Por: Oskar Cordova.
YA NO ERA UNA NOVEDAD RECHAZAR A UN ENEMIGO TERCO Y
TESTARUDO, QUE SE ENTREGABA EN MASA A UNA DESPIADADA MATANZA.
NUESTRA ARTILLERÍA SE EMPLEÓ CON SU DESPIADADA TORMENTA,
GRANDES NÚCLEOS DE TROPAS (Paraguayas) ERAN DESPEDAZADOS, CORTANDO CABEZAS,
BRAZOS, PIERNAS, DESPOJOS HUMANOS EN AGONÍA Y CALCINADOS POR EL SOL ARDIENTE DE
VILLAMONTES…
Después de una corta tregua y agitada preparación enemiga,
al medio día del 12, con fuerte apoyo de artillería y morteros, nuevamente se
lanzaron con grandes efectivos en masa, tratando de llegar a distancia de
asalto sobre la invencible línea boliviana. Las troneras de nuestras automáticas
vomitaban fuego continuo, despedazando grupo por grupo a los asaltantes que
vanamente se esforzaban en conquistar terreno frente a una invencible
trinchera; los que en su intento audaz llegaban al campo camuflado,
desaparecían en medio de los profundos “pozos trampa”, heridos algunos quedaban
trenzados en la alambrada y en el estacado de púas, para ser liquidados por
nuestros franco tiradores. Centenares de cadáveres, algunos moribundos con sus
ayes lastimeros estaban condenados a perecer sin ningún auxilio; los que caían
a los pozos e intentaban salir a la superficie eran cercenados por la vigilante
metralla. Esta vez nuestra artillería se empleó con su despiadada tormenta; ya
no era lluvia, grandes núcleos de tropas eran despedazados cortando cabezas,
brazos, piernas, despojos humanos en agonía y calcinados por el sol ardiente de
Villamontes. El combatiente paraguayo, sufrido y obediente, capaz de efectuar
grandes proezas en la selva, esta vez era impotente frente a los collas, cambas
y sureños, parapetados y bien municionados, que no cedían un palmo de terreno.
Ambas artillerías tronaban al unísono dando la impresión de estallar en el aire
al choque de éstas, como si cayeran del cielo.
Esta forma descabellada de acometer estaba llevando al
exterminio de su gente, haciendo mermar sus efectivos, mientras que los
bolivianos se aseguraban cada vez más, crecía la moral considerablemente, ya no
era una novedad rechazar a un enemigo terco y testarudo que se entregaba en
masa a una despiadada matanza. Estigarribia, que contemplaba a su frente la
Cordillera del Agüaragüe, a sólo 20 kilómetros de distancia, seguía siendo
tentado por la ambición y ordenaba lo imposible, el “OBJETIVO POLÍTICO".
Esta vez se cumplió el dicho de un jefe boliviano: "NO PASARAN". Y no
pasaron. . . El comunicado del Alto Mando paraguayo decía: "La ciudad
fortificada de Charagua arde bajo el fuego de nuestros cañones; en Villamontes
la lucha es encarnizada”. El “Gran Capitán de América”, el Napoleón
Sudamericano, como así le colmaba de alabanzas su pueblo y su Ejército, ya
comenzaba a descorazonarse pensando en no poder alcanzar el OBJETIVO; sin
embargo, y para no perder la moral ante sus tropas, tenía que preparar una
tercera aventura para lo que había que extremar esfuerzos y recursos de toda
índole en esta lucha encarnizada, que no reparaba en entregar a sus víctimas en
porcentajes elevados.
(Una Ráfaga en la Historia de la Guerra del Chaco - Sbtte.
de Res. Julio C. Saracho C.)
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