Fotos: 1) Algunas de las personalidades cruceñas ue fundaron Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz en 1903. 2) Pintura del reclamo de ferrocarril para Santa Cruz. // Altagracia de Orituco – Venezuela /
Febrero de 2018.
Al inicio del siglo XX, la situación de Santa Cruz de la
Sierra era crítica. Las perdidas territoriales y la apertura del mercado
boliviano a los productos chilenos y peruanos habían debilitado la frágil economía
cruceña. Ante esta situación, la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos
de Santa Cruz, fundada un año antes (1903), envió en septiembre de 1904 un memorándum,
dirigido al H. Congreso y a la Nación reclamado entre otras cosas las sobre las
ventajas del ferrocarril Oriental. Este documento fue redactado por Placido
Molina, Ángel Sandoval y José Benjamín Burela, tres miembros de la institución.
El Memorándum es el primer documento suscrito por una institución, pues el
anterior Memorándum fue suscrito en 1867 por ciento sesenta hombres que
representaban a la sociedad civil.
La propuesta central del Memorándum era la exigencia al
Estado boliviano de la construcción del ferrocarril hacia el Oriente. Esta
exigencia estaba totalmente justificada y documentada, al demostrar a los
parlamentarios las ventajas de la construcción del ferrocarril. El documento constituía
también una crítica a la corta visión de la clase política boliviana, pues decía:
Una larga y dolorosa experiencia de más de 70 años, nos ha
persuadido de que los pueblos occidentales de la región andina, cuyos intereses
son más o menos solidarios entre sí, no toman en cuenta los intereses y el
progreso de los pueblos orientales (…) y la mayoría parlamentaria del Occidente
ahoga las opiniones de la minoría del Oriente.
También señalaba:
Los pueblos andinos más o menos próximos a las costas del
Pacifico (…) se han aferrado a ponerse en contacto con Europa persistentemente
por el camino más largo, o por el océano Pacifico (…) y despreciando la fácil salida
al Atlántico por el rio Paraguay.
De igual manera protestaban por la imposición de condiciones
por Chile y la apertura del mercado boliviano a los productos chilenos y
peruanos:
La ruina industrial económica
comenzó con la llegada de la primera locomotora a Oruro (…).
Los pueblos del interior
son los mercados obligados y naturales de los productos del Oriente, ya
no tienen allí competidores, sino los similares extranjeros de Chile y Perú, a quienes
los gobiernos por medio de inconsultos pactos internacionales, han cedido
privilegios y franquicias tales, que han expatriado de las plazas del interior
a los artículos nacionales de Santa Cruz (…).
En discursos y escritos (que) hacen las más bellas apologías
de la grandeza que le espera a Bolivia por el Oriente. Pero por desgracia no
pasan de palabras y frases deslumbrantes… (…) el ferrocarril del Oriente en el último
lugar cuando unir al Oriente con el Occidente, salir al Atlántico (…) esa es la
política nacional, racional y unificadora (…) todo esto no vale ante la
desmentida ambición de ciertos grupos de individuos. Es preciso aniquilar y
matar al Oriente para satisfacer a unos cuantos egoístas.
El Memorándum también señalaba que la existencia del tramo férreo
hubiera permitido el desarrollo de la ganadería, la agricultura, la industria,
la migración y, por consiguiente, un doblamiento del Oriente y las zonas consideradas
“peligrosas” para la sociedad nacional, como:
la margen derecha del rió Paraguay, y el Chaco, donde los
gobiernos de Bolivia, por una criminal indiferencia… han permitido que el
Paraguay establezca una guarnición en Puerto Pacheco y tome posición del Fuerte
Olimpo… (…).
Pedimos ferrocarril, porque tenemos derecho a pedirlo (…) no
hacemos una amenaza subversiva (…) no pedimos a nuestros compatriotas que nos
traigan el progreso (…) el progreso vendrá paulatinamente y lo obtendremos con
nuestros esfuerzos.
De esta manera la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos
de Santa Cruz reflejaba el sentir de Santa Cruz y reclamaba atención a sus
demandas.
MEMORÁNDUM DE 1904
A continuación transcribimos tal cual el mencionado Memorándum
de 1904
(COPIA TEXTUAL)
Dirigido al H. Congreso y a la Nación sobre las ventajas del
ferrocarril Oriental
Consideraciones generales
Hoy que se va a debatir en el Congreso la construcción de vías férreas en la
República, como único medio de sacarlas de la postración económica en que se
encuentra, encarrilándola por el sendero del progreso, hemos creído oportuno
hacernos presentes en el debate por medio de este Memorándum. Cierto es que
tenemos el órgano regular de nuestros Representantes que hemos enviado al
Congreso para que aboguen por los intereses del Oriente y Noroeste de Bolivia;
pero una larga y dolorosa experiencia de más de 70 años, nos ha persuadido de
que los pueblos occidentales de la región andina, cuyos intereses son más o
menos solidarios entre si, no toman en cuenta los intereses y el progreso de
los pueblos orientales, que bien comprendido, son los intereses más
importantes, para el bienestar general de la Nación, y la mayoría parlamentaria
del Occidente, ahoga las opiniones de la minoría del Oriente.
La fe y confianza en nuestros Representantes, no nos falta; queremos si dejar
constancia de que sus opiniones en la cuestión ferrocarrilera, son la genuina
traducción de las aspiraciones de sus comitentes, basadas en la razón, la
justicia y la conveniencia nacional.
Nos dirigimos en particular a cada uno de los Representantes nacionales; que
nuestras opiniones no queden amuralladas en el estrecho recinto parlamentario;
queremos que sean conocidas por toda la Nación, y dejar constancia oportuna de
ellas.
Entremos en materia:
Constituida la nacionalidad boliviana en le corazón de la América meridional en
condiciones ventajosas, los pueblos que la forman, gravitan unos hacia la costa
del Pacífico, y otros, hacia el Atlántico, por medio de sus arterias fluviales.
Los colonizadores españoles guiados, en esa época, por el incentivo del oro
exclusivamente, se concretaron a poblar también exclusivamente, la región
minera de los Andes. No tenían mas ideal que extraer oro y plata; jamás
pensaron en la colonización de los fertilísimos territorios de sus vastos
dominios, por medio del establecimiento de colonias agrícolas, como lo hizo la
raza sajona en Norteamérica.
Si desde las orillas del Plata, cruzando las pampas argentinas, o surcando
aquel río y el Paraguay, llegaron a fundar centro de población al Sud y Este de
Charcas, desde Montevideo y Buenos Aires, a lo largo de los ríos y a través de
las pampas, no fue con el propósito firme de construir pueblos estables, sino
caminos y postas para llegar mas presto al famoso Potosí, a la región del
vellocino de oro, lugar de sus ensueños.
La aberración española fue tal, que los habitantes de Buenos Aires fueron
obligados a ir a Lima, para que pudieran preveerse de las mercaderías traídas
de ultramar. Los barcos mercantes, de viaje a Lima, por el estrecho de
Magallanes, hacían escala en Buenos Aires, al pasar por allí; pero les era
prohibido desembarcar mercaderías, y los que las necesitaban tenían que andar
1000 leguas mas o menos a lomo de mula, para ir a buscarlas a los mercados de
Lima. Esto era, algo así como el suplicio de Tántalo para los desgraciados
bonaerenses.
Los tiempos corrieron, y por sobre las trabas que imponía el gobierno de la
Metrópoli, las ciudades de Buenos Aires, Montevideo, Rosario, Córdoba y en
general, todas las que gravitaban hacia la hoya del plata, dedicadas a la
ganadería y agricultura, superaron en población y riqueza real a las ciudades
mineras del Alto Perú , y llegaron a constituir un virreinato que sobrepujó al
de Lima.
Hoy el libre comercio es libre; pero la ceguera de todos los gobiernos que se
han sucedido en Bolivia, no ha alcanzado a hacerles comprender que es
indispensable, no solo necesario, encarrilar las corrientes comerciales y
económicas de la Nación, por los senderos trazados e indicados por el dedo de
la misma naturaleza.
Los pueblos andinos, mas o menos próximos a las costas del Pacífico, que forman
la mayoría de la nación boliviana, y el centro dirigente de los destinos de la
República, se han aferrado a ponerse en contacto con Europa, precisamente por
el camino más largo, por el océano Pacífico, buscando el peligrosísimo paso del
estrecho de Magallanes, y despreciando la fácil salida al Atlántico por el río
Paraguay. Ellos tendrán sus razones; así estarán mejor encarrilados sus intereses.
Sin embargo, nos parece y es evidente que, desde la desastrosa guerra del
Pacífico, el pacto de tregua con Chile y los tratados celebrados con el Perú,
Bolivia se ha convertido en tributaria de aquellas naciones, y sus mercados en
factorías chileno-peruanas.
Comprendemos que esta situación insoportable de vasallaje comercial, sea
resultante impuesta por la fatalidad de los acontecimientos internacionales
desfavorables a Bolivia. Pero no llegamos a comprender por qué los gobiernos,
desde la pérdida del litoral, no facilitaron la única salida natural que le
quedaba a Bolivia: el Atlántico por la vía del río Paraguay. Si así lo hubieran
efectuado no estaría hoy la Nación tan exangüe, porque es indudable que una vez
establecidas las corrientes comerciales por el Plata, libres de todo tutelaje,
habrían compensado ventajosamente a las que se acababan de perder por el
Pacífico y contrarrestando las condiciones onerosas impuestas por el vencedor
al comercio de Bolivia. Además, si los gobiernos anteriores a la desastrosa
guerra de que hablamos, hubiesen tenido miras más vastas, dirigiendo la vista
hacia el Oriente, y hubiesen buscado una salida por el río Paraguay, Chile no
hubiera podido imponer condiciones desventajosas a Bolivia, quizás esta hubiera
sido la vencedora, y el país se encontraría al presente, en un estado de
prosperidad y grandeza envidiable; pero desgraciadamente; los hombres que han
dirigido los destinos de la República, con poquísimas excepciones, han sido muy
miopes, por no decir otra cosa, y todos ellos de la privilegiada raza del
altiplano!…
Cierto es que Chile, mediante una fementida política, mantuvo endormecidos a
los bolivianos por más de 20 años, haciéndoles entrever la posibilidad de
obtener el litoral, o por lo menos uno de sus puertos; pero después que en 1890
el Ministro chilenos don Abraham Konig, declaró terminantemente que el gobierno
de la Moneda no entregaría a Bolivia ni un palmo de costa en el Pacífico, se
han seguido idénticas declaraciones oficiales y extraoficiales que definen
claramente el pensamiento de Chile. El Gobierno de Bolivia ha debido
persuadirse de que al Pacífico sólo podemos salir arrastrados por el carro
triunfal del vencedor.
La ceguera o la ilusión ha debido desvanecerse ya, y volver las miradas hacia
el Atlántico.
Todo lo que llevamos expuestos, lo deben saber muy bien y comprenderlo mejor
que nosotros, los estadistas del interior que dirigen los destinos de Bolivia:
En discursos y escritos hacen las más bellas apologías de la grandeza que le
espera a Bolivia por el Oriente. Pero por desgracia no pasan de palabras y
frases deslumbrantes; y, nosotros los orientales, no comprendemos tamaña
aberración; por qué no se lleva a la práctica lo que se piensa, se habla y se
escribe; porque tanta pequeñez de miras; por que no se reúnen y analizan los
elementos étnicos de la Nación para que todos contribuyan aunados a su
engrandecimiento; por qué no se buscan las fuentes de riqueza del Oriente para
que contribuyan al desarrollo y progreso de la industria, del comercio y al bienestar
general de la República entera.
Fue el Dr. Antonio Quijarro el único estadista que hasta los últimos instantes
de su vida laboriosa, puso todo el contingente de su talento, de su patriotismo
y de su actividad, al servicio de la realización de la magna idea de abrir una
rápida comunicación a Bolivia por el río Paraguay ó por el Pilcomayo; pero en
vano, todas sus ideas e iniciativas escollaron ante el indiferentismo y miras
retrógradas de los políticos.
Oigamos lo que ha dejado escrito ese eminente patricio, a raíz de la
satisfacción que le produjo el éxito feliz de la navegabilidad del alto
Paraguay y reconocimiento de la laguna Gaiba por el capitán Bolland, en 1901;
“Es menester que nuestros entusiasmos no sean efímeros, dice el Dr. Quijarro, y
que sepamos de una vez satisfacer con toda perseverancia la imperiosa necesidad
de dar cumplida solución al designio de comunicarnos con el Atlántico.
“Hace cuarentaidos (hoy 445), que el señor Reyes Cardona, uno de los hombres
mas ilustrados de su tiempo, susceptible de las más efusivas expansiones
exclamaba con acento de fuego: “Nos han dicho mil veces: DAD LA ESPALDA AL
PACIFICO- seguid las corrientes de vuestras aguas- son el camino que Dios
señala a la naciones”.
“Pueblo colocado en las vertientes atlánticas de América, con la Europa al
Oriente- contrariais la naturaleza adoptando el camino retrógado de Cobija,
recibiendo por Occidente las mercaderías de ultramar, después que han doblado
el cabo de Horno y dado vuelta al mundo”.
“Y en ese tiempo, cuando el señor Reyes Cardona se expresaba con tanto
ardimento a la noticia de que el vapor hubiese penetrado en el río Paraguay
hasta la altura de Bahía Negra, el departamento litoral de Cobija estaba dentro
de nuestro dominio nacional; y aunque los inconvenientes que el señor Reyes
Cardona apunta, disfrutábamos de los beneficios de una comunicación directa con
el Pacífico, por territorio propio
“Ahora las condiciones son distintas: por consecuencia de una guerra desastrosa
e injustificable por parte de la nación que la promovió, las avenidas que
conducen al Pacífico están amuralladas; y no expondríamos el seguro a los
tormentos de la asfixia, si no nos propusiéramos buscarnos salidas seguras por
las regiones amazónicas y plantense”.
Ahora, preguntamos nosotros: ¿quiénes decían al señor Reyes Cardona: dad la
espalda al Pacífico- seguid el camino de las aguas que Dios señala a las
naciones?.
No han sido, por cierto nuestros connacionales, sino los hombres prominentes de
otras naciones, que ven las cosas claras, sin la miopía y ofuscamiento egoísta
que padecen nuestros compatriotas del altiplano, metidos entre las
escabrosidades de sus breñas.
Hoy mismo, con mayor razón, los extranjeros admiran la política antinacional
que desenvuelven los Gobiernos; al verlos empecinados en soportar y sostener la
subyugación a Chile.
Repetimos que esta política, desde que la sostiene, debe convenir quizás a los
pueblos de la región andina; pero es absurdo, incomprensible, inexplicable
querer abarcar, arrastrar en esa política esclavizadora a los pueblos del
Oriente y Noroeste de Bolivia. Esto equivale a querer contrariar las leyes
invariables de la naturaleza; y, sin embargo, ya están contrariadas.
Nada significaría el plan de esa política, y más bien parecería todo aplauso si
ella estuviera encaminada a producir un beneficio de prosperidad nacional. Pero
vemos, estamos palpando, que es todo lo contrario; la ruina de la nación, y
particularmente la de una de sus más ricas regiones, nos referimos a los
departamentos de Santa Cruz y Beni, demuestra claramente que los que dirigen
los destinos de la república, o son unos egoístas recalcitrantes o no
comprenden sus verdaderos intereses, ni los del país en general. Quizás no sean
extraños a esta ruina los departamentos de Chuquisaca, Cochabamba y Tarija.
La ruina industrial y económica de Santa Cruz comenzó con la llegada de la
primera locomotora a Oruro. Cochabamba comprendió que debía ser copartícipe de
esa ruina.
Presintiendo su inminente mal, los cochabambinos fueron los primeros en atacar
y oponerse a la construcción del ferrocarril de Antofagasta a Oruro, por
juzgarlo a más de contrario a los intereses económicos de Bolivia, atentatorio
a su soberanía.
Hoy parece que los cochabambinos han cambiado de opinión totalmente; ansían y
piden la prolongación del ferrocarril de Oruro a Cochabamba. Estarían
equivocados antes, y hoy piensan todo lo contrario. Podrá convenirles sin duda;
pero, lo que es a nosotros los cruceños, no nos conviene de ninguna manera esa
prolongación, si no se gravan con un fuerte impuesto, los productos similares
extranjeros, a fin de proteger los del país. Con el sistema económico absurdo,
que siguen nuestros gobiernos, estamos persuadidos que el día en que llegue el
ferrocarril a Cochabamba, empezará Santa Cruz a agonizar lentamente, o por lo
menos a vivir una vida artificial a expensas de extraños elementos
aniquiladores de los propios.
Los intereses del Oriente y Noroeste de Bolivia, no están en pugna con los de
Occidente, por el contrario, son armónicos y solidarios. Los pueblos del
interior son los mercados obligados y naturales de los productos del Oriente,
que no tienen allí competidores, sino en los similares extranjeros de Chile y
el Perú, a quienes los gobiernos, por medio de inconsultos pactos
internacionales, han concedido privilegios y franquicias tales, que han
expatriado de las plazas del interior a los artículos nacionales de Santa Cruz.
El error de los pactos internacionales, ha debido corregirse mediante un plan
de vialidad que contrarreste la invasión avasalladora de los similares
extranjeros. Favorecer el desarrollo industrial del país; procurar que consuma
sus propios productos antes de los extranjeros, son las mas rudimentarias y
primordiales reglas de un buen gobierno.
Al principio de la administración del General Pando, parece que éste así lo
comprendió, y se propuso ligar al Oriente con el Occidente por medio del
ferrocarril de Bahía Negra a Sucre y Potosí, cuya construcción se otorgo a “L”
“Africane”, compañía que ha resultado impotente y dejado caducar la concesión;
pero, al finalizar su gobierno, ha cambiado totalmente de opinión como lo ha
manifestado en el discurso que pronunció en la clausura de las Cámaras
Legislativas de 1903, anunciando el propósito de invertir los dos millones de
libras esterlinas, de la indemnización por el Acre, en la construcción de
ferrocarriles lugareños: de Viacha a Oruro, de Oruro a Cochabamba, de Sebaruyo
a Potosí, de aquí a Sucre, etc., etc.;, burlando los prescrito en el tratado
con el Brasil. Esa red de ferrocarriles tiene por objeto poner a los pueblos
del interior a disposición de absorcionismo chileno. ¡Qué política tan sagaz!…
Por sarcasmo, se menciona el ferrocarril del Oriente en último lugar.
Ahora que Bolivia cuenta con una fondo regular destinado a garantizar los capitales
invertidos en la construcción de vías férreas, atraerá, como es natural, la
concurrencia de empresarios europeos.
“Uno de los primeros que se ha presentado, es Mr. Horacio Ferrecio, en nombre
de los señores Schneider etc. Ca, del Creusot, uno de los más poderoso
sindicatos franceses, según se dice. El proponente ha tanteado el mayor número
de aspiraciones de los centros sociales y políticos de la nación, que reunidos
y armonizados darán la mayoría congresal, y no ha trepidado en ajustar su propuesta
al plan ferrocarrilero ideado por el General Pando, a condición de que el
gobierno de Bolivia entre como capitalista, arriesgando su capital de dos
millones de libras esterlinas en la aventurada empresa improductiva, pero
destinada a colmar las inmoderadas aspiraciones, que a todo trance manifiestan
esos centros encerrados en breñas y escabrosidades eriales, improductivas, que
no ofrecen al extranjero más aporte que algunos quintales de metal. Pero
Bolivia o mejor dicho el gobierno les ha de dar ferrocarril, aunque le cueste
implantarlo y sostenerlo el sacrificio de los dos millones y todas las rentas
de la nación; aunque se aniquilen las industrias de los departamentos del Beni,
Santa Cruz y Tarija; aunque se mate por asfixia al Oriente boliviano, que por
sí solo puede producir todo, y mucho más que lo que produce el resto de la
república, pues, las condiciones de su suelo, por su exuberante feracidad, se
presta a ofrecer un inmenso desarrollo a la agricultura y ganadería; sus
inmensurables bosques repletos de maderas preciosas de toda especie, que pueden
ofrecer un vasto desarrollo industrial y comercial; sus serranías preñadas de
minerales: oro, plata, platino, cobre, estaño, plomo, hierro, petróleo, carbón
de piedra, etc. etc.
Todo eso no vale nada ente la desmedida ambición de cierto grupo de individuos.
Es precioso aniquilar y matar el Oriente para satisfacer a unos cuantos
egoístas.
Hemos dicho unos cuantos egoístas, porque no todos los hijos de la altiplanicie
pretenden el aniquilamiento del Oriente, no: los hombres de talento de ideas
nobles y elevadas, que desean el verdadero engrandecimiento de Bolivia, esos,
son partidarios del ferrocarril oriental, porque comprenden que de este modo se
utilizarán las riquezas naturales del Oriente, que por falta de vías de
comunicación, no concurren al desarrollo de la industria, y que puestas en
explotación, contribuirán al adelanto económico y político de la república. Es
preciso hacer justicia: uno de esos talentos avanzados es el Sr. Manuel Vicente
Ballivian, que desde hace algunos años viene trabajando y continua en su tarea,
por la realización del ferrocarril oriental.
Colocados nosotros lejos de ese ambiente en que entran en pugna las inmoderadas
pretensiones y la descarada codicia, al calor de mayores o menores influjos
políticos y de prepotencia regionalista (maldito regionalismo), juzgamos que
ese producto de la cesión del Acre, región perdida quizás por imprevisión
administrativa, no debe emplearse en ferrocarriles onerosos y de puro lujo,
máxime si ellos van a sojuzgar a Bolivia, colocándola bajo el influjo de Chile,
tanto en lo económico, industrial y comercial, como en lo político y militar;
y, lo peor de todo, dando el golpe de muerte al Oriente y Noroeste,
encadenándolos al Pacífico cuando su libertad y porvenir están al lado del
Atlántico.
Los ánimos se sublevan, ciertamente al considerar que se pretende contrariar
las leyes de la naturaleza cerrando los ojos para no ver lo que más conviene a
los intereses económicos y políticos de la nación, y desechar las rutas
naturales trazadas a Bolivia por el dedo de la providencia.
Ansiamos que los pueblos del interior prosperen grandemente; la prosperidad y
el engrandecimiento de La Paz, Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Tarija, será
la prosperidad y el engrandecimiento de Bolivia y el orgullo de los cruceños;
queremos sí, que no se sacrifique a Santa Cruz y el Beni, y esto importa la
realización del estrecho ferrocarrilero prohijado en la esferas oficiales.
Creemos que no habrá un solo representante oriental que consagre con su voto el
aniquilamiento del Oriente.
La oposición a ese plan ferrocarrilero, no debéis, vosotros representantes
Nacionales, interpretarla como animosidad prevenida, sino como la expresión
desesperada del que teniendo derecho a la vida, se ve condenado a morir de
asfixia; como repulsa a una política antinacional, ó como el instinto de
conservación; pero jamás como pretensión lugareña infundada.
Juzgamos con evidente convicción, como lo han juzgado los grandes estadistas
bolivianos y extranjeros, que el único ferrocarril verdaderamente nacional, por
sus ventajas económicas, es el que arranque del río Paraguay o del Pilcomayo,
pase por Santa Cruz y remate en Cochabamba o Sucre, desde donde pueden
extenderse los ramales que se quieran.
Unir el Oriente con el Occidente, salir al Atlántico, para contrarrestar la
influencia del Pacífico, hoy en manos de Chile; salir así del ominoso tutelaje,
de esa nación absorcionista, esa es evidentemente la política nacional,
racional y unificadora, que sin ser estadista, vemos que el sentido común
proclama a voces.
Un inteligente joven paceño malogrado por desgracia, el señor Pedro Kraner B.,
en su interesante obra “La industria en Bolivia”, ha dejado escrito lo
siguiente: “La situación geográfica, y la política incierta de los reyes de
España, durante el coloniaje, y de nuestros hombres durante la república, nos
han alejado de los océanos, pero la naturaleza eterna compensadora de las
ventajas y desventajas, ha puesto a nuestra disposición esos grandes caminos
fluviales que nos abren paso hacia el Atlántico. Aprovechemos”.
En otra parte dice:
“Basta ver el mapa, para comprender cuales son las grandes vías nacionales,
basta fijarse en los ríos, que unos por el Sud y otros por el Norte, marchan al
Atlántico, basta examinar las distancias de las zonas y ciudades principales a
los distintos puntos del Pacífico, y unir a estas observaciones la necesidad de
unir nuestro territorio con los estados brasileños y argentinos, con el Perú,
Chile y Paraguay, poniendo en comunicación los extremos de nuestro territorio
con las regiones pobladas, para defendernos de esa segregación constante, que
si no se previene puede reducirnos a los flancos del gran promontorio andino”.
Si Kramer hubiera sobrevivido dos años más, habría visto cumplirse parte de su
previsiones con la segregación del Acre.
Cierto es que la segregación de ese rico territorio, se debe al factor social
primitivo, que lo colonizó, el elemento brasileño predominante en casi la
totalidad de sus habitantes, la diversidad de origen y de idioma, jamás pudo
permitir que se amalgamaran y hermanaran con el elemento boliviano; para
nacionalizarse.
Ese factor extraño influye tan decisivamente en la constitución de las
nacionalidades, que el litoral boliviano del Pacífico, poblado en su mayoría
por elementos chilenos, no pudo permanecer bajo la bandera boliviana.
Con las segregaciones de Cobija y el Acre, Bolivia bajo el punto de vista
etnográfico, ha quedado purificada y reducida a sus factores afines; pero
geográficamente, ha quedado encerrada entre su breñas y selvas.
De esta situación apremiante y desesperada, es de donde ha surgido la cuestión
de abrirse paso a los mercados extranjeros y poner a Bolivia en contacto con el
viejo mundo como condición esencial para definir su existencia de nación
autónoma.
A propósito de este asunto de vital y trascendental importancia, es que ha
nacido la diversidad de opiniones respecto al rumbo, que se debe dar a la
vialidad ferroviaria que se pretende establecer.
Pero en realidad son dos solamente las opiniones encontradas: la de los pueblos
occidentales de la región andina, partidarios de la construcción de líneas
férreas como apéndices de las líneas extranjeras de Antofagasta y Puno; y la de
los pueblos del Oriente y Noroeste de Bolivia, que gravitan hacia las hoyas
platense y amazónica, como partidarios de la vía férrea que remate en los ríos
Paraguay o Pilcomayo, afluente de aquel, porque esta vía será siempre libre de
todo tutela extranjero. Advertimos sí que al decir pueblos, tomamos la palabra
en el sentido de la mayoría numérica, puesto que en el interior hay cabezas
pensantes decididas por la conveniencia del ferrocarril oriental.
Como del plan ferrocarrilero que adopte el Gobierno y las Cámaras Legislativas,
pende el porvenir económico y político de Bolivia, con todas sus
trascendentales emergencias, prósperas o atrasadas, es que nos permitimos
condensar en este manifiesto, las ventajas que aportaría el ferrocarril de
Oriente a Occidente, en lugar del plan inverso que germina en los pueblos del
interior.
(En esta parte del Memorándum se hace una demostración numérica que fundamenta:
I) las ventajas económicas del ferrocarril, II) Los productos que ofrece el
Oriente como la región más rica de Bolivia. III) Mercados, Inmigración,
Colonización; IV) Ventajas políticas del ferrocarril y V) Conclusión).
V) CONCLUSIÓN
Creemos que ya se ha demostrado suficientemente la importancia del ferrocarril
oriental. Lo demás es cansar a nuestros lectores.
No son los departamentos del Beni y Santa Cruz los únicos que constituyen el
Oriente boliviano, también forman parte de él los de Chuquisaca y Tarija. Si
los departamentos de esos departamentos no han colaborado a los nuestros, serán
responsables de sus actos ante la posteridad, como deben serlo también todos
los que apoyen la construcción de ferrocarriles en el Occidente.
No hacemos una amenaza subversiva, muy lejos estamos de agregar más desgracias
a nuestra desgraciada República. Los hechos se encargarán de comprobar nuestras
afirmaciones, cuando el mal no tenga remedio. Cuando Bolivia agonice víctima de
la política absorcionista de Chile y aún del Perú. No será suficiente la vida
de unos cuantos egoístas, para pagar las miserias y desventuras de nuestra
pobre patria. No lo deseamos, pero tenemos y prevemos que pueden cumplirse
nuestros vaticinios.
No pedimos a nuestros compatriotas que nos traigan el progreso, como ha dicho
un escritor sin sentido común. Tal vez ellos necesitan más de ese progreso que
nosotros; el progreso vendrá paulatinamente, nosotros lo obtendremos con
nuestros esfuerzos.
Pedimos ferrocarril, porque tenemos derecho a pedirlo, no para beneficio del
Oriente, sino para el bienestar general de la República; porque nuestra
conciencia y buena fe nos obliga a demostrar la verdad, descorriendo el velo
provincialista que cubre los ojos de nuestros compatriotas del Occidente.
Santa Cruz, septiembre de 1904.
Redactores del Memorándum de 1904
Dr. Placido Molina Mostajo (1875-1970) Historiador, Poeta y Magistrado de la
Corte Suprema de Justicia.
Dr. Angel Sandóval Peña (1871-1941) Jurisconsulto, escritor y explorador del
Oriente. Fundó Roboré, Parlamentario, Munícipe, Prefecto y Presidente de la
Corte Suprema.
Prof. José Benjamin Burela (1867-1937) Geógrafo, Botánico, Naturista y
Escritor.
Fuentes:
- La permanente construcción de lo cruceño: un estudio sobre
la identidad en Santa Cruz de la Sierra. Paula Peña Hasbún. 2003.
- “Marcador de rumbos en la vida cruceña”. Boletín de la Sociedad de Estudios
Geográficos e Históricos Nº 52, editado por el Sr. Angel Sandóval Ribera. Mayo
de 2000.
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