Este articulo originalmente fue publicado en La Razón de La
Paz / Wálter Chávez / 15 de abril de 2013. / Foto: El equipo de The Strongest con uniforme militar, listo para
ir a la guerra.
En el principio, un grupo de jóvenes de abolengo “despojados
de sus chaquetas, guantes y bastón, comenzaban a patear de lo lindo una pelota
de cuero de regulares dimensiones, ya elevándola al infinito, ya pasándola
entre los demás, sin utilizar las manos. Se divertían todas las tardes de
domingo” (1). Estos jóvenes —entre los que destacaba José Luis Tejada Sorzano,
que llegó a ser presidente de la República— dieron origen al Thunders
(truenos). Y el trueno trepidó rotundo y mortal, venciendo al poderoso Oruro
Royal en su primer desafío, que se jugó en la plaza Sucre, San Pedro.
Estamos a principios del siglo XX, y el Thunders, de tan
brillante comienzo, empieza a palidecer y los incipientes cracks paceños, que
se reunían los domingos a un costado de la plaza Murillo, frente a Palacio de
Gobierno, para escuchar las retretas, deciden fundar otro club, el 8 de abril
de 1908.
Quizás no fueron los más habilidosos, pero fueron los más
valientes y se hicieron llamar Strongest Foot Ball Cub, nombre con el que
trajinarían hasta 1922, fecha en que el club se reafirmó sólo como The
Strongest, por gestiones de su presidente Humberto Montes. Las primeras
camisetas (entonces llamadas camisolas), que los jugadores usaban todavía con
corbata, las cosió doña Victoria —la mamá del goalkeeper Alberto Requena—.
Como en el mito cristiano, 12 fueron los fundadores y su
capitán Ramón Pachacha González fue elegido democráticamente por votación
nominal. Los colores los tomaron de la camisola del propio Thunders, pero
cambiaron las líneas a la forma vertical. Cuando a alguno se le ocurrió
discutir la combinación aurinegra, se terminó imponiendo un criterio paceñísimo
del halfback Alberto Tavel: “el negro y el amarillo son los colores de la
Chaiñita”, la avecilla que sobrevolaba la plaza Murillo —como ellos mismos— los
domingos de retreta. De este modo, durante un buen tiempo la simbología del
club fue dominada por la Chaiñita, luego vino la vicuña, hasta derivar en el
poderoso Tigre: la fiera binaria que —según los nativos de Madrás— cuando
quiere jugar se convierte en hombre y cuando quiere vengarse vuelve a ser
Tigre.
El amor que despertó The Strongest, su garra y su tragedia,
quedaron marcadas desde el principio también. Según refiere “Bensoir” —un
cronista deportivo de principios de siglo— en el mismo momento en que The
Strongest recibía su primer gol en un desafío con el Instituto Militar, don
Isaac Vélez Ocampo, presidente del club, caía fulminado por un ataque cerebral,
como si el pelotazo lo hubiera golpeado traicioneramente a él y no a su querido
equipo. Así aman los stronguistas a su club.
Conforme avanzaron los años, victoria tras victoria,
trifulca tras trifulca, alcanzando el récord nunca igualado de seis campeonatos
seguidos —hecho resaltado aun hoy por las estadísticas de la FIFA— ser
stronguista significó ser un valiente, un avezado y un rebelde. Tal como rezaba
la consigna de aquellos tiempos. El stronguista era un boliviano moderno y
liberal, y “liberal” tenía entonces un sentido revolucionario y libertario,
como precisa don Freddy Oporto Lens, autor del monumental Libro de oro de The
Strongest.‘Huarikasaya kalatakaya’
El capítulo XII de la Odisea, Homero atribuyó la perdición
de los guerreros de Ulises al canto de las sirenas; las escuchaban cantar y se
arrojaban al mar, aventurando una búsqueda loca, imposible. Hay un pasaje no
menos curioso en la historia del Tigre. El 26 de abril de 1931, el invicto New
Player de Cochabamba vino a La Paz a desafiar al Strongest. Y el hincha número
1, el Chino Riveros —tío del Chupa— lanzó por primera vez el grito: Huarikasaya
kalatakaya (rompe la piedra, tiembla la vicuña) —creado por don Francisco
Villarejos—, los jugadores cochabambinos empezaron a deambular por la cancha
como heridos por rayos invisibles, y la noche se les vino encima, perdieron por
3-2. Al finalizar, denunciaron que la murga y el grito de guerra stronguista
“los había enloquecido” (sic). Así quedó canonizado el grito más heroico,
apasionado y voluntarioso que haya creado una hinchada jamás. Las raíces del
Huarikasaya kalatakaya se funden con la historia de Bolivia y el pundonor de
sus hombres aymaras; con el frío de la montaña, con la garra y el calor intenso
del pecho del jugador stronguista, capaz de horadar la roca… Desde entonces y
para siempre, ¡¡¡ Huarikasaya kalatakaya!!!, imbatible avanza en las canchas y
en mis venas mi querido Strongest… rompe la piedra, tiembla el Bolívar. ¡Para
siempre!
Lamentablemente, poco se pudo escuchar el grito en las
tribunas. El año 1932, la Foot Ball Association decretó la suspensión del
campeonato, debido a la guerra que Bolivia empezaba a librar contra Paraguay,
para defender el petróleo. El Bolívar que iba primero —ese equipo que se fundó
en una academia de corte y confección, y que en ese entonces ya empezaba a
sustituir a Universitario de Sucre como el rival más enconado del Strongest—
terminó campeón, como se dice, “por decreto”.
El clarinazo de la guerra
Bien podría decirse que la tragedia de Bolivia está
sintetizada en esta triste aposición: unos se sacrifican, para que otros vivan
bien. Mientras el Bolívar “campeonaba” por decreto, The Strongest se dispuso a
dejar las canchas para ir a jugar su destino en el Chaco. Hoy que “proso estas
líneas”, imagino que mucho tuvieron que sufrir estos hombres, pero superando
todo dolor, llegaron hasta los desiertos del Chaco y se trenzaron en una
descomunal lucha, ya no por honores ni por puntos, sino por un bien mayor: la
defensa de la patria… El partido que todos deberíamos jugar… aunque sea una vez
en la vida.
Un número de 1933 de la revista de la hinchada stronguista
Oro y negro, registra un comunicado donde deja bien claro que “llegado el
clarinazo de la guerra” el club debe trabajar en la defensa del suelo
boliviano. Primero los stronguistas organizan colectas y ayudan a los heridos y
los inválidos de guerra; después envían al frente de batalla un “contingente de
sangre” (2) aurinegra, y finalmente la dirigencia, cuerpo técnico y jugadores
en pleno deciden buscar en las trincheras la misma gloria que había conocido en
las canchas. El Tigre marchó al combate. La enciclopedia digital Wikipedia,
registra así este hermoso pasaje patriótico-deportivo: “Durante la Guerra del
Chaco (1932-1936) los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes del The Strongest
se enlistaron en las filas del Ejército boliviano para defender el suelo
patrio, producto de dicha actuación, que supera el ámbito netamente deportivo,
se dio lugar a la famosa batalla de Cañada Strongest, lugar bautizado así en
memoria de los combatientes stronguistas”.
En realidad, toda Bolivia puso su sangre en el Chaco, pero
la presencia de The Strongest, en el escenario mismo de la guerra revitalizó el
ánimo del Ejército boliviano. Más todavía si se tiene en cuenta que sus
futbolistas pasaron a ocupar la primera fila en los combates. En Cañada Cochabamba
—junto a la 8ª División del Ejército Boliviano, dos regimientos de la 3ª y la
División de Reserva— defendieron la patria en una encarnizada batalla que duró
más de 100 horas; pelearon con tanta determinación y valor que los propios
paraguayos reconocen que la derrota que les propinó el batallón de los
stronguistas fue la única mácula que tuvo en su carrera el general Félix
Estigarribia. Los historiadores paraguayos se refieren así a este pasaje
glorioso de la historia boliviana: “Cañada Strongest (es) la única mancha en la
brillantísima carrera militar del futuro mariscal Estigarribia” (3).
De aquel Tigre victorioso en las canchas y en las
trincheras, resalta la figura de Froilán Pinilla: “goleador, poeta, boxeador y
educador”, como lo llamó el periódico El Diario en un homenaje (4).
La bravura de Froilán fue tal que el Ejército lo condecoró
con la “Estrella de Hierro” por su participación en la batalla de Cañada
Strongest, bajo el mando del notable jugador stronguista Rosendo Bullaín —que
en ese momento tenía el grado de teniente—. Del genio poético del atigrado
Frolilán da fe el himno que escribió para su club y el lema “Oh Linda La Paz”
(5) que aún hoy se escucha en las fechas cívicas del departamento.
Notas:
(1) ‘El libro de oro de The Strongest’, de Freddy Oporto
Lens.
(2) La Razón, 9 de abril de 1940.
(3) ‘Historia del Paraguay’, de Baruja, Paiva y Pinto.
(4) El Diario, 7 de abril de 1980.
(5) Freddy Oporto Lens, ibídem.
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