Por: Henry A. Pinto Dávalos - Docente de la carrera de Ciencias Políticas de la
UMSS. / Este artículo fue publicado en el Semanario El Tunari el 2 de Diciembre
de 2012.
“Chile vale lo que Bolivia le ha dado. Antes no fue más que un país de
cárceles; y lo que allí llaman hoy capitales e industria chilenos, no son más
que las riquezas explotadas a Bolivia ingrata y pérfidamente” (Hilarión Daza)
El 14 de febrero de 1879, el puerto de Antofagasta fue ocupado militarmente por
fuerzas chilenas, en un acto claro de agresión e intromisión al territorio
boliviano, hecho que motivo al presidente de Bolivia, Hilarión Daza, pronunciar
la siguiente proclama, que la reproducimos por su alto valor histórico y por la
firmeza de sus declaraciones:
Proclama del Presidente de Bolivia
General Hilarión Daza
por la ocupación militar del Departamento del Litoral
(26 de febrero de 1879)
“¡BOLIVIANOS! La República de Chile nacida a la independencia por los esfuerzos
argentinos, y defendida por la reacción española de 1866 por las otras tres
repúblicas del Pacífico meridional, persiste en desplegar las fuerzas con la
que le ha dotado esta mitad de la América, para perturbar y agredir su
equilibrio internacional, representado por el principio constitucional de su
derecho de gentes reciproco: El uti possidetis de 1810.
La ocupación progresiva de los dos desiertos de Atacama y Patagonia,
demarcadores de la Capitanía General de Chile, mantienen a este en permanente
ataque contra la integridad de Bolivia y la Confederación Argentina, llevando
sobre los extremos de los océanos Pacifico y Atlántico pretensión de predominio
irreconciliable con el desarrollo marítimo de las naciones que avecindan, y la
concurrencia de todas las demás marinas del globo, al encuentro de dos océanos
y la comunicación de dos mundos.
Ya véis que las imprudentes concesiones territoriales de la dictadura de
Melgarejo otorgando a Chile tres grados geográficos en pleno dominio, y
apartando solo uno en plena soberanía desde del 23* al 24* no han bastado a
colmar la ambición de un Estado que a las abosciones territoriales y a la
hegemonía hispano-americana, no ostenta más títulos que los de una diplomacia
llena de falsía y duplicidad, y la influencia arrancada a intervenciones más o
menos manifiestas en la guerra civil que naturalmente aqueja la infancia de
nuestras repúblicas. A las dictaduras de Rosas en el Plata y de Melgarejo en
los Andes debe los avanzados puntos en Punta Arenas en el estrecho de
Magallanes y el Puerto Blanco Encalada en Atacama; y no bastando estos avances
en su ambición, ha roto el día 14 del presente los mismos pactos concesionarios
de Bolivia, extendiendo su ocupación hasta el grado 23*, conforme a la
intimación del jefe de las fuerzas que han izado en Antofagasta el pabellón de
la conquista.
COMPATRIOTAS: Es la primera vez que la guerra de conquista ostenta entre
pueblos hispanoamericanos, pocos días después de que un laudo arbitral zanja
cuestiones territoriales de la guerra del Plata entre la Confederación
Argentina y la República del Paraguay. Recordáis que, realizada allí la
victoria más absoluta y la conquista estipulada en los pactos solemnes de la
triple alianza, la Confederación retrocedió delante de estos derechos de otro
continente y de otra civilización, declarando espléndida y americanamente que
la victoria no le daba títulos territoriales, y pactando en consecuencia, bajo
los principios de la paz más completa, el tratado de 3 de febrero de 1875, que
ese laudo arbitral ha venido a complementar. Hoy Chile viene a romper el
hermoso concierto del derecho de gentes americano, con un escándalo contra el
cual han de protestar por su sola significación, todos los Estados septentrionales
y meridionales de este continente.
El derecho de conquista emerge del fondo de una cuestión administrativa y que
recién empieza a descurtirse, antes de haberse definido la jurisdicción interna
o externa que le era referente, y por consiguiente de la exclusión o el
estricto caso del arbitraje. La guerra nos ha sido impuesta sin que haya
sobrevenido el rigor de causas belli, y al contrario anticipando la amenaza al
reclamo y la ruptura de tratados mixtos de límites y derechos secundarios, a la
gestión del cumplimiento de estos. Nos ha sido impuesta sin suficiente
declaración, como a la Confederación Perú-Boliviana en 28 de agosto de 1836,
arrebatándole antes su escuadra el 21 de agosto del mismo año; como en 1837,
usufructuando la paz de Paucarpata y devolviendo la guerra; como en 1866 a
España, abordando la Covadonga con bandera neutral; como siempre sorprendiendo
la paz y la confianza pública.
Chile que ha hallado tolerancia a este sistema de subversión contra el derecho
internacional hispano-americano, acudiendo al expediente sofístico de hacer
litigioso el uti possidetis, principio acatado no sólo por su eminente
justicia, sino también y muy principalmente por su doble evidencia histórica y
geográfica; no lo dudéis, hallara por fin término con su imprudencia a sus
ambiciones perturbadoras del bienestar de medio continente.
Para lograr seguro bien, no necesitáis más que rodear la enseña de nuestro
glorioso estandarte, burlando el único plan de contener el medio de la guerra
intestina, de que son capaces los atentadores del 14 en las indefensas costas
de Antofagasta, donde no reside el poder soberano a quien se dirige esa guerra
cobardemente reducida a una ocupación sin victoria, sin honor y sin derecho.
Limitándose Chile a ocupar el Litoral buscar forzarnos a la ofensiva. Bolivia
acepta la guerra sin provocarla. La ofensiva pertenece al desgarrador de
tratados y al detentador del territorio. Nuestra fuerza es inminentemente
defensiva e inexpugnable, no renunciamos a ella. Tócales salvar el desierto,
vencer el espacio y retarnos en el asiento de nuestro poderío. La mera
ocupación de una provincia alejada por el mar y el extranjero por un rumbo, y
perdida en el desierto por otro, no es guerra porque no concluye en la
victoria, si puede resolverse por tratados de paz consiguientes. Es una
detentación vandálica, la guerra permanente, una violación contra el derecho
ismo a la guerra, que las naciones no pueden consentir, porque si bien es
lícito apelar a las armas y al derecho de la fuerza, es también consiguiente
limitar la duración de la guerra al hecho final del triunfo dirimidor.
CONCIUDADANOS: Ved ahí trazada vuestra tarea con el agresor. Falta ahora que
vuestro acendrado patriotismo le oponga esa maravilla unificación del
sentimiento nacional con nuestros padres supieron superar y aun vencer guerras
de intervención radicadas en el servicio de partidos políticos internos. ¿Con
cuanta más razón vuestro civismo no resaltará delante de la guerra de conquista
a que os provoca una nación ingrata al favor de nuestros tesoros en minas y
ricas sustancias inorgánicas, al socorro gratuito de nuestra alianza y la
cesión de nuestro territorio? Chile vale lo que Bolivia le ha dado. Antes no
fue más que un país de cárceles; y lo que allí llaman hoy capitales e industria
chilenos, no son más que las riquezas explotadas a Bolivia ingrata y
pérfidamente. Váis a combatir contra las ventajas creadas por vuestros propios
favores”.
La Paz, febrero 26 de 1879
HILARIÓN DAZA.
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