Foto: Mónika. Murió en La Paz en mayo de 1973 a manos de
agentes de seguridad del gobierno de Banzer. Su padre fue un cineasta que
colaboró con el régimen nazi. Se refugió en la Chiquitanía boliviana donde
falleció en 2003. Foto: Archivo-Mac Farren.
Por: Peter McFarren y Fadrique Iglesias - Periodistas /Este
articulo apareció publicado en el periódico La Razón el 12 de enero de 2014.
La mayor parte de los inmigrantes alemanes que llegaron a
Bolivia en los años 50 habían tenido algún tipo de participación en la II
Guerra Mundial. Un grupo numeroso evitaba mezclarse con los judío-alemanes. Sí
existía más relación en afanes comerciales ya que varios judíos eran
propietarios de tiendas de abarrotes en las cuales no había una discriminación
manifiesta generalizada, pero tampoco había contacto. Eso sí, en el Club Alemán
se mantuvo el rechazo de judíos hasta bien entrada la segunda mitad del siglo
XX. Igualmente en un momento dado, en el Cementerio Alemán de La Paz tampoco
estaban permitidos entierros de judío-alemanes.
Aunque el contacto entre los Altmann y los Ertl se fue
perdiendo, Klaus sabía de la vida de la familia. Sabía de los movimientos de
Hans como documentalista y hombre aficionado a la antropología naturalista,
pero sobre todo de Mónika y su acercamiento a la izquierda radical de la
guerrilla. No se podía esperar menos de Barbie, hombre del mundo de las labores
de inteligencia, que solía tener un control mental de sus conocidos, por lo
menos de aquellos que le llamaban la atención. Fue una constante en su vida la
activación y desactivación de sus contactos y relaciones personales según su
conveniencia.
Además, Barbie estuvo desde los años 60 estrechamente ligado
a las operaciones de inteligencia del Ministerio del Interior boliviano. Él fue
uno de los consejeros cercanos y directos en el aparato urbano del plan de
captura del Che Guevara en Bolivia y conocía los movimientos de la mayoría de
alemanes que directa o indirectamente tuvieron acción durante la II Guerra
Mundial.QUINTANILLA. Una persona clave en los operativos del Che Guevara fue
Roberto “Toto” Quintanilla, hombre fuerte de la incipiente oficina de
inteligencia boliviana y colega intimo de Barbie. Por aquellos días en Bolivia
no existían métodos específicos para combatir guerrillas urbanas, tema que
Barbie llegó a dominar, específicamente durante la persecución, arresto,
tortura y asesinato de Jean Moulin, líder de la Resistencia francesa en Lyon
durante la guerra. Ante semejante labor en ciernes, Barbie jamás olvidaría otro
importantísimo personaje: la hija de su amigo Hans.
Quintanilla, fue quizás uno de los principales protagonistas
en la captura y posterior muerte del Che Guevara, y para certificar su eliminación
física ante el gobierno norteamericano, le mandó cortar las manos al cadáver
como trofeo y prueba irrefutable de sus señas dactilares, entregando a
instancias superiores un recipiente cilíndrico de metal con las piezas del
cuerpo del guerrillero argentino flotando en un líquido incoloro. Él asumió el
éxito de la operación que se le fue encargada como ejecutor.
A los dos años, el 9 de septiembre de 1969, dio muerte
también a Guido “Inti” Peredo, uno de los cinco sobrevivientes del grupo del
argentino un par de años antes en Ñancahuazú, en un operativo urbano calificado
como un “baño de sangre” que marcaría a Mónika. “Inti” fue brutalmente
torturado, herido y asesinado por los hombres de Quintanilla y asesorado por
Barbie desde primera línea. No se trataba de un objetivo cualquiera, sino del
nuevo líder del ELN. Carismático y muy activo, era el heredero del Che, persona
muy cercana a Mónika. Luego del hecho, el hermano, “Chato”, asumiría la
jefatura del grupo. Así fue que Quintanilla, con la misión cumplida, decidió
refugiarse en Hamburgo, Alemania, lejos de todo el ruido causado en Bolivia.
En 1958 Mónika, mujer esbelta, de rostro delicado pero de
personalidad fuerte y tozuda a la vez que sensible, y todavía lejos de
relacionarse con la política, se casaba con el joven ingeniero Hans “Juan”
Harchies, dedicado a la minería y también de familia acaudalada inmigrante de
Alemania. El matrimonio, aunque duró diez años, pareció no funcionar y
decidieron disolver la relación después de un periodo turbulento para ellos, en
el que residieron en La Paz, donde Mónika se acomodó a la vida de familia pequeñoburguesa,
pero también en las minas de Sewell, en Chile.
En los años posteriores Mónika tuvo fugaces noviazgos con
Regis Debray, filósofo francés y enrolado en un momento dado con la guerrilla
guevarista, pero sobre todo con “Inti” Peredo con quien llego a convivir en
casa de su padre, en la calle Adela Zamudio, y probablemente también con su
hermano, “Chato” Peredo.
Su irrupción en los movimientos guerrilleros fue singular.
Pasó de una vida tradicional, a una comprometida con su causa. Escogió el
nombre de Imilla como alias de guerra, en clara contraposición con su
apariencia extranjera. Fue una situación de tensión permanente con su padre,
quien como acertadamente sugiere el periodista Schreiber, quería convertirla en
su heredera intelectual, en una nueva versión de Rifensthal. El viejo Ertl
nunca se alejó de sus indómitas aficiones y pasiones investigativas, viviendo
de manera austera y, en cierto modo, descuidada. Se convirtió incluso en una
atracción turística y exótica más de la selva chiquitana. (…)
Beatrix [la hermana de Mónika] comenta: “A medida que se
acercó al Ejército de Liberación Nacional boliviano, Mónika se fue distanciando
de la familia. Llegó un punto en que nos escribía una carta al año. A veces
incluso cartas encriptadas. Hans mantuvo con ella una buena relación, era su
hija preferida, pero cuando [Mónika] le propuso hacer en su hacienda un campo
de entrenamiento de guerrilla, la expulsó sin miramientos. Le dijo adiós y se
molestó mucho. No quería participar en asuntos relacionados con la lucha
armada. Mi padre nunca más se quiso involucrar con regímenes políticos, por eso
mismo se recluyó en el trópico”.
“Mónika, durante su corta etapa familiar con Harchies, en su
hogar era ama de casa aunque nunca descuidaba la lectura. Estudiaba historia,
se apuntaba a cursos, todo allí, en Rancagua, Chile, en los campamentos
mineros. Luego volvieron a Bolivia muy a su pesar. Ella prefería irse a EEUU, a
esa California en ebullición, su sueño era probar suerte en Santa Mónica. Él no
quiso. En Bolivia se deshizo el matrimonio. En la casa de papá, en el barrio de
Sopocachi, buscó la división física de la vivienda e hizo su propio apartamento
anexo para ganar independencia”.ELN. Luego de la separación de Harchies hacia
el año 67-68, vino la etapa del ELN. Mónika era una mujer eléctrica con mucha
adrenalina, que tenía un amplio abanico de amistades. En un primer momento se
dedicó a la labor comercial en una aseguradora mientras viajaba por el mundo
buscando fondos para su centro infantil, además de ser profesora en el
Instituto Goethe de La Paz. En estos movimientos fue que se relacionó con mucha
gente y amplió su horizonte ideológico, visitó comunas de personas alineadas
con la izquierda, una de ellas en Hamburgo, donde mantuvo algunos contactos
años más tarde.
En este proceso de transformación, en esas idas y venidas de
Europa conoció en Bolivia al amor de su vida, como comenta Beatrix, dentro del
ELN: “En Sopocachi llegó a vivir con Inti Peredo, tenía algo con él. Luego
estuvo relacionada con su hermano Chato Peredo, todo ello en los años 60,
llegando a vivir en Cuba y en algún otro sitio, pero cuando la mataron, en
1973, estaba con un chico conocido como Osvaldo Uscasqui, estudiante argentino
que la acompañaba por aquellas épocas”.
Después de estar de paso en Cuba, donde quizás fue
entrenada, aparentemente se habría reunido con Regis Debray (quien fue visto en
Bolivia esos años, también planeando el fallido secuestro a Klaus Barbie en
1973 para lograr llevarlo a Francia), y posteriormente partió hacia Europa, a
Suiza y Hamburgo, con un pasaporte falso a nombre de una ficticia Nancy Fanny
Miriam Molina, de nacionalidad argentina. Así fue que la historia de la
persecución de Mónika tuvo el final que la gente del servicio de inteligencia
boliviano tanto esperaba: tragedia. Antes de llegar a su cuarta década de vida,
fue ejecutada en su La Paz adoptiva, sin que su familia la pudiese despedir.
Beatrix: “Ella, conocida con el alias de Imilla, iba y venía
de Alemania frecuentemente. Tenía un cargo alto en los ‘elenos’ (ELN), por eso
decidía qué hacer y qué no, viajaba mucho. Cuando fue a Alemania a principios
de los 70 no nos contactó a sus hermanas. Nos escribíamos una vez al año cuando
manteníamos correspondencia, más tarde ni eso. Ella prácticamente se despidió
de nosotros el 69. ‘Adiós, me voy y no me verán nunca más’ fue lo que dijo.
Para ella era lo mejor y estaba convencida. Le gustaban las ‘comunas’, estaba
decidida a cambiar el mundo. A veces llegaban cartas para la familia, diciendo
‘estoy bien…’ y poco más. Se volvió enigmática, casi una desconocida para
nosotros. Se quedó algunas épocas en Francia ya que era la principal acusada
del asesinato de Roberto Quintanilla y apareció en Bolivia, de repente en 1973,
el año que la mataron. Un día antes, el viernes 10 de mayo, yo me preparaba
para ir a la reunión de exalumnos del colegio Alemán, y el 12 salió en la
prensa que la habían asesinado. Yo me enteré por la prensa. Fue portada en
todos los periódicos, fuimos a la embajada alemana a tratar de hacer algo. La
embajada procuró comunicarse con el Ministerio del Interior y la respuesta fue
que ‘tuvo una sepultura cristiana’. No sé lo que opinó mi padre, ya que estaba
en la estancia. Se enteró por la radio alemana, Deutsche Welle. Estaba triste y
decepcionado. Nosotros siempre dijimos ‘si es que le pasa algo, mejor que la
maten a que la torturen’. Nunca la torturaron”.MUERTE. “Caminaba solo de noche,
caminaba por los barrios periféricos. Yo no supe cómo fue el enfrentamiento.
Ella estuvo en un escondite por la avenida Buenos Aires. Los disparos fueron en
la calle. [Klaus] Barbie sabía todos los movimientos de mi hermana, los tenía
bien estudiados. Él sabía cuándo ella estuvo en La Paz después de desaparecer
del mapa por un par de años, así fue que decidieron tomar la casa de mi padre
con ella dentro. Después del asesinato, un día vi a Barbie en la calle. Me
saludó atentamente y dijo ‘qué pena lo que le sucedió a tu hermana, lo siento’.
Yo ni sentí rencor hacia él. Solo queríamos su cadáver. Yo no sé si Altmann era
un tipo peligroso, aunque tenía cara siniestra. Mostraba una mirada sórdida. Yo
no supe si fue él el que la mandó a asesinar. Eran épocas de Banzer y no fue la
única desaparecida. Nunca supimos a ciencia cierta quién disparó ni quién
autorizó la ejecución. Hasta hoy no me entregaron el cadáver, no se sabe dónde
está y tampoco me consuela su promesa de la ‘sepultura cristiana’.
“Llevo varios años luchando por saber dónde están sus
restos. El Ministerio del Interior [a órdenes] de Banzer, institución a la que
atribuimos su desaparición, era parte de los responsables. Banzer,
curiosamente, era nuestro vecino de estancia en el oriente donde tenía una
hacienda cerca de La Dolorida. Tenía trato cordial con mi padre. Hans nunca
quiso entender que Banzer mandó a matar a Mónika. Hans evadía el tema
sistemáticamente y cuando no, decía ‘si la ha mandado matar, habrá tenido sus
razones’.” (…)CRIMEN. Beatrix toma aire con un gesto que se acerca por un lado
al aburrimiento, al hastío, y por otro a la resignación. Ella y [su hermana]
Haidi —quien vive en Alemania—, jamás llegaron a saber cabalmente si Mónika fue
quien mató a Roberto Quintanilla, como le achacaron. Beatrix suelta una última
frase, como cansada del asunto y con expresión triste en los ojos: “Cuando lo
mataron, la televisión internacional dijo que mi hermana fue la culpable, pero
la policía hasta hoy no está convencida. Yo tampoco. Puede ser que fuera capaz
pero no sé.”
La policía alemana jamás concluyo que Mónika fuese la
autora, aunque emitieron una notificación señalándola como buscada por presunto
homicidio. No obstante el caso no deja lugar a dudas y las evidencias son
contundentes, ya que además diferentes voces del ELN reivindicaron el hecho,
incluyendo una nota con el texto “patria o muerte, venceremos”, lema habitual
de ellos, que la autora del crimen dejó en su carrera en el suelo del consulado
boliviano en Hamburgo, donde ajustició a Quintanilla. Aquel hecho fue cometido
por una mujer esbelta, con una peluca rubia, de lentes, elegante, de piernas
esbeltas y de falda, que se haría pasar por una australiana que visita el
consulado boliviano en Hamburgo en busca de información turística. Una vez que
fue atendida por el propio Roberto Quintanilla, desenfundó un revólver del
bolso y le pegó tres disparos certeros a quemarropa que dejaron sin vida al
funcionario diplomático. Acto seguido, y luego de un forcejeo con la ya viuda
de Quintanilla, escapó sin dejar pistas certeras de su paradero.(…)
Todos los datos coinciden plenamente con la más que posible
autoría de Ertl, no obstante, aun siendo ella sospechosa y sin orden judicial
pertinente, en 1972 allanaron en La Paz la casa de Ertl donde solía refugiarse
Mónika. La vivienda fue retenida por la policía por tratarse de un “refugio de
elementos subversivos” llevándose recuerdos y documentos personales, muchos de
gran valor, parte ínfima de los cuales fueron devueltos a Hans cuatro años
después, por influencia de algunos alemanes influyentes en el gobierno. El
propio Hans en una ocasión vio un cartel con los terroristas más buscados,
hecho que le causó profunda vergüenza, según se comentó. El ministro del
Interior boliviano Mario Adett Zamora la denunció directamente como la asesina
de Quintanilla y se llegó a ofrecer por ella más recompensa que por el mismo
“Che” Guevara. Así quedaba claro que tenían que emplearse a fondo para
encontrar en alguna parte del mundo a Imilla, sospechando que tarde o temprano
volvería de Europa, quizás a La Paz, donde darían venganza a su colega “Toto”.
Tendrían que recurrir una vez más al hombre que probablemente mejor dominaba
los tentáculos de ese servicio de Inteligencia, Klaus Barbie.De CASTRO. A pesar
de que Beatrix dice no estar segura de todo lo que pasó en aquellos turbulentos
días con claridad, recurrimos a otra fuente trascendental: Álvaro de Castro,
secretario personal de Klaus Barbie. De Castro, quien fuera asesor de
Inteligencia del gobierno boliviano a fines de la década de los 70, era parte
del equipo de operaciones de Barbie y a la postre representante de la empresa
de armamento Steyr-Daimler-Puch, cuenta impávido y sin escrúpulos su
protagonismo en la muerte de Mónika Ertl. Al hacerlo no le tiembla el pulso,
quizás justificando su actuación, como Barbie solía hacerlo, con el argumento
de que “eran épocas de guerra”, o de guerrillas, en las que el éxito o el
fracaso partían del matar o morir. No obstante De Castro nunca fue visto
directamente en labores de exterminio o asesinato directo, fiel al estilo de su
mentor. Él y el propio Barbie, delataron personalmente la aparición de la guerrillera
en La Paz, justamente en el momento en que era una de las personas más buscadas
a raíz del Quintanilla affaire no solo en Bolivia sino en América Latina,
habida cuenta de la colaboración en ciernes entre algunos de los gobiernos que
luego serían parte del Plan Cóndor. (…)
Un impasible De Castro, sin la menor muestra de
arrepentimiento, comenta de primera mano como delataron, él y Barbie, a Ertl,
aun siendo ella hija de un amigo de Barbie, Hans Ertl:
“Mónika, por aquellos tiempos se había alistado en la
guerrilla. Luego de eso, un miembro de la policía boliviana, involucrado con la
caza de los guerrilleros, Quintanilla, amigo personal de Klaus, fue enviado a
Hamburgo. Como un acto de venganza, Mónika Ertl se disfraza y lo mata.
Posteriormente desaparece por bastante tiempo. La alentaba el gurú editorial
italiano de ultraizquierda Giangiacomo Feltrinelli, patrocinador que murió
también trágicamente en 1972.”
MUERTE. “Pasaron como tres años y el asunto de Quintanilla
se fue olvidando. Un buen día estábamos Klaus Barbie y yo en la cafetería y me
dice que lo acompañe al barrio de Miraflores al taller mecánico de un señor
Paravicini. Terco él, como siempre, insistió y salimos por la avenida Camacho,
concretamente por el mercado Camacho, esperando que alguien nos auxilie y lleve
hasta la calle Villalobos donde era el taller. Era plena hora de almuerzo, por
lo que no había mucho tráfico. Esperábamos a ver algún conocido para que nos
lleve, cuando de repente Klaus divisó algo que llamó poderosamente su atención.
Comentó en tono quedo con urgencia: ‘Mira quién está ahí’. ‘Una hippie’, yo
contesté, ‘con un argentino barbudo’. Ella parecía una gitana, estaba sucia,
pero se distinguía su fisonomía ‘gringa’. Él bajó la voz y me dijo: ‘¿Cómo no
te vas a acordar?’ Luego me apartó. Repuso nuevamente: ‘Mira las piernas, como
palitroques, mira esos lóbulos de las orejas alargados. Álvaro, tienes que
hablar con el coronel [Rafael] Loayza y avisarle esto urgentemente. Si tú no
vas al Estado Mayor voy a tener que llamar yo personalmente’. Se trataba de
Mónika Ertl a la que yo casi había olvidado. Eso sí, sus esbeltas y desgarbadas
piernas eran inconfundibles.”
“Continuamos caminando por la Camacho, casi llegando a la
calle Bueno para escondernos, puesto que ella podía reconocer a Barbie. De ahí
mismo llamamos a Loayza. El operativo se iba a montar de todas formas pero era
muy posible que demorara algún tiempo. En esos momentos la familia Ertl tenía
una casa en la calle Adela Zamudio entre Armaza y Guerra, en una plaza, propiedad
de Hans. Así fue pues que momentos más tarde llegaron los ‘negros’, matones del
Ministerio de Interior que solían hacer el trabajo sucio. Allanaron la vivienda
a patadas, pero no encontraron a nadie. Hans Ertl no se encontraba allí ya que
vivía como ermitaño en su casa del oriente, La Dolorida, y Mónika no estaba en
ese momento. El sitio fue primero acordonado y luego tomado. Se trataba de una
casa muy grande y contaba con un pequeño apéndice en la calle Guerra, un
apartamento independiente. Allí era donde se refugiaban los guerrilleros. En el
suelo tenían colchonetas, dormían como gitanos, todo lleno de panfletos
desparramados, fotos del Che, bombas Molotov. Nos enteramos posteriormente de
que había más guerrilleros que sí lograron escapar.”
Aquel día, Mónika y su pareja, minutos antes volvían a casa,
cuando al pasar por la esquina, se toparon con la mujer que vendía fruta, a
quien conocieron días antes. Ella dio la voz de alerta: ‘Joven algo raro pasa,
han venido unos coches extraños, seguro del gobierno, con fusiles, metralletas,
han entrado a la casa pateando la puerta’. Tras la comunicación, ambos huyeron
raudamente y se salvaron temporalmente, no obstante ya estaban acorralados.De
CASTRO. “Pasaron tres días y fue cuando, camino a Munaipata en la vía a El
Alto, en una casa de seguridad donde se escondieron [los guerrilleros], los
servicios de seguridad la encontraron junto con el argentino. Hubo un tiroteo
de ambas partes. Los guerrilleros no quisieron entregarse, respondieron al
fuego y en la batalla mataron a ambos. El cadáver de ella fue a una tumba pero
no se supo dónde, y Loayza, jefe del operativo, nunca quiso revelar el paradero
del cuerpo. Se limitó a comunicar a la familia Ertl que recibió ‘cristiana
sepultura’. Guido Benavides y sus secuaces también sabían dónde estaba el
cadáver pero no lo contaron en vida y murieron con el secreto. En el acceso del
cementerio alemán hay una lápida que indica ‘Aquí yace Mónika Ertl’ o algo así,
pero es simbólico ya que ella no está ahí.”
El asesinato de Mónika Ertl no fue el último caso de una
larga lista de misteriosas desapariciones, siniestras e inexplicables, en las
que se veía una serie de flujos de información sorprendentes entre variopintos
personajes y en distintos países. Pero la conexión latinoamericana de Klaus
Barbie aún tenía mucho por escribir en la historia boliviana.
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Fascinante reseña histórica. Gracias.
ResponderEliminarNo conocia de estos hechos.
ResponderEliminarAgradecido por la información.
Buen trabajo de la inteligencia boliviana !!
ResponderEliminar¡Qué buen artículo! Me pregunto ¿Cuántas historias más habrá de nazis en Sudamérica, que aún no conocemos? Espero se vayan contando. Felicidades por su trabajo
ResponderEliminarYa están muertos los nazis, pues tendrían ahora mas de 100 años. Pero yo creo que muchos nazis vinieron a Latinoamérica muchos de ellos en lugares alejados, por ejemplo en la selva e incluso en ciudades pero con otros nombres. Yo conocí en Guajará (Brasil ), cerca de la frontera con Bolivia, creo que en el año 1981 , a un alemán de nombre Vendolaitis o Bendolaitis. Parecía un cura, llevaba una sotána blanquecina y él era de piel blanca. Cuando hablaba tenía un dejo alemán. Era alto y un tanto obeso. Vivía en el campo acompañado de algunos adolescentes y jóvenes de condición aparentemente humilde. Vivía en una mansión tipo colonial, con grandes jardínes y árboles frutales por doquier.Después supimos que era homosexual y que había muerto asesinado por uno de los jóvenes que vivían con Vendolaitis en la finca, y que según su confesión, lo había matado porque desde niño el supuesto cura lo violaba.En Santa Cruz de la Sierra, ciudad de Bolivia donde vivo, también conocí a otro posible alemán nazi que decía que su apellido era de la Vega. Se hacía pasar por un inmigrante de orígen brasilero. Era de unos 1, 70 de estatura y su piel blanca y ojos verdeoscuro. Hablaba portugués, español, alemán y no sé qué otro idioma. Ya murió, no sé de que murió, pero hubiera tenido ahora más de 90 años.
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