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LA ALIANZA ENTRE AGUSTÍN MORALES Y LAS MASAS INDÍGENAS PARA DERROCAR A MARIANO MELGAREJO

Fuente: Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. De: Pilar Mendieta. Plural editores, 2010.

Ante la crisis política creada tanto en el campo como en las ciudades, se produjo la primera alianza entre los indígenas, a través de sus apoderados, con las fuerzas de la oposición el régimen lideradas por Agustín Morales (1871 -1872). La revolución contra Melgarejo en el amo 1871 fue interpretada como un acto contra el “despotismo y la usurpación”, siendo una de sus características la defensa en sus derechos de la “desgraciada clase indígena”. Según afirma la memoria de Casimiro Corral, uno de los artífices de estos echo:
“Durante tres siglos del coloniaje, ni en medio siglo que llevamos de independencia y Republica, a nadie se le había ocurrido despojas con una plumada de su posesión a masa de cien mil infelices indios que descansaban tranquilamente con el goce secular de esas tierra. Está reservada esta triste gloria al gabinete de diciembre y a los que con nombre de legisladores autorizan esa usurpación, ese despojo, que por inmediata y pronta consecuencia, dio como resultado las carnicerías de Taraco, Huaicho y Ancoraimes y que entronizo por primera vez al paupérrismo en nuestros campos.” (Casimiro Corral. La doctrina del pueblo, 1871)
Sin duda, los grupos de oposición al régimen de Melgarejo vieron en el problema de la tierra y en el malestar causado en los indígenas una posibilidad real para derrocar conjuntamente al régimen del “tirano” y viceversa.
Así con anterioridad al derrocamiento de Melgarejo se dieron insurrecciones contra la política agraria melgarejista en San Pedro de Tiquina el 28 de junio de 1869, en Huaicho el 2 de enero de 1870 y en Ancoraimes el 7 de agosto de 1870. LA situación tanto en la ciudad como en el campo favoreció la alianza entre indígenas y opositores al régimen, participando los primeros como ejercito auxiliar como un elevado contingente procedente especialmente del departamento de La Paz, lo cual fue posible debido al malestar previo y al trabajo de los apoderados de los ayllus, que jugaron el papel de nexo en la relaciones con los aliados.
De acuerdo con Irurozqui, aunque se conoce poco sobre el modo en que se desarrolló tal colaboración, los telegramas, circulares y cartas oficiales intercambiados entre la prefectura y el corregimiento señalan a estas instituciones como las responsables del alistamiento y organización de las huestes aymaras. A pesar de que la documentación oficial no habla de los apoderados creemos que estos, a través de las redes clientelares y de otras formas de agrupación, fueron la contraparte para la organización militar de los indígenas. Además de los batallones y oficiales melgarejistas que se unieron a la causa de Morales, el ejercito del norte contaba en el departamento de La Paz con el respaldo de las fuerzas  comunarias. Los indígenas se organizaron en cuatro líneas integradas por miles de hombres bajo el mando de un “comandante general de indios” de las provincias del norte. Este personaje, según Condarco (1980), era un indio llamado Luciano Willka. Según el mismo autor, el 21 de diciembre de 1870 Willka se presentó en Ayo Ayo ante el coronel Agustín Morales para ofrecerle los “servicios de si ejército”, prometiendo “no atentar propiedad alguna y someterse a las órdenes de sus superiores; los caballeros”(Ramiro Condarco Morales. Zarate, el temible Willka Historia de la rebelión indígena de 1899 en la república de Bolivia. LA Paz, Editorial y Librería Revolución, 1982). Se sabe, por otro tipo de documentación, que Luciano Willka era el apoderado de los indígenas de Huaicho y que de esta manera se contactó con los demás apoderados de la región para organizar el ejército indígena que hostigo a los melgarejistas. (Gladys Guzmán. Política agraria del gobierno del general Mariano Melgarejo 1866 -1871. LA Paz, tesis de licenciatura inédita, 1993.
En el folleto de su autoría Quintín Quevedo, un personaje que actuó en el ejército de Melgarejo, comenta los hechos:
“Cinco días de marcha nos costó la travesía de Oruro al Quenco. Tomamos el camino de Imilla-Imilla para caer en Sica-Sica. En Sica-Sica encontró nuestra vanguardia gente organizada que creímos fuera del ejército de Morales. Bajo de ese supuesto distribuimos las municiones y marchamos en línea de batalla y dos leguas entes de la población supimos que no había enemigo y que la fuerza vista esa la de la indiada de Willka con 12.000 hombres armados, los mismos que a vista de nuestra línea se retiraron presurosos…”.
Más adelante añade: “El enemigo por sí y por medio de la indiada nos hace guerra de recursos”. Describe también como se reunían los indios por grupos descendiendo de los cerros por hileras armados de cordones inmensos, piedras, hondas y proyectiles y  a manera de comentario dice: “No quiera el cielo que el fervor fatal de la indiada, autorizada en la política y aleccionada en la disciplina, de frutos más tarde y vuelva sobre sus incitadores la ferocidad de sus instintos”. (Quintín Quevedo. La campaña de Bolivia a fines de 1870 y principios de 1871).
Lo cierto es que el poder de Willka fue tan ilimitado, que en enero de 1871 sus huestes cercaron la ciudad de La Paz con un número superior a 20 mil indígenas en defensa de los revolucionarios. Melgarejo logro salvar la vida huyendo en medio de turbas de indígenas enfurecidas. Quintín Quevedo narra los hechos de la manera siguiente: “Cruzamos el pueblo de Guaqui donde los jóvenes oficiales burlamos a los indios con vivas a Morales y a Willka. Tal fue el engaño que pasamos la plaza con repiques”. De esta manera, y con engaños, los leales a Melgarejo cruzaron la frontera con el Perú. Queda claro que hubiese sido imposible el derrocamiento de Melgarejo sin la participación indígena y la alianza coyuntural establecida  con sus opositores.
¿Pero cómo explicaron Casimiro Corral y los suyos la participación de las huestes indígenas a su favor? En su memoria, Corral no responsabiliza a su grupo político de que hubiera “Levantado a los indios”, sino que la intervención indígena es atribuida  las “usurpaciones violentas, depredaciones y asesinatos” sufridas  que los habían llevado a defenderse. A pesar de que el gobierno de Agustín Morales considero espontanea la movilización indígena, esto contradice los esfuerzos organizativos que Casimiro Corral, como secretario de la prefectura paceña, realizo durante los meses previos al conflicto. Se sabe, por la documentación oficial, que Corral puso en marcha toda la maquinaria de relaciones clientelares y compadrazgo que tenía en el campo a partir de su relación con las subprefecturas y los corregimientos. Todo ello para asegurar la participación indígena en el conflicto.
El prefecto de La Paz ordeno a las prefecturas que formen en cada provincia un club presidido por el subprefecto y compuesto por el párroco del lugar y tres vecinos notables, y en cada cantón otro club conformado por el corregidor, el párroco y un vecino como los miembros más importantes del poder local. Su función era animar a todos los vecinos e indígenas en la defensa de la causa común, siendo los corregidores los responsables de la organización de los comunarios en combinación con los líderes indígenas. El rol de los párrocos e muy importante, ya que estos realizaban misas en idioma aymara para explicar la importancia de su cooperación. Esto demuestra que los indígenas no actuaron solos, como quisieron hacer entender los miembros del nuevo gobierno por temor a la crítica.
El resultado de esa alianza, a todas luces, fue positivo para las comunidades del altiplano paceño, ya que lograron que se les devuelvan sus tierras. A nivel “discursivo” se dijo que gracias a su participación ya formaban parte de la nación boliviana y que debían ser incorporadas a la misma como ciudadanos. Pero si bien se celebró la actitud y su ayuda invalorable para derrocar al antiguo régimen la élite también revelo un renovado miedo ante las posibilidades políticas de los indígenas. Se los reconoció como parte de la patria, pero se hizo notar que debían ser incorporados a la ciudadanía por el peligro que representaban. Todo esto dio como resultado las discusiones que en el seno de la Asamblea Constituyente de 1871 tuvieron que ver el aspecto agrario y con la pregunta de qué hacer con el indio.
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