En “San Diego” de madrugada cercaron el campamento del Jefe Federalista, el que
estaba durmiendo bajo su mosquitero y al amanecer los redujeron a prisión junto
con sus compañeros de infortunio. Contando que uno de sus soldados en la madrugada
le dijo: Dr. parece de que viene gente porque los perros están acosando• mucho,
a lo que él contestó: No tengan pena muchachos, lo que se oye deben ser los
carros (carretas) de la señora Carmen que han de estar llegando de “San Luis”.
(Se refería a la dueña del lugar, Sra. Carmen Peña V. de Romero y “San Luis” a
la que es hoy la ciudad Brasileña denominada “Cáceres”, Rep. de Brasil).
Estos pormenores y los que siguen nos los han dado a mi finado hermano Emilio y
a mí, en primer lugar mi extinto padre Dr. Emilio Peña y la mujer campesina
doña Manuela Torrico, familiarmente denominada “Doña Manuca”. Esta era casada o
no, pues no puedo precisarlo, con un brasileño de apellido Oliveira, con el que
tuvo varios hijos, entre ellos Delmira, la que más tarde se casó con el
campesino Fernando Poquiviqui. Toda esta gente pertenecía al servicio doméstico
de la Sra. Carmen Peña V. de Romero y, en la época de los sucesos que
epilogaron con el fusilamiento del Dr. Ibáñez, doña Delmira sería una niñita o
aún no habría venido al mundo, dada la edad de ella, a quien conocí mucho.
Cuenta “doña Manuca” de que al Dr. Ibáñez, luego de apresarlo, lo amarraron
contra un árbol guayabo. Decía de que el Dr. era un hombre bien alto, muy buen
mozo y blanco y vestía en esos momentos una blusa o chamarra a cuadros negros y
blancos. Detalle íntimo: el Dr. Ibáñez dormía bajo su mosquitero con su
compañera de nombre Trinidad; ésta no logramos saber si era de Santa Cruz u
oriunda del lugar, pero, al igual que otro revolucionario federalista que
restaron, fue flagelada y puesta en libertad. Los fusilados fueron nueve, el
Dr. Ibáñez, el Cnel. Tueros y siete más a los que dieron sepultura en una fosa
común en el panteoncito del que hoy denominamos “San Diego” situado doscientos
metros adelante hacia la frontera, más allá de “San Diego” de hoy, cuyas casas
son de tejas y mandadas construir por la misma señora V. de Romero.
Posteriormente, a la muerta de ésta el año 1916, como dije antes, “San Diego”
pasó a poder de mi padre, el Dr. Emilio Peña de la Tapia, su sobrino carnal e
hijo adoptivo. A la muerte de Papá, ocurrida el año 1939, “San Diego” pasó a
poder de mi difunto hermano Emilio y mío. Esta propiedad hoy día pertenece al
señor Napoleón Candía Mejía. Dado este pequeño informe, como nota patética hay
que comentar que el Dr. Ibáñez llegó en su fuga hasta “Matto Grosso”, Brasil,
pero el destino, trágicamente juguetón lo hizo regresar a su Patria, hacia la
muerte.
Un dato mío particularmente. El año 1945, viviendo yo en “San Diego” llegó en un
camión de la Comisión Mixta de los Límites con el Brasil de la cual era
Secretario, el destacado ciudadano boliviano y mi dilecto amigo señor Plácido
Molina Barbery y me dijo de que venían expresamente a hacer oficiar una misa y
a buscar la fosa común donde estaba enterrado su antepasado el Dr. Andrés
Ibáñez Santibáñez y ocho compañeros. Lo acompa- ñaba para este oficio el R. P.
Franciscano Balduin Spett (no sé si escribo correctamente este nombre). La misa
se llevó a efecto en el panteoncito donde existía una cruz nuevecita hecha
colocar por Plácido anteriormente, a las nueve de la mañana, y de ahí todos
ellos regresaron a San Ignacio de dónde venían.
Estos son los únicos datos que puedo dar y pido disculpas por si tengo algún
error y hago hincapié de que no se puede precisar fechas por las deficiencias
existentes en aquel entonces.
San Matías, 8 de marzo de 1.972
Néstor Peña de la Peña.
// Fuente: Andrés Ibáñez, un caudillo para el siglo xxi La Comuna de Santa Cruz de
la Sierra de 1876 – Plural editores 2012.
----------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario