Por: Felipe Medina Espada.
LOS SOLDADOS, LOS OFICIALES
LAS ENFERMERAS, LOS MÉDICOS
LOS AGUATEROS, LOS GUÍAS… (1)
La Guerra del Chaco
Apuntes 5
18 junio 2020. Hrs. 21:00
Estoy cómodamente sentado delante de mi modesto escritorio y mi laptop; suena la música con gaitas; y cuando comienzo a d-escribir lo que sintieron nuestros padres o abuelos en esos tiempos de la guerra, cuando imagino soldados escribir a sus familias, pienso “estaban recogiendo la memoria de los soldados bolivianos de ese periodo de sufrimiento comparable a mil castigos infernales por pecados que jamás habían sido suyos”, entonces, cuando, luego de 85 años me pongo a compartir con uds esos hechos citándolos ‘de a pedazos’, siento una rara conexión (espiritual?) con esos sucesos ‘reviviéndolos’ a mi manera.
Pero caminemos al “frente”, en éste, la parca, ya estaba desatada caminando a su libre albedrío vestida de diferentes formas. Se la veía “encarnada” ya en decenas, centenas de cuerpos yertos de “pedros, franciscos, emilios” de diferentes colores de tez, contexturas y en sitios en poses innimaginables”. Algunos, como en el caso de Felipe Arana, cuyo nombre de este oficial joven, lleva una de las calles del barrio de “El Guereo y Santa Ana de Sucre” (seguro desconocido por casi todos los habitantes); era, Felipe Arana, un oficial joven, brillante e inteligente, que el “22 de septiembre de 1932 al avanzar el Regimiento Campos, la explosión de una granada de mortero en medio del comando del batallón 3ro hirió a 6 y mató a Felipe”.
El diario de un soldado de entonces relata: “llegué al lugar en pocos segundos, él estaba abandonado en medio de la selva, echado en la misma postura de dormir--- las carcazas del proyectil habían invadido en todo su cuerpo. Lo tuve en mis brazos y lloré como nunca creí hacerlo. El corazón se me desgarró. Mi amigo más querido, muerto--- cavamos foza profunda, era el homenaje; dos troncos amarrados con trapo sucio señalaron la cruz sobre la cabecera. Murió en el primer combate, en su bautizo de fuego, en el primer minuto”. (RQC, Masamaclay).
El indiecito Quispe, había recibido un estoque en el estómago, tendido de espaldas sobre la camilla, gemía lastimosamente llamando a su madre: ¡Mamitay! Mamitay! (RQC).
Benjamín Castro había enloquecido, él no tenía ningún rasguño, pero su cerebro estaba destrozado, caminaba sin sosiego alrededor de la fogata.
Cuando yo era niño, cuando mi padre solía tomarse unos tragos, en las noches, de repente lo sentía incorporarse de la cama y comenzaba a gritar: “¡Pilas carajos!, ¡Vengan pues, vengan ahora!, ¡Les daremos tostado! ¡Tomen, tomen, ratatatata, ratatatata!! Y de pronto se ponía a llorar amargamente, (yo) acompañándole imaginando escenas que jamás hubiera pensado, ahora me veo contextualizando el sufrimiento y heroísmo de esos soldados...
Esta historia continúa…
MANDINGO.
Fotografía, interiores de la libreta de Desmovilización de mi padre, señala los sitios de combate participados y condecoraciones.
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