Foto: Los movilizados ingresan de a poco a la plaza Murillo
desde la calle Ballivián / Por: Javier Badani / Julio de 2015
/ https://social.shorthand.com/jbadani/uyPT3nJlB/asi-cayo-villarroel
El cuerpo maltratado del presidente Gualberto Villarroel colgando
de un farol de la plaza Murillo. Esa es la imagen que la mayoría de lxs
bolivianxs llevamos grabada en la memoria cuando retrocedemos a los trágicos
acontecimientos de julio de 1946.
Se ha escrito mucho sobre esta violenta página de nuestra
historia. Pero en gran parte de estas narraciones se ha cargado la tinta: ya
sea para acusar a la rosca minera de propiciar el derrocamiento de Villarroel o
ya para reivindicar el hecho como un movimiento popular legítimo que buscó
liberar al país de un régimen en extremo abusivo.
Y a pesar de que han pasado 70 años, aún hoy es complicado
separar la paja del trigo e intentar pintar los sucesos del 46 con el lente de
la objetividad, si es que tal cosa puede ser posible.
Apoyado en los magníficos documentos fotográficos del
periódico La Razón, me permito compartir algunos de los hechos de aquellos días
de furia, esperando que ayuden a cada quien a sacar sus propias conclusiones.
Debo decir, sin embargo, que estas imágenes por sí solas
echan por tierra aquellas voces que señalan que la revuelta del domingo 21 de
julio de 1946 fue impulsada por una turba de cuatro gatos pagados por la
oligarquía minera de la época.
Los sucesos de ese trágico día no fueron más que la
culminación de un proceso gradual de deterioro en la popularidad del gobierno
de Gualberto Villarroel, proceso acelerado por la violenta represión que el
régimen impulsó contra miembros de la oposición y ciudadanos críticos a su
accionar.
Para intentar comprender el contexto debemos retroceder
hasta el final de la Guerra del Chaco. Esta conflagración bélica que nos
enfrentó con Paraguay (1932-1935) permitió germinar una nueva conciencia
nacional.
Jóvenes oficiales que retornaron de las arenas del Chaco
llegaron a las ciudades imbuidos de ideas de cambio, lo mismo que los miles de
ex soldados y prisioneros de guerra que entendieron que la conducción política
y social del país debía tomar un giro rotundo sin la presencia de la oligarquía
que había llevado a Bolivia al desastre de la guerra.
Es así que se abrió en el país un periodo de dictaduras
progresistas militar-socialistas bajo el liderazgo de David Toro Ruilova y
Germán Busch Becerra (1936-1939). Hay que entender, sin embargo, que entonces
las ideas del socialismo eran cool. Una moda que pegó con fuerza en el
país de la mano de varios grupos de izquierda que surgieron tras la Guerra del
Chaco renegando de la vieja política boliviana, dominada hasta entonces por
conservadores, liberales y republicanos. Los militares no hicieron más que
subirse a ese carro para afianzarse en el poder, aunque, al final. sin lograr
consolidar los cambios trascendentales que habían soñado realizar.
Tras el suicidio de Busch en agosto de 1939, las fuerzas
conservadoras junto con la oligarquía minera tomaron el poder y propiciaron las
elecciones de 1940 donde triunfó el general Enrique Peñaranda.
El 20 de diciembre de 1943 Villarroel -que había sido parte
de los más jóvenes e idealistas oficiales militares que habían dado apoyo a
Busch y a Toro- lideró un golpe contra Peñaranda y se convirtió de facto
en el presidente de Bolivia.
Villarroel promulgó un número de reformas profundas,
incluidas la rebaja de alquileres, el reconocimiento a los sindicatos y el
derecho a pensión y al retiro voluntario y la abolición permanente del
pongueaje y mitaje. También realizó el deseo de Busch de crear una asamblea
indígena, la primera de este tipo en la historia de América Latina, e instituyó
reformas sociales.
En virtud de la promulgación de la nueva Constitución de
1945, fue elegido presidente constitucional para un período de 6 años.
Villarroel fue parte de los fundadores de Razón de Patria
(Radepa), logia secreta conformada en su mayoría por militares que, de a poco,
comenzaron a convertirse en el brazo represor del gobierno de Villarroel. Más
aún, bajo el amparo que les brindaba el poder, comenzaron a cometer crímenes
como el secuestro del minero Mauricio Hoschild, liberado a duras penas tras la
intervención directa del Presidente.
Como bien señala Rogelio Alaniz, "la derecha lo
considera un extremista de izquierda, y la izquierda, un extremista de derecha.
Su estilo de gobierno está muy lejos de la santidad. En noviembre de 1944
reprime a sangre y fuego un levantamiento militar en Oruro. Meses después el
ejército a sus órdenes dispara contra mineros y campesinos en Las Canchas. No conforme
con ello, clausura diarios opositores y, probablemente, haya sido el
responsable del atentado con el dirigente del PIR, José Antonio Arze".
La conspiración contra Villarroel de noviembre de 1944 en
Cochabamba y Oruro encabezada por el coronel Ovidio Quiroga terminó con un
desplazamiento de tropas de La Paz que desbarató el intento y con la ejecución
criminal de más de 10 de los insurrectos el 20 de noviembre de 1944. De ellos,
cuatro fueron asesinados en el camino La Paz-Yungas. Precisamente en Chuspipata
fueron fusilados y luego despeñados los senadores Luis Calvo y Félix Capriles,
los ex-ministros de Estado y profesores de la Universidad Carlos Salinas
Aramayo y Rubén Terrazas y el general Demetrio Ramos.
El impacto de tal brutalidad fue muy fuerte sobre todo en
sectores de clase alta y media de las ciudades. Fue el comienzo del fin del
gobierno de Gualberto Villarroel.
Roberto Querejazu Calvo relata en Llallagua: "Se llegó
a la crisis en julio de 1946. El día 8 los maestros de escuelas y colegios se declararon
en huelga pidiendo aumento de sueldos. Dos días después los estudiantes de la
Universidad de La Paz marcharon por las calles en apoyo de aquéllos. La policía
dispersó la manifestación concentrada en la Plaza Murillo con disparos de
fusiles y ametralladoras. Hubo tres muertos y once heridos."
"Al día siguiente, el entierro de los muertos dio
motivo a otra concentración popular en la que cayeron nuevas víctimas. Los
festejos de celebración de las efemérides cívica de La Paz distrajeron la
atención pública, aunque no la labor subterránea de los dirigentes del PIR,
elementos de derecha, organizaciones femeninas y universitarias, coaligados en
un complot revolucionario."
"El 17 de julio un grupo de adherentes del MNR, en el
que se encontraba el Ministro de Agricultura, Julio Zuazo Cuenca, lanzó piedras
contra las ventanas de la Universidad. Este estúpido gesto reavivó la hoguera
que se suponía en trance de extinguirse. Universitarios visitaron diferentes
barrios de la ciudad denunciando el ultraje a su Alma Mater. Gentes de los
diferentes grados sociales convergieron hacia el centro y en gran multitud
gritaron frente al Palacio de Gobierno: "¡Abajo el MNR!", ¡Abajo la
bota militar!". Se produjeron tiroteos en varias zonas. Grupos de revoltosos
dispararon contra el cuartel del regimiento Calama y la Seccional de Tránsito
próxima al mercado Rodríguez."
Si ya no tengo apoyo estoy dispuesto a renunciar. La
presidencia es una carga terrible".
"El general Ángel Rodríguez hizo conocer a Villarroel
el pedido de su renuncia que hacían muchos jefes y oficiales. Según palabras
del propio Rodríguez: 'El presidente no esperaba este golpe. Su desconcierto
fue apenador'."
"Al avanzar la mañana (21 de julio) un grupo de
personas, que se había reunido en la esquina de la Municipalidad para comentar
la situación, se dio cuenta de que el palacio consistorial estaba sin guardias
y que en el vestíbulo seguía un pizarrón en el que se invitaba al público a
pasar y comprobar que era falso el rumor callejero de que en el edificio se
habían ocultado cadáveres de los caídos en los días anteriores. Se buscó por
todas partes y más bien se encontraron algunas armas y munición. Alguien lanzó
la idea de buscar más armas en la Dirección General de Tránsito. Como allí se
tropezase con resistencia, se entabló combate sobre la Avenida Santa Cruz. La
chispa estaba encendida."
"Más y más personas se fueron sumando a la rebelión.
Cayó Tránsito, donde se hallaron otras pocas armas. Se decidió atacar la cárcel
(Panóptico) y libertar a los presos políticos. El mayor de ejército Max Toledo,
Director General de Tránsito y miembro de la Radepa, fue sorprendido y muerto
en las proximidades de la plaza San Pedro. Una mente maligna, recordando el fin
del fundador del fascismo, propuso que su cadáver fuese colgado en esa plaza.
Así se hizo, sentándose un funesto precedente para ese día. Se tomó el
Panóptico sin mayor dificultad. Los presos políticos y comunes recobraron su
libertad."
"La revuelta cundió a toda la ciudad. Se ocuparon otros
edificios públicos como el Instituto Militar (cuyos alumnos se plegaron a los
rebeldes colocándose la gorra militar con la visera hacia atrás), el cuartel
del regimiento Calama, la Escuela de Policías, la Oficina de Investigaciones,
Radio Illimani y el Ministerio de Gobierno (donde se encontraron más
armas)."
"Ninguna de las unidades militares salió a las calles a
defender al régimen. Más bien tropas del Loa se plegaron a la insurrección
(volcando su gorra como los alumnos del Instituto Militar). Los civiles
adoptaron como distintivo el no uso de corbata. Hasta medio día toda la ciudad
quedó en poder de la revolución, con excepción del Palacio de Gobierno. Quedó
éste como un islote en medio de un mar embravecido."
"El palacio no contaba con más fuerzas que su guardia
habitual de 24 soldados del regimiento Sucre al mando del subteniente Federico
Lafaye Borda y alguna tropa de la Escuela Motorizada a órdenes del capitán
Téllez. No encontrándose a la vista en esos momentos ningún jefe que tomase
decisiones en sentido de rendir el edificio o defenderlo, ambos oficiales
creyeron que su deber era luchar. Distribuyeron sus hombres detrás de las
ventanas para responder al graneado fuego de los atacantes".
"Los revolucionarios invadieron el palacio
frenéticamente. Se esparcieron por todas partes, buscando al coronel
Villarroel. Lo encontraron en una estrecha alacena para guardar papeles de la
oficina de Reorganización y Eficiencia Administrativa. Existen varias versiones
de lo que sucedió a continuación. Una de ellas dice que al sentirse ruido en la
alacena uno de los revolucionarios disparó su pistola ametralladora a través de
la puerta cerrada y que al abrirse ésta se encontró a Villarroel herido de
muerte. Otra expresa que el coronel Villarroel abrió la puerta de la alacena y
disparó su revólver sobre sus atacantes, cayendo acribillado por los disparos
de éstos. Una tercera versión dice que al ser descubierto exclamó: "No soy
Villarroel, soy Alfredo Mendizábal, jefe del PIR" (uno de los cabecillas
de la revolución, con quien tenía mucho parecido físico)".
"Lo cierto es que falleció allí y que su cadáver fue
arrojado por una de las ventanas de esa oficina a la calle Ayacucho, por donde
afluía gran cantidad de público hacia la Plaza Murillo. Se lo despojó de su
vestimenta y casi desnudo se lo colgó de uno de los postes de luz. Igual suerte
sufrieron el capitán Waldo Ballivián y el secretario del presidente, Luis Uría
de la Oliva, muerto también dentro del palacio, y el periodista Roberto
Hinojosa, victimado en una calle próxima".
"El macabro cuadro de las pálidas figuras colgadas en
la plaza Murillo, el del solitario cadáver pendiente de otro cordel en la Plaza
San Pedro, los dirigentes del MNR y miembros de la Radepa ocultos en casas de
amigos o asilados en embajadas, las indecisiones en el gobierno y la cólera en
el pueblo, todos los heridos y muertos, toda la sangre y el dolor de ese
domingo fueron el epílogo de un régimen que dos años antes se inició pletórico
de juventud de ideales y que labró su propia destrucción al pretender que el
fin que perseguía justificaba los medios vedados que empleaba".
Al final se puede concluir que no sólo la izquierda salió a
las calles de La Paz el 21 de julio de 1946. También la derecha a través de
organizaciones políticas y diarios financiados por la rosca minera. Treinta
años después, el dirigente trotskista Guillermo Lora dirá en una conferencia en
la universidad de San Marcos: "Los marxistas y los imperialistas
norteamericanos habíamos llegado a la misma conclusión, aunque por motivos
diferentes'’. Esto era terminar con el gobierno de Villarroel.
Desde Oruro llegaron ciudadanos armados para
sumarse a la revuelta en La Paz.
Restos
de las personalidades que fueron fusiladas en Chuspipata, rescatados meses
después de los cruentos asesinatos.
Un
grupo de jóvenes dispara al edificio de Radio Illimani, desde donde seguidores
del Gobierno defendían el ingreso al Palacio Quemado.
Los
militares que se sumaron a la revuelta lo hicieron con la gorra al revés.
Los
militares que se sumaron a la revuelta lo hicieron con la gorra al revés.
Heridos
en los combates del 21 de julio participan semanas después del desfile
realizado en honor a los movilizados caídos.
Un
día después de la revuelta, las familias de los "revolucionarios"
caídos entierran a sus muertos.
Los movilizados marchan con los cuerpos de
sus compañeros por la plaza Murillo, un día después.
Ante
la disolución de la Oficina de Tránsito, jóvenes asumieron la tarea de dirigir
el tránsito paceño.
El
periodista Roberto Hinojosa cayó víctima de la furia de los movilizados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario