El presidente Salamanca y el Grl Peñaranda antes del golpe de estado.
En septiembre de 1934, el Presidente Salamanca, al retornar al Chaco se detuvo
en la ciudad de Tarija. En el Edificio Prefectural, ubicado en la misma plaza
central, lo esperaba el Coronel Enrique Peñaranda. Ahí se realizó la llamada
“Conferencia de Tarija” en ese encuentro tuvo lugar la mayor confrontación
entre el poder civil y el militar. El Coronel Peñaranda señaló que los
cambios inconsultos en la jerarquía militar lastimaban al ejército y lo
desorganizaban; por estas razones el mando de la guerra era débil perjudicando
las acciones.
El presidente alzó en cólera y dijo: “Como Capitán General, ¡exijo
subordinación!”, a lo que el General Peñaranda le respondió: “Como General en
jefe, pido mayor consideración”. Como las voces sonaron fuerte el ambiente era
tenso ante el manejo del poder. En ese instante de los gritos entre las
jerarquías civil y militar, ingreso Rafael, el hijo del presidente, quien
desenfundando la pistola y poniéndola en el vientre del General manifestó: “So
carajo, si usted no respeta al Presidente, yo le voy a enseñar a respetar a mi
padre”. No podía seguir en ese tono la reunión y todos los presentes empezaron
a bajar las voces y procurar encontrar una salida. Lo más que llegaron es a
declarar un “status quo” a la conversación, para solucionar el quiebre
suscitado. Pidiendo que el gobierno tome una definición sobre el objetivo de la
guerra.
En esa reunión el Presidente mostró un telegrama que decía: “Hago saber a
ustedes, que el pueblo ya no tiene confianza en la pericia del Comando”, a lo
que el general Peñaranda contestó: “Respecto a la opinión del pueblo, usted no
debe preocuparse, porque en la línea también se piensa lo mismo de su gobierno
y no por ello nos alarmamos”.
Luego de la “conferencia de Tarija” se organiza una reunión en Samayhuate a
fines de septiembre de 1934, estando presentes el entonces Vicepresidente de la
República J. Luis Tejada Sorzano conjuntamente con Luis Fernando Guachalla y el
ministro de Defensa Eduardo Sanjinés. El General Peñaranda y varios oficiales
de alto rango en la guerra. Entre ellos: el Mayor Eulogio Ruiz, Coroneles David
Toro, Felipe Rivera, Bernardino Bilbao Rioja y Tenientes coroneles Jordán y
Moscoso.
El Vice Presidente fue invitado a una reunión del mando militar en campaña. Uno
de los propósitos de la reunión fue el de sugerir una mayor autonomía del
Comando en el nombramiento de los destinos de los jefes y oficiales, toda vez
que según los jefes del momento, veían con mucho celo profesional la injerencia
constante de Salamanca en la táctica superior y estrategia militar propia de la
Ciencia y arte militar. Sugirieron una institucionalidad donde efectivamente
reconocían el nombramiento presidencial al General en Jefe del Ejército y al
Jefe de Estado Mayor; Sin embargo, los Comandantes de Cuerpo de Ejército debían
ser propuestos por la cúpula militar.
Existía una situación crítica entre el gobierno que representaba al poder
político y el poder militar. Se ingresó en una polémica de difícil solución, se
aceptaba la potestad del presidente, pero no la injerencia en temas militares.
No había ningún acercamiento entre ambos criterios, lo que repercutió en la
campaña culminando con el corralito de Villa Montes.
A causa de los contrastes que se reiteraban en la guerra del Chaco, el
Presidente Salamanca viajó a Villa Montes para modificar el alto mando, más
concretamente el cambio del General Peñaranda por el General Lanza y
nombramiento del jefe de Estado Mayor, que recaía en el teniente coronel Luis
Añez. En noviembre, el primer mandatario y su comitiva llegaron a Villa Montes.
De inmediato empezó a dar órdenes para el cambio de Peñaranda.
Peñaranda llegó de Samaihuate, junto a Germán Busch y otros oficiales. En esa
noche se realizó una reunión de los militares y consideraron que el cambio del
General en Jefe Enrique Peñaranda, sin solicitarle su renuncia era una ofensa a
todo el ejército boliviano y necesariamente debían actuar por su honor.
Organizaron un golpe de estado, trayendo soldados del puesto más próximo.
Al día siguiente, 27 de noviembre de 1934, por la mañana, el alojamiento
presidencial fue rodeado. Salamanca, los ministros y el General Lanza, que iba
a ocupar el lugar de Peñaranda, fueron tomados presos. El golpe fue dirigido
por el General Peñaranda y ejecutado por el Mayor Busch, con la venia de la
mayoría de oficiales que se encontraban en pleno combate. Este fue el llamado
Corralito de Villa Montes.
El Propio Salamanca relataría lo siguiente: “De siete y media a ocho de la
mañana, del día veintisiete se realizó la admirable operación militar preparada
por el Comando. Aparecieron de súbito en camiones, partidas de soldados armados
de fusiles y ametralladoras, que cercaron el recinto alambrado, tomando todas
sus puertas. Eran más o menos 400 hombres. Por la puerta principal irrumpieron
unos 80 de ellos, asimismo armados, y tomaron la senda hacia la casa. Con estos
venía el mismo General Peñaranda que decía: “Ahora nos vamos a ver ja, ja, ja”.
Estaba también el coronel Rivera que un rato antes había tenido un fuerte
altercado con el general Lanza. Entre los asaltantes estaban el teniente
coronel Añez y el mayor German Busch y creó un tal Vicarra que increpó al
General Lanza de “traidor”. Todos los que acompañaban al presidente fueron
detenidos y el General Lanza hizo resistencia tratando de sacar su arma, pero
fue desarmado por Peñaranda. A continuación y haciendo resistencia el General
Lanza se sacó las presillas y exclamó: “me da vergüenza de ser general
boliviano”. Peñaranda le replicó groseramente: “eso vas a tener cuando te
saquemos el cuero”. El presidente quedó como prisionero en la misma residencia
que era la casa Staudt.
“Nunca antes el comando había realizado una operación mejor preparada, ni tan
brillante. En esta memorable acción, el Comando tomó revancha de todas las
derrotas, mostrándose valiente y victorioso contra el Gobierno de su país”
(Historia de la Guerra del Chaco – Mariano Baptista Gumucio).
Consumado el motín llegaron varios jefes militares que deliberaron largamente,
y consiguieron la renuncia formal del Presidente Daniel Salamanca, trasladando
el mando al Vicepresidente en ejercicio, don José Luis Tejada Sorzano. El
presidente depuesto, regresó, amargado, a su refugio de Cochabamba y murió seis
meses después.
Es evidente que cada país tiene sus propias dificultades, sin embargo esta
forma de actuar era un reflejo de lo que pasaba en los campos de batalla, donde
la institucionalidad importaba muy poco. Solo podemos salvar el gran amor a
Bolivia, de todos sus defensores.
Del Libro “Huellas del Chaco” de Roberto R. Ávila Castellanos.
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