Fragmento del artículo escrito por: Airton Laureano Chambi
Ocaña / Estudiante de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San
Andrés. Publicado en Revistas Bolivianas.
Muchos son los religiosos que tomaron parte en la contienda,
animando al afligido, curando al herido y bendiciendo al caído. Destacando los
jóvenes seminaristas que dejando los estudios partieron al cuidado de las almas
de su generación, entre ellos esta el k'ochalo Walter Rosales que fue capturado
en 1935 y el beniano Marcelo Torres quien fallecería el último día de la
guerra. Ambos cumplieron con creces su labor pastoral en la campaña. Como
ellos, actuaron en gran medida los sacerdotes católicos que siguieron a los
soldados desde sus parroquias hacia las trincheras, para darles apoyo
espiritual en aquellos días de dura prueba para todo espíritu. Destaca el padre
Luis Alberto Tapia, quien atestiguó las batallas de Alihuatá y Km.7 y salvó al
"niño Jesús de Campo Jordán" que había sido hecho por los valientes
del "Chacaltaya" 27 de infantería la navidad de 1932. Este sacerdote
sería capturado en el cerco de Campo Vía, durante su cautiverio fue testigo de
los tormentos y maltratos que sufrieron los prisioneros bolivianos en el
Paraguay.
Otro canónigo rescatable es el sacerdote cruceño Medardo Torrez,
quien conocía el uso de la brújula y ayudó a un grupo de enfermeros y soldados
heridos a salir del cerco de Campo Vía. Por su parte los franciscanos Luis
Fernández y Antonio Paredes cumplieron su misión levantando el ánimo de
aquellos bolivianos que estaban moral y espiritualmente destrozados por la
contienda. El padre Oliguieri, estuvo encargado de dar los santos oleos a los
soldados que morían ante él, tanto aquellos que habían muerto por heridas de
batalla como otros que perecían por los enemigos invisibles del Chaco, como
fueron la sed, el hambre, y las enfermedades; sacrificada misión que también
cumplió el sacerdote Carlos Gericke cuyo diario de campaña es un emblema de
sacrificio, servicio y entrega que realizó durante la contienda. Un prelado que
dio la vida en el Chaco fue el párroco de Copacabana, el padre Adrián Velasco,
conocido como "el mártir del Algodonal", herido y capturado en la
batalla del Algodonal en 1934, los propios paraguayos al notar su calidad de
religioso le pidieron perdón; las últimas palabras del padre Velasco fueron:
"les perdono pero muero por almas y por mi patria".
Un sacerdote de retaguardia fue el famoso "tata
pistolas" llamado así porque iba con sotana y con un revólver al cinto, se
llamaba Alfonso Ibar, sacerdote mexicano llegado a Bolivia y cuya experiencia
en la guerra cristera de su país fue esencial para la nación, fue nombrado jefe
de policía, como tal reclutaba a omisos y remisos así como cazaba a traidores y
espías. Fue la captura y muerte del espía argentino Zetaro, que ocasionó el
exilio del cura mexicano, pero su trabajo mantuvo la paz en la retaguardia boliviana.
Tanto él, como varios sacerdotes, estuvieron al lado del pueblo boliviano que
luchaba en el Chaco y rezaba en las iglesias.
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