Por: José E. Pradel B. El Diario 19 de Agosto de 2014 / Nuevos Horizontes.
Según la historiadora Pilar García Jordán, las exploraciones “en los Orientes
fueron paralelas a la bús-queda de las mejores rutas terrestres o fluviales
destinadas a favorecer la colonización y, por ende, la explotación económica de
la región, y facilitar el transporte de pasajeros y mercaderías” 1. Para ello,
muchas de estas exploraciones fueron emprendidas desde La Paz y otras desde
Santa Cruz, además con la intención de obtener del gobierno central concesiones
de colonización a cambio de reconocer ese territorio a favor del Estado. Sobre
esto escribió Fernando Sanabria Fernández: “una nueva estirpe llegaba al Madre
de Dios en trance de arribar por su corriente, a la husma de fortuna en los
gomales. Procedían éstos de los pueblos paceños más próximos a la hilea,
Coroico, Chulumani, Sorata, Apolo, y aun de la misma ciudad de La Paz. Varios
de ellos tenían experiencia ganada en las jornadas de la selva por haber
empezado años atrás como cascarillerros. En el primer grupo entraron Manuel
Cárdenas, Timoteo Mariaca, Faustino Belmonte y Uvaldo Antezana. A punto de
instalarse los tres últimos a la vera del arroyo Genechiquía” .
De esa manera, en la presente nota narraremos las exploraciones del citado
Timoteo Mariaca. Para una mayor comprensión, recordamos que este personaje y
sus colegas trabajaron “cooperándose los unos a los otros,… fueron
sucesivamente estableciendo sus barracas de trabajo por arriba de Genechiquía,
sobre ambas márgenes del Madre de Dios. Entre 83 y 86 todo el curso me-dio de
este río llegó a estar íntegramente ocu-pado por aquéllos, con un personal de
picadores que era oriundo de los poblados indígenas de Cavinas, Tumupasa e
Ixiamas. Patrones y braceros trabajaban allí con la indumentaria propia de sus
lares, indumentaria de la cual era el chaleco la prenda característica. Esta
circunstancia, no poco reñida con las exigencias del ardiente clima, movió la
zunga de sus socarrones vecinos orientales, de quienes en adelante fueron
conocidos con el mote de ‘los enchalecados’. Y por aquellos años, cuando quería
hablarse del curso medio del Madre de Dios decíase el río de los enchalecaos”.
En ese contexto, es necesario mencionar que don Timoteo Mariaca, fue un hombre
fuerte y templado, comenzó desde muy joven sus exploraciones y aventuras,
recolectando cascarrilla y sobreviviendo múlti-ples enfermedades.
Recuerda en su diario, que el incentivo para realizar explo-raciones databan
desde septiembre de 1881, cuando fue visitado por Eduardo Heath (hermano del
explorador Edwin R. Heath ), acompañado por Manuel Cárdenas y Tomás Feterman,
todos ellos con am-plia experiencia aventurera y exploradora de los territorios
nororientales bolivianos, ano-ticiaron a dicho recolector de cascarilla, sobre
las riquezas inmensas gomeras halladas en esos confines, Timoteo, decidi-do en
explorar esa región, solicitó apoyo financiero de la Casa Comercial de Otto
Richter, que lo auspició dos años más tarde.
Consecutivamente, comenzó su recorri-do desde la población de Irupana,
acompa-ñado por Luis von Ancken, Juan Salvatie-rra y 16 mozos, utilizando un
mapa elaborado por uno de los hermanos Heath, desembarco en el puerto de San
Buena Aventura, en mayo de 1883. Posteriormen-te, el 22 de junio de dicho año,
prosiguió con la exploración por el río Beni, en com-pañía de otros 16 mozos,
sobre esto anotó: “en el curso de dicho río hasta la con-fluencia con el Madre
de Dios, encontré las siguientes barracas: Santo Domingo, de don Pablo Salinas;
San Lorenzo, de don Juan de Dios Limpias; San Francisco, de don Ángel Martínez;
Biata, de don Fede-rico Bode Claussen; Concepción, de don Antenor Vásquez;
California, del doctor Vaca Diez; Nazaret, de los señores Luis Lenz y Cía.; San
Pedro, de don Augusto Roca; Libertad, de don Baldomero Claure, é Ivon, de don
Antenor Vásquez” .
Posteriormente, en el mes de noviembre, Mariaca se encontraba navegando el
cau-daloso río Madre de Dios en un batelón 6, que compró en Ivon, donde halló a
Na-poleón Suárez, que se encontraba cultivan-do chacarismos. Luego continúo su
reco-rrido a un lugar llamado ‘Miraflores’, donde permaneció por un lapso de
ocho días. Consecutivamente, partió hacia Ge-nechiquía, sobre ello escribió:
“yo llegue á este último punto y después de avanzar una jornada más en el
desierto, encosté sobre la márgen izquierda, región notable-mente habitada por
los barbaros, y acam-pando á la sombra de un frondoso algodo-nero hize abrir un
pequeño chaco y lo bautice con el nombre de ‘Maravillas’: permanecí un par de
días en este punto y después seguí arribando hasta acampar en una meseta de la
márgen derecha y allí puse una nueva señal para mi compañero don Fausto
Belmonte dándole el nombre de ‘Irlanda’”.
De regreso paso por la barraca Ivon con dirección a San Buena Aventura, con la
intensión de conseguir y enganchar peones, de lo cual escribió: “en el Ivon
dejé mis 16 mozos, que aniquilados por las privaciones y la soledad durante mis
ex-ploraciones en el Madre de Dios, se que-daron á recuperar la salud y cobrar
fuer-zas, pero durante mi ausencia, don Maximo Henicke los había ocupado éstos
en la explotación de la meseta que hoy forma el pueblo de Riberalta, que aun principio
se llamaba ‘La Cruz’” .
Consecutivamente, trabajó en la explota-ción de la goma y en
el mes de julio de 1884, continuo recorriendo y explorando el río Tahuamanu.
Posteriormente, en noviembre de dicho año, estuvo trabajando con su socio
Víctor Mercier, que “se vino de Tumupasa en virtud de un contrato social que
celebré con él para dedicarnos á la explotación de la goma en mis dominios de
Maravillas”, anotó.
Después de realizar Mercier una breve exploración, ambos decidieron participar
conjuntamente en otra: “llegamos después de tres días de camino á una población
de Pacahuaras y allí hemos sido muy bien recibidos y tratados por tata Runa,
tata Cunuparu y su pueblo, que consta de más de cincuenta matrimonios” 9. Al
retorno de ambos, decidieron descubrir y explorar el río Acre, para lo cual
buscaron y consi-guieron financiamiento para realizar la empresa, que fue
liderada por su socio Víctor Mercier 10, en 1887. Por otro lado, Mariaca
exploró los afluentes del Abuná y tuvo como resultado el descubrir varias
poblaciones nativas.
A modo de conclusión, en palabras de Juan B. Coimbra, podemos decir, que
Ti-moteo Mariaca, fue producto del “movi-miento convergente a la región gomera,
(que) interesó también a muchos paceños que pronto rompieron lanzas poniendo en
alto su espíritu valeroso, con más fortuna que los emisarios del Inca.
Transpusieron la sierra escarpada, vencieron las terribles quebradas de los
ríos, hasta llegar a la tierra deseada”.
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