Por: Felipe Medina Espada.
LAS HUELLAS DE NUESTROS PADRES
La guerra del Chaco
Apuntes 7
Día de San Juan, 24 junio 2020, Hrs 16:00
Cuando me pongo a imaginar con detenimiento y mucho dolor y coraje la presencia de los soldados de uno y otro lado, en tanto humanos, alistados hasta adolescentes y niños como describen las memorias recogidas, los unos, defendiendo su heredad y los otros expandiendo su territorio, ambos cumpliendo los ocultos propósitos bastardos de transnacionales petroleras y de manera alcahueta jugando en extremo descaro la Argentina y su diplomacia y personal espía en favor del Paraguay, extrapolando mi imaginación, en ningún momento he dejado de pensar en el desplazamiento de mi padre combatiente, en esos pedazos de infierno, en las más de 10 zonas de combates hasta cuando fue herido, curándose para continuar en el frente, y por supuesto la de sus camaradas, de los soldados chuquisaqueños, de los que conocí algunos mientras vivían en el barrio de El Excombatiente, Noria Alta (Federico Paniagua, Carmelo Villegas, Sixto Tapia, Nolasco Medina, Valentín Párraga, Anacleto Sánchez, Ernesto Rocabado, Fernando Rendón, Marcelino Mollinedo, Crispín Salamanca, Eloy Villegas, Salvador Plaza), y la de otros, cuyas historias conocimos en una exposición documental hace varios años.
Viendo esos rostros avejentados, pero imaginados de jóvenes, al leer el breve título dedicado a ese apocalipsis de más de 50 mil bolivianos y 40 mil paraguayos, me digo: “-¡Cuánto perdimos!; ¿Y cuánto aún estamos dispuestos a perder en este tiempo político, hoy, presos de una maldición de la naturaleza, y frente a ella, la irresponsabilidad de los mandos políticos, como otrora?
“Campo Jordán”
“Están en guerra Bolivia y Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, no tienen mar, se aniquilan mutuamente por un pedazo de territorio. La Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco…. El Chaco es un desierto gris habitado por espinas y serpientes, sin un pájado cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan desesperadas sobre unas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno arrancados de las cubres andinas y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, más mueren de sed… De un lado y del otro, el pueblo descalzo es la carne de cañón que paga los errores de los oficiales.
“Habla un soldado boliviano: “Maldita la hora en que nací hombre”. (“Memorias del Fuego. III. El Siglo del Viento”. 1987. Eduardo Galeano).
En la segunda quincena de noviembre de 1934 el ejército boliviano sufrió un cerco mortal innenarrabe de sed y bala.
Con el llamamiento general de la reserva hecho en diciembre de 1934, el ejército boliviano recuperaría vitalidad para una contraofensiva exitosa y definitiva.
Esta historia continúa…
MANDINGO.
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