Por: WALTER ZAVALA AILLÓN – Presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia
“Potosí”. / El Potosí, 6 de agosto de 2017. // http://elpotosi.net/cultura/20170808_muertes-tragicas-de-presidentes-de-bolivia.html
El curso de nuestra historia nos hace conocer que un total de doce presidentes
de Bolivia, murieron trágicamente y en diversas circunstancias. Estas muertes
fueron provocadas generalmente de forma violenta a tiros de revolver y a
estocadas o golpes con puntas de espada. De este total de doce muertes
trágicas, ocho corresponden al siglo XIX y cuatro al siglo XX; unos durante el
mismo ejercicio de sus altas funciones; y otros, después de haber cesado en
ellas.
De los doce mandatarios trágicamente fallecidos, todos fueron militares y con
caracteres diferentes, siendo unos, asesinados por venganza; y otros por la
ambición de poder.
La secuela de muertes violentas comenzó a poco de haberse fundado la República
de Bolivia; diríase con el segundo Presidente que tuvo nuestro país, el
Mariscal Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, nacido en Cumaná de
Venezuela el 3 de febrero de 1795 y muerto a tiros en la emboscada de Berruecos
el 4 de junio de 1830, cuando viajaba de Bogotá a Quito en pleno monte
enmarañado cerca de la ciudad de Pasto en Colombia. Su asesinato fue en
circunstancias obscuras.
El Mariscal Sucre murió a los 35 años de su gloriosa existencia luego de su
renuncia a la presidencia de Bolivia el 18 de abril de 1828 cuando dijo: “Aún
pediré otro premio a la nación entera y a sus administradores, el de no
destruir la obra de mi creación, de conservar por entre todos los peligros la
Independencia de Bolivia y de preferir todas las desgracias y la muerte misma
de sus hijos, antes de perder la soberanía de la República”.
El segundo presidente de Bolivia que tuvo una muerte trágica, fue el
cochabambino Pedro Blanco Soto, enemigo del Mariscal Sucre y sucesor de éste;
habiendo sido coautor intelectual para que estallara el motín de los Granaderos
de Colombia en el cuartel de la capital de Bolivia, donde el héroe de la
batalla de Ayacucho, salió herido de un balazo.
El Cnl. Pedro Blanco, estuvo en la presidencia de la nación, escasos cinco
días, habiendo sido muerto a estocadas en una celda del convento de la Recoleta
de la ciudad de Sucre, el primero de enero de 1829, a la edad de 33 años. Su
cadáver fue arrojado a un barranco próximo, encontrándoselo entre un enjambre
de buitres. Así murió Pedro Blanco Soto, el que no estuvo de acuerdo con la
creación de la República de Bolivia, sino el anexarse al Perú, apoyando a las
ideas e invasión a territorio nacional por parte del peruano Agustín Gamarra.
El tercer mandatario del país, muerto violentamente, fue el Gral. Eusebio
Guilarte Mole, paceño de nacimiento, habiéndose desempeñado como presidente de
Bolivia, sólo interinamente por diez días, habiendo sido derrocado por el
militar Manuel Isidoro Belzu y muerto a tiros de revólver por sus propios
soldados el 11 de junio de 1849.
Antes de este suceso, el Gral. Guilarte fue exiliado a Chile y, por vengar su
derrocamiento, había regresado a Bolivia y astutamente reconciliado con Isidoro
Belzu, le preparó su muerte en la hora de su venganza, entonces se alzó en
armas y después de cuatro días de relativo éxito, su soldadesca y oficialidad
se volcaron contra él, matándolo a tiros en pleno palacio de gobierno.
Otro presidente asesinado fue el Gral. Jorge Córdova, cuando éste sin tener
poder de mando, fue apresado violentamente por agentes que encontrábanse a
órdenes del despiadado Cnl. Plácido Yáñez, comandante militar de La Paz e
irreconciliable enemigo del Gral. Belzu.
Jorge Córdova fue muerto a tiros y estocadas la noche del 23 de octubre de 1861
en interiores del tétrico Loreto de La Paz, edificio donde funcionó la
Universidad y en ocasiones Sede del Congreso Nacional. Córdova murió
trágicamente junto a otros belcistas que alcanzaban al medio centenar, siendo
una verdadera carnicería que registra la historia de Bolivia en el gobierno del
Gral. José María de Achá.
Fue en este mismo régimen gubernamental cuando Achá soportó la sublevación de
un batallón de ejército de La Paz, apoyado por una muchedumbre de la plebe
paceñista que no paró en dar muerte al asesino de octubre Cnl. Plácido Yáñez,
cuyo cadáver fue arrastrado por las calles de la ciudad y ser castigado así por
la justicia popular que conocía de los crímenes perpetrados por el malvado de
Yáñez, conocidos como las “Célebres Matanzas de Yáñez”.
Separadamente, otro presidente boliviano muerto de modo trágico, fue el Gral.
Manuel Isidoro Belzu, cuando éste recibió disparos a quema ropa de parte del
nefasto Mariano Melgarejo Valencia en interiores del palacio de gobierno el 27
de diciembre de 1864 en la ciudad de La Paz.
Sobre este suceso, hubo una versión dando a saber que un soldado mató a Belzu
con un tiro de fusil; sin embargo esta relación ha sido desmentida por el
juicio histórico. Versión que fue fraguada, seguramente para descargar a Melgarejo,
de la responsabilidad de un crimen inútil. El mismo reconoció que había dado
muerte a Isidoro Belzu por su propia mano.
Como se dice: “Quien a hierro mata, a hierro muere”. Esto es lo que se aplicó
precisamente en la persona de Mariano Melgarejo Valencia, quien fue muerto a
tiros de revolver en una de las calles de la ciudad peruana de Lima el 23 de
noviembre del mismo año 1871. Siendo asesino del Gral. Mariano Melgarejo, su
propio cuñado el Cnl. Aureliano Sánchez, hermano de la célebre Juana Sánchez,
la concubina del tarateño Melgarejo.
Separadamente, el derrocador del energúmeno de Melgarejo Valencia, el Gral.
Agustín Morales Hernández, calificado como otro déspota de los presidentes de
Bolivia, fue muerto en interiores del Palacio de gobierno, por su sobrino el
Cnl. Federico Lafaye, quien al recibir serie de ultrajes de palabra, arremetió
contra Morales, descargando su revolver sobre su agresor en presencia de
algunos jefes de Ejército y edecanes de S.E., hecho ocurrido el 27 de noviembre
de 1872.
Otro de los presidentes de Bolivia trágicamente muerto, fue Hilarión Daza
Grosolei, llamado “El traidor de Bolivia”, asesinado en Uyuni del Departamento
de Potosí el 30 de febrero de 1894, cuando había regresado al país, procedente
de Francia, para defenderse de la tremenda acusación como “Traidor a la Patria”
y su cobarde actuación en “Camarones” de la Guerra del Pacífico.
Según algunos historiadores, se dice que no se ha esclarecido completamente la
verdadera causa del asesinato del Gral. Hilarión Daza; sin embargo, es cierto
que los autores de dicho crimen, fueron los mismos escoltas de dicho personaje
que lo conducían para llegar a la ciudad de Sucre y allí ser juzgado. Por otra
parte, el proceso que se organizó contra los autores del hecho de sangre, no
dio otro resultado que el de la condena de éstos, sin que se los hubiera
recibido declaración alguna.
Siglo XX
En este siglo pasado, otra víctima de sangre fue el Gral. José Manuel Pando
Solares, quien sorteó las insurrecciones del Acre en el Noroeste boliviano.
El Gral. José Manuel Pando fue muerto por órdenes de sus enemigos políticos que
aún no fueron identificados por la justicia, aunque después de siete años de
proceso judicial, llamado también “El Proceso del Siglo”, se fusiló a Alfredo
Jáuregui, inocente para mucha gente nacional.
Se dice que los asesinos del que fue presidente de Bolivia Gral. José Manuel
Pando, de principio lo aprehendieron cuando hacía un paseo a caballo, lo
acorralaron y lo sometieron a un cruel tormento antes de ultimarlo con armas
contundentes. Luego el cadáver de Pando fue oculto por varias horas y, después
de un día, ser arrojado a un barranco de El Kenko de La Paz. Asesinato que se
produjo el 15 de junio de 1917.
Otro de los presidentes de Bolivia, víctima de sangre, fue el Tcnl. Germán
Busch Becerra, el cual se suicidó en su domicilio del barrio de Miraflores de
la ciudad de La Paz, en la madrugada del 23 de agosto de 1939.
Este dictador cruceño, deseaba que Bolivia sea socialista y él quería ser más
que un escritor, tal es así que en cierta ocasión propinó una severa bofetada
al escritor Alcides Arguedas, quien completamente ensangrentado, dolorido e
indignado, protestó porque un militar de sólo 34 años de edad vejara a un
anciano de 64 años de edad.
Otro hecho injustificado del presidente Germán Busch, fue el ordenar la muerte
o fusilamiento del sacerdote potosino Severo Catorceno Rocabado, quien siendo
inocente de toda culpa, fue sentenciado a muerte sin proceso alguno, sólo por
denuncia calumniosa de cierta persona deseosa en obtener algunas prebendas
económicas del sacerdote Catorceno.
El dictador Busch Becerra se quitó la vida, después de libar algunas copas con
su familia y en su escritorio de trabajo donde prontamente sacó su revólver y
exclamó estas palabras: “Aquí se acaba la presidencia..!”, descargándose un
tiro en la sien derecha, sin dar tiempo a que nadie impidiese el hecho.
Otra muerte trágica de otro presidente boliviano, fue la del Cnl. Gualberto
Villarroel López, quien encontrado por el tumulto enfurecido de la población
paceña, en una dependencia administrativa del Palacio de Gobierno de la ciudad
de La Paz, recibió culatazos de muerte, para luego ser arrojado desde los
balcones del edificio hacia la calle y su cadáver colgado en un farol de la
plaza Murillo la tarde del 21 de julio de 1946.
Gualberto Villarroel López, antes de su trágica muerte, se vio solo, abandonado
por todos aquellos que en ocasiones anteriores decían: “jamás abandonaremos a
nuestro jefe”. Los únicos que inmolaron sus vidas junto a Villarroel, fueron,
su edecán Waldo Ballivián; su secretario privado Luis Uría de la Oliva. Y en
otro lugar de la ciudad, fueron muertos, el jefe de tránsito Max Toledo y
Roberto Hinojosa. Todos ellos fueron arrastrados por el tumulto y colgados en
los faroles de la plaza principal de La Paz.
Finalmente, el último presidente boliviano trágicamente fallecido, fue el Gral.
René Barrientos Ortuño, quien pereció carbonizado en la tarde del 27 de abril
de 1969, al precipitarse el helicóptero en el que viajaba de Arque a otra
población cochabambina.
Otras noticias decían que el “General del Pueblo”, como se le llamaba al
Presidente Barrientos Ortuño, habría muerto por atentado criminal; sin embargo
se determinó que el helicóptero en que se hallaba el Gral. René Barrientos
Ortuño, se enganchó en los alambres del telégrafo y se incendió prontamente,
pereciendo horriblemente quemados todos sus ocupantes.
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