Por: María Elvira Álvarez Giménez - Historiadora Universidad
París 1 Panthéon-Sorbonne, París, Francia.
INTRODUCCIÓN
La historia de las mujeres y del género es un campo de
investigación que surgió a raíz de lo que se denominó la "segunda
ola" de movilizaciones feministas que tuvieron lugar en Europa y en
Estados Unidos en la década de 1970. En América Latina este nuevo campo de
investigación fue abriéndose camino a medida que los países latinoamericanos
entraban a una transición democrática en los años 1970 y 1980, y ha conocido un
suceso relativo y diverso en función de los países en los que se ha ido
implantando. Es un campo de investigación que con más de 40 años ha conocido un
desarrollo notable y ha logrado colocarse como un campo indispensable para la
comprensión de fenómenos no solamente sociales y culturales, sino también
políticos. Su desarrollo en países como Brasil, México, Argentina ha sido
bastante importante no solo en términos de investigación y publicaciones, sino
también en términos de creación de cátedras y cursos en las Universidades
dedicados a la enseñanza de la historia de las mujeres y del género en Latinoamérica.
En Bolivia, sin embargo, este es un campo de investigación
casi inexistente dentro de la historiografía boliviana. A excepción de algunos
estudios que tratan sobre las mujeres en Bolivia y su participación en la
esfera política (citados en bibliografía), la historia de las mujeres y del
género no ha logrado implantarse ni desarrollarse de manera suficiente en
Bolivia. Por lo tanto es necesario que se lo tome en cuenta como un campo de
investigación que contribuya a la comprensión de las relaciones de poder dentro
de la sociedad boliviana, como también a la comprensión de fenómenos
culturales, étnicos, y políticos, enriqueciendo así la historiografía boliviana
a partir de nuevos enfoques y problemáticas.
Es dentro de este campo de investigación, aún nuevo en
Bolivia, que se inscribe mi tesis de maestría sobre el primer movimiento
feminista boliviano. Las interrogaciones principales se sitúan en relación a su
surgimiento, al contenido de sus reivindicaciones, a sus modalidades de acción,
a su posición dentro del feminismo internacional de la época y a su rol en el
debate sobre el sufragio femenino en la sociedad y en la esfera política
bolivianas. Lo que viene es una muy breve presentación de este trabajo de
investigación, que esperemos sea una pequeña contribución al desarrollo de
la historia de las mujeres y del género en Bolivia.
1. EL SURGIMIENTO DE LAS PRIMERAS AGRUPACIONES FEMINISTAS
(DÉCADA DE 1920)
El período liberal de principios del siglo XX (1899-1920) en
Bolivia fue un período de desarrollo de la educación nacional y sobretodo de la
educación para las mujeres permitiendo a muchas de ellas tener acceso a la
educación primaria, secundaria e incluso universitaria. Ilustraciones de este
desarrollo fueron: la Fundación de la Escuela Normal Superior fundada en Sucre
en 1909 con el fin de formar a las que serían las futuras maestras en las
escuelas y liceos del país y la creación de diversos "Liceos de
Señoritas" en diferentes ciudades del país, como el Colegio Primario de
Niñas fundado en 1906 durante el gobierno de Ismael Montes o el Colegio Fiscal
de Señoritas de Oruro, fundado en 1914 que incluía el ciclo secundario.
El desarrollo de la educación de las mujeres a principios
del siglo permitió el surgimiento de grupos de mujeres cultivadas y muchas de
ellas profesionales, que tenían inquietudes intelectuales y culturales. Fue así
cómo surgieron, en diferentes ciudades de Bolivia, los "Centros
culturales" femeninos que reunían a mujeres de las clases medias y altas
para conversar, debatir y expresarse sobre literatura, poesía, arte, pintura,
etc. Sin embargo estos centros no se limitaron a una función puramente cultural
e intelectual, puesto que muy rápidamente adoptaron una función política que
permitía a estas mujeres reivindicar sus derechos civiles y políticos.
Fue en el seno de estos centros que estas mujeres tomaron
conciencia de la injusticia que significaba su exclusión de la esfera política,
a pesar de que cumplían uno de los requisitos esenciales para ser ciudadano: el
saber leer y escribir. De esta manera, para expresar y difundir sus
reivindicaciones políticas muchos de estos centros comenzaron a publicar
revistas femeninas donde se discutían temas tales como: los derechos civiles y
políticos de la mujer, el lugar que las mujeres tenían en la sociedad, el
feminismo, la educación de las mujeres, etc. Este fue el caso del Centro
Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro, fundado por Laura De la
Rosa, Bethsabé Salmón de Beltrán y Nelly López, que publicaba la revista Feminiflor (la
primera revista de este tipo a ser publicada en 1921), del Círculo de Bellas
Artes de Cochabamba, del Centro Juvenil de Señoritas del Beni, del Centro Ideal
Femenino de La Paz que publicaba la revista Aspiración (1923), y del
Ateneo Femenino de La Paz que publicaba las revistas Eco Femenino (1923)
e Índice (1929)1. El Ateneo Femenino, fundado en La Paz en 1923 por
María Luisa Sánchez Bustamante, una mujer de la clase alta de esa ciudad, fue
el centro más importante de todos a nivel nacional. Fue bajo su impulsión que
se fundaron otros "Ateneos" en ciudades como Oruro, Sucre y
Cochabamba. Se convirtió en la organización de referencia para la defensa de
los derechos de las mujeres de los años 1920 a 1940. Fue el primer centro que
organizó una campaña constante para que las mujeres adquirieran los derechos
civiles y políticos.
De esta manera, en 1925 organizó una primera Convención de
Feministas que reunió a una comisión con el fin de analizar la
Constitución para incluir el derecho de voto para las mujeres que sabían
leer y escribir. Asimismo, en 1929 organizó la Primera Convención de Mujeres
con la participación de la Federación Obrera del Trabajo (FOT), la Federación
Obrera Femenina (FOF) y del Sindicato Femenino de Oficios Varios, que fracasó
puesto que hubo discordancias entre las mujeres de los centros femeninos y las
mujeres sindicalistas en cuanto a objetivos, reivindicaciones e incluso
concepciones del lugar que ocupaban las mujeres en la sociedad.
Mientras que las mujeres de clases alta y media que pertenecían
a los Centros Intelectuales y Artísticos pedían el derecho al voto para las
mujeres que supiesen leer y escribir, las sindicalistas que pertenecían a las
clases bajas de la sociedad tenían reivindicaciones sociales tales como el
trabajo de 8 horas diario, leyes que protejan a las mujeres y niños en el
trabajo, etc. Estos desacuerdos tuvieron como consecuencia el que las
sindicalistas se retiraran de la Convención antes de que ésta finalizara.
De esta manera, no se pudo concluir ningún tipo de unión entre
las mujeres de las diferentes clases sociales en el país, puesto que las
diferencias de objetivos y concepciones ligadas a las condiciones de vida y de
clase de estas mujeres constituían una barrera muy grande que no pudo ser
trascendida para lograr un movimiento feminista más grande y amplio.
Las agrupaciones feministas tales como el Ateneo Femenino no
sólo organizaron Congresos a nivel nacional, sino que también participaron en
Congresos Internacionales de mujeres feministas que tuvieron lugar en diferentes
países de América Latina. Así, por ejemplo, las miembros del Ateneo Femenino,
Ana Rosa Tornero y Eduviges de Hertzog participaron en el Segundo Congreso
Panamericano de Mujeres en Lima el año 1924. Ana Rosa Tornero también fue
invitada al Congreso organizado por la Liga Ibérica-Hispanoamericana de mujeres
en México en 1925.
Esta participación en los congresos internacionales de
mujeres forma parte del interés que tenían las agrupaciones feministas en las
acciones y organizaciones del feminismo internacional (Latinoamérica, Estados
Unidos y Europa) de la época: los avances y las acciones de
estas agrupaciones feministas internacionales eran publicadas en las
revistas femeninas de los grupos feministas bolivianos. Así por ejemplo, la
revista Eco Femenino tenía como corresponsal en Europa a Carmen
Sánchez Bustamante, y el Ateneo Femenino mantenía lazos estrechos con los
movimientos feministas del Perú, de Chile y de la Argentina (Revollo, 2001;
Medinacelli, 1989). Sin embargo, a pesar del interés que mostraban las
agrupaciones feministas bolivianas en las acciones de los grupos feministas
internacionales, nunca se inspiraron ni imitaron ninguna de las acciones más
radicales de éstos.
Así las feministas bolivianas jamás realizaron acciones tan
radicales y espectaculares como las de las "sufragistas" inglesas,
que no dudaban en realizar huelgas de hambre exigiendo el derecho al voto,
quemar y destruir espacios y símbolos públicos, lanzar piedras a los edificios
del Gobierno, etc.; acciones que las enfrentaron de manera constante y violenta
con la policía y que las llevaron muchas veces a ser encarceladas.
Las feministas bolivianas, actuaban de manera legal y
pacífica, no sólo publicando revistas en las que aparecían sus
reivindicaciones, sino también tratando de ejercer influencia en sus padres y
maridos que muchas veces eran hombres políticos de mucha importancia (es el
caso de Daniel Sánchez Bustamante por ejemplo, padre de María Luisa Sánchez
Bustamante, que dirigió el Gabinete que gobernó el país transitoriamente
después de la caída de Siles en 1930). Era un feminismo pacífico que no buscaba
provocar escándalo de ninguna manera; para las feministas bolivianas que
pertenecían a las clases media y alta de la sociedad era muy importante seguir
los códigos y las normas sociales en términos de comportamiento. Así para estas
mujeres había que luchar por el derecho al voto, sin dejar de ser unas
"damas".
La década de 1920 fue una década relativamente fructuosa
para las mujeres de clase media y alta que lograron organizarse por primera vez
en vista de un objetivo muy claro: la obtención de los derechos civiles y
políticos, de los cuales, el voto tenía especial importancia. No obstante, las
acciones y el impacto que tuvieron estas agrupaciones feministas dentro de la sociedad
boliviana fue limitado a los sectores de la sociedad a las que pertenecían
estas mujeres, es decir la clase alta y media. Sin realizar acciones que vayan
más allá de los límites del rol de la mujer impuesto por la sociedad
(excepto la de acceder al periodismo), estas agrupaciones feministas tuvieron
un impacto moderado y limitado, no sólo en la sociedad sino también en la
esfera política: ningún partido de los años 1920 (excepto el Partido Obrero
Socialista de Bolivia que defendía el sufragio universal) incluía el derecho al
voto para la mujer en su programa y el sufragio femenino no sería debatido en
el Congreso sino muchos años más tarde, en 1938, como lo veremos
posteriormente.
La década que traería cambios más importantes y
significativos sería la de 1930 en razón del impacto que tuvo la guerra del
Chaco en la sociedad y en las mujeres que se vieron obligadas a ingresar
masivamente a la esfera pública. Fue este acontecimiento sobre todo el que
permitió la transformación de las mentalidades en cuanto al lugar que ocupaba y
debía ocupar la mujer boliviana en el país.
2. EL IMPACTO DE LA GUERRA DEL CHACO Y LA CONVENCIÓN
NACIONAL DE 1938 (DÉCADA DE 1930)
La Guerra del Chaco (1932 -1935) tuvo un impacto de extrema
importancia en la sociedad boliviana. Además de la gran cantidad de pérdidas
humanas (cerca del 25 por ciento de la población murió, o sea más de 65.000
jóvenes), la catastrófica derrota llevó a un cuestionamiento importante de las
bases en las que se asentaba la sociedad oligárquica de aquella época. Las
clases medias intelectuales que habían participado en la guerra y que habían
visto la inutilidad de sus esfuerzos, quedaron totalmente desilusionadas por la
derrota y por la forma en que sus gobernantes habían conducido el conflicto
bélico.
Descubrieron igualmente la realidad de la sociedad boliviana
de aquella época en la que la mayor parte de la población, los indígenas,
estaban totalmente excluidos y marginalizados de la vida de la nación. Ésta
estaba dirigida principalmente por un puñado de hombres blancos y mestizos que
nada habían hecho hasta el momento por la integración de la gran mayoría a la
vida social, económica y política del país. Surgió así un grupo de
intelectuales de clase media, que se calificó más tarde de "generación del
Chaco", que empezó a cuestionar y atacar fuertemente las bases de la
sociedad oligárquica de aquella época. Fue a partir de este momento que el
edificio donde se apoyaba esta sociedad oligárquica empezó a desmoronarse hasta
su destrucción en 1952 con la Revolución Nacional (Klein, s.d.).
La Guerra del Chaco tuvo también un impacto considerable en
la vida de las mujeres de aquella época, puesto que significó su entrada masiva
a la esfera pública. En efecto, en razón de la movilización masiva de los
hombres enviados al frente para defender a la nación, las mujeres tuvieron que
ocuparse de los cargos y ocupaciones que anteriormente estaban reservados
exclusivamente a los hombres. Fue así que muchas mujeres empezaron a trabajar
para poder sobrevenir a la subsistencia de sus familias.
Mientras los hombres se encontraban en el frente
combatiendo, las mujeres se encontraban trabajando y realizando muchas otras
actividades en el esfuerzo de guerra. De esta manera muchas mujeres
contribuyeron a la recolección de recursos económicos y alimenticios, apoyaron
a los soldados como benefactoras y madrinas de guerra, crearon instituciones de
asistencia a los huérfanos de guerra, participaron como espías, etc.
Estas actividades se realizaron lo más frecuentemente dentro
del marco de organizaciones nuevas de mujeres que surgieron a raíz de la guerra
y que tenían vocación asistencial, como también dentro del marco de
organizaciones femeninas ya existentes (Durán, 1997). Es así que muchas
organizaciones culturales, católicas, y feministas juntaron sus esfuerzos y
coordinaron sus actividades con el fin de brindar apoyo en el esfuerzo de
guerra, ayudar a las víctimas y confrontar las emergencias de la crisis social
y política que venía afectando al país desde el principio de los años 1930 con
la depresión económica mundial, y que se agudizó durante la guerra.
Dentro de este contexto las feministas encontraron una nueva
audiencia más amplia para expresar el cuestionamiento de las discriminaciones
de género junto con los problemas nacionales. Así, como lo afirma Marcela
Revollo Quiroga: "El vigor adquirido por la presencia pública femenina
durante la guerra contribuyó a fortalecer la presencia pública del movimiento
de mujeres como un nuevo sujeto político, social y económico" (Revollo,
2001: 42). Fue dentro de ese contexto que el Partido Liberal expresó su
apoyo al sufragio femenino en 1934 y que un grupo feminista abrió un
"Registro de Sufragio Femenino". Asimismo, este mismo grupo envió un
memorial al Congreso arguyendo que en la Constitución no se excluía explícitamente
a las mujeres del derecho al voto, y que por lo tanto el sufragio femenino
debía ser considerado.
Posteriormente, el contexto de post-guerra permitió el
surgimiento en 1935 de una nueva agrupación: la Legión Femenina de Educación
Popular América (LFEPA) que tenía objetivos humanitarios, educacionales y
culturales para el bienestar de las mujeres y de los niños. Esta asociación
hacía parte de una organización Latinoamericana más amplia, y estaba
representada en diferentes ciudades del país como Santa Cruz, Trinidad, Sucre,
Cochabamba, Potosí y La Paz.
Mujeres de todas las clases sociales componían esta
asociación; pero esto no permitió la unión de estas mujeres puesto que en los
congresos que realizaban, sus diferencias de concepción eran visibles y las
dividían. La vocación asistencial de esta asociación fue entrando
progresivamente a un segundo plano, para adquirir como objetivo principal la
lucha por los derechos políticos de la mujer.
Fue así que esta organización envió una carta a David Toro,
cuando éste era presidente de la República, con el fin de reclamar los derechos
civiles y políticos para la mujer (Revollo, 2001).
Otra organización de este tipo surgió en 1935 en Bolivia con
el fin de gestionar la repatriación de los prisioneros bolivianos en el
Paraguay: el capítulo Bolivia de la Unión de Mujeres Americanas (UMA), del cual
fue secretaria en La Paz Zoila Viganó de Antezana. Filiales de esta
organización también se fundaron en Cochabamba, Oruro y Santa Cruz. Así como la
LFEPA, la UMA adquirió los objetivos de lucha por los derechos civiles y
políticos de las mujeres bolivianas.
En 1938 igualmente se fundó la Unión Femenina Universitaria
por Elssa Paredes Candia y Marina Lijerón Baldivia, quien fue también
presidenta del Comité Permanente Pro Derechos Políticos de la Mujer en 1938
(Oporto, 2001).
En 1936 en el marco de reformas que se estaban llevando a
cabo después de la Guerra del Chaco y en respuesta a las peticiones que se le
habían hecho en relación a los derechos civiles, el cnl. David Toro proclamó el
decreto el 24 de octubre de 1936 que establecía ciertos derechos civiles para
la mujer tales como el derecho a ejercer profesión y a ocupar funciones, cargos
u empleos sin otro requisito que la idoneidad, la independencia jurídica, la capacidad
de actuar como testigo a los 21 años, etc. Sin embargo este decreto nunca entró
en vigencia.
En este ambiente de cambios profundos en la sociedad
boliviana por causa de la guerra y de la entrada masiva de las mujeres a la
esfera pública a través del trabajo y de la aparición de todas las
organizaciones ya mencionadas, se llevó a cabo en 1938 bajo la presidencia de
Germán Busch, una Convención Nacional con el fin de redactar una nueva
Constitución. Esta Constitución venía de expresar el deseo de una necesidad de
cambios y reformas en el país para constituir una "nueva Bolivia".
Hasta ese entonces, Bolivia había estado regida por la Constitución de 1880,
una Constitución liberal típica del siglo XIX, basada en las premisas del
"laissez-faire". La Constitución de 1938, cerraba la página del
liberalismo decimonónico trayendo cambios importantes.
En efecto, los cambios de la nueva Constitución se
integraban a las corrientes del "constitucionalismo social"
inspiradas directamente en la Constitución Mexicana de 1917. El derecho a la
propiedad no era más sagrado y era concebido de ahora en adelante como un
derecho social en relación directa con su utilidad para la colectividad, y el
Estado era ahora responsable de la sociedad: estaba obligado a educar y garantizar
la salud de los ciudadanos como también a proteger a las mujeres y a los niños
(Klein, s.d.).
A pesar de que finalmente fue rechazado, el sufragio
femenino fue una de las novedades más importantes durante los debates de la
Constitución, puesto que nunca antes se había discutido esta cuestión en una
Asamblea Nacional. La Guerra del Chaco había modificado las percepciones que
los hombres políticos, las mujeres mismas y la sociedad en general tenían de
las mujeres a causa de su ingreso masivo a la esfera pública.
El gran esfuerzo que estas mujeres habían demostrado durante
la Guerra en ayudar a las víctimas de guerra (heridos, huérfanos, etc.) en
recolectar recursos económicos y alimenticios, y en permitir la subsistencia de
sus familias gracias a su trabajo, hacía que no se las perciba de la misma
manera, pues las mujeres habían sido capaces de realizar tareas que antes
estaban reservadas exclusivamente a los hombres. A pesar de que una vez
finalizada la guerra, se esperaba que las mujeres vuelvan al seno de sus
familias y dejen de trabajar para ocuparse del marido y los hijos, muchas
mujeres continuaron trabajando en los puestos que habían adquirido durante la
guerra. Así muchas mujeres estaban ya implantadas en la esfera pública
trabajando no sólo en el ámbito privado sino también en el público como
empleadas públicas.
No se podía negar de esta manera que las mujeres contribuían
en parte a la economía de la nación y que habían contribuido al gran esfuerzo
de guerra. Fue así que en reconocimiento a su esfuerzo durante la guerra, a su
presencia innegable en la esfera pública y a la mayor existencia de mujeres
educadas, capacitadas y profesionales, se propuso otorgarles el derecho al
voto. El tema trajo mucha polémica y los diputados prepararon sus mejores discursos
con el fin de defender u oponerse al sufragio femenino.
Los principales argumentos con los que algunos diputados
defendieron éste fueron que las mujeres bolivianas merecían el derecho al voto
por su importante participación en la guerra, que ya existían muchas mujeres lo
suficientemente educadas y capacitadas para participar de la res
publica, que las mujeres permitirían la "moralización" de la
política tan manchada de corrupción y violencia, que era imposible ignorar el
hecho de que las naciones "civilizadas" de Europa y América ya les
habían otorgado el derecho al voto.
Por su parte, los que se oponían al sufragio femenino
arguyeron que la mayoría de las mujeres no estaban aún lo suficientemente
preparadas para participar en política, que eran muy cercanas a los curas y a
la Iglesia Católica y que por lo tanto votarían por las fuerzas conservadoras
del país, que su lugar principal era el hogar para ocuparse de la familia y de
los hijos y que si se las dejaba participar en política la familia sería víctima
de una total destrucción.
Fueron estos argumentos y esta posición los que finalmente
prevalecieron pues finalmente el sufragio femenino fue rechazado por 55 votos
contra 31. El espíritu "revolucionario" de la Convención de 1938 que
prometía muchos cambios en el país, no fue finalmente lo suficientemente
progresista como para adoptar el sufragio femenino.
Sin embargo, estos cambios en cuanto a la percepción del
lugar que ocupaban y debían ocupar las mujeres en el país se profundizaron
algunos años más tarde permitiendo que en la Convención de 1945 se les otorgara
el voto a las mujeres letradas para las elecciones municipales, y que poco
después, se otorgara el sufragio universal a mujeres y hombres bajo la
Revolución Nacional de 1952.
3. RUTAS HACIA LA OBTENCIÓN DEL SUFRAGIO: LA CONVENCIÓN DE
1945 Y LA REVOLUCIÓN NACIONAL (PERÍODO 1940-1952)
En los años 1940, las dos principales organizaciones que se
ocuparon de la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres en
Bolivia, fueron la LFEPA y el Ateneo Femenino. La LFEPA continuó su lucha y
reforzó su organización gracias a las alianzas que logró forjar con diversos
sectores sindicales. Junto a éstos, demandó cambios sociales, políticos y
jurídicos con el fin de mejorar la condición de las mujeres, especialmente
de las mujeres trabajadoras y de los niños.
Por su parte, el Ateneo continuó siendo una organización
importante, pero su composición como sus demandas estaban más limitadas a las
mujeres de las clases alta y media, ya que exigían el derecho al voto
únicamente para las mujeres que supiesen leer y escribir. Ambas organizaciones
consideraban que era esencial que las mujeres obtuviesen los derechos políticos
primero, para luego obtener los derechos civiles y sociales. Sin embargo, la
manera en la que las mujeres debían acceder a los derechos políticos era
concebida de manera diferente en las dos organizaciones. El Ateneo insistía la
necesidad de obtener el derecho a elegir y ser elegidas, mientras la LFEPA se
concentraba esencialmente en el derecho a elegir.
En un contexto en el que la izquierda había ganado un
terreno considerable en el espacio político desde la Guerra del Chaco y bajo
los gobiernos de Gualberto Villarroel (1943-1946), aliados con el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR), se llevó a cabo una nueva Asamblea
Constitucional con el fin de redactar una nueva Constitución entre 1944 y 1945.
Nuevamente se llegó a debatir el sufragio femenino con menos polémica que en
1938. Los diputados debatieron la aprobación de la proposición de una de
las Comisiones Legislativas, según la cual las mujeres, mayores de 21 años de
edad, que habían vencido la educación primaria podían votar en las elecciones
municipales.
La mayoría de los parlamentarios que pronunciaron discursos
para debatir de esta reforma se presentaron a favor del proyecto y muchos de
ellos consideraron que el proyecto era muy limitado y que había que extenderlo
a las mujeres que sabían leer y escribir, o incluso a todas las mujeres. Hubo
quienes defendieron el sufragio universal para hombres y mujeres, pero esas
voces parecían expresar una minoría en aquellos debates.
Finalmente, el proyecto que fue aprobado fue el que proponía
el derecho a elegir y ser elegidas a las mujeres que sabían leer y escribir
únicamente, en el marco de las elecciones municipales. En efecto, se
consideraba que el otorgar el derecho a voto limitado a las elecciones
municipales era una forma temporal de "poner a prueba" a las mujeres
a fin de ver si eran capaces de participar en política responsablemente; de ser
así, se podría considerar posteriormente la eventual extensión de este derecho
a las elecciones nacionales. Entretanto, los hombres políticos no corrían
ningún riesgo pues la política a nivel municipal no tenía ninguna incidencia a
nivel nacional.
Asimismo, se consideraba que la administración de una
municipalidad era similar a la administración de una casa y que las mujeres
eran especialmente aptas para este tipo de responsabilidades.
Con estos argumentos, entre otros, por primera vez en
Bolivia se aprobó un sufragio femenino limitado. Las miembros del Ateneo
Femenino, y de otras agrupaciones de este tipo, vieron sus objetivos al fin
realizados (la Constitución de 1945 establecía igualmente ciertos derechos
civiles de importancia para la mujer, tales como la igualdad jurídica de los
cónyuges, la igualdad jurídica de los hijos, autorización de investigación de
la paternidad, etc.). Por consecuente, comenzaron a organizarse para las
elecciones municipales que se llevarían a cabo en 1947 y 1949, creando alas
femeninas para los diferentes partidos existentes2.
De esta manera, las mujeres que sabían leer y escribir
votaron y fueron elegidas concejalas y alcaldes por primera vez en la historia
de Bolivia, en los años 1947 y 1949, en el período del "Sexenio"
durante el cual la vieja oligarquía intentó retomar el poder a través de los
gobiernos de Enrique Hertzog (1947-1949) y de Mamerto Urriolagoitia
(1949-1951), antes de ser finalmente desplazada y destruida por la Revolución
Nacional de 1952.
El "Sexenio" fue un período marcado por la
represión contra los partidos de izquierda y particularmente contra el MNR, los
campesinos y los obreros. Los puntos culminantes de esta represión fueron las
masacres de Catavi y de Siglo XX en 1947, y el punto culminante de la
resistencia fue la "guerra civil" de 1949: una serie de
levantamientos en diferentes ciudades del país liderados por el MNR, que fueron
finalmente reprimidos.
Cuando en 1951, el MNR ganó las elecciones presidenciales,
inmediatamente después, Mamerto Urriolagoitia anunció que el resultado de estas
elecciones era un peligro para el país pues el MNR estaba afiliado al Partido
Comunista, y realizó un autogolpe (denominado posteriormente como
"Mamertazo") transfiriendo la presidencia ilegalmente al jefe de la
Armada que nombró como presidente a Hugo Ballivián.
El nuevo gobierno anuló las elecciones y declaró al MNR como
ilegal. El 9 de abril de 1952, un levantamiento en La Paz liderado por el
MNR terminó convirtiéndose en una revolución a nivel nacional para
derrocar a Ballivián. Tres días después, la Revolución había triunfado, y el
dirigente del MNR, Victor Paz Estenssoro, regresó del exilio para ejercer el
cargo de Presidente de la República.
Unos pocos meses después, el gobierno del MNR procedió a la
proclamación de las reformas más trascendentales de la Revolución: el sufragio
universal en julio de 1952, la nacionalización de las minas en octubre del
mismo año, y la reforma agraria en agosto de 1953.
Las mujeres bolivianas obtuvieron así el derecho al voto por
el decreto del 21 de julio de 1952 que establecía el sufragio universal para
todos los bolivianos, hombres y mujeres que tenían 21 años cumplidos si
solteros, o 18 años cumplidos si casados.
El hecho de que esta reforma haya sido obtenida en el marco
de una revolución por decreto, muestra que no hubo ningún debate parlamentario
para debatir el tema y que ningún grupo feminista pudo haber hecho presión para
que se apruebe esta reforma. De hecho, la integración de las mujeres en la
política se sumergió en la necesidad más amplia de integrar a la gran mayoría
de la población, hombres y mujeres que habían sido excluidos de la vida
política desde la creación del país. Antes de 1952, sólo el 6,78% de la
población podía votar en las elecciones nacionales, en razón de restricciones
económicas y culturales (saber leer y escribir) requeridas para poder
participar en la política del país. Fue la necesidad de integrar a la gran
mayoría de la población en las esferas social, política y económica que condujeron
a la Revolución Nacional de 1952.
Dentro de esta población excluida se encontraban las
mujeres, y sobretodo las mujeres que por su clase, cultura, y género (mujeres
mestizas e indígenas) no podían acceder a la vida política del país. Pero en
este contexto revolucionario de cambios sociales e institucionales profundos,
las demandas y los intereses propios de las mujeres como género se fundieron en
los intereses de clase de los nuevos actores en el gobierno (obreros,
campesinos) como en los intereses del partido en el poder, el MNR.
De 1952 a 1955, el Ateneo Femenino pasó a estar bajo la
dirección de Zoila Viganó de Antezana, y la que había sido su directora
por más de 30 años, María Luisa Sánchez Bustamante, se unió al grupo de Las
Barzolas: un comando femenino del MNR que funcionaba también como grupo de
choque. María Isabel Arauco y Gloria Ardaya, realizan un interesante análisis
sociológico de Las Barzolas y de cómo sus intereses de género pasaron a un
segundo plano bajo los intereses del partido; y de cómo la mayoría de las
mujeres "emenerristas" ocuparon en el gobierno puestos de menor
responsabilidad e importancia que los hombres, a excepción de Lydia Gueiler y
de Rosa Lema Dolz (Arauco, 1984; Ardaya, 1992).
CONCLUSIÓN
El movimiento feminista en Bolivia que surgió en los años
1920 a través de la organización de mujeres cultivadas y educadas de las clases
alta y media de las diferentes ciudades de Bolivia, tuvo un impacto limitado
dentro de la sociedad y esfera políticas bolivianas en relación a la demanda
del sufragio femenino. Si estas mujeres habían logrado romper ciertos esquemas
del rol y lugar que debían ocupar las mujeres en la sociedad, al convertirse en
periodistas y acceder así a tener voces propias en la esfera pública, no
cuestionaron radicalmente las expectativas que la sociedad tenía de las
"señoritas" y "damas" de aquella época, y su feminismo fue
un feminismo pacífico que no salía del cuadro legal de acción de agrupaciones
de ese tipo. El que las mujeres de estas agrupaciones exijan el voto solo para
las mujeres letradas, las limitaba a su clase e impedía cualquier tipo de unión
con las mujeres de clases bajas sindicalizadas.
Sin embargo, esta actitud se comprende con el contexto del
país en el que no eran las mujeres las únicas excluidas de la vida política,
sino también la mayoría de los hombres en razón de las restricciones económicas
y culturales del derecho al voto. De esta manera, además del hecho que las
mujeres sindicalizadas de tendencia anarquista no estaban interesadas en obtener
el sufragio femenino, exigir el derecho al voto para todas las mujeres,
letradas o no, pasando por encima de la gran mayoría de los hombres hubiese
sido una estrategia suicida para tal proyecto, pues la gran mayoría de los
hombres políticos jamás hubiesen extendido el voto a todas las mujeres sin
pensar en extenderlo a todos los hombres primero. En las concepciones de los
hombres políticos, éstos tendrían más derecho a participar de la res
publica que las mujeres, quienes debían quedarse en la esfera privada del
hogar y de la familia, pues era su función "natural" dentro de la
sociedad. Estas concepciones comenzarían a cambiar después de la Guerra del
Chaco que significó cambios importantes en la vida de las mujeres, no solo por
el esfuerzo de guerra sino también porque accedieron masivamente a la esfera
pública a través del trabajo. Así las Convenciones de 1938 y 1945 plantearon la
posibilidad de otorgar el derecho a voto a las mujeres, accediendo finalmente a
otorgarlo de manera limitada en 1945.
Es notable la ausencia de referencias al movimiento
feminista boliviano durante los debates relativos al sufragio femenino en las
dos Convenciones, lo que nos muestra que éste no ejerció una presión
suficientemente importante en los hombres y partidos políticos de aquella época
a pesar de que previamente a la Convención de 1938 los grupos feministas habían
enviado peticiones para que se incluya el sufragio femenino en la Constitución,
y que muchas de las feministas de la época asistieron a los debates. Así, el que
los diputados de la Convención de 1945 hayan finalmente otorgado el sufragio
femenino limitado venía más de presiones e influencias internacionales (como el
Acta de Chapultepec en la que Bolivia se comprometía a otorgar los derechos
civiles y políticos a la mujer) que de una presión "de abajo"
proviniendo del movimiento feminista boliviano, que estaba reducido y limitado
a grupos de mujeres de las clases medias y altas. El movimiento feminista se
disolvió una vez obtenido el sufragio universal en el marco de la Revolución
Nacional, y los comandos femeninos del MNR como Las Barzolas, relegaron a un
segundo plano los intereses de género para dar prioridad a los intereses del
nuevo partido en el poder.
Sin embargo, a pesar de sus limitaciones de
"tamaño" y de impacto en la sociedad y esfera políticas de Bolivia,
el movimiento feminista boliviano jugó un rol importante en el surgimiento de
una toma de conciencia de parte de una fracción de las mujeres bolivianas de
clase media y alta, de la necesidad de incluir a las mujeres dentro de los
procesos políticos del país. Esta toma de conciencia fue expresada y difundida
en las revistas femeninas-feministas que estas agrupaciones publicaban, y fue a
través de estas organizaciones que las mujeres de las clases alta y media
llegaron a convertirse en un verdadero sujeto político.
NOTAS
1. Otras revistas femeninas del mismo tipo fueron
fundadas en los años 1920 como: Iris (Cochabamba, 1922), Ideal
Femenino (1922), Venas de Plata (Potosí, 1924), Excelsior, Revista
del Liceo de Señoritas de La Paz (1927), Athenea y Claridad, Reflejos y
Anhelos (1929).
2. Marcela Revollo Quiroga realiza un interesante
análisis sobre los debates relativos al sufragio femenino en las Convenciones
de 1938 y de 1945, así como de la organización, votación y elección de las
mujeres en las elecciones de 1947 y 1949 en: Mujeres bajo prueba. La
participación electoral de las mujeres antes del voto universal
(1938-1949). La Paz: Eureka Ediciones, 2001.
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