Por: María Teresa Zegada / artículo publicado en Página Siete de La Paz, el 10 de noviembre de 2016.
El recorrido por la vida de ciertos personajes de la historia, usualmente borrados por los grandes acontecimientos políticos y sociales, nos remite a escenarios insospechados que existieron en el país, protagonizados de manera magistral por dichos actores. Nos referimos a la vida de Roberto Hinojosa, un joven intelectual revolucionario, cochabambino, que durante las décadas de los 30 y 40 del siglo pasado tuvo una intensa actividad política dentro y fuera de Bolivia, en sus largos exilios o misiones diplomáticas forzadas, en las que siempre destacaba porque no negociaba sus ideas radicales y las instalaba sin contemplaciones en cualquier escenario político o mediático, despertando la simpatía y acercamiento de autoridades relevantes, como el presidente Lázaro Cárdenas.
Muy joven fue miembro de la Federación de Estudiantes de Cochabamba, de la que surgieron grandes intelectuales de la izquierda radical boliviana. Intransigente y opositor a los gobiernos liberales de turno, fundó el Partido Socialista ‘Máximo’ y no dudaba en asumir acciones extremas. Quizá la más importante fue la planificación de un asalto al poder con un grupo de exiliados bolivianos en Argentina, con los que preparó una sublevación armada con la justificación de evitar la guerra con Paraguay, argumentando que se trataba de una contienda bélica alentada por el poder político de turno para recuperar su legitimidad.
Así, en junio de 1930, proclamó la República Socialista de Bolivia Obrero - Campesina, tomó por las armas el pueblo de Villazón, desde donde marcharían a La Paz, con un extenso y profundo programa de gobierno que conducía a Bolivia directamente al socialismo, embanderando medidas como la nacionalización de las minas, ferrocarriles e industrias, la liquidación del latifundio y la sindicalización obligatoria, entre otras. Pero no logró seguidores y su iniciativa fue calificada como una aventura pequeño burguesa.
Su figura era muy conocida en la intelectualidad izquierdista latinoamericana porque estuvo permanentemente vinculado con el acontecer político internacional, particularmente con México; al punto que creó un partido homólogo al PRI, el Partido de la Revolución Boliviana, pero que no logró ningún impacto electoral. Con un gran talento y exquisitez para escribir, publicó en diarios nacionales e internacionales, expresando su rebeldía y crítica social, radicalmente anticlerical, antimilitarista y antimperialista.
Otro momento impactante en su vida, años después, fue su cercanía con el presidente Gualberto Villarroel, a quien apoyó incondicionalmente, defendiendo al Gobierno y proclamando sus ideas en boletines públicos, en la prensa y la radio. Esta vez con un tinte más nacionalista que comunista. Participó activamente en la organización del Congreso Indigenal de 1945, uno de los hechos más importantes del gobierno de Villarroel.
Estos personajes pasan por la historia de pronto, en el momento o en el lugar equivocado. Creativo, intrépido e irradiando una incansable energía, terminó sus días de manera trágica, como relata el texto de Andrey Schelchkov, que reconstruye y nos comparte episodios de su vida durante la sublevación popular contra Villarroel, en julio de 1946, cuando, después de haber disparado una ametralladora desde el Hotel París, trató de huir por los techos vecinos y fue asesinado, y arrastrado a la plaza Murillo, donde fue colgado en un farol, junto al entonces Presidente de Bolivia.
// La autora es socióloga.
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// Historias de Bolivia.
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