Foto: Agustín P. Justo. 1926. // Este artículo fue publicado en el Periódico El Clarín de
Argentina, 24 de septiembre de 2000. Con el título: Secretos en la guerra del
Chaco.
En la guerra del Chaco, que enfrentó a Bolivia y Paraguay
entre 1932 y 1935, y donde murieron más de 100 mil hombres, el gobierno
argentino del general Justo jugó abiertamente por la causa paraguaya y se
fantaseó, aún, con dividir Bolivia.
Los temores de guerra en América del Sur, especialmente
entre los vecinos de Colombia, traen a la memoria el sangriento conflicto entre
Bolivia y Paraguay, cuando los militares argentinos jugaron tan abiertamente a
favor de Paraguay que despertaron la alarma internacional.
La guerra entre Paraguay y Bolivia comenzó oficialmente en
mayo de 1932 y concluyó en junio de 1935, aunque había empezado un año antes y
sus consecuencias se hicieron sentir largamente después de suscribirse la paz.
En esta guerra murieron más de 100.000 hombres, reclutados
entre los más pobres de las dos naciones más atrasadas de América del Sur. Los
bolivianos, detrás de la quimera de la salida al mar, fueron rechazados por los
paraguayos, dispuestos a defender su territorio del Chaco boreal, una extensión
de 250.000 kilómetros cuadrados, con bosques de quebracho en la superficie y
petróleo bajo tierra.
La venta de armas a las dos partes, el espionaje militar, la
sorda guerra petrolera entre la Standard Oil, establecida en Bolivia, y la
Shell, en Paraguay, y las operaciones de contrainteligencia de los países
vecinos al campo de batalla, instalaron en Buenos Aires un escenario de
conspiración internacional que se superpuso a la agitada presidencia del
general Agustín P. Justo.
Justo fue un abierto operador a favor de Paraguay contra
Bolivia y la guerra fue diseñada a la distancia, desde Buenos Aires, por el
Estado Mayor del Ejército Argentino que, además, planificó las necesidades de
armamentos del Paraguay, organizó las líneas de crédito para que el gobierno de
Asunción pudiera comprarlas, suministró las bodegas para transportarlas y
abasteció de alimentos a los combatientes.
Por el lado boliviano, un oficial alemán del ejército del
Kaiser tuvo a su cargo la conducción de la guerra con el grado de general. En
esos tiempos se reconocía una superioridad profesional de los militares
alemanes, mito que sumado a la rápida reconstrucción del ejército ordenada por
Hitler, justificó la decisión de Justo de poner al servicio del ejército
paraguayo también a un coronel argentino aunque hijo de alemanes, para cumplir
con el mito. La idea de que dos cerebros germánicos estaban frente a frente en
los pantanos del Chaco alimentó la imaginación de los argentinos durante la
guerra y sirvió para ocultar la retaguardia.
Pero en la retaguardia se tejía la madeja de intereses
internacionales que buscaba aprovecharse de la guerra, más allá de las
cancillerías, como subrayó el embajador del Paraguay en nuestro país al
presidente paraguayo Eusebio Ayala en una carta escrita unos meses antes del
estallido.
"El Dr. Saavedra Lamas (canciller de Justo) no sabe
absolutamente nada de mis arreglos con los ministros militares
(argentinos)", escribió el diplomático Vicente Rivarola a Ayala, en
setiembre de 1932. La correspondencia confidencial entre el presidente Ayala y
su embajador Rivarola revela una desigual posición ante la inminencia de la
guerra. Ayala advierte que "la guerra no resolverá absolutamente nada,
costará mucha sangre, arruinará a los dos países y creará un ambiente de
descontento en los dos pueblos". Y agrega en su misiva: "Posiblemente
sucederán agitaciones políticas y tal vez caigamos en el bolcheviquismo,
constituyendo focos de infección para los países neutrales." El embajador,
sin desconocer los mismos efectos funestos, transmite un optimismo que no
disimula sus fundamentos: para Rivarola lo que cuenta es la posición de Justo,
"noble y generoso amigo del Paraguay".
Hasta ese momento, Justo se había mantenido informado sobre
el conflicto por medio de su ministro de Guerra, general Manuel Rodríguez. En
octubre de 1932 Rivarola le informa al presidente paraguayo que han empezado a
concretarse las operaciones de cooperación de los militares argentinos y que un
coronel ha sido enviado a Formosa para poner la frontera al servicio de las
necesidades paraguayas cuando se desencadene la guerra. El embajador describe
una operación de inteligencia militar, de la que habló con el hombre destinado
a Formosa, y aunque su carta no entra en detalles permite imaginar una trampa
para hacer caer a los bolivianos, tramada por argentinos y paraguayos. Esta
carta menciona por primera vez al militar argentino que tiene en sus manos la
inteligencia del caso. Escribe el embajador que al flamante gobernador de
Formosa "le parece perfectamente factible la ejecución de las indicaciones
del Mayor Perón, secretario del ministro de Guerra".
El mayor Juan Perón, en efecto, era el ayudante de campo del
Ministro de Guerra desde febrero de 1932. Permaneció nueve meses en el cargo,
que dejó seis meses antes de que la guerra del Chaco tomara forma. Pero en esa
fase preparatoria se anudaron los compromisos más fuertes entre Buenos Aires y
Asunción, incluyendo acciones encubiertas contra el ejército boliviano, como la
que el embajador paraguayo describe con estas palabras: "Podría venir de
esa (Asunción) la persona o personas encargadas de realizarlas y comunicarse
directamente con él (Perón), guardando, se entiende, toda la reserva del caso.
Opino que nuestro cónsul no debe saber nada, ni ninguna persona extraña al
propósito, en Formosa. Estoy seguro que con una sola ejecución feliz del plan
no les quedará a los bolivianos deseos de seguir aprovisionándose de Formosa.
Por otra parte las fuerzas militares que cubren la frontera no dificultarán la
operación ni molestarán sino para cubrir las apariencias, a sus ejecutores,
según me aseguró el mayor Perón." ¿De qué se trataba realmente la secreta
operación que el entonces mayor Perón había imaginado para apoyar al Paraguay?
Puede deducirse de la correspondencia secreta del presidente paraguayo y su
embajador que se había montado un incidente en la frontera de la Argentina y
Bolivia, de tal forma que militares del Paraguay, simulando ser de Bolivia,
atacarían a los argentinos para provocar la entrada de éstos en combate. En
otra carta, el presidente Ayala menciona la intervención argentina en la guerra
según la versión suministrada por el presidente de Bolivia a un diplomático
extranjero. "El gobierno argentino -había dicho entonces el presidente de
Bolivia- ha concentrado fuerzas en las fronteras bolivianas a fin de dar la
mano al Paraguay en caso necesario, previo un incidente que se
provocaría". "El espionaje paraguayo en Bolivia -agregó- es costeado
por la Argentina y ha sido muy eficaz contra nosotros." Para los
bolivianos, la cuestión no admitía dudas: "El plan de guerra fue estudiado
y decidido por el Estado Mayor General del Ejército Argentino; el general
Vaccarezza, amigo personal del presidente Justo, estuvo a inspeccionar los
preparativos en todas las líneas y el teniente coronel Schweitzer vigiló la
ejecución y cien suboficiales y clases del Ejército Argentino están en las
líneas paraguayas".
La información de la inteligencia boliviana se ajustaba a
los hechos. "El ministro de Guerra, general Rodríguez -se ufanaba el
diplomático paraguayo, en los días de la declaración de la guerra- ha accedido
a todos nuestros pedidos de proyectiles".
Además de los proyectiles, a menudo provenientes de los
propios arsenales del Ejército Argentino, la infraestructura de las Fuerzas
Armadas se puso a disposición del Paraguay y hasta se ocupó de la compra de
aviones de combate para la aviación paraguaya a la industria de Francia. El
desarrollo de la guerra agudizó la colaboración militar y en marzo de 1934 el
canciller de Justo, Carlos Saavedra Lamas, chocó frontalmente con el ministro
de Guerra Rodríguez por la descarada participación argentina a espaldas de la
Cancillería. Se denunció que las radios militares de frontera descifraban los
códigos bolivianos y entregaban a los paraguayos los mensajes. Y hasta se
mencionaban misiones de la aviación militar argentina sobre territorio
boliviano.
Francia y Gran Bretaña advirtieron a Saavedra Lamas que
denunciarían a nuestro país ante la Liga de las Naciones por esta situación.
Saavedra Lamas elevó el problema a una reunión secreta con el presidente Justo
y el ministro, general Rodríguez. Sobre el contenido de la reunión, el
embajador informó a su presidente, en Asunción, que la Argentina estaba a un
paso de ser acusada internacionalmente por violación del embargo de armamentos
a los países en guerra. Aunque la situación era crítica, el embajador salió
bien de la prueba. Así le escribió a su presidente: "Tengo la satisfacción
de comunicarle que, por fin, he conseguido que salieran mañana para esa
(Asunción) por vía fluvial, los tres mil tiros de artillería terrestre y dos
mil seiscientos tiros de artillería naval que Ud. me encargara." El
Ejército le había ganado a la diplomacia.
gauchos malditos
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