimiento a los colonizadores.
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