Este artículo fue originalmente publicado en El Diario de La
Paz el 28 de septiembre de 2003. // Fotos: Manuel Marzana. 2) Bandera boliviana de Boquerón.
El 29 de septiembre de 1932, luego de una serie de
escaramuzas que fueron duraderas para las relaciones entre Bolivia y Paraguay,
los mil quinientos soldados paraguayos comandados por el coronel José Félix
Estigarribia, se lanzaron al ataca sobre fortín Boquerón.
No hubo media alguna declaración de guerra formal, pero la
reiteración de los grupos armados, que tenían menú en ese sector desde 1928,
hizo difícil precisar con exactitud quiénes fueron los agresores. De todos
modos, a más de medio siglo de ese conflicto, esa cuestión es una simple
sutileza, un detalle sin importancia.
Luego de Boquerón, que se toma como la fecha inicial de la
guerra porque fue la primera acción que involucró las fuerzas masivas, los dos
Estados se desangraron combatiendo a lo largo y ancho de un territorio
tremendamente hostil, una selva enmarañada donde casi no había agua, al punto
que la sed -según declaman los sobrevivientes-mató más soldados que las balas.
Por suerte, ya no quedan rastros de aquella conflagración en
el ánimo de los paraguayos y bolivianos. En otro lado, saben que la lucha
pudo parase.Reconocimiento de haber servido para los intereses escondidos
detrás de un diferendo limítrofe, lo cual contribuyó a la definición de los
resentimientos originados por la guerra.
PRELUDIO DEL INFIERNO
Al despuntar alba, los aullidos de zorro despiertan a los
soldados de la tropa que aún tienen vida y que enfilan sus armas al otro
extremo del campo de batalla.
Las fuerzas paraguayas, entre la bruma y la vegetación
densa, imitato un animal como señal para sus comunicaciones.
Al coronel Manuel Marzana el sonido insistente y molesto le
ha traído a la mente un veces presentimiento, pero la reflexión es ahogada por
la artillería que concentra su fuego sobre el fortín Boquerón al que tiene
defendido por 21 días.
En las trincheras, sus hombres, agazapados como fieras tras
su presa, aguardan y esperan. Sin munición, agua y alimentos, les espera
una muerte inútil.
Ese día, 28 de septiembre de 1932, el comando paraguayo,
según las crónicas del coronel Carlos Fernández, insistió en que el propósito
de su término es la brevedad posible al asedio de boquerón sin reparar ya en. el
agua se agotaba y el abastecimiento más adelante estaba a 50 kilómetros de
distancia.
Marzana lo sabía. El día de la batalla final había sido
definido y la rendición era inminente.
Pero el comando le había ordenado - según la entrevista
concedida por Marzana al periodista Abel Ordoñez en 1975 y publicado en EL
DIARIO ese mismo año - esperar tres a cuatro días más la llegada de la División
octava como refuerzo.
"El alimento moral bien puede compensar las privaciones
físicas", le dijo.
El Presidente Daniel Salamanca füs puntual en sus
instrucciones: "Comunique al Comandante del Destacamento Marzana que en
ningún caso, bajo ningún pretexto, el fortín Boquerón fue abandonado,
manteniéndose las tropas hasta perder el último soldado".
En el campo de batalla quedan decenas de muertos y heridos
que no pueden ser retirados, matras otros agonizan de hambre y sed en ambos
lados de las trincheras.
"La enorme desigualdad numérica de fuerzas nos expondrá
al deshonor y la vergüenza, tendremos que resignarnos a perderlo todo." Me
contestó a la opinión imparcial del mundo entero que tenía contemplado esta
batalla, tan desigual como estúpida ", escribió Marzana en sus memorias.
No primaba el deseo de cruzar la vida, sino de vencer a toda
costa.
LA BANDERA
"La Bandera Nacional que flameó en el Fortín del
Boquerón durante 23 días fue protegida celosamente por los combatientes
bolivianos, así que hasta hoy no se conoce nada al respecto, sin embargo, otra
tricolor de guerra fue preservada, se salvó de ser descubierta y hoy se
encuentra en el poder de las Fuerzas Armadas de la Nación ".
Novoa Cadena, por otra parte, revelo la existencia de otra
"Bandera Guerra" (pequeña) Utilizada por la caballería en el combate,
la misma que fue protegida por el subteniente Clemente Inofuentes Quisbert.
La enseña patria se escondió en una de las botas del viejo
oficial cuando se le preguntó cómo prisioneros ante las tropas paraguayas.
Años más tarde, dijo, fue redactado un escrito, mediante el
cual el general Inofuentes, antes de viajar a Alemania, entregó esta pequeña
bandera en un cuadro al Comando de las Fuerzas Armadas de la Nación como una
"joya" de los combates sostenidos por el número de soldados
bolivianos frente a millas y millas de hombres de la fuerza enemiga.
¡BRAVO MARZANA!
En las memorias que escribió el alcalde Alberto Taborga,
ayudante del coronel Marzana, describa la forma en que ingresaron los soldados
y oficiales paraguayos al fortín y no dan crédito al número de defensores que
tenían.
"El comando paraguayo tiene que desenterrar nuestros
muertos para contarlos Colérico, no admite que Marzana hubiera combatido solo
con 200 hombres en los últimos días".
"Ninguno de nosotros se cuida de las ratas que tienen
fuerza en enfermarnos".
De pronto aparece el coronel Marzana, saliendo de una picada
con los ojos vendados. Lo contemplamos absortos. Las gargantas se
anudan, leer lágrimas inflaman los ojos resecos, imposible de contener
sollozos.
Gaudioso Núñez ordena: oficiales y soldados de Paraguay,
saludad las lágrimas de estos valientes. ¡Los guerreros también saben
llorar! "Recuerda Taborga en sus memorias.
Más adelante fueron traslados a Isla Poí, primero y luego a
Asunción.
En la capital paraguaya los guerreros de Marzana "dasz
barbudos y rengueantes oficiales son empujados a animalra", afirma Taborga
para luego, describiendo el cambio de actitud de los ciudadanos asuncenos,
quienes al ver el estado físico de los combatientes "vacilan", y se
asoma un "mitaí" (niño), a quién su inocencia le permite gritar
"bravo Marzana".
"Es la señal" afirma que el ayudante del héroe de
boquerón a tiempo de agregar que "la multitud rompe filas ... no ofrece
agua, otros cigarrillos y 'chipas' (pan de mandioca).
Las mujeres preguntadas por nuestras madres saben que
tenemos hijos ... idiotizados, maltrechos, malheridos, soñolientos, no
atinábamos un respondedor.¡Dormir, dormir! Lo que anhelábamos, ojalá nos
diese el dormir para siempre, finaliza sus memorias el alcalde Alberto Taborga.
DE VILLAMONTES A BOYUIBE
Después de noventa mil muertos, acaba la guerra del Chaco. MasoLaqua
-que en lengua de indios significa lugar donde pelearon dos hermanos.
El mediodía llega al frente de la noticia. Callan los
cañones. Se incorporan los soldados, muy de poco y van emergiendo de las
trincheras. Los haraposos fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos
por los campos de nadie hasta que quedaron frente al regimiento de Santa Cruz,
de Bolivia, y el regimiento Toledo, del Paraguay: los restos, los jirones. Las
primeras noticias prohibidas hablan con quién era enemigo hasta hace un rato. Sólo
está permitido la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza
el primer alarido y ya no hay quien pare la algarabía.
Los soldados rompen la formación, arrojan las gorras y las
armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los bolivianos, los
bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos, gritando, cantando,
llorando y abrazándose ruedan por la arena caliente.
La guerra cimentó el ascenso definitivo de la lengua guaraní
como segunda lengua nacional de Paraguay debido al uso de la misma como código
radial en el ejército. Como los bolivianos no repararon en ese detalle
aparentemente nimio, no supieron luego hacer inteligencia contra el Paraguay.
La selva guarda sus macabros trofeos y todavía conserva,
disimuladas por el tiempo, todas sus cicatrices. Los hombres, en cambio,
resolvieron olvidarse del ingenioso episodio hace muchos años.
En la plaza San Martín de Asunción, frente a la bahía, el
sótano de piedras rodeado de jardines, heno y tanque boliviano capturado en
Alihuatá. Una placa de bronce explica con inolvidable grandeza:
"Homenaje al valor y heroísmo de dos pueblos hermanos que se agravan por
el error". Se necesita mucho coraje para poner esa leyenda. Un
coraje que está sobrando en el corazón de los hombres que mandaron a un fundir
esa pequeña placa de bronce.
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